Medicina

 LA HOMEOPATIA CIENTIFICA

Dr. Jorge Kaczewer

Para pacientes exigentes de explicaciones razonables y sencillas, al elegir un tratamiento entre los diferentes tipos  y niveles de homeopatía existentes hoy en día, la HOMOTOXICOLOGIA es una opción muy válida y esclarecedora, pese a su escasa difusión en Argentina.

        

Su fundador, Hans Heinrich Reckeweg, nacido en 1905 en Alemania, fue médico alopático hasta poco después que su padre se curó de una enfermedad degenerativa del riñón gracias a la homeopatía (1913). Formado como anatomista, patólogo, farmacólogo y toxicólogo, se convirtió en uno de los profesores de homeopatía más prestigiosos de Europa en los años ’40. Fusionar estas corrientes opuestas de medicina resultó su obsesión.

La homeopatía de Samuel Hahnemann no fue el primer intento de crear una medicina vitalista científica. No obstante, la Homotoxicología de Reckeweg definitivamente es el último. Porque este científico fallecido hace tan sólo 20 años, logró enunciar,  a través de principios biológicos y toxicológicos, una correlación clínico-tóxico-farmacológica de las bases químico-moleculares de la enfermedad: una homeopatía de sesgo científico que integra elementos de la farmacodinamia, la histofisiología, la biología y la toxicología moleculares y la cibernética, para explicar los mecanismos de acción  de los remedios homeopáticos.

 

LA ENFERMEDAD NECESARIA

En 1948, Reckeweg completa su teoría homotoxicológica: «La enfermedad es la expresión de mecanismos de defensa biológicamente adecuados contra sustancias tóxicas (homotoxinas) de origen externo e interno, o bien representa el intento del organismo de regular las lesiones tóxicas que padece, a fin de preservar la vida el mayor tiempo posible». Un análisis de la enfermedad enfocado en los procesos de transformación químico-materiales,  un terreno en el cual la biología molecular contribuyó enormemente para comprender e identificar los procesos químicos que ocurren en una determinada patología. Así es que la salud consiste, según la homotoxicología, en estar libre de homotoxinas y de los daños que estas producen. Un anhelado estado que hemos perdido debido a la influencia de las más variadas intoxicaciones propias de la civilización y del medio ambiente, y de las «retoxicaciones» producidas por terapias agresivas y supresoras de la sintomatología.

 

“La homeopatía de Samuel Hahnemann no fue el primer intento de crear una medicina vitalista científica. No obstante, la Homotoxicología de Reckeweg definitivamente es el último.”

La verdadera curación, por  tanto, vendría a ser la liberación de homotoxinas y la reparación de los daños producidos por éstas. Pero, ¿cómo hace el organismo para sacarse de encima las molestas homotoxinas? Transformándolas en homotoxonas y expulsándolas a través de las zonas del organismo aptas para la tarea: piel y mucosas digestiva, respiratoria y urogenital. A estos dos procesos curativos (conjugación y eliminación de toxinas) se los conoce comúnmente con el nombre de «enfermedad». O sea que «las enfermedades son expresiones de procesos curativos biológicamente necesarios». Y una vez presentada la enfermedad, el organismo, dependiendo de su nivel tóxico, inmediatamente inicia su propio camino natural de curación. Objetivo: reactivar procesos de desintoxicación naturales, un trabajo para nada simple, si nos detenemos  brevemente en la complejidad de lo que Reckeweg denominó…

 

 

SISTEMA DE LA GRAN DEFENSA

Para que los procesos naturales de desintoxicación funcionen con fluidez, debe hallarse indemne este sistema (Ilustración 1) compuesto por sistemas subsidiarios que trabajan sinérgicamente. Por supuesto que la ciencia médica los ha estudiado a todos. Pero Reckeweg fue el primero en vislumbrar que actúan en conjunto:

  • Sistema retículo-endotelial: Funciona como depósito de toxinas y lugar de formación de anticuerpos.
  • Sistema hipófiso-suprarrenal: Controla la función de la corteza suprarrenal y la del tejido conectivo. Produce la estimulación e inhibición posterior de la inflamación.
  • Reflejos Neurales: Regulan y coordinan la respuesta al síndrome de excitación propio de toda situación traumática tóxica. La neuralterapia y la acupuntura los emplean inteligentemente para la curación.
  • Desintoxicación hepática: En el hígado se llevan a cabo numerosos procesos antitóxicos: neutralización de ácidos, depósito de toxinas, acoplamiento homotoxínico y sistema properdina.
  • Función desintoxicante del tejido conectivo: En éste, suceden simultáneamente el depósito de toxinas, reacciones antígeno-anticuerpo, inflamación, formación de células leucocitarias y función defensiva de linfocitos y macrófagos.

 

Estudiando históricamente en cada caso la presentación de los diversos episodios de defensa contra el proceso tóxico, Reckeweg diseñó un complejo cuadro sinóptico denominado «Tabla de las Homotoxicosis» (Ilustración 2), que correlaciona los tejidos afectados y atacados por las homotoxinas con seis fases diferentes en las alteraciones o mecanismos de regulación que conocemos como «enfermedades»:

  1. El organismo expulsa las homotoxinas a través de vías fisiológicas (fase de excreción), o mediante
  2. reacciones patológicas como el pus, la diarrea, etc. (fase de reacción), o
  3. las deposita en diversos tejidos (fase de deposición).

En estas tres primeras fases el organismo hace frente a la toxicidad eliminándola, neutralizándola o depositándola, sin resultar lesionado en sus órganos o células. Reckeweg las denominó fases «humorales». En ellas rige el principio de excreción, las vías enzimáticas se  hallan indemnes y el organismo presenta una tendencia a la autocuración, con pronóstico siempre favorable.

Ante el contacto con homotoxinas de gran nocividad, o si las primeras tres fases resultan inhibidas o alteradas en su curso normal, se frena todo el proceso de desintoxicación y de expulsión, produciéndose una re-intoxicación. Estas homotoxinas en forma de retoxinas, lesionan estructuras intracelulares en uno o varios tejidos embrionarios. Al bloquearse procesos enzimáticos, resulta

  1. la fase de impregnación, caracterizada por la entrada de homotoxinas o retoxinas al interior de la célula, que pueden permanecer latentes o silenciosas, representando un punto de menor resistencia (locus minore resistentiae) en el organismo. Ante nuevas re-intoxicaciones, se desarrolla
  2. la fase de degeneración, caracterizada por la destrucción de estructuras intracelulares (enzimas o genes), conduciendo finalmente a
  3. la fase de neoformación, que cursa con formación del cáncer por coacción de carcinotoxinas, anoxias, etc., como último intento inteligente del organismo para defenderse.

 

En estas últimas fases, llamadas fases “celulares”, el organismo paulatinamente sucumbe ante el efecto nocivo de las toxinas, pero aún en el curso de éstas, trata de preservar la vida de la mejor forma posible, ya sea mediante la supuración del tumor a través de una fístula, o por la eliminación de glucosa en la diabetes, o tratando de balancear un aporte excesivo de calorías con el desarrollo de una adiposis. Rige aquí el principio de condensación, y, como ya se indicó, hay daños en las cadenas enzimáticas. Existe una franca tendencia a la agravación y el pronóstico en estas enfermedades es dudoso.

Fases alternas son las 1 á 3 que se desarrollan en forma paralela a una fase latente de tipo 4 á 6. Por ejemplo: formación de forúnculos en la diabetes, fístulas anales en la tuberculosis pulmonar o en estados precancerosos de la región rectal. La desintoxicación y eliminación de toxinas en estas fases alternas impide que se manifieste la fase celular. Pero si son reprimidas en forma violenta con antibióticos u otras medidas supresivas, nos acercamos peligrosamente a la fase celular latente. Serían vías metabólicas de defensa o secundarias; algo así como un principio de competencia metabólica.

 

“The Lancet acababa de publicar un trabajo con estudios doble ciego, demostrando que los efectos terapéuticos del tratamiento homeopático no eran atribuibles al efecto placebo.”

Así es que para la  homotoxicología, al igual que para la homeopatía, muchas enfermedades consecutivas pueden considerarse un persistente proceso defensivo contra la misma toxicidad. El proceso de cambio de tejido  por parte de las homotoxinas  viene a exteriorizarse como el tránsito de una enfermedad a otra, casi siempre totalmente diferente. Si observamos la Tabla, el cambio de fase en dirección izquierda a derecha y/o hacia abajo es la vicariación progresiva. Inversamente, el desplazamiento derecha-izquierda o hacia arriba, se denomina vicariación  regresiva. La primera es biológicamente desfavorable y peligrosa. Casi siempre se debe a alteraciones enzimáticas y a una reintoxicación. La segunda, en cambio, es biológicamente beneficiosa y trae aparejada  una reactivación de los procesos desintoxicantes del organismo, presentando una clara tendencia a la expulsión de toxinas. Aquí es frecuente la aparición de recidivas de fases anteriores. Esta recurrencia de procesos pasados conduce a una declinación de la reintoxicación.

Una definida línea de separación, llamada “corte biológico”, divide la tabla de las homotoxicosis en dos partes iguales. Dicha línea está situada entre las fases 3 (deposición) y  4 (impregnación), separando los diferentes principios patogénicos y terapéuticos. Podemos decir que representa el límite del poder de curación del organismo.

 

LA CIENCIA ATACA

En un país como el nuestro, que persiguió y prohibió la homeopatía en muchas de sus provincias durante la dictadura militar, resulta obvio el hecho de que se difundan poco alternativas de tratamiento como la homotoxicología. Y donde los negocios mandan –bien prolífica es la industria farmacológica aquí y en cualquier rincón del mundo- los medios masivos de comunicación obedecen. El hecho de que un oncólogo argentino de cierto renombre  tilde de “vendedores de magia” a los homeópatas sin hacer ningún tipo de distinción, y que además lo haga desde un medio como la revista Noticias, quizás la de mayor circulación en su género,  constituye un ejemplo de cómo, consciente o inconscientemente, los medios masivos se prestan (o se venden) a sembrar confusión en el lector, en aras de un negocio del que este último es el principal cliente.

Pero, ¿qué tiene que ver esto con Reckeweg y su Homotoxicología? Es simple. El oncólogo Dr Alejandro Turek fue convocado por el equipo periodístico de Noticias para aportar su opinión dentro del artículo “La homeopatía no es sólo sugestión” en una edición  de fines de 1997. Se trataba de la cobertura de un gran evento para la homeopatía mundial: la prestigiosa revista médica The Lancet acababa de publicar un trabajo con estudios doble ciego, demostrando que los efectos terapéuticos del tratamiento homeopático no eran atribuibles al “efecto placebo”. Aun así, la colaboración del Dr. Turek, precisamente titulada “Vendedores de Magia”, insistía en la falta de bases científicas de la homeopatía, funcionando como portavoz de un establishment alopático que asiste despavorido a la creciente deserción de pacientes en busca de tratamientos médicos complementarios, y demostrando una falta de información o mucha tendenciosidad. Y aquí toma el balón Reckeweg, porque  desde hace ya varias décadas, y muy precozmente,  este hombre de ciencia logró acumular innumerables pruebas “científicas”  que validan al remedio homeopático desde el laboratorio, reuniéndolas y brindándoles una lectura clara y cohesiva en su Homotoxicología.

Reckeweg cita los trabajos de H. Holzer, quien inyectó una sustancia cancerígena a ratones de laboratorio, midiendo posteriormente la formación hepática de enzimas desintoxicantes (antienzimas), que condujeron a la desintoxicación no sólo de la sustancia inyectada sino también de otras similares a esta. Una demostración experimental de la ley de similitud de Hahnemann. También cita al profesor W. H. Hauss y colaboradores, con un experimento llevado a cabo con  diferentes diluciones de cortisona que constata la ley de inversión de Arndt-Schultz (ver Ilustración 3), que explica el hecho de que pasada cierta dilución, una sustancia posee el efecto opuesto al que muestra en bajas diluciones.

 

“Otro grupo de investigadores publicó un trabajo sobre el efecto beneficioso de “muy bajas” dosis de interferón sobre pacientes sidóticos –debieron escribir “muy bajas” en lugar de “homeopáticas” pues de utilizar este último adjetivo corrían el riesgo de ser excomulgados de la comunidad científica.”

 

Habría que relevar cuántos otros experimentos científicos se condujeron desde entonces hasta nuestros días. Porque  ninguna controversia sobre este tema puede ignorar de buena fe los trabajos de laboratorio que en la última década se hicieron al respecto. Especialmente los del grupo de Benveniste, que se publicaron en Nature  y que  adquirieron gran repercusión pública aun fuera del ámbito científico. Se referían a la degranulación de basófilos humanos, desencadenada por diluciones infinitesimales de un antisuero anti Ig E (Nature, 1988, 333, 816-818). O el trabajo anterior de W.Boyd sobre el aumento de la actividad de la enzima diastasa en presencia de microdiluciones de mercurio muy por encima del número de Avogadro. Los resultados de Boyd –que tienen la contundente característica de que fueron reproducidos muchas veces—presentan concordancias sorprendentes con los de Benveniste.

Además, inmunólogos del Instituto Pasteur de París demostraron en laboratorio el efecto antiinflamatorio (inhibidor de la secreción bacteriana de radicales libres)  de varios medicamentos homeopáticos como Belladona, Ferrum Phosphoricum, Acónitum, etc.;  y otro grupo de investigadores publicó en The Lancet un trabajo sobre el efecto beneficioso de “muy bajas” dosis de interferón sobre pacientes sidóticos –debieron escribir “muy bajas” en lugar de “homeopáticas” pues de utilizar este último adjetivo corrían el riesgo de ser excomulgados de la comunidad científica.

 

 

 

LA HOMEOPATIA RESPONDE

Si la homeopatía resulta blanco de tanta controversia, es porque desde el seno de su historia surgieron varias corrientes antagónicas. Las más comúnmente enfrentadas son unicismo y pluricismo. El tratamiento homeopático unicista surge de los lineamientos establecidos por Hahnemann hace doscientos años, en los que un solo remedio debe curar en forma completa al paciente. Los homeópatas pluricistas utilizan la combinación de varios remedios para cubrir una eventual enfermedad.

Ahora bien, Reckeweg replantea esta pugna entre unicistas y pluricistas, analizando los efectos iatrogénicos producto de los adelantos de la civilización. Según él, cualquier tipo de trastorno homotóxico requiere variadísimas combinaciones de factores antitóxicos, y establece un método basado en su experiencia básica que considera la acción sinérgica de dichas combinaciones. Según Reckeweg, la homeopatía de Hahnemann fue desarrollada para el ser humano de hace dos siglos atrás, época en la que no existía una exposición tan fuerte y variada a toxicidad medioambiental, aditivos de los alimentos, fumigaciones, medicamentos, etc.; y en la que el estrés propio de la vida cotidiana era mucho menor (generándose mucha menor cantidad de endotoxinas). Reckeweg sostenía que la terapia de un solo agente está desfasada y no deja de ser más que un mero experimento que se hace a costa del propio paciente. O para ponerlo más claro: ¿cuántos remedios maneja un excelente homeópata unicista? ¿1000? ¿1500? Bueno. ¿A cuántas diferentes sustancias presentes en el medio ambiente estamos expuestos los humanos hoy día? ¿10.000? ¿15.000? Sin comentarios.

Seguidores de la Homotoxicología actualmente utilizan uno u otro enfoque según la circunstancia particular de cada paciente. La tónica contemporánea en medicina biológica es administrar medicamentos homotoxicológicos durante los primeros dos o tres meses del tratamiento para desintoxicar completamente al paciente. Y luego se administra el remedio único sobre la base de un cuadro sintomático más claro para estabilizar la terapia. Esto siempre que el paciente presente una predominancia de síntomas en lo físico. Cuando el paciente llega a la consulta de urgencia con síntomas predominantemente mentales, entonces sí se hace una repertorización unicista basada en estos síntomas mentales. Y luego se procede a la desintoxicación con remedios homotoxicológicos una vez que el paciente está estabilizado.

Existe otra división antagónica en la homeopatía, contemplada con menor frecuencia tanto por los pacientes como por los médicos. Según Richard Grossinger, existe una homeopatía práctica y una homeopatía “esotérica”.  En esta última –que trata con los aspectos filosóficos, religiosos y culturales de la enfermedad– la civilización, la sociedad, el medio ambiente y la enfermedad son condiciones interrelacionadas y homogéneas. Pocos médicos se cuestionan profundamente los aspectos mencionados respecto de su propia vida y la de sus pacientes. En síntesis,  existe un alto riesgo si no se toma en cuenta esta última vertiente homeopática: el peligro de alopatizar la homeopatía.

 

UNA MICRO-ECOLOGIA CORPORAL

Mientras la ortodoxia médica mundial sigue discutiendo la validez científica de la homeopatía, ya hace varias décadas que Reckeweg consiguió aportar una explicación falsable sobre muchas de las enfermedades crónico-degenerativas para las que la medicina alopática sólo brinda un tratamiento paliativo o supresivo. Como en las enfermedades autoinmunes, por ejemplo.

Según Reckeweg, cuando se interrumpe el proceso de reorganización biológica conjuntamente con toda la reacción de desintoxicación, mediante tratamiento alopático, especialmente con el uso de antibióticos, aspirinas, pirazolonas, fenilbutazona, bloqueadores ganglionares simpaticomiméticos, etc., surge el peligro de formación de los llamados “péptidos salvajes”, correspondientes a grupos de falsas proteínas. Normalmente, la disminución natural de la inflamación requiere unos pocos días. En casos crónicos, algunas semanas. Este proceso puede ser estimulado y abreviado con terapias biológicas. Pero si es detenido bruscamente utilizando terapias no biológicas, surgen severas consecuencias: la reorganización lenta pero normal de los mecanismos de autorreparación se reemplaza por un proceso de “gelatinización” del líquido extracelular. Cuando se suprime violentamente un proceso de desintoxicación natural, no ocurre la gradual reconstrucción del tejido, sino que ésta es reemplazada por una síntesis precipitada de proteínas en las que aparecen combinadas moléculas de las bacterias, de las endotoxinas, de restos de tejidos y de componentes químicos consumidos o provenientes de la dieta y de la contaminación ambiental, en forma de moléculas proteicas de características desconocidas para el organismo. Nace así un péptido salvaje, y por supuesto que a continuación sobreviene el fenómeno alérgico, que es un proceso natural de sensibilización en contra de algún material que sea tabulado por el cuerpo como alergeno, debido a su extraño contenido molecular no reconocido como propio. La consecuencia final es la formación de auto-anticuerpos y surgen así enfermedades autoagresivas. Hay bloqueos de diferentes tipos de enzimas, tal como sucede en la supresión química de la inflamación, quedando dichas enzimas inhabilitadas para cumplir su cometido biológico que es dedicarse a la unión o acoplamiento de homotoxonas y a la desintoxicación en general.

Advierte Reckeweg cómo la supresión con remedios alopáticos va llevando a nuestra civilización a fases de degeneración cada vez más crónicas. Para la alopatía, debido a que los síntomas de la primera enfermedad se encuentran extinguidos, todo aparenta salud. En realidad está disimulada la fase de impregnación, sintomáticamente muda. Tiempo después, al actuar los anticuerpos dirigidos en contra de las proteínas extrañas, pero que contienen porciones de proteínas del propio organismo, sobreviene la enfermedad autoinmune. El médico asume que es otra enfermedad. Pero siempre es la misma; y siempre es el mismo intento por mantener en equilibrio la ecología corporal.

 

ACORDES TERAPEUTICOS

Desde que la investigación científica logró comprobar la importancia de los factores enzimáticos y del material genético para todas las funciones vitales, los medicamentos homeopáticos y las diluciones infinitesimales  de agentes activos de todo tipo (preparados orgánicos, catalizadores, nosodes, etc.) ganaron importancia como inductores enzimáticos con propiedades antihomotóxicas, capaces de estimular mecanismos de defensa en reserva.

La Homotoxicología de Reckeweg utiliza agentes bioterapéuticos dinamizados homeopáticamente, ya sea en comprimidos, diluciones o ampollas para inyección subcutánea, intramuscular o endovenosa (según la gravedad del caso a tratar). Reckeweg fundó un laboratorio que no sólo le permitió lograr un altísimo estándar en la elaboración de remedios, sino también experimentar con sus nuevos “hijos”: una serie de líneas de medicamentos diferentes a todo lo conocido hasta nuestros días en homeopatía. El nombre de la empresa familiar es HEEL, correspondiendo a las iniciales de “Herba est ex luce”, o sea, “la planta medicinal procede de la luz”.

La serie de remedios combinados alterna la simpleza de elección de los componentes homeopáticos comunes con una rica gama de agentes terapéuticos poco o nunca utilizados hasta entonces: los preparados “compositum” (hepar, cerebrum, thyreoidea, ovarium, testis, cor, etc., según el terreno orgánico que se desee drenar de toxinas) contienen además núcleos de organopreparados, catalizadores, remedios alopáticos homeopatizados y nosodes, creando verdaderos cócteles de sustancias destinados a actuar sobre la situación tóxica global del paciente.

Reckeweg fue un transgresor de los preceptos homeopáticos clásicos. Diseñó una forma especial de preparar remedios: los acordes de potencias. En un mismo preparado, incluía las potencias decimales D6, D12, D30, D200 y D1000 de la sustancia, hecho que para los homeópatas de formación clásica constituye un absurdo, ya que según su visión ocurre un antidotismo entre las diferentes potencias. O sea, una dilución anularía la acción de la otra. Para Reckeweg, seguramente ocurre lo contrario. Cada dilución actuaría con mayor preponderancia sobre diferentes niveles (biológicos, energéticos, anímicos, etc.), produciéndose una potenciación de efectos. El hecho es que desde hace cinco décadas, el laboratorio HEEL viene preparando la mayoría de los componentes de su vademécum con esta técnica.

Otra de las creaciones del prolífico Reckeweg son los organopreparados-“suis” (o sarcodes), diluciones homeopáticas de órganos o tejidos enteros o parte de ellos, procedentes de cerdos sanos. Eligió esta especie animal debido a la similitud estructural de los tejidos porcinos con los humanos. Por causa de tal parecido, éstos actúan como “nosodes órgano-específicos”, transformándose los efectos tóxicos del cerdo gracias a los procesos de dilución y dinamización homeopáticos. Funcionarían como “rieles de conducción” de diversos medicamentos administrados junto con ellos, además de poseer un efecto estimulante en caso de alteraciones orgánicas. Su eficacia se explica por un mecanismo inmunológico. No constituyen una nosodoterapia directa, sino una terapia tisular (de los tejidos).

Los nosodes son productos de excreción procedentes de procesos patológicos, por ejemplo, sustancias supurativas y suspensiones de cultivos bacterianos (también de virus) u otros productos patológicos, de constituyentes corporales y productos metabólicos de origen humano y animal. Los antígenos que estos productos homeopatizados ofrecen a nuestro sistema inmunológico, dan lugar a la formación de anticuerpos. Son “remedios del terreno”. Su función es limpiarlo luego del restablecimiento de una enfermedad, o siempre que ésta surge por toxicidad constitucional.

Los homeópatas actuales están experimentando con dinamizaciones de elementos tan extraños como pueden ser  esperma de ballena, pelo de gato, polvo de rincones de habitaciones, ácido lisérgico, etc. Pero sólo a Reckeweg se le ocurrió homeopatizar los catalizadores intermediarios del proceso de respiración de nuestras propias células. Son las sustancias involucradas en el ciclo de Krebs, en los sistemas redox y en otras transformaciones enzimáticas.  Estas sustancias se administran diluidas y dinamizadas con el fin de estimular las funciones intermediarias de cadenas enzimáticas que se hallan deterioradas.

En resumidas cuentas, todo lo expuesto en este artículo no es más que la punta del iceberg hacia el cual tendría que enfocar su mirada la ciencia moderna si desea descubrir formas efectivas de tratar enfermedades crónicas y degenerativas, sin producir tanta iatrogenia. De todos modos, sabemos, como decía Johann W. v. Goethe: “Un trabajo así, nunca se termina verdaderamente. Hay que considerar que se ha terminado, cuando con el tiempo y las circunstancias se ha hecho todo lo posible”.

 

EL AUTOR.   Médico por la UBA, practicante de medicinas complementarias en Buenos Aires y en San Marcos Sierras, donde reside hace varios años. Participó como periodista de las primeras publicaciones alternativas en Argentina.