¿QUÉ SON LAS MEDICINAS COMPLEMENTARIAS?

Miguel Grinberg entrevista a Jorge Kaczewer – Médico. Profesor Auxiliar y Jefe de la Unidad de Terapia Neural del Departamento de Medicinas Complementarias e Integrativas de la Facultad de Medicina de la Universidad Maimónides.

(Reportaje publicado en la revista Salud Alternativa, 2003)

 

Uno de los principios que aparecen con mucha frecuencia en los últimos tiempos, superando los antagonismos tradicionales, es el de “medicina complementaria”. Institucionalmente hablando, aquellos antagonismos crearon muchas confusiones en los pacientes. ¿Cómo podríamos entrar en el ámbito complementario de modo descriptivo?

 

En principio, habría que hacer una breve historia clínica de este fenómeno, ya que hace 25 años en la Argentina éramos unos pocos “locos” que hablábamos de nutrición ecológica, naturismo, medicina oriental… Y en esa época, como resultado de un fenómeno político-cultural se dio la máxima intensidad de un aporte energético de viejos militantes desencantados con los resultados de su energía invertida y que con una potencia enorme dedicaron su vida a difundir lo que intuyeron que podía ser una solución real al problema de la emergencia planetaria y de la desolación espiritual del ser humano. Y en las grandes urbes se empezó a generar una especie de fusión del trabajo personal de muchos médicos, sanadores y terapeutas que incursionaron en investigar y rescatar medicinas folklóricas, ancestrales, las incorporaron a su práctica y empezaron a ver resultados. Entonces ya se utilizaba el término “medicina alternativa” u “holística”. Hablábamos de holismo (integral) como quitándole a la medicina “oficial” toda posibilidad de pertenecer a una vibración holística, generando así ese fenómeno de gran oposición. Y dentro de la medicina holística convergían médicos que rescataron técnicas ancestrales, tanto orientales como occidentales, o que incorporaron desarrollos que no estaban aceptados por la medicina convencional, aunque en parte pudieran provenir del modelo científico o de una mecánica semejante o derivada de ese modelo.

 

¿Qué matices podríamos recordar de aquellas circunstancias?

 

Así empezaron a trascender estos fenómenos llamados medicina “holística”, donde en un mismo centro se practicaba digitopuntura, acupuntura, análisis clínicos, endocrinología, psicoterapia transpersonal, y varias otras medicinas o técnicas terapéuticas que en su momento fueron desdeñadas e incluidas luego como parte de la New Age. Y sin embargo correspondían a la diseminación de un cuerpo muy sólido de experiencias, como por ejemplo la cromoterapia o la aromaterapia, que ya tenían desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX un fundamento muy sólido en cuanto al rigor con que fueron estudiadas y desarrolladas. Sin embargo, como siempre, se elige el camino más rápido y eso desembocó en un fenómeno muy contraproducente, porque mucha gente empezó a abordar su posibilidad de ser terapeutas con cursillos de dos semanas y ya estaban recetando Flores de Bach como si fueran psiquiatras o grandes conocedores de la psique humana. Entonces, obviamente, ahí comenzaron a generarse las primeras etapas de esta “Guerra entre Medicinas”, donde los argumentos del Establishment médico-científico tenían una validez bastante real. Como el caso de la mujer que va al terapeuta “alternativo” con dolores de cabeza, y éste le dice que deje de culparse a si misma y auto castigarse, y le receta una florcita… y al cabo de seis meses, donde no hay cambios, a la mujer le descubren un tumor cerebral muy avanzado. Así, el fenómeno transitó aristas realmente irónicas, porque en 1980, el listado de medicinas no convencionales de la Asociación Estadounidense del Cáncer, en sus libros de texto médico sobre Oncología, para encarar el problema del cáncer, catalogadas por ellos como “charlatanería”, incluían 120  técnicas terapéuticas del ámbito “diferente”, de las cuales, 20 años después, quince o veinte de ellas están en FASE III de experimentación humana en los grandes centros científicos de investigación de Estados Unidos y Europa. ¿Por qué? Porque evidentemente, ante la falta de efectividad del enfoque alopático para el tratamiento del cáncer, decidieron que era hora de escuchar qué había para proponer. Y hoy en día, en los centros médicos más prestigiosos de oncología alopática se imbrican tratamientos oncológicos convencionales –muchas veces en forma experimental y otras en forma de probada eficacia – con enfoques complementarios o alternativos, donde un mismo paciente recibe quimioterapia conjuntamente Reiki, o reflexología, o agentes quelantes que desintoxican al cuerpo de su carga de metales pesados, o desarrollos como los “antineoplastos” de un médico que descubrió que la propia orina del paciente enfermo de cáncer (o inclusive del paciente sano) había sustancias naturales que inhibían el desarrollo de tumores, o enfoques que incluían modificaciones radicales de la dieta para evitar la ingesta continuada de toxinas que lesionan la capacidad regenerativa del organismo… O sea, lo que 25 años atrás hacíamos y era catalogado como “locura” o “fraude”, hoy se ha vuelto mainstream (línea oficialmente aceptada).

 

Sería oportuno aclarar algo, para muchos lectores: ¿qué significa FASE III?

 

Es importante hacerlo. Porque nos atañe a quienes de alguna manera constatamos todos los días los resultados, a nivel individual, paciente por paciente, considerando a cada cual como un evento único, tomando muy en detalle cada dato de ese evento único que es cada paciente, y vemos resultados, seguimos viéndonos obligados (y creo que el esfuerzo es importante porque es el puente hacia superar ese “conflicto” entre medicinas) a invertir mucho tiempo en la interlocución con las autoridades legales-políticas mundiales en materia de ciencia –pues se trata de una profesión muy reglamentada – porque el mundo está asistiendo a una situación turbadora. Si bien el paradigma científico reinante, que es el que determina que haya una Medicina considerada “oficial”, que sea considerada “legal”, aprobada por los países, impuesta por los Ministerios de Salud, legalizada por la Constitución, instancias que obligan a la imposición  de tratamientos sujetos a sanciones penales en el caso de malos enfoques en este sentido… resulta importante que si bien ya muchos nos hemos dado cuenta de que la Ciencia sirvió para conocer a fondo la naturaleza, en muchos aspectos todavía está en pañales respecto de aprender a moverse dentro de la realidad y enfrentar las consecuencias de sus propias equivocaciones como Cuerpo de Conocimiento y como método de interacción con la Naturaleza. Entonces, el conocimiento considerado como “oficial” a nivel planetario exige una serie de mecanismos y pasos para “validar” una práctica e imponerla como lo científicamente aceptado. Y esos pasos son: en principio, que haya inicialmente un trabajo de investigación que implique toda una serie de requisitos en cuanto a la elección de la “muestra” para hacer esa investigación, que sea una cantidad grande  de sujetos, que el estudio se haga con todas las variables controladas, que se lleve a cabo durante el tiempo necesario prolongado para que los resultados no puedan ser alterados por factores temporales, etc. Es una etiqueta global cuyo epítome es la Royal Society de Inglaterra, que a nivel mundial dictamina las normas de etiqueta científica. Las instituciones de los países más avanzados tecnológicamente son las que de alguna manera han impuesto este tipo de metodologías, al punto de que en estas interlocuciones con el Sistema hoy debemos manejarnos muy cuidadosamente con lo que es “medicina basada en evidencia”. Esto implica estadística y la existencia no de uno sino de varios trabajos a nivel mundial, interdisciplinarios, con una población grande de sujetos experimentales que arrojen el mismo resultado. Obviamente, usted va a encontrar esas características para todos los tratamientos que incluyen medicamentos fabricados por las compañías farmacológicas transnacionales (porque obviamente está la inversión necesaria para realizarla) y sin duda va a aparecer la crítica: “Ah, no, este tratamiento con muérdago dinamizado de la Antroposofía no posee consistencia y no hay literatura científica valedera al respecto.” Y claro, no hay dinero para solventarla. Pero si lo hubiese con igual intensidad, otra sería la situación en esta zona de conflicto. Entonces, cuando hablamos sobre la FASE-3 referida a la aprobación de un tratamiento o un medicamento, se trata del inicio de la experimentación en humanos. Eso quiere decir que todos los pasos previos, análisis bioquímicos, farmacológicos y demás, se hicieron en animales, y se logró hallar las características requeridas para seguir a la fase experimental con personas.

 

¿Cómo hemos llegado a caer en el concepto de Medicina Planetaria?

 

Ya hablamos sobre medicina holística en su similitud con la medicina “alternativa” o la Nueva Medicina y las medicinas folklóricas y ancestrales. Y para acabar de definir las medicinas “complementarias” se terminó denominando a la formalización de la aceptación por parte de la Ortodoxia científica médica de que estaban errados en su chauvinismo étnico y temporal, por un lado. Entonces ya se terminó aceptando la coexistencia de la práctica de medicinas folklóricas y aborígenes orientales y occidentales, provenientes de etnias diferentes, en los hospitales se está empezando a interactuar mucho en ese sentido, y se decidió el término complementario porque de alguna manera era la forma de terminar con la oposición. “Complementario” describe técnicas de tratamiento que complementan la actividad médica existente o dominante. Tanto en la medicina holística como en la medicina complementaria, pero no así en los hospitales modernos de la medicina ortodoxa (alopática), la medicina termina siendo finalmente un arte, una filosofía, una ciencia, un oficio, y trata al ser humano como una entidad unida de mente-cuerpo en una circunstancia biológica cultural de la cual no puede ser aislado, y a su vez comprende sistemas que hacen cuestionamientos básicos y originales sobre la condición humana, mientras siguen tratando a la enfermedad, ya no como producto de un mecanismo o de una sucesión de eventos mecanicista o linealmente analizados, sino como un desorden fundamental de enfoque, propósito y espíritu. ¿Por qué esto último? Porque de allí deriva la denominación de Medicina Planetaria, acuñada por el antropólogo norteamericano Richard Grossinger, quien dedicó la mayor potencia de su obra a tratar de terminar con esta rivalidad entre sistemas, y poder incorporar finalmente la dimensión del amor a esta interacción a la que nos vemos obligados y que muchas veces sentimos como una carga, porque es nuestra dificultad para amar a un nivel más ampliado. Y es incluir hasta a los más ardientes adictos al viejo paradigma, enseñándoles en lugar de hacerles frente, hablarles con cariño y explicarles… y tratar de elevar un poco el nivel medio, y sensibilizar hasta al más duro. ¿Por qué pues Medicina Planetaria? Porque esto incluye no sólo a chamanismo y a las curaciones por la fe, sino también la homeopatía, la acupuntura, o la fitoterapia, porque es una medicina prehistórica y contemporánea a la vez, y estuvo con nosotros desde que existimos.

 

¿Cómo se fue dando la circunstancia de la consolidación de un Departamento de Medicinas Complementarias e Integrativas (DMCI) en la Universidad Maimónides?

 

Desde que empezó a gestarse en Argentina una masa crítica de profesionales que incursionamos en distintas vertientes de medicina, y fuimos experimentando, aprendiendo, viajando, teniendo maestros… cuando esa masa crítica fue de una magnitud tal, empezó casi espontáneamente a expandirse ese diálogo de más de dos décadas: ¡caramba! éramos perseguidos, marginados, venían inspecciones del Ministerio, teníamos que cumplir con toda la etiqueta de las recetas magistrales porque estaba prohibida la Homeopatía, si se trabajaba dentro del sistema no podía decirse que se recetaba homeopáticos porque era causa de despido… Se pensaba que esto debía estar “crecido y adulto” como en otros países donde hace veinte años estas medicinas eran absolutamente reconocidas por las autoridades sanitarias, por las prepagas y hasta por el Sistema de Seguridad Social, como en el caso de Alemania, con los descuentos correspondientes en la farmacia donde compraba sus remedios, en fin, donde se priorizaba una mentalidad realmente científica. Donde se admitía que faltaba mucha más investigación, pero hoy es un fenómeno. Hoy setenta por ciento de los habitantes de Europa eligen tratamientos complementarios, y en Estados Unidos un cuarenta y cinco por ciento… Creo que ya es una realidad insoslayable. Esto se venía dialogando durante muchos años. Todos nos alegramos cuando en la universidad de Tucumán se implantó un posgrado de Homeopatía, y muchos otros eventos. Pero, eso sí, sin cuestionar aspectos básicos del Sistema Sanitario y de la civilización, que siguen arrojando a los seres humanos a la condición de “pacientes”. Se trata de una “alopatización” del sistema alternativo. Entonces, después de muchos años de trabajo con el doctor Ignacio Fojgel, complementando nuestras especialidades, finalmente pudimos concretarlo en una pequeña universidad privada que tiene un hospital universitario, con la vitalidad de las universidades chicas donde existe mucha espontaneidad, mucha colaboración mutua, donde el objetivo no son los galardones o el currículum sino la experiencia misma. Y se pudo implementar un departamento de medicinas complementarias e integrativas que venía a cubrir un vacío cultural en la Argentina, donde coexistieran y se empezara a tomar en cuenta las más diversas corrientes de medicina. En su conformación, el  departamento tiene 18 unidades funcionales. Algunas bastante avanzadas, y otras en formación. Se incluyen la etnomedicina, la medicina ortomolecular y oxidología (que derivó de los trabajos del premio Nobel Linus Pauling), la medicina de extensión antroposófica,  medicinas biológicas, lisadoterapia, medicinas étnicas con un vademecum ciclópeo de conocimientos sobre hierbas y plantas medicinales, nutrición y suplementación terapéutica, neuralterapia de Huneke…

 

Hace una década, la oficina de Medicina Alternativa de los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. situó a esta última especialidad desarrollada por los hermanos Walter y Ferdinand Huneke (de Alemania) entre las medicinas que “expanden horizontes”. ¿Podría aportarnos algunos detalles?

 

Hay trastornos que ni siquiera la medicina homeopática o la antroposófica consiguen solucionar, por factores que escapan a sus dinámicas terapéuticas, en particular con las dolencias crónicas. La terapia neural de Huneke ofrece una visión muy interesante sobre a eliminación de interferencias del sistema nervioso, con cambios radicales en la respuesta de los afectados. De modo que dentro de las medicinas complementarias, es un puente ideal para un diálogo inédito pues se producen fenómenos de sanación inexplicables según los cánones del pensamiento convencional científico… en este caso con recursos del conocimiento científico formal, en base a los anestésicos superficiales, que para efectuar curaciones utilizan el propio sistema nervioso del paciente, normalizando su cibernética. Curaciones que sólo ahora comienzan a explicarse con los últimos descubrimientos de la física cuántica, la biología y la física fractal, la explicación matemática de los campos energéticos, electromagnéticos, gravitatorios, y lo más avanzado de la ultra-ciencia hermética mundial, avanzándose mucho en el conocimiento profundo de la fisiología del sistema nervioso… Hoy se trata de que todas las medicinas coexistan, generando espacios de diálogo, a eso se debe el surgimiento del DMCI en la Maimónides. O sea, tener un espacio, ser reconocidos, ser aceptados e interactuar sin ser prejuzgados o marginados, y poder de a poco empezar a darle un marco de existencia “legal” y no lateralizada a todo este cuerpo de medicinas que está generando tanto buen resultado en la salud de la gente.

 

¿Qué expresa entonces la confluencia de las medicinas complementarias en una perspectiva planetaria?

 

Grossinger, como terapeuta y sanador invita a explicar una escala en los niveles de sanación que permita llevar a la práctica lo que muchos médicos discuten en teoría, una metodología de trabajo con los pacientes que ayude a superar todo dogmatismo, que considere la distinción de cada paciente, que le dé una integralidad al enfoque del tratamiento basada en una información amplísima y comprensiva  de todas las herramientas disponibles, y de la capacidad de ese paciente para usarlas. Si nos remitimos a las raíces, veremos algo que es común en todas las metodologías chamánicas, donde misión del médico, del “hombre-medicina” de las tribus es devolver al individuo a su capacidad completa de lucha espiritual, por adquirir poder espiritual. Yo antes medía mi eficacia como médico en base a un concepto erróneo: “Ah, ya no le duelen las articulaciones, se curó”. Pero con el tiempo, hoy aplico otro criterio en de eficacia en mi labor como médico. Considero que el paciente no puede volver a vivir su vida “normal”: es alguien que adquirió una consciencia ampliada, más profunda, reveladora de lo trascendente dentro de su existencia en este planeta, y cuya experiencia médico-terapéutica le sirvió como una guía para experimentar una libertad mayor, y una potencia mayor de su capacidad de amar.