LACTANCIA SIN PESTICIDAS
Dr. Jorge Kaczewer
Gracias al desarrollo actual de una tecnología de laboratorio ultrasensible, se ha logrado detectar cantidades ínfimas de contaminantes en el aire, el agua y los alimentos. La presencia en leches materna y vacuna de una amplia gama de sustancias contaminantes, obliga a la individualización detallada de fuentes de contaminación y mecanismos de ingreso al organismo, ya sea de las madres, ya sea del ganado. Ha sido particularmente estudiada la contaminación de leches por plaguicidas como el DDT. Los trabajos concluyen que los lactantes alimentados tanto en forma natural como artificial pueden incorporar cantidades de pesticida superiores a la ingesta diaria admisible dictaminada por FAO/OMS en 1967.
FUENTES DE CONTAMINACIÓN
Teniendo en cuenta que a la edad del lactante ocurre un rápido crecimiento -de su sistema nervioso, especialmente- deberían investigarse posibles reacciones indeseables a corto y largo plazo frente a sustancias potencialmente nocivas presentes en leches de madre y de vaca. La contaminación puede deberse a:
- Plaguicidas organoclorados
- Insecticidas: DDT, hexaclorociclohexano, heptacloro y su epóxido, Dieldrín y Aldrín.
- Fungicidas: hexaclorobenceno.
- Residuos organoclorados industriales
Bi y polifenilos policlorados.
- Metales
Plomo, mercurio, cobre, selenio y zinc.
- Radionucléidos
Estroncio 90, yodo 131, cesio 137, radiotelurio.
- Antibióticos
Estas sustancias llegan a las leches luego de haberse incorporado al organismo de madres y ganado mediante diferentes mecanismos. La ultrafiltración es el mecanismo íntimo en el caso de un aporte exógeno al organismo humano o animal y posterior excreción a través de la glándula mamaria. El aporte exógeno responde a diferentes vías de ingreso:
Digestiva (por agua y alimentos), respiratoria (por partículas aerotransportadas), cutánea (por absorción percutánea) y parenteral (medicación inyectable). Otro mecanismo es el aporte a las leches fuera del organismo (sólo en leche vacuna). Manos, baldes, depósitos, cañerías, aerosoles y latas son también fuentes de contaminación.
Algunos de los ámbitos en que se desarrolla la vida humana y de donde provienen las sustancias contaminantes, son los siguientes:
- Agrícola: insecticidas, acaricidas, fungicidas (uso por aspersión, pulverización y contacto directo)
- Ganadero: tratamiento de ectoparasitosis e infecciones, manipulación de la leche.
- Industrial: humos de combustión, partículas aerotransportadas, desechos líquidos, industrialización láctea.
- Hogareño: uso de insecticidas.
- Terapéutica humana: pomadas, polvos, sustancias inyectables.
- Vehicular: humos de combustible y partículas aerotransportadas.
- Fall-out: explosiones atómicas.
UNA PATADA AL HÍGADO
Desde que comenzara el empleo de sustancias de lenta biodegradabilidad en las tareas agrícolo-ganaderas, sólo en los últimos años creció el interés por conocer los efectos de su acumulación en humanos. Y a pesar de que se cuenta con abundante información sobre las consecuencias de la intoxicación crónica por pesticidas, existe una consciencia limitada sobre los alcances verdaderos de este tipo de contaminación. Lo cierto es que pesticidas y herbicidas indiscriminadamente utilizados por la agricultura y ganadería tecnológico-industrial, se difunden de forma inevitable a través de la escala biológica, acumulándose en concentraciones crecientes en cada especie animal, para llegar a un máximo en la humana.
Ya por 1955, un artículo en un periódico norteamericano reportaba un “enorme aumento de la incidencia de hepatitis viral desde la introducción de pesticidas” en la agricultura (New York Times, 1955). El mayor número de casos de hepatitis habría podido ser causado por el DDT en las hojas de vegetales verdes, además de una constelación de otros factores que sobrecargan la función hepática como la elevada polución en el aire y aguas potables y un elevado consumo de medicamentos (Coda Martín, citado por Clarck L., 1975).
La entrada de pesticidas en el organismo del infante comenzaría desde su etapa de desarrollo intrauterino (Astolfi E., l982). En esta etapa la contaminación es de carácter transplacentario. Luego, en su vida postnatal, el lactante aumenta su depósito de plaguicidas a través de su alimentación láctea y, luego, mixta, omnívora. Se observan cambios patológicos en el hígado humano cuando la exposición a DDT es a dosis altas no fatales, o por ingestión sub-aguda o crónica. Con grandes concentraciones se han visto necrosis centro-lobulillares. Dosis pequeñas llevan a un agrandamiento hepático (Hayes, 1959, citado por Landoni). Dietas que contenían 5 a 15 partes por millón de DDT o más, dadas durante seis meses a ratas machos, fueron capaces de producir cambios histológicos en hígado. Fueron descriptas hipertrofia, cuerpos de inclusión y granulaciones citoplasmáticas características. La necrosis centro-lobulillar sólo se obtuvo con dosis superiores a 1000 ppm. En todos los casos los cambios fueron reversibles al cesar la exposición (Lang. y col., 1950, y Ortega, 1956, citados por Landoni).
El daño hepático inducido por pesticidas podría contribuir a la insuficiencia hepática que coexiste con ciertas enfermedades degenerativas. Una investigación llevada a cabo por la Universidad de Miami (Medical World News, l969) demostró que pacientes terminales cancerosos, elegidos al azar, exhibieron una alta concentración de residuos de pesticida en hígado, cerebro y tejidos grasos. Un experimento húngaro reportó que bajas dosis en la dieta de ratones produjo una alta incidencia de leucemia en la tercera generación (Nature, 1969).
De manera que, aún cantidades de pesticida que no sobrepasen la Ingesta Diaria Admisible (IDA), podrían ser tóxicas al acumularse con el paso del tiempo. Según los organismos oficiales que establecen este tipo de variables toxicológicas, IDA es “la cantidad de un producto químico que de acuerdo al conjunto de los datos conocidos, parece poder ser ingerida diariamente sin riesgo, medida en miligramos por kilogramo de peso”. Como son pocas las investigaciones que se realizan a largo plazo, los “datos conocidos” de esta definición podrían ser insuficientes para afirmar objetivamente que no existe riesgo potencial en la ingestión diaria de una pequeña cantidad de pesticidas.
Mientras tanto, el médico puede realizar cierto grado de profilaxis, aconsejando a las madres sobre la forma de evitar el contacto con las fuentes de contaminación: lavado de verduras de hoja en agua tibia con pequeñas concentraciones de jabón y posterior enjuague en agua fría pura; consumo de frutas sin su cáscara; consumo mínimo indispensable de leche de vaca; evitar el uso de insecticidas hogareños; limitar el uso de medicamentos de todo tipo, y evitar zonas de aire sumamente contaminado, como profilaxis de la intoxicación por otras sustancias.
LECHES DE LATA EN LA MIRA
La salud no sólo está amenazada por contaminantes medioambientales cuya presencia en el alimento del lactante es incidental e involuntaria. Los aditivos comúnmente usados en alimentos procesados destinados al bebé deben evaluarse cuidadosamente debido a que los mecanismos desintoxicantes que pueden que pueden ayudar a proteger a los individuos inmaduros, posiblemente sean ineficaces en el lactante.
Una distinción entre los niños menores de 12 semanas y los de más edad fue establecida (Comité Mixto FAO/OMS, 1972), en virtud del estudio del metabolismo de aditivos en lactantes. Como sólo para algunos aditivos se estudió el efecto sobre los lactantes de menos de 12 semanas, se aconseja que lo más conveniente es que los alimentos destinados a ellos no contengan aditivos. Entre tales alimentos figuran fórmulas para lactantes, alimentos a base de cereales, alimentos enriquecidos y jugos de frutas. Los alimentos para los lactantes de mayor edad pueden contener aditivos, pero deben estar etiquetados con claridad, para evitar que se administren a los infantes de menos de 12 semanas. Los lactantes de muy corta edad posiblemente a causa de tener menos capacidad que los niños mayores para metabolizar algunos aditivos alimentarios, pueden acumular excesivas cantidades de ellos, con consecuencias nocivas que sólo se manifestarían en una fase más tardía del desarrollo. Y aún en los niños de más edad, en los que los mecanismos desintoxicantes pueden estar adecuadamente desarrollados, deben tenerse en cuenta las concentraciones de aditivos, debido a que estos niños consumen hasta tres veces más que los adultos en términos de ingesta de calorías por unidad de peso corporal.
Las siguientes con las directivas propuestas por el informe FAO/OMS para la regulación de sustancias adicionadas en alimentos para lactantes:
- No deben usarse conservantes químicos, ni colorantes químicos de ninguna especie. Tampoco nitritos por la extrema sensibilidad de los lactantes a la inducción de metahemoglobinemia. Por otro lado, existe formación de formación de nitrosaminas in-vivo si los lactantes ingieren simultáneamente alimentos que contienen nitrito y aminas. Se sabe con certeza que las nitrosaminas son cancerígenas.
- Pueden ser necesarios los emulsificantes, estabilizadores y condensadores. Se acepta el uso de: almidones modificados (como condensador y estabilizador) sólo en lactantes de más de 12 semanas, lecitina mono y diglicéridos (emulsificantes) y la gelatina y caseinatos de sodio y calcio, que no se consideran aditivos.
- Aromatizantes y reforzadores del sabor son innecesarios. No hay justificación técnica para su uso. De incluirse el cloruro de sodio, no debe sobrepasar el 0,25% del peso del producto.
- Para asegurar un tiempo de conservación aceptable en condiciones climáticas desfavorables, se acepta el uso de antioxidantes naturales como el ácido ascórbico, los tocoferoles y otros esteres adecuados.
- Antes de considerar un aditivo como inocuo para los lactantes de hasta 12 semanas de edad, hay que ensayarlo en animales en la fase vital correspondiente. Se deben llevar a cabo más investigaciones básicas sobre procedimientos de ensayo y las especies convenientes para los mismos. Entretanto, los aditivos deben administrarse por vía oral a animales recién nacidos de diversas especies hasta el fin del período del destete en los estudios a corto plazo, mientras que los procedimientos corrientes para los estudios sobre todo el lapso de la vida y varias generaciones deben extenderse para incluir la administración oral del aditivo alimentario a algunos de los animales desde el día del nacimiento y durante todo el período del destete. Las pruebas sobre los efectos genéticos deben abarcar por lo menos tres generaciones y cualquier indicación de efecto mutagénico hereditario debe ser sometida a investigaciones específicas.
Como en nuestro país pocas de estas especificaciones y regulaciones del uso de aditivos en alimentos para lactantes son las que se cumplen, sería conveniente para el médico pediatra diseñar la prescripción dietética con alimentos naturales no procesados dentro de lo posible. Pero como en muchos casos sólo queda como opción el consumo de fórmulas lácteas, el médico debe interiorizarse (ya que es pobre la información al respecto) sobre cuáles de las fórmulas que el mercado ofrece poseen detalles fidedignos, confiables, de su composición en el envase.