EN DEFENSA DE UN MUNDO
SUSTENTABLE SIN TRANSGÉNICOS
Grupo de Ciencia Independiente
Redactado por:
Mae-Wan Ho y Lim Li Ching
Con la colaboración de:
Joe Cummins, Malcolm Hooper, Miguel Altieri,
Peter Rosset, Arpad Pusztai, Stanley Ewen,
Michel Pimbert, Peter Saunders, Edward Goldsmith,
David Quist, Eva Novotny, Vyvyan Howard, Brian John
y otros miembros del Grupo
15 de julio de 2003
Londres
EN DEFENSA DE UN MUNDO
SUSTENTABLE SIN TRANSGÉNICOS
Traducción de: Raquel Núñez Mutter.
Con la colaboración de: Hersilia Fonseca.
Y el apoyo de: GRAIN
(Acción Internacional por los Recursos Genéticos)
Título original en inglés: The Case For A GM-Free Sustainable World
Publicado por:
- Institute of Science in Society
Casilla de Correos 32097
Londres NW1 0XR, Reino Unido
- Third World Network
121-S Jalan Utama
10450 Penang, Malasia
© Institute of Science in Society & Third World Network 2003
EN DEFENSA DE UN MUNDO SUSTENTABLE
SIN TRANSGÉNICOS
Grupo de Ciencia Independiente
Prefacio
Algunos miembros del Grupo de Ciencia Independiente (ISP, en inglés)
dedicada al estudio de los organismos transgénicos han tenido la oportunidad
de analizar numerosas pruebas científicas y de otro tipo relacionadas con la
ingeniería genética, registradas a lo largo de las últimas décadas. Muchos de
esos miembros figuran entre los más de 600 científicos de 72 países que han
firmado una “Carta abierta de los científicos del mundo a todos los gobiernos”
[1], una campaña iniciada en 1999 que reclamaba que se estableciera una
moratoria a la liberación al ambiente de organismos modificados
genéticamente, la prohibición de las patentes sobre procesos, organismos,
semillas, líneas de células y genes vivos, y la realización de una investigación
pública exhaustiva sobre el futuro de la agricultura y la seguridad alimentaria.
Los sucesos que han ocurrido desde 1999 tanto en el ámbito de la ciencia
como en otros ámbitos, han confirmado nuestros temores acerca de la falta
de seguridad de la ingeniería genética, sobre los cultivos transgénicos y la
seguridad alimentaria. Al mismo tiempo, los buenos resultados y las ventajas
de las diferentes formas de agricultura sustentable resultan innegables. Las
pruebas, ahora reunidas de manera sistematizada, presentan argumentos
fundados a favor de que se imponga una prohibición mundial a la liberación al
ambiente de cultivos transgénicos, que permita a la agricultura dar un cambio
profundo de rumbo y encaminarse hacia la agroecología, la agricultura
sustentable y la producción agropecuaria orgánica.
En las Partes 1 y 2 se presentan las pruebas que demuestran las razones por
las cuales los cultivos transgénicos no son una opción viable para un futuro
sustentable, mientras que en la Parte 3 se ofrecen pruebas de los buenos
resultados y las ventajas de las prácticas agrícolas sustentables.
Nota
Este Informe es un compendio de una vasta bibliografía. Hemos incluido la
mayor cantidad posible de fuentes primarias, pero muchos de los documentos
citados en la lista de referencias bibliográficas son a su vez extensas
revisiones de bibliografía científica y de otras clases, sometidas a diversos
organismos nacionales e internacionales que reclamaron la presentación de
pruebas.
En la elaboración del Informe del ISP, los miembros de la comisión se hacen
responsables de los campos en los que cada uno de ellos tiene competencia
específica, a la vez que dan un aval general al Informe en su conjunto. Cada
miembro del ISP también reconoce la experiencia y autoridad de los demás
miembros del ISP en aquellos ámbitos en los cuales él o ella no tenga
competencia específica.
INDICE
Prefacio
Resumen Ejecutivo
Primera Parte: No hay futuro para los cultivos transgénicos
- ¿Por qué NO a los transgénicos?
- Cada vez más problemas en el agro
Segunda Parte: Los cultivos transgénicos no son seguros
- Ciencia y cautela
- Pruebas de seguridad de los alimentos transgénicos
- Los peligros del transgen
- Los cultivos terminator propagan la esterilidad masculina
- Peligros de los plaguicidas
- Transferencia horizontal de genes
- El Promotor CaMV 35S
- Mayor probabilidad de dispersión de ADN transgénico
- La transferencia horizontal de ADN transgénico
- Peligros de la transferencia horizontal de genes
- Conclusión de las partes 1 y 2
Tercera Parte: Los múltiples beneficios de la agricultura sustentable
- ¿Por qué agricultura sustentable?
- Productividad y rendimientos mayores o comparables
- Mejores suelos
- Un ambiente más limpio
- Reducción de plaguicidas sin aumento de plagas
- Apoyando y utilizando la diversidad
- Sustentabilidad ambiental y económica
- Amortiguando el cambio climático
- Producción eficiente y rentable
- Mayor seguridad alimentaria y beneficios para las comunidades locales
- Orgánicos por la salud
- Conclusión de la Parte 3
Referencias
Declaración del Grupo de Ciencia Independiente
Grupo de Transgénicos del ISP: Lista de miembros
Resumen Ejecutivo
¿Por qué libre de transgénicos?
- Los cultivos transgénicos no produjeron los beneficios prometidos
El resultado contundente de investigaciones independientes y de estudios en
finca desde 1999 prueban que los cultivos transgénicos no trajeron los
beneficios prometidos de aumentar significativamente los rendimientos o de
reducir la utilización de herbicidas y plaguicidas. Se estima que los cultivos
transgénicos han costado a los Estados Unidos unos 12.000 millones de
dólares por concepto de subsidios agrícolas, pérdida de ventas y
reclamaciones del producto, debido a contaminación transgénica. En India se
registraron pérdidas en gran escala de hasta un 100% en cultivos de algodón
Bt resistentes a insectos.
Las empresas del ramo de la biotecnología han sufrido una caída acelerada
desde el año 2000, y los asesores en materia de inversiones anuncian que no
tienen futuro en el sector agrícola. Mientras tanto, la resistencia mundial a los
transgénicos alcanzó su punto más alto cuando en 2002 Zambia, a pesar de
la amenaza de hambruna que se cernía sobre el país, rechazó el maíz
transgénico enviado como ayuda alimentaria.
- Los cultivos transgénicos plantean cada vez más problemas en el
agro
La inestabilidad de las líneas transgénicas ha plagado la industria desde el
principio, y podría ser responsable de varios fracasos importantes de cultivos
transgénicos. Un estudio de 1994 estableció que: “Si bien hay algunos
ejemplos de plantas que muestran expresión estable de un transgen, eso
podría probar que son las excepciones a la regla. En una encuesta informal
que abarcó a más de 30 compañías involucradas en la comercialización de
cultivos transgénicos … casi todos los encuestados indicaron que habían
observado cierto grado de inacción del transgen. Muchos indicaron que la
mayoría de los casos de inactividad del transgen nunca llegaron a registrarse
en la literatura especializada”.
En Canadá ya se han generalizado los voluntarios* de semillas de colza con
triple tolerancia a herbicidas que tienen características transgénicas y no
transgénicas combinadas. En los Estados Unidos han aparecido voluntarios y
malezas similares con tolerancia múltiple a herbicida. En los Estados Unidos,
malezas con tolerancia a glifosato plagan los campos de algodón y soja
transgénicos, y para el maíz transgénico tolerante a glufosinato recurrieron a
la atrazina, uno de los herbicidas más tóxicos.
Simultáneamente, ciertas características del plaguicida biológico Bt amenazan
con crear supermalezas y plagas resistentes al Bt.
* Los voluntarios son plantas germinadas de semillas de un cultivo anterior plantado en el mismo campo y que
ahora se ha convertido en maleza.
- La inexorabilidad de la contaminación transgénica extendida
Razas criollas de maíz cultivado en regiones remotas de México han sido
contaminadas con transgenes, a pesar de que desde 1998 hay en el país una
moratoria oficial para el cultivo de maíz transgénico. Desde entonces se ha
encontrado un alto grado de contaminación en Canadá. En un ensayo de 33
muestras de semillas de colza certificada, se encontró que había 32
contaminadas.
Nuevas investigaciones revelan que el polen transgénico, esparcido por el
viento y depositado en distintos lados, o que ha caído directamente al suelo,
es una fuente importante de contaminación transgénica. La contaminación
está ampliamente admitida, de ahí que no puedan coexistir cultivos
transgénicos y no transgénicos.
- Los cultivos transgénicos no son seguros
Contrariamente a lo que aducen quienes los impulsan, no se ha demostrado
que los cultivos transgénicos sean seguros. El marco regulatorio ha tenido
graves deficiencias desde un principio. Se basó en un criterio antiprecautorio
diseñado para conseguir una aprobación expedita de los productos a costa de
las consideraciones en materia de seguridad.
El principio de “equivalencia sustancial”, sobre el cual se basa la evaluación
del riesgo, es intencionadamente vago y está mal definido, con lo cual las
compañías tienen carta blanca para aducir que los productos transgénicos
son “sustancialmente equivalentes” a los no transgénicos, y por lo tanto son
“seguros”.
- Los alimentos transgénicos plantean serios temores en materia de
seguridad
A pesar de que ha habido muy pocos estudios confiables sobre la seguridad
de los alimentos transgénicos, los resultados existentes son motivo de
preocupación. En la por ahora única investigación sistemática sobre alimentos
transgénicos llevada a cabo en el mundo, se encontraron efectos del ‘factor
de crecimiento símil’ en el estómago e intestino delgado de ratas jóvenes que
no eran totalmente atribuibles al producto transgénico, por lo cual se atribuían
al proceso transgénico o la construcción transgénica, y por ende podrían
presentarse de manera generalizada en todos los alimentos transgénicos.
Ha habido por lo menos otros dos estudios –más limitados– que también
plantearon serias preocupaciones en materia de seguridad.
- Productos genéticos peligrosos son incorporados a los cultivos
Se ha encontrado que las proteínas Bt, incorporadas al 25% de todos los
cultivos transgénicos del mundo, son nocivas para una gran cantidad de
insectos no combatidos, y algunas tienen también potentes inmunógenos y
alergenos. Un equipo de científicos ha advertido sobre la liberación de cultivos
Bt para uso humano.
Cada vez se utilizan más cultivos alimenticios en la elaboración de productos
farmacéuticos y medicamentos, entre ellos citocinas conocidas por su
capacidad de suprimir el sistema inmunológico, inducir enfermedades y
causar toxicidad del sistema nervioso central; a lfa interferón, del cual existen
registros de causar demencia, neurotoxicidad y efectos secundarios
cognitivos y en el carácter; vacunas y secuencias virales tales como el gen de
la proteína “spike” del coronavirus del cerdo, de la misma familia que el virus
SARS asociado con la actual epidemia mundial. El gen de la glicoproteína gp
120 del virus HIV -1 del SIDA, incorporado al maíz transgénico como una
“vacuna oral comestible barata” es otra bomba de tiempo biológica ya que
puede interferir con el sistema inmunológico y recombinarse con virus y
bacterias para generar patógenos nuevos e impredecibles.
- Los cultivos terminator propagan la esterilidad masculina
Los cultivos manipulados con genes “suicidas” para conseguir la esterilidad
masculina, han sido promovidos como una forma de “contener”, es decir,
impedir la propagación de transgenes. En realidad, los cultivos híbridos
vendidos a los agricultores propagan tanto los genes de la esterilidad
masculina como los genes con tolerancia a herbicida, a través del polen.
- Herbicidas de amplio espectro son muy tóxicos para seres humanos y
otras especies
El glufosinato de amonio y el glifosato son utilizados en cultivos transgénicos
tolerantes a herbicida, que representan actualmente el 75% de todos los
cultivos transgénicos del mundo. Ambos son venenos metabólicos sistémicos
que se teme podrían tener una amplia gama de efectos nocivos. Esos
temores han sido confirmados.
El glufosinato de amonio está asociado con toxicidad neurológica, respiratoria,
gastrointestinal y hematológica así como con defectos congénitos en seres
humanos y mamíferos. Es tóxico para las mariposas y numerosos insectos
benéficos, para las larvas de almejas y ostras, en la Daphnia y ciertos peces
de agua dulce, en particular la trucha arco iris. También inhibe el desarrollo de
bacterias y hongos beneficiosos del suelo, especialmente los que fijan
nitrógeno.
El glifosato es la causa más frecuente de reclamaciones y casos de
envenenamiento en el Reino Unido. Se han registrado trastornos de
numerosas funciones fisiológicas luego de una exposición a niveles de uso
normales. La exposición al glifosato prácticamente duplicó el riesgo de aborto
espontáneo, y los hijos de quienes trabajan con glifosato presentaron un
elevado índice de trastornos de neurocomportamiento. El glifosato provocó un
retraso en el desarrollo del esqueleto fetal en ratas de laboratorio [83].
El glifosato inhibe la síntesis de los esteroides, y es un agente genotóxico en
mamíferos, peces y sapos. La exposición de las lombrices a las dosis
habitualmente aplicadas en el campo provocó una mortalidad de por lo menos
un 50% y lesiones intestinales importantes entre las lombrices sobrevivientes.
El Roundup provocó disfunciones en la división celular, que podrían estar
asociadas con algunos tipos de cáncer en seres humanos.
Los efectos conocidos tanto del glufosinato como del glifosato son
suficientemente graves como para detener la utilización de los herbicidas.
- La ingeniería genética crea supervirus
Por lejos, los peligros más graves de la ingeniería genética son inherentes al
proceso mismo, el cual aumenta enormemente el alcance y la probabilidad de
la transferencia horizontal de genes y la recombinación, que es la vía principal
para la creación de virus y bacterias que provocan enfermedades epidémicas.
Esto quedó de manifiesto en 2001, con la creación “accidental” de un virus
letal para el ratón, en el curso de un experimento de ingeniería genética
aparentemente inocente.
Las técnicas nuevas, como el “mezclado de ADN” (shuffling), permiten a los
genetistas crear en el laboratorio, en cuestión de minutos, millones de virus
recombinantes que nunca han existido en miles de millones de años de
evolución. Los virus y bacterias y su material genético, que son causantes de
enfermedades, constituyen los principales materiales y herramientas de la
ingeniería genética, así como de la fabricación planificada de armas
biológicas.
- El ADN transgénico en los alimentos absorbidos por las bacterias en
el intestino humano
Existen pruebas experimentales de que ADN transgénico vegetal ha sido
absorbido por bacterias, del suelo y del intestino de voluntarios humanos. Los
genes marcadores con resistencia a antibiótico pueden propagarse de
alimentos transgénicos a bacterias patógenas, dificulta ndo el tratamiento de
infecciones.
- El ADN transgénico y el cáncer
Se sabe que el ADN transgénico puede sobrevivir a la digestión en el intestino
y saltar al genoma de células de mamíferos, aumentando la posibilidad de la
aparición de cáncer.
No puede excluirse la posibilidad de alimentar a animales con productos
transgénicos como el maíz puede acarrear riesgos, no solamente para los
animales sino también para los seres humanos que consumen los productos
animales.
- El promotor CaMV 35S incrementa la transferencia horizontal de
genes
Existen pruebas que indican que las construcciones transgénicas que
incluyen el promotor CaMV 35S podrían ser particularmente inestables y
propensas a la transferencia horizontal de genes y a la recombinación de
genes, con todos los riesgos que conlleva: mutaciones genéticas debidas a la
inserción aleatoria, cáncer, reactivación de virus dormidos y generación de
nuevos virus. Este promotor está presente en la mayoría de los cultivos
transgénicos que hoy en día se cultivan con fines comerciales.
- Una larga historia de distorsión y ocultación de pruebas científicas
Hay una larga historia de distorsión de los hechos y omisión de pruebas
científicas, en especial en lo que respecta a la transferencia horizontal de
genes. Hubo experimentos fundamentales que no se realizaron, o en todo
caso se hicieron en forma incorrecta y luego se distorsionaron los resultados.
Muchos no tuvieron experimentos complementarios, como en el caso del
promotor CaMV 35S, en que no se hicieron i nvestigaciones para verificar si es
responsable de los efectos del “factor de crecimiento símil” observados en
ratas jóvenes alimentadas con papas transgénicas.
En conclusión, los cultivos transgénicos no han traído los beneficios
prometidos y plantean problemas cada vez mayores a los agricultores.
Actualmente es ampliamente sabido que la contaminación transgénica es
inevitable, y por lo tanto los cultivos transgénicos y los no transgénicos no
pueden coexistir. Lo más importante es que no se ha demostrado que los
cultivos transgénicos sean seguros. Por el contrario, han surgido pruebas
suficientes como para suscitar graves temores sobre su seguridad, que si son
ignoradas podría significar que ocurran daños irreversibles en la salud y el
ambiente. Por lo tanto, los cultivos transgénicos deberían ser enérgicamente
rechazados.
¿Por qué agricultura sustentable?
- Mayor productividad y rendimiento, especialmente en el Tercer Mundo
Alrededor de 8,98 millones de agricultores de Asia, América Latina y África
han adoptado prácticas agrícolas sustentables en 28,92 millones de
hectáreas. Datos confiables de 89 proyectos muestran mayor productividad y
rendimientos: un aumento de 50 a 100% en las cosechas de cultivos
pluviales, y de 5 a 10% en agricultura de riego. Entre las experiencias más
exitosas se cuentan la de Burkina Faso, que pasó de un déficit en la
producción de cereales de 644 kilos por año a un superávit anual de 153 kilos;
la de Etiopía, donde 12.500 hogares se beneficiaron de un aumento del 60%
en las cosechas; y Honduras y Guatemala, donde 45.000 familias aumentaron
el rendimiento de sus cosechas de 400-600 kilos/hectárea a 2.000-2.500
kilos/hectárea.
Estudios de largo plazo en países industrializados muestran cosechas de
cultivos orgánicos equivalentes a los de la agricultura convencional e incluso
superiores en algunos casos.
- Mejores suelos
Las prácticas agrícolas sustentables tienden a reducir la erosión del suelo, así
como también a mejorar la estructura física del suelo y su capacidad de
contención de agua, dos elementos cruciales para evitar la pérdida de
cosechas en los períodos de sequía.
Numerosas prácticas agrícolas sustentables mantienen o aumentan la
fertilidad del suelo. Los estudios revelan que los niveles de materia orgánica y
nitrógeno existentes en el suelo son más elevados en los campos orgánicos
que en los convencionales.
También se ha descubierto que la actividad biológica es mayor en los suelos
orgánicos. Hay más lombrices, artrópodos, micorrizas y otros hongos, y
microorganismos, todos los cuales son beneficiosos para el reciclado de los
nutrientes y la eliminación de enfermedades.
- Un ambiente más limpio
La agricultura sustentable no utiliza, o utiliza mínimamente insumos químicos
contaminantes. Además, las investigaciones revelan que de los suelos
orgánicos se filtra menos nitrato (N) y fósforo (P) a las aguas subterráneas.
Los sistemas orgánicos tienen mejores tasas de infiltración de agua, por lo
tanto son menos propensos a la erosión y tienen menos probabilidad de
contribuir a la contaminación del agua por la escorrentía superficial.
- Menos plaguicidas sin aumento de plagas
La agricultura orgánica prohíbe la aplicación regular de plaguicidas. El manejo
integrado de plagas ha reducido el número de aspersiones de plaguicida en
Vietnam, de 3,4 a 1 por temporada; en Sri Lanka de 2,9 a 0,5 por temporada,
y en Indonesia de 2,9 a 1,1 por temporada.
Una investigación en torno a la producción de tomate californiano en la cual
se suprimió la aplicación de insecticidas sintéticos demostró que no por ello
hubo un aumento en la pérdida de las cosechas por la acción de plagas.
Es posible controlar plagas sin plaguicidas, revirtiendo las pérdidas de
cultivos, utilizando, por ejemplo, “cultivos trampa” para atraer al barrenador
del tallo, una plaga importante de África oriental. Cuando se evita la aplicación
de plaguicidas surgen otros beneficios de la utilización de las complejas
interrelaciones entre las especies de un ecosistema.
- Apoyando y utilizando la diversidad
La agricultura sustentable promueve la biodiversidad agrícola, que es vital
para la seguridad alimentaria y la vida rural. La agricultura orgánica también
puede promover una diversidad biológica mucho mayor, favoreciendo
especies que se han reducido de manera significativa.
Los sistemas biodiversos son más productivos que los monocultivos. En
Cuba, los sistemas agrícolas integrados son 1,45 a 2,82 veces más
productivos que los monocultivos. Miles de arroceros chinos han duplicado el
rendimiento de sus cosechas y prácticamente eliminaron la enfermedad más
devastadoras simplemente combinando plantaciones de dos variedades.
La diversidad biológica del suelo aumenta con las prácticas orgánicas,
aportando efectos beneficiosos tales como la recuperación y rehabilitación de
suelos degradados, mejoras en la estructura del suelo y en la infiltración del
agua.
- Ambiental y económicamente sustentable
Una investigación de sistemas de producción de manzana ubicó al sistema
orgánico en el primer lugar en sustentabilidad ambiental y económica, en el
segundo lugar al sistema integrado y al convencional en el último lugar. Las
manzanas orgánicas resultaban más rentables debido al mejor precio pagado
por su condición de alta calidad, a un retorno más rápido de la inversión y al
menor tiempo para la recuperación de los costos.
Un estudio realizado a escala de todo el continente europeo demostró que la
agricultura orgánica tiene mejores resultados que la agricultura convencional
en la mayoría de los indicadores ambientales. Un análisis de la Organización
de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), concluyó
que la agricultura orgánica bien gestionada genera más favorables en todos
los aspectos ambientales.
- Amortiguando del cambio climático por reducción directa e indirecta
del uso de la energía
La agricultura orgánica utiliza la energía de manera mucho más eficiente y
reduce notoriamente las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en
comparación con la agricultura convencional, tanto con respecto al consumo
directo de energía en combustible y petróleo como al consumo indirecto en
fertilizantes y plaguicidas.
La agricultura sustentable restituye el contenido de materia orgánica del
suelo, aumentando la retención de carbono en el plano subterráneo y
recuperando así un sumidero de carbono importante. Los sistemas orgánicos
han demostrado tener una capacidad significativa de absorber y retener
carbono, aumentando la posibilidad de que las prácticas agrícolas
sustentables puedan ayudar a reducir el impacto del calentamiento de la
atmósfera. La agricultura orgánica tiene la probabilidad de emitir menos óxido
nitroso (N2O), otro importante gas de efecto invernadero y también una de las
causas del agotamiento de la capa de ozono de la estratósfera.
- Producción eficiente y rentable
Cualquier disminución del rendimiento en la agricultura orgánica está más que
compensada por lo que se gana en términos ecológicos y de eficiencia. Las
investigaciones han demostrado que la propuesta orgánica puede ser
comercialmente viable en el largo plazo, produciendo más cantidad de
alimentos por unidad de energía o recursos.
Los datos muestran que los pequeños agricultores producen mucho más por
unidad de superficie que las grandes plantaciones características de la
agricultura convencional. Si bien el rendimiento por unidad de superficie de un
cultivo puede ser menor en una finca rural pequeña que en un gran
monocultivo, la producción total por unidad de superficie, a menudo
compuesta de más de una docena de cultivos y diversos productos animales,
puede ser mucho mayor. Los costos de producción de la agricultura orgánica
son muchas veces menores que los de la agricultura convencional, lo cual
redunda en ganancias netas equivalentes o mayores aún sin el sobreprecio
de los productos orgánicos. Si en el cálculo se incluyen los sobreprecios, los
sistemas orgánicos resultan casi siempre más rentables.
- Mejoras en la seguridad alimentaria y beneficios para las
comunidades locales
Un estudio de proyectos de agricultura sustentable en países en desarrollo
demostró que la producción promedio de alimentos por núcleo familiar
aumentó 1,71 toneladas por año (un aumento del 73%) para 4,42 millones de
agricultores en 3,58 millones de hectáreas, aportando seguridad alimentaria y
ventajas en materia de salud.
Se ha demostrado que el aumento de la productividad agrícola también
incrementa la disponibilidad de alimentos y el aumento de los ingresos,
reduciendo así la pobreza, ampliando el acceso a los alimentos, reduciendo la
desnutrición y mejorando la salud y las formas de vida y sustento.
Las estrategias de agricultura sustentable se basan en gran medida en los
conocimientos tradicionales e indígenas, y ponen énfasis en la experiencia y
capacidad de innovación de los agricultores. Por lo tanto, se utilizan recursos
locales apropiados, de bajo costo y fácilmente asequibles, a la vez que se
mejora la posición y autonomía de los agricultores, mejorando las relaciones
sociales y culturales al interior de las comunidades locales.
Las vías locales de venta y distribución pueden generar más dinero para la
economía local. Por cada £1 que se gasta en un sistema de canastas de
productos orgánicos de Cusgarne Organics (Reino Unido), se generan £2,59
para la economía local; pero por cada £1 gastado en un supermercado, se
genera solamente £1,40 para la economía local.
- Alimentos de mejor calidad para la salud
Los alimentos orgánicos son más seguros, ya que la agricultura orgánica
prohíbe la aplicación regular de plaguicidas y herbicidas, de manera que rara
vez contienen residuos químicos peligrosos. La producción orgánica también
prohíbe la utilización de aditivos artificiales, como grasas hidrogenadas, ácido
fosfórico, aspartamo y glutamato monosódico, que han sido asociados con
problemas de salud tan diversos como patologías cardíacas, osteoporosis,
migrañas e hiperactividad.
Algunos estudios han demostrado que, en promedio, los alimentos orgánicos
tienen mayor contenido de vitamina C, mayores niveles de minerales y mayor
contenido de fenólicos vegetales –compuestos vegetales que pueden
combatir el cáncer y las patologías cardíacas, y combatir alteraciones
neurológicas relacionadas con la edad– y un contenido sustancialmente
menor de nitratos, un compuesto tóxico.
Las prácticas agrícolas sustentables han demostrado ser beneficiosas en
todos los aspectos que tienen que ver con la salud y el ambiente. Además,
brindan seguridad alimentaria y bienestar social y cultural a comunidades
locales de todas partes del mundo. Hay una necesidad imperiosa de dar un
amplio giro a escala mundial hacia todas las formas de agricultura
sustentable.
Primera Parte:
No hay futuro para los cultivos transgénicos
1
¿Por qué NO a los transgénicos?
Los cultivos transgénicos no son ni necesarios ni deseados
Ya no existen más dudas de que no se necesitan cultivos transgénicos para
alimentar el mundo, y que el hambre es provocada por la pobreza y la
desigualdad y no por una producción insuficiente de alimentos. Según
estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación
y la Agricultura (FAO), hay una producción de alimentos suficiente como para
alimentar a todo el planeta utilizando solamente cultivos convencionales, y
que esa situación se mantendrá igual por lo menos durante 25 años y quizás
más [2].
Además, como han argumentado Altieri y Rosset, aún en el caso de que el
hambre se debiera a un desfase de la producción de alimentos con respecto
al crecimiento de la población humana, los cultivos transgénicos actuales no
están concebidos como para aumentar el rendimiento de los agricultores
pequeños y pobres, de manera que difícilmente los beneficiarán [3]. La
verdadera causa estructural del hambre es la desigualdad y por eso cualquier
método que apunte a aumentar la producción de alimentos profundizando la
desigualdad está destinado a fracasar en el objetivo de reducir el hambre [4].
Un informe reciente de ActionAid concluye que: “Probablemente la adopción
generalizada de cultivos transgénicos exacerbe las causas subyacentes de la
inseguridad alimentaria con lo cual aumentará la cantidad de personas con
hambre, en lugar de disminuir” [5].
Más importante aún: los cultivos transgénicos no son deseados, y por buenas
razones. Los cultivos transgénicos no han brindado los beneficios prometidos,
están causando problemas cada vez mayores en las fincas rurales y a pesar
de que hay una carencia enorme de investigaciones en materia de seguridad,
se han logrado reunir numerosas pruebas de los peores peligros que
plantean.
A la vez, existen numerosas pruebas de los buenos resultados de las
prácticas sustentables en la agricultura, lo que deja en claro cuál debería ser
la opción responsable que deberían adoptar los países.
El mercado mundial de cultivos transgénicos se ha reducido a la par que se
ha producido un aumento drástico de la superficie cultivada desde 1994,
cuando se plantó en los Estados Unidos el primer cultivo transgénico –el
tomate Flavr Savr – un producto que resultó un fracaso comercial y que pronto
fue retirado del mercado. En los siete años que van de 1996 a 2002, la
superficie mundial de cultivos transgénicos aumentó de 1,7 a 58,7 millones de
hectáreas. Pero tan solo cuatro países ocuparon el 99% de la superficie
mundial de cultivos transgénicos de 2002. Estados Unidos plantó 39 millones
de hectáreas (66% del total mundial), Argentina 13,5 millones de hectáreas,
Canadá 3,5 millones de hectáreas y China 2,1 millones de hectáreas [6].
La resistencia mundial a los transgénicos alcanzó su punto más alto el año
pasado cuando Zambia, a pesar de la amenaza de hambruna, rechazó un
embarque de maíz transgénico enviado como ayuda alimentaria. Desde
entonces, y luego que una delegación de alto rango fuera invitada a visitar
varios países, entre ellos Estados Unidos y el Reino Unido, Zambia se ha
mantenido firme en su decisión. Mientras redactábamos este informe
comenzó una huelga de hambre en Filipinas, en protesta por la aprobación
comercial del maíz Bt de Monsanto.
En India, Zimbabwe y Brasil se han organizado tribunales populares y otras
formas de democracia participativa y de intervención social, para permitir que
los pequeños agricultores y las comunidades rurales marginadas puedan
evaluar los riesgos y la conveniencia de los cultivos transgénicos de acuerdo
con sus propios parámetros y conforme a sus propios criterios y nociones de
bienestar.
Los resultados muestran que en los casos en que esos eventos se han
promovido de manera confiable, creíble y no tendenciosa, los pequeños
agricultores y pueblos indígenas han rechazado los cultivos transgénicos en
función del argumento de que no los necesitan y que la tecnología de la
manipulación genética no está probada y no resuelve sus necesidades [7,8].
El sector agrícola encabezó la caída drástica de la industria biotecnológica
antes del auge alcanzado en 2000 en ancas del proyecto del genoma
humano. El Instituto de Ciencia en Sociedad (ISI, por Institute of Science in
Society) ha resumido las pruebas en un documento especial presentado a la
Unidad de Estrategia sobre Transgénicos del Primer Ministro del Reino Unido,
en respuesta a la consulta pública realizada acerca del potencial económico
de los cultivos transgénicos [9]. Desde entonces las cosas han empeorado
para la industria de la ingeniería genética en su totalidad [10].
Un informe publicado en abril de 2003 por Innovest Strategic Value Advisors
[11] ubicó a Monsanto en la posición más baja, dando a entender que la
biotecnología agrícola es una industria de alto riesgo en la que no vale la
pena invertir a menos que aparte su mira de la ingeniería genética (ingeniería
genética, sinónimo de transgénicos). El informe establece lo siguiente:
“El dinero que se traslada de las compañías de la ingeniería genética a los
políticos así como la frecuencia con la que los empleados de las compañías
de la ingeniería genética se emplean en los organismos reguladores de
Estados Unidos (y viceversa), crea una situación propicia para que existan
posiciones tendenciosas y reduce la capacidad de los inversionistas de
confiar en las afirmaciones del gobierno de los Estados Unidos que garantizan
la seguridad de los transgénicos. También ayuda a aclarar por qué el
gobierno de los Estados Unidos no ha adoptado un enfoque de precaución
con respecto a la ingeniería genética y continúa impidiendo el etiquetado
transgénico aun cua ndo la opinión pública está mayoritariamente a favor del
mismo.
El informe concluye diciendo: “Monsanto podría ser otro desastre inminente
para los inversionistas”.
Los cultivos transgénicos no trajeron los beneficios prometidos
Los cultivos transgénicos sencillamente no trajeron los beneficios prometidos.
Ese es el resultado contundente de investigaciones independientes y
estudios de campo investigados por el agrónomo Charles Benbrook en los
Estados Unidos desde 1999 [12,13], lo cual ha sido corroborado por otros
estudios [14].
Miles de ensayos controlados de soja transgénica registraron una reducción
importante de la producción, de 5 a 10% y en algunos casos incluso de 12 a
20%, comparada con la soja no transgénica. Se ha informado de caídas
similares del rendimiento ocurridas en campos de ensayo en Gran Bretaña
con colza de invierno y remolacha azucarera transgénicas.
Los cultivos transgénicos no han logrado que se reduzca de manera
sustancial la aplicación de herbicidas y plaguicidas/insecticidas. La soja
Roundup Ready (RR) necesitó de 2 a 5 veces más herbicidas (medido en
libras aplicadas por unidad de superficie) que otros sistemas de manejo de
malezas. De manera similar, los datos del Departamento de Agricultura de los
Estados Unidos indican que e n 2000, el acre (0,4047 ha.) promedio de maíz
RR fue tratado con 30% más de herbicida que el acre promedio de maíz no
transgénico.
El análisis de los datos oficiales de cuatro años del Departamento de
Agricultura de los Estados Unidos sobre la utilización de insecticida muestra
un panorama bastante claro [13]. Mientras que el algodón Bt ha reducido el
uso de insecticida en varios Estados, el maíz Bt ha tenido muy pocos efectos,
si acaso tuvo alguno, en la aplicación de insecticida para maíz. Los datos
referidos demuestran que las aplicaciones de insecticida específico para el
gusano barrenador del maíz europeo aumentaron de aproximadamente un
4% de acres tratados en 1995 a alrededor de 5% en 2000.
El mayor costo que tienen las semillas transgénicas, el aumento de la
utilización de herbicidas/plaguicidas, la caída de la producción, los royalties
sobre las semillas y la pérdida de mercados, todo sumado se traduce en una
pérdida de ingresos para los agricultores. El primer análisis económico a nivel
de finca del maíz Bt en los Estados Unidos reveló que entre 1996 y 2001, la
pérdida neta para los agricultores fue de 92 millones de dólares o
aproximadamente 1,31 dólares por acre.
Un informe de la Asociación del Suelo (Soil Association) del Reino Unido [15]
publicado en setiembre de 2002 estimó que los cultivos transgénicos han
costado a los Estados Unidos 12.000 millones de dólares en concepto de
subsidios agrícolas, pérdida de ventas y reclamaciones del producto debido a
contaminación transgénica. Lo resumió de la manera siguiente: “Las pruebas
que exponemos indican que … prácticamente no se cumplieron ninguno de
los beneficios anunciados por los cultivos transgénicos. Por el contrario, los
agricultores informan que hay menor rendimiento, que continúa la
dependencia de herbicidas y plaguicidas, que se ha perdido acceso a los
mercados y, lo que es más grave, se redujo la rentabilidad, con lo cual la
producción de alimentos quedó aún más vulnerable frente a los intereses de
las compañías biotecnológicas y dependiendo, además, de subsidios”.
Esos estudios no han tomado en cuenta los cultivos que han fracasado en
otras partes del mundo, de los cuales el más grave es el caso de India el año
pasado [16]. Se informó que en varios estados de India los cultivos de
algodón transgénico sufrieron pérdidas generalizadas de hasta un 100%, en
algunos casos porque no germinaron, otros porque la raíz se pudrió y otros
fueron atacados por la lagarta americana Helicoverpa armigera, a la cual se
suponía que el algodón Bt era resistente.
2
Cada vez más problemas en el agro
La inestabilidad transgénica
Es muy probable que los fracasos generalizados del algodón transgénico en
la India, así como de otros cultivos transgénicos en distintos lugares, se
deban al hecho de que los cultivos transgénicos son muy inestables, un
problema que fue señalado en 1994 por un estudio de Finnegan y McElroy
[17]:
“Si bien hay algunos ejemplos de plantas que muestran expresión estable de
un transgen, eso podría probar que son las excepciones a la regla. En una
encuesta informal que abarcó a más de 30 compañías involucradas en la
comercialización de cultivos transgénicos … casi todos los encuestados
indicaron que habían observado cierto grado de inacción del transgen.
Muchos indicaron que la mayoría de los casos de inactividad del transgen
nunca llegaron a registrarse en la literatura especializada”.
Hay, sin embargo, importante bibliografía científica sobre la inestabilidad
transgénica [18,19]. Toda vez que se han aplicado herramientas moleculares
apropiadas para investigar el problema, invariablemente se encuentra
inestabilidad, y eso se cumple aun en casos en que se ha aducido estabilidad
transgénica. En una publicación [20] en cuyo resumen se establece que “la
expresión transgénica fue estable e n las líneas de todos los genotipos del
arroz”, los datos presentados en realidad demostraron que como máximo, 7
de 40 (18%) líneas podrían ser estables a la generación de R3 [21]. Este
documento, como muchos otros, también forzó los resultados para desviarlos
sustancialmente de los “coeficientes mendelianos” establecidos
arbitrariamente como signo de herencia mendeliana, o estabilidad genética.
Es un error tan elemental en estadística y genética que si lo cometiera un
estudiante perdería el examen.
Hay dos grandes causas de inestabilidad transgénica. La primera tiene que
ver con los mecanismos de defensa que protegen la integridad del organismo,
que “silencian” o desactivan los genes extraños integrados al genoma de
manera que no se expresen más. El silenciamiento de los genes fue
descubierto por primera vez a principios de 1990 en conexión con transgenes
integrados, y ahora se sabe que forma parte de la defensa del organismo
contra las infecciones virales.
La segunda gran causa de inestabilidad tiene que ver con la inestabilidad
estructural de las propias construcciones transgénicas, su tendencia a
fragmentarse, a romperse en las uniones artificiales débiles, y a recombinarse
incorrectamente, a menudo con otro ADN que pueda estar cerca. Esto es
quizás lo más grave desde el punto de vista de la seguridad ya que aumenta
la transferencia horizontal de genes y la recombinación (ver más adelante).
Más recientemente se ha descubierto otra fuente más de inestabilidad [18].
Parece que hay ciertos “lugares receptivos ideales” para la integración
transgénica en los genomas tanto de vegetales como del ser humano. Esos
lugares receptivos ideales podrían ser también “lugares de recombinación
ideales”, propensos a separarse y volver a unirse. Eso también aumentaría la
probabilidad de que los transgenes insertados volvieran a soltarse, a
recombinarse o a invadir otros genomas. Las investigaciones también
demuestran que podría presentarse inestabilidad transgénica en
generaciones posteriores y que no necesariamente se expresa en las
primeras generaciones. Esto puede dar como resultado un rendimiento
irregular y malo de los cultivos transgénicos en el agro, un problema que no
está debidamente registrado pues seguramente los agricultores que arreglan
el pago de una compensación lo hacen a cambio de una cláusula “mordaza”.
Paren las rotativas
Un informe de reciente publicación (Makarevitch I, Svitashev SD y Somers
- Complete sequence analysis of transgene loci from plants transformed via
microprojectile bombardment. Plant Molecular Biology 2003, 52, 421-32)
revela que los problemas asociados con la integración incontrolable e
impredecible de transgenes son aun peor de lo que parecen, y que los
transgénicos de ninguna manera podrían ser equiparados al mejoramiento
convencional o a la mutagénesis.
Los autores señalan que la mayoría de las líneas transgénicas producidas por
bombardeo de microproyectiles tienen “loci complejos del transgen,
compuestos de múltiples copias del ADN trasmitido entero, trunco y
reordenado, que con frecuencia se organizan como repeticiones directas o
invertidas, entremezcladas con fragmentos de ADN genómico de dimensiones
variables” y que el ADN trasmitido se integra a los genomas vegetales
principalmente a través de una “recombinación ilegítima (IR en inglés)
asociada con la reparación de la ruptura de la doble hélice (DSB en inglés),
un proceso que también tiene que ver con la integración de ADN-T en los
genomas de la levadura y los vegetales”.
“Algunos de los rasgos característicos de la ‘recombinación ilegítima’ (IR) en
los loci del transgen producidas a través de la trasmisión directa de ADN son
la mezcla de las secuencias del transgen a través de la recombinación de
fragmentos no contiguos –tanto grandes como pequeños– del ADN trasmitido,
la frecuente incorporación de secuencias de ADN genómico en los loci del
transgen y el reordenamiento en el ADN genómico adyacente al locus del
transgen”.
A menudo no es posible distinguir cabalmente los sitios diana debido a los
desplazamientos y eliminaciones de ADN genómico adyacente. Esto significa
que no es siquiera posible identificar el lugar en el cual el transgen se ha
integrado al genoma, aún cuando se conozca la secuencia entera del genoma
receptor.
Los investigadores han realizado la secuencia completa de algunos loci del
transgen en avena transgénica que parecen ser “simples” y por lo tanto
podrían estar cerca de tener el orden genético y las secuencias normales del
genoma adyacente esperados.
Lamentablemente, los tres loci “simples” poseen regiones de pequeños
fragmentos de ADN trasmitido y genómico mezclados. Todos los loci también
exhibieron ADN de relleno mezclado (de origen desconocido) adyacente al
ADN del transgen, o pruebas de que se había eliminado el sitio diana del
ADN.
Una de las líneas transgénicas estudiadas fue caracterizada previamente y
demostró tener un único locus principal con una longitud estimada de
aproximadamente 15 kb. Sin embargo, la progenie T1 analizada con la
técnica “southern blot” con tiempos de exposición más largos y más ADN
genómico, dio dos nuevos loci menores del transgen.
Los análisis “southern” demostraron que el ADN genómico adyacente a
ambos lados de uno de los loci fue altamente repetitivo. Al alinear el producto
PCR (reacción en cadena de la polimerasa) del locus del transgen con el tipo
silvestre, se comprobó que se habían borrado 845 pares de bases de ADN
genómico del genoma del tipo silvestre durante la integración del transgen, y
que los trozos de ADN genómico de origen desconocido se integraron al locus
como ADN de relleno a ambos lados del ADN del transgen.
Los sitios diana de los otros dos loci no pudieron ser identificados porque el
ADN genómico estaba muy mezclado. Los autores también señalaron que “se
acepta ahora que las estimaciones del número de locus del transgen basadas
en índices de segregación fenotípica son imprecisas debido a las
perturbaciones de la expresión del transgen ya sea por el silenciamiento del
transgen o por la reorganización de las posiciones del transgen”. Según sea el
sondeo utilizado, los loci pequeños, no funcionales, sencillamente no son
detectados.
Los sitios de integración son más que aleatorios. Hay pruebas de que el ADN
transgénico suele introducirse en regiones ricas en genes y en regiones
propensas a quebrarse en la doble hebra. Lo primero aumenta el potencial de
actividad e inactividad de los genes, y lo último aumenta la inestabilidad
estructural de los transgenes y las líneas transgénicas.
Voluntarios y malezas
En 1998 se descubrió por primera vez en Alberta, Canadá, la presencia de
voluntarios de semillas de colza con triple tolerancia a herbicidas. Eso ocurrió
apenas dos años después de que se plantaran cultivos transgénicos con
tolerancia única a herbicidas [22]. Un año después volvieron a encontrarse
esos voluntarios con tolerancia múltiple a herbicida en otros 11 campos [23].
Estados Unidos comenzó a cultivar colza transgénica tolerante a herbicida
recién en 2001. Una investigación llevada a cabo en la Universidad de Idaho
informó que habían ocurrido situaciones similares de inserciones múltiples de
genes en campos experimentales por el término de dos años, y que en ese
mismo período también se habían encontrado malezas con dos rasgos de
tolerancia a herbicida.
Desde entonces se han identificado muchos otros problemas con las malezas
(resumidas en la ref. 24). En 2002, en el oeste de Tennessee, Estados
Unidos, más de 800.000 hectáreas de algodón fueron infestadas con cola de
caballo resistente a glifosato, lo que representó el 35% de toda la superficie
del Estado plantada con algodón. También fueron afectadas más de 800.000
hectáreas de porotos de soja. El problema con los voluntarios y las malezas
tolerantes a herbicida es tal que las compañías han estado recomendando
que se apliquen más herbicidas. Los agrónomos de Estados Unidos revelan
que del 75% al 90% de los cultivadores de maíz transgénico están utilizando
un producto denominado Liberty ATZ –una mezcla de Aventis de glufosinato
de amonio que mata las malezas, más Atrazina, el herbicida tradicional
utilizado en los cultivos de maíz y que ha sido un plaguicida problemático
durante décadas [25]. La Atrazina está en la Lista Roja y en la Lista Prioritaria
de Europa porque provoca alteraciones hormonales en los animales. Incluso
el glufosinato está lejos de ser benigno (ver más adelante).
Los cultivos Bt también están teniendo problemas por la alta probabilidad que
existe de que se genere resistencia en las plagas combatidas (ver más
adelante). Una nueva solicitud de patente de Monsanto se basa en la
aplicación de dos insecticidas con sus cultivos Bt, con la argumentación de
que los cultivos Bt podrían producir cepas de plagas de insectos resistentes, y
“sigue habiendo numerosos problemas … en condiciones de campo reales”.
Investigaciones recientes revelan que el cruzamiento de transgenes de girasol
Bt con parientes silvestres hizo a estos últimos más resistentes y prolíficos,
con la posibilidad de que se conviertan en supermalezas [26].
Resistencia al Bt
Los cultivos Bt son manipulados genéticamente para producir proteínas
insecticidas derivadas de genes de la bacteria Bacillus thuringiensis (Bt). La
probabilidad de que las plagas combatidas de los cultivos Bt adquieran
rápidamente resistencia a las toxinas Bt es tan grande y real que en Estados
Unidos se adoptan estrategias de manejo de la resistencia, que implican la
instalación de “refugios” de cultivos no Bt y el desarrollo de cultivos Bt con
altos niveles de expresión, o múltiples toxinas en el mismo cultivo.
Lamentablemente, las plagas han adquirido resistencia a múltiples toxinas, o
resistencia cruzada a diferentes toxinas [27]. Investigaciones recientes
revelan que las cepas resistentes son incluso capaces de obtener valor
nutritivo adicional de la toxina, con lo cual es posible que se conviertan en
plagas más peligrosas que antes.
Contaminación transgénica extendida
En noviembre de 2001, los fitogenetistas de Berkeley, Ignacio Chapela y
David Quist, publicaron un informe en Nature [28] presentando pruebas de
que razas criollas de maíz cultivado en regiones remotas de México habían
sido contaminadas con transgenes, a pesar de que se había establecido en el
país una moratoria oficial al cultivo de maíz transgénico.
Esto desencadenó un ataque concertado de científicos pro-biotecnología, que
se alega fue orquestado por Monsanto [29]. En febrero de 2002, Nature retiró
su apoyo al documento, un acto sin precedentes en toda la historia de la
publicación científica para un documento que no era incorrecto ni había sido
impugnado en su conclusión principal. Ulteriores investigaciones por parte de
científicos mexicanos confirmaron el hallazgo, demostrando que la
contaminación era mucho más extensa de lo que se había sospechado
previamente [30]. El 95% de los sitios donde se tomaron muestras estaban
contaminados, con grados de contaminación que variaban del 1% al 35%,
promediando de 10% a 15%. Las compañías involucradas se han negado a
brindar información molecular o sondeos para la investigación, lo que
permitiría identificar cuáles son las partes responsables por los daños
causados. Nature se negó a publicar esos resultados confirmatorios.
Un factor importante considerado por el informe Innovest (ver más adelante) –
que condenaría a Monsanto– es la importante pérdida del inversionista que
resultaría de la contaminación transgénica no intencional. La contaminación
es inevitable, se establece en el informe, y podría causar la bancarrota de
Monsanto y otras compañías biotecnológicas, dejando que el resto de la
sociedad resuelva el problema.
Según Ignacio Chapela, quien se encuentra atrapado en la controversia
resultante y con su cargo en la Universidad pendiendo de un hilo, la
contaminación transgénica en México sigue creciendo.
La extensión de la contaminación de semillas no transgénicas es alarmante.
Se dice que un vocero de Dow Agroscience declaró en Canadá que “todo el
sistema de semillas está contaminado” [31]. El Dr. Lyle Friesen, de la
Universidad de Manitoba, probó 33 muestras que representaban 27 razas de
semilla de colza de pedigrí y encontró 32 contaminadas [32].
Las pruebas sobre el movimiento del polen revelaron que el polen de trigo
permanece en el aire como mínimo durante una hora, lo que significa que
podría ser llevado a enormes distancias, dependiendo de la velocidad del
viento. El polen de colza es aún más liviano y puede permanecer en el aire de
3 a 6 horas. No es nada raro que haya vientos de 50 kilómetros por hora, lo
que “convierte en una verdadera burla que la distancia de separación sea de
decenas o incluso cientos de metros”, comentó Percy Schmeiser, famoso
agricultor canadiense a quien el tribunal de Canadá le ordenó pagar “daños” a
Monsanto, a pesar de haber argumentado que el cultivo transgénico de su
vecino le había contaminado sus campos. Schmeiser perdió la apelación ante
el Tribunal Federal, pero obtuvo el derecho a ser oído en el Supremo Tribunal
de Canadá. Los agricultores orgánicos de Saskatchewan también iniciaron
una acción legal contra Monsanto y Aventis por contaminar sus cultivos y
arruinar su calidad de orgánicos.
En mayo de 2000, la Comisión Europea ordenó al Instituto de Estudios de
Prospección y Tecnológicos (IPTS en inglés) del Centro Común de
Investigación (JRC) de la UE, el estudio de la coexistencia de cultivos
transgénicos y no transgénicos. Una vez terminado, el estudio fue entregado
a la Comisión Europea en enero de 2002, con la recomendación de que no se
hiciera público. El estudio silenciado, que se filtró y llegó a Greenpeace [33],
confirmó lo que ya se sabe: que en muchos casos la coexistencia de la
agricultura transgénica y no transgénica u orgánica es imposible. Incluso en
los casos en que fuera técnicamente posible requeriría medidas costosas
para evitar la contaminación y aumentaría los costos de producción de todos
los agricultores, especialmente los pequeños.
La contaminación transgénica no se limita a la polinización cruzada. Nuevas
investigaciones demuestran que el polen transgénico esparcido por el viento y
depositado en distintos lugares o caído directamente al suelo, es una fuente
importante de contaminación transgénica [34]. Ese tipo de ADN transgénico
ha sido encontrado incluso en campos donde nunca se habían plantado
cultivos transgénicos, y se reveló que las muestras de suelo contaminadas
con polen transfieren ADN transgénico a las bacterias del suelo (ver más
adelante).
¿Por qué la contaminación es un tema tan importante? La respuesta
inmediata es que los consumidores no la aceptan. La razón más importante
es que subsisten temores en materia de seguridad.
SEGUNDA PARTE:
Los cultivos transgénicos no son seguros
3
Ciencia y precaución
Precaución, sentido común y ciencia
Se nos dice que no hay pruebas científicas de que la manipulación
transgénica sea perjudicial. Pero ¿es segura? Esa es la cuestión que
deberíamos preguntar. Cuando algo puede provocar un daño grave e
irreversible es correcto y corresponde que los científicos exijan pruebas que
demuestren que la manipulación genética es segura más allá de toda duda
razonable. A esto se le suele dar el nombre rimbombante de “principio de
cautela” o “principio de precaución”, pero para los científicos y para la opinión
pública es tan solo sentido común [35-37].
Las pruebas científicas no difieren de las pruebas comunes, y deberían ser
entendidas y juzgadas de la misma forma. Hay que sopesar y combinar
pruebas de diferentes fuentes y de diferentes tipos para guiar las decisiones
en materia de políticas y las acciones. Eso es buena ciencia y buen juicio.
La ingeniería genética implica recombinar –es decir, unir en nuevas
combinaciones– ADN de distintas fuentes, e insertarlo en los genomas de
organismos para convertirlos en “organismos modificados genéticamente”, u
“organismos manipulados genéticamente” o transgénicos [38].
Los transgénicos no son naturales, no solamente porque han sido producidos
en el laboratorio sino porque muchos de ellos únicamente pueden hacerse en
el laboratorio, muy distinto de lo que la naturaleza ha producido en el curso de
millones de años de evolución.
Por lo tanto, es posible introducir nuevos genes y produc tos genéticos –
muchos de ellos de bacterias, virus y otras especies, o incluso genes
producidos enteramente en el laboratorio– en cultivos, incluso cultivos
alimenticios. Pero nunca antes habíamos ingerido esos genes y productos
genéticos nuevos, ni tampoco han formado parte de nuestra cadena
alimenticia.
Las construcciones artificiales son introducidas a las células por métodos
invasivos que provocan su integración aleatoria al genoma, dando lugar a
efectos impredecibles, aleatorios, incluso anormalidades importantes tanto en
animales como en plantas, así como a la aparición de toxinas y alergenos
inesperados en cultivos alimenticios. En otras palabras, no hay posibilidad de
realizar un control de calidad. Este problema se agrava con la inestabilidad de
las líneas transgénicas, que hace prácticamente imposible realizar una
evaluación de riesgo.
Una evaluación de riesgo antiprecautoria
Si los reguladores hubieran tomado la evaluación de riesgo en serio se habría
identificado muchos de los problemas. Pero como señalaron Ho y
Steinbrecher [39], hubo errores básicos desde el principio en el procedimiento
de evaluación de la seguridad alimentaria, tal como se formuló en el Informe
Conjunto de la FAO y la OMS sobre Biotecnología y Seguridad Alimentaria,
resultante de una Consulta de Expertos en Roma realizada del 30 de
setiembre al 4 de octubre de 1996, que ha servido desde entonces como
modelo principal.
Ese Informe fue criticado por:
* Hacer afirmaciones cuestionables sobre los beneficios de la tecnología.
* No asumir responsabilidades por la seguridad alimentaria, o no abordar
aspectos importantes de la misma, tales como la utilización de cultivos
alimenticios para la producción de fármacos y productos químicos
industriales, así como también por cuestiones de etiquetado y control.
* Restringir el alcance de las consideraciones en materia de seguridad para
excluir peligros conocidos tales como la toxicidad de los herbicidas de amplio
espectro.
* Aducir erróneamente que la ingeniería genética no difiere del mejoramiento
convencional.
* Utilizar un “principio de equivalencia sustancial” para la evaluación del riesgo
que no sólo es arbitrario sino también poco científico.
* No tener en cuenta los impactos a largo plazo en la salud y la seguridad
alimentaria.
* Ignorar los resultados científicos existentes sobre peligros identificables, en
especial los que resultan de la transferencia horizontal y la recombinación de
ADN transgénico.
Todo eso conforma una “evaluación de la seguridad” opuesta a la precaución,
destinada a dar una aprobación rápida al producto a expensas de las
consideraciones de seguridad.
El principio de la “equivalencia sustancial” es una vergüenza en términos de la
evaluación del riesgo
Las mayores fallas están en el principio de la “equivalencia sustancial”, que
supuestamente sirve como elemento principal de la evaluación del riesgo. El
informe estableció lo siguiente:
“La equivalencia sustancial conlleva el concepto de que si se considera que
un alimento o componente alimenticio nuevo es sustancialmente equivalente
a un alimento o componente alimenticio ya existente, puede ser tratado de la
misma manera con respecto a la seguridad (es decir, puede concluirse que el
alimento o el componente alimenticio es tan seguro como el alimento o el
componente alimenticio convencional)”.
Como puede apreciarse, el principio es vago y está mal definido. Pero lo que
sigue aclara que el propósito es hacerlo lo más flexible, maleable y abierto a
interpretaciones posible.
“El establecimiento de una equivalencia sustancial no es una evaluación de la
seguridad propiamente dicha, sino un ejercicio dinámico, analítico en la
evaluación de la seguridad de un alimento nuevo con relación a un alimento
existente. La comparación puede ser una tarea sencilla o muy larga,
dependiendo del caudal de conocimiento de que se disponga y de la
naturaleza del alimento o del componente alimenticio en consideración. Los
rasgos de referencia para las comparaciones de equivalencia sustancial
deben ser flexibles y cambiarán con el tiempo de acuerdo con las
necesidades cambiantes de los fabricantes y consumidores y con la
experiencia”.
En otras palabras, no se requerirían pruebas ni habría ensayos específicos
para establecer la equivalencia sustancial. Las compañías tendrían la libertad
de comparar lo que les resulte más rápido para aducir equivalencia sustancial,
y llevar a cabo las pruebas menos discriminantes que ocultarían la existencia
de alguna diferencia sustancial.
En la práctica, el principio de equivalencia sustancial ha permitido a las
empresas:
* Hacer las pruebas menos discriminantes, tales como composiciones crudas
de proteínas, carbohidratos y lípidos, aminoácidos, determinados metabolitos.
* Evitar la caracterización molecular detallada del inserto transgénico para
establecer la estabilidad genética, los perfiles de expresión genética, los
perfiles metabólicos, etc., que hubieran revelado la presencia de efectos no
buscados.
* Aducir que la línea transgénica es sustancialmente equivalente a la línea no
transgénica, excepto por el producto transgénico, y llevar a cabo la evaluación
del riesgo exclusivamente sobre el producto del transgen, ignorando con ello,
nuevamente, la presencia de cualquier cambio no buscado.
* Evitar la comparación de la línea transgénica con su “pariente” no
transgénico presente en el mismo tipo de condiciones ambientales.
* Comparar la línea transgénica con cualquier variedad dentro de la especie, e
incluso con una entidad abstracta conformada por el compuesto de
determinadas características del total de variedades dentro de la especie, de
manera que la línea transgénica podría tener los peores rasgos de todas las
variedades e igual seguiría considerándose que tiene equivalencia sustancial.
* Comparar componentes diferentes de una línea transgénica con especies
diferentes, como en el caso de una colza transgénica manipulada
genéticamente para producir ácido láurico. Pero “otros componentes de
ácidos grasos son reconocidos generalmente como seguros cuando son
evaluados individualmente, porque están presentes en niveles similares en
otros aceites de consumo corriente”.
Con razón el Informe pudo continuar diciendo:
“Hasta el momento, y probablemente siga así en un futuro cercano, ha habido
pocos ejemplos –si acaso hubo alguno– de alimentos o componentes de
alimentos producidos mediante modificación genética que pudiera
considerarse que no eran sustancialmente equivalentes a los alimentos o
componentes de alimentos existentes”.
La inestabilidad transgénica torna aún más ridícula la reglamentación basada
en este principio de equivalencia sustancial. Un documento presentado hace
un año en un taller de la OMS [40] establecía: “La dificultad principal asociada
con la evaluación de la bioseguridad de los cultivos transgénicos es la
naturaleza impredecible de la transformación. Esa condición imprevisible es
lo que motiva el temor de que las plantas transgénicas se comportarán de
manera contradictoria cuando sean cultivadas comercialmente”.
Por consiguiente, las papas transgénicas, que en los campos de ensayo
“mostraron marcadas deformidades en la morfología del brote y un bajo
rendimiento del tubérculo con la presencia de escasos tubérculos pequeños y
deformados”, como según las pruebas aplicadas “no presentaron
prácticamente cambio alguno en la calidad del tubérculo”, fueron aprobadas
como “sustancialmente equivalentes”.
Por lo tanto, contrariamente a lo que se ha argumentado ampliamente, los
alimentos transgénicos nunca pasaron las pruebas necesarias que podrían
haber establecido que son seguros. La Administración de Medicamentos y
Alimentos de los Estados Unidos (FDA en inglés) había decidido en 1992 que
la ingeniería genética era simplemente una extensión del mejoramiento
convencional y que por lo tanto no era necesario realizar evaluaciones en
materia de seguridad.
Belinda Martineau, la científica que condujo los estudios de seguridad del
tomate Flavr Savr en la compañía Calgene, publicó un libro [41] en el cual
estableció que “el tomate de Calgene no debería servir como una norma de
seguridad para esta nueva industria. Ningún producto manipulado
genéticamente debería servir”. Martineau censura enérgicamente la falta de
datos sobre los impactos de los cultivos transgénicos en la salud y el
ambiente. “Proclamar simplemente que ‘esos alimentos son seguros y no hay
pruebas científicas de lo contrario’ no es lo mismo que decir que ‘se han
realizado numerosas pruebas y aquí están los resultados”.
En febrero de 2002 la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos
dio a conocer un informe en el que criticaba al Departamento de Agricultura
de Estados Unidos (USDA, en inglés) por no proteger adecuadamente el
ambiente de los riesgos de las plantas transgénicas [42]. Manifestó que los
procesos de evaluación de la USDA carecen de justificación científica y no se
aplican de manera uniforme; la evaluación de los riesgos ambientales,
particularmente de las plantas manipuladas genéticamente para ser
resistentes a insectos, fue “generalmente superficial” y que el proceso “impide
una evaluación externa y no permite la transparencia” al mantener las
evaluaciones ambientales en carácter confidencial, como secretos
comerciales. El informe reclama a la USDA que su proceso de evaluación sea
“sustancialmente más riguroso y transparente”, que procure que expertos
científicos externos evalúen sus resultados y que solicite mayores aportes de
la opinión pública.
En efecto, hay muy pocos estudios independientes dedicados a la seguridad
de los cultivos transgénicos con respecto a la salud y el ambiente. Sin
embargo, existen suficientes pruebas acumuladas para indicar que los
cultivos transgénicos no son seguros. Ya estamos muy adentrados en el
período inicial en el cual el sentido común o la aplicación del principio de
precaución todavía pueden evitar y amortiguar los desastres que muy
probablemente ocurran en el más largo plazo [43].
4
Pruebas de seguridad de los
alimentos transgénicos
Escasez de datos publicados
Es notoria la escasez de datos publicados con relación a la seguridad de los
alimentos transgénicos. Y no sólo eso; la calidad científica de lo que ha sido
publicado, en la mayoría de los casos no llega a los niveles generalmente
esperados de lo que se entiende por buena ciencia.
En respuesta a la reciente investigación del parlamento escocés acerca de los
impactos de los cultivos transgénicos en la salud [44], Stanley Ewen,
histopatólogo del Hospital Trust de la Universidad Grampian y jefe del
programa Piloto de Investigación del Cáncer de Colon en la Región Grampian,
resumió la situación de la manera siguiente: “Es lamentable que se disponga
de muy pocos ensayos en animales de alimentos transgénicos para humanos,
tanto en el dominio público y como en la bibliografía científica. El corolario es
que los alimentos transgénicos no han demostrado no tener riesgo y, en
efecto, los resultados científicos experimentales de que se dispone son motivo
de preocupación”.
Dos informes anteriores a 1999 revelaron efectos nocivos en animales
alimentados con transgénicos. El primero fue un informe presentado a la
Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos sobre ratas
alimentadas con tomates transgénicos Flavr Savr. Varias ratas presentaron
erosiones (principio de úlcera) en el revestimiento del estómago, similares a
las presentes en el estómago de seres humanos adultos por efecto de la
aspirina o medicación similar. En los seres humanos esa clase de principios
de úlcera pueden causar hemorragias con riesgo importante de vida. El
segundo documento, aparecido en una publicación inter pares, estaba
referido a la alimentación de ratones machos de meses de edad con papas
transgénicas crudas. Los resultados revelaron un proceso de proliferación
celular en el intestino delgado bajo [45].
El estudio de Pusztai y sus colaboradores
No se había realizado ningún estudio importa nte sobre los impactos de los
transgénicos en la salud hasta que lo que entonces era la Oficina Escocesa
del Departamento de Agricultura, Medio Ambiente y Pesca (SOAEFD, en
inglés) financió el proyecto dirigido por Arpad Pusztai en el Instituto Rowett
para realizar una investigación seria de los posibles riesgos para el ambiente
y la salud de las papas transgénicas que habían sido transformadas por
científicos británicos utilizando un gen tomado de bulbos de la lectina del
“snowdrop” (galanthia nivalis) [46].
Los estudios revelaron que las dos líneas transgénicas de papas modificadas
genéticamente –originadas del mismo experimento y ambas resistentes a las
plagas de áfidos– no eran sustancialmente equivalentes en su composición a
las líneas parentales, ni entre sí. El concepto rudimentario, mal definido y
anticientífico de “equivalencia sustancial” en que los reguladores basan la
evaluación de riesgo, ha sido criticado por la forma en que fue concebido (ver
más adelante). Ciertamente ha sobrevivido a su utilidad.
Más importante aún, los resultados demostraron que las dietas conteniendo
papas transgénicas habían interferido en algunos casos con el crecimiento de
las ratas jóvenes y con el desarrollo de algunos de sus órganos vitales,
induciendo cambios en la estructura y función intestinal y reduciendo su
respuesta inmunológica a antígenos nocivos. Por el contrario, los animales
alimentados con una dieta que contenía las papas parentales no transgénicas
o dichas papas complementadas con el producto genético, no tuvieron los
mismos efectos. Desde entonces se han publicado algunos de los resultados
[47-51]. El último documento [51] es un estudio extenso sobre las pruebas de
seguridad vinculadas con los alimentos transgénicos, algunas de las cuales
son los experimentos no publicados sobre tomates transgénicos presentados
ante la Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos,
descritos anteriormente.
Los resultados de Pusztai y sus colegas fueron atacados por varios
integrantes del establishment científico, pero nunca fueron rebatidos mediante
una repetición del trabajo y la publicación de los resultados en revistas inter
pares. Las investigaciones demostraron con total claridad que es posible
realizar estudios toxicológicos y que la seguridad de los alimentos
transgénicos debe ser establecida a partir de la alimentación a corto y largo
plazo de animales jóvenes y de los estudios metabólicos y de respuesta
inmunitaria de los mismos, ya que son los más vulnerables y los más
propensos a responder a cualq uier tensión nutricional y metabólica que afecte
el desarrollo, y a manifestarla. Esta opinión es compartida por otros
científicos.
El Análisis Estadístico Multivariado (MSA en inglés) de los resultados,
realizado de manera independiente por el Servicio Escocés de Estadísticas
Agrícolas, indicó que los principales efectos potencialmente nocivos de las
papas transgénicas fueron solamente en parte causados por la presencia del
transgen de la lectina del “snowdrop”, y que el método de transformación
genética y/o las alteraciones del genoma de la papa también contribuyeron de
manera importante a la presencia de los cambios observados.
El documento de Ewen y Pusztai, publicado en The Lancet [48] despertó gran
controversia, y los miembros de la Sociedad Real todavía continúan tratando
de desacreditar a Pusztai.
Ewen y Pusztai midieron el revestimiento del intestino grueso que produce
células nuevas y descubrieron que la longitud del compartimento de las
células nuevas había aumentado significativamente en las ratas alimentadas
con transgénicos, pero no en las ratas del grupo de control alimentadas con
papas no transgénicas. El aumento de la producción de células debía ser el
resultado del efecto de un factor de crecimiento inducido por la modificación
genética dentro de las papas (los factores de crecimiento son proteínas que
promueven el crecimiento y la multiplicación celular, que, de no ser
controlados, provocan cáncer). Se observaron efectos similares en el
revestimiento del estómago [51].
Otros análisis estadísticos revelaron que el efecto del factor de crecimiento no
se debía a la proteína transgénica expresada, la lectina “snowdrop”, sino a la
construcción genética insertada en el ADN del genoma de la papa. En otras
palabras, que las papas no transgénicas mezcladas con lectina sencillamente
no tienen el mismo efecto.
La construcción incluye no solamente el gen nuevo sino también genes
marcadores y un poderoso promotor, del virus del mosaico de la Coliflor
(promotor CaMV), que es motivo de un gran debate con relación a aspectos
referidos a la seguridad (ver más adelante).
Ewen [44] señaló que si bien el virus entero e intacto parece inocuo, ya que
hace miles de años que hemos estado comiendo hortalizas infectadas con la
enfermedad del tipo de la coliflor, “la utilización por separado de la parte
infecciosa del virus no ha sido probada en los animales”.
Otros posibles efectos no deseados podrían estar referidos a la respuesta del
hígado humano al virus de la hepatitis, ya que el virus del mosaico de la
Coliflor y el virus de la hepatitis B pertenecen a la misma familia de
pararetrovirus, con genomas muy similares y un ciclo de vida característico.
Más adelante nos referiremos con más detalle a esos y otros peligros
potenciales del virus del mosaico de la Coliflor.
5
Los peligros del transgen
Las toxinas Bt
El tema más obvio referido a la seguridad tiene que ver con el transgen y su
producto introducido en los cultivos transgénicos, ya que son nuevos para el
ecosistema y la cadena alimenticia de animales y seres humanos.
Las toxinas Bt del Bacillus thuringiensis incorporadas a los cultivos
alimenticios y no alimenticios representan alrededor del 25% del total de
cultivos transgénicos plantados actualmente en todo el mundo. Se descubrió
que son nocivos para la cadena alimenticia de los ratones, las mariposas y los
insectos neurópteros [27]. Las toxinas Bt también son nocivas para los
insectos del orden de los Coleópteros (escarabajos, gorgojos y strepsipteras),
que contiene aproximadamente 28.600 especies, mucho más que cualquier
otro orden. Las plantas Bt exudan la toxina que se incorpora al suelo a través
de las raíces, lo que tiene un impacto potencialmente mayor en la ecología y
fertilidad del suelo.
Las toxinas Bt pueden ser alergénicos reales y potenciales para los seres
humanos. Algunos trabajadores rurales expuestos a la aplicación por
aspersión de Bt experimentaron irritación cutánea alérgica y produjeron
anticuerpos IgE e IgG. Un grupo de científicos ha alertado contra la liberación
de cultivos Bt para utilización humana. Demostraron que la protoxina
recombinante Cry1Ac del Bt es un inmunógeno sistémico y de las mucosas,
tan potente como la toxina del cólera [52].
Una cepa del Bt que causó graves necrosis (muerte de tejidos) en humanos,
provocó la muerte de ratones en el término de 8 horas por síndrome de
conmoción tóxica [53]. Tanto la proteína Bt como la papa Bt fueron nocivas
para ratones sometidos a experimentos de alimentación, lesionándoles el íleo
(parte del intestino delgado) [45]. Los rato nes presentaron mitocondrias
anormales, con signos de degeneración y deterioro de los microvilli
(proyecciones microscópicas que emergen de la membrana de una célula) en
la superficie de revestimiento del intestino.
Como el Bt o Bacillus thuringiensis y el Bacillus anthracis (especie de ántrax
utilizado como armamento biológico) están estrechamente relacionados entre
sí y con una tercera bacteria, el Bacillus cereus –una bacteria común del
suelo que provoca el envenenamiento de los alimentos–, pueden intercambiar
rápidamente plásmidos (moléculas de ADN circular que contienen orígenes
de replicación genética que permiten la replicación independiente del
cromosoma) que transporten genes de toxinas [54]. Si el B. anthracis captó
genes Bt de cultivos Bt por la transferencia horizontal de genes (ver más
adelante), podrían crearse nuevas cepas de B. anthracis con propiedades
impredecibles.
Cultivos “farmacéuticos”
Otros genes y bacterias así como secuencias virales peligrosos se incorporan
a nuestros cultivos alimenticios y no alimenticios en forma de vacunas y
productos farmacéuticos de la “siguiente generación” de cultivos transgénicos
[55-62]. Entre esos cultivos farmacéuticos están los que expresan citoquinas,
las cuales se sabe que suprimen el sistema inmunológico, inducen
enfermedades y provocan la toxicidad del sistema nervioso central, así como
el interferón alfa, que se ha informado es causa de demencia y neurotoxicidad
y como efecto secundario puede provocar trastornos del estado de ánimo y
alteraciones cognitivas. Algunos contienen secuencias virales tales como el
gen de la proteína “spike” del coronavirus de cerdo, de la misma familia que el
virus del SARS vinculado con la actual epidemia mundial [63, 64].
El gen de la glicoproteína gp 120 del virus HIV-1 del SIDA, incorporado al
maíz transgénico como una “vacuna oral comestible barata”, es otra bomba
de tiempo biológica. Existen pruebas abundantes de que este gen puede
interferir en el sistema inmunológico pues tiene homología con las regiones
variables de las inmunoglobulinas donde están los sitios de unión del
antígeno, y tiene sitios de recombinación similares a los de las
inmunoglobulinas. Además, esos sitios de recombinación también son
similares a los sitios de recombinación presentes en varios virus y bacterias,
con los cuales puede recombinarse la glicoproteína gp120 para generar
patógenos letales [65-68].
ADN bacterial y viral
Una fuente de riesgo hasta ahora subestimada –en los cultivos transgénicos,
pero no en la terapia genética donde se reconoce como algo que debe
evitarse– es el ADN de las bacterias y sus virus, que tienen una elevada
frecuencia de dinucleótidos CpG ([24]. Estos motivos CpG son inmunogénicos
y pueden provocar inflamación y artritis séptica y promover el linfoma de la
célula B y enfermedades autoinmunitarias [69-73]. Sin embargo, muchos
genes introducidos en organismos transgénicos provienen de bacterias y
otros virus, los que también pueden plantear riesgos (ver más adelante).
6
Los cultivos terminator propagan
la esterilidad masculina
Genes “suicidas” para crear esterilidad
Con el fin de evitar tediosos argumentos semánticos, por “cultivos terminator”
(exterminadores) nos referimos aquí a cualquier cultivo transgénico
manipulado con un gen “suicida” para provocar la esterilidad masculina,
femenina o de la semilla, con el propósito de impedir que los agricultores
guarden semillas y vuelvan a plantarlas, o para proteger rasgos patentados.
La primera vez que la opinión pública se enteró de la tecnología terminator fue
con las patentes conjuntas del USDA y la empresa Delta and Pine Land
Company. Hubo enormes protestas en todo el mundo y Monsanto, que
adquirió los derechos de patente de Delta and Pine Land, abandonó los
trabajos en los cultivos terminator descritos en esa patente . Sin embargo,
como Ho y Cummins llegaron a saber, hay muchas formas de diseñar la
esterilidad, y cada una de ellas es objeto de una patente por separado.
Ha trascendido que los cultivos terminator habían sido sometidos a ensayos
de campo en Europa, Canadá y Estados Unidos desde comienzos de la
década de 1990, y varios ya habían sido lanzados a la venta en América del
Norte [74]. Se está haciendo ingeniería genética con la colza, tanto las
variedades de primavera como de invierno, para lograr la esterilidad
masculina. Este cultivo constituye la parte principal de las Evaluaciones
Agrícolas a Escala del Reino Unido.
La colza transgénica es un cultivo terminator
El sistema de esterilidad masculina de esa colza transgénica se compone de
tres líneas.
La línea de esterilidad masculina se mantiene en un estado “hemicigoto”, es
decir, con una sola copia del gen “suicida”, llamado barnasa, unida a un gen
de tolerancia al glufosinato. El gen barnasa es conducido por un promotor
(interruptor genético) que se activa únicamente en la antera o parte masculina
de la flor. La expresión del gen barnasa en la antera da lugar a la proteína
barnasa, una RNAsa (enzima que rompe el ARN) que es un potente veneno
para la célula. La célula muere y detiene el desarrollo de la antera, de manera
que no se produce polen. Esta línea de androesterilidad o esterilidad
masculina se realiza en el estado hemicigoto mediante cruzamiento con una
variedad no transgénica y utilizando glufosinato de amonio para matar la
mitad de las plantas de la generación siguiente que no tengan una copia del
transgen H-barnasa unido.
La línea restauradora masculina es homocigota (con dos copias) para el gen
“restaurador de la esterilidad”, barstar, también unido al gen de tolerancia al
glufosinato. El gen barstar también está bajo el control del promotor especial
que se activa en la antera. Su expresión da la proteína barstar, que es un
inhibidor específico de la barnasa, con lo cual neutraliza la actividad de esta
última.
Al cruzar la línea de esterilidad femenina con la línea restauradora masculina
se obtiene un híbrido F1, en el cual la barnasa es neutralizada por el barstar,
restaurando así el desarrollo de la antera para producir polen.
Se demuestra que el híbrido F1 en realidad propaga en su polen tanto el gen
de tolerancia a herbicida como el gen suicida para la esterilidad masculina,
con efectos potencialmente devastadores tanto para la agricultura como para
la biodiversidad natural. La promoción que los gobiernos del Reino Unido y de
los Estados Unidos hacen de esas plantas anunciando que son una forma de
“contener” o “impedir” la propagación de transgenes resulta una mascarada.
El propósito real de este tipo de ingeniería terminator es proteger las patentes
de las empresas.
7
Peligros de los plaguicidas
Quiénes ganan con los herbicidas
Más del 75% de los cultivos transgénicos plantados actualmente en todo el
mundo son manipulados genéticamente para hacerlos tolerantes a herbicidas
de amplio espectro, fabricados por las mismas compañías que obtienen la
mayoría de sus ganancias de la venta de herbicidas. Esos herbicidas de
amplio espectro no solamente matan plantas indiscriminadamente sino que
también son peligrosos para prácticamente todas las especies de animales
silvestres y para los seres humanos.
Glufosinato de amonio
El glufosinato de amonio o fosfinotricina está asociado a casos de toxicidad
neurológica, respiratoria, gastrointestinal y hematológica así como a defectos
congénitos en seres humanos y mamíferos [75]. Es tóxico para las mariposas
y varios insectos benéficos, también para las larvas de almejas y ostras, la
Daphnia (mosca de agua) y algunos peces de agua dulce, especialmente la
trucha arco iris. Inhibe bacterias y hongos que resultan benéficos para el
suelo pues fijan nitrógeno. La pérdida de insectos y plantas tendría efectos
demoledores para los pájaros y los animales pequeños.
Además, se encontró que algunos fitopatógenos son altamente resistentes al
glufosinato mientras que los organismos antagónicos a esos patógenos se
vieron afectados adversamente de manera grave. Esto podría tener efectos
catastróficos en la agricultura.
Las plantas tolerantes al glufosinato contienen el gen pat (acetil fosfinotricina
transferasa), que desactiva la fosfinotricina agregándole un grupo acetil, para
fabricar acetil fosfinotricina. Este último se acumula en la planta transgénica y
es un metabolito completamente nuevo para el cultivo así como para la
totalidad de la cadena alimenticia que llega hasta los seres humanos. No se
han considerado los riesgos que plantea.
Datos proporcionados por AgrEvo –que luego se convirtió en Aventis y ahora
en Bayer CropScience– muestran que los microorganismos del intestino de
los animales de sangre caliente pueden eliminar el grupo acetil y regenerar el
herbicida tóxico. La fosfinotricina inhibe la enzima glutamina sintetasa, que
convierte el aminoácido esencial, ácido glutámico, a glutamina. El resultado
final de la ación del glufosinato es que se acumula amoníaco y glutamato a
expensas de la glutamina. Es la acumulación de amoníaco lo que da el efecto
letal de las plantas.
En los mamíferos, las consecuencias de la inhibición de glutamina sintetasa
están más asociadas con el aumento de los niveles de glutamato, y la
disminución de los niveles de glutamina. El amoníaco circulante es eliminado
en el hígado por el ciclo de la urea. Sin embargo, el cerebro es
extremadamente sensible a los efectos tóxicos del amoníaco y la eliminación
del exceso de amoníaco depende de su incorporación a la glutamina. El
glutamato es un neutransmisor importante y es muy probable que una
alteración tan grande de su metabolismo tenga repercuciones en la salud.
Estos efectos conocidos son de por sí suficientes para detener de inmediato
todo tipo de ensayos de campo de cultivos transgénicos, hasta tanto no se dé
una respuesta cabal a interrogantes críticas sobre el metabolismo,
almacenamiento y reconversión de la N-acetil fosfinotricina, para todos los
productos que contienen genes fosfinotricina acetil transferasa.
El glifosato
El glifosato –otro herbicida importante utilizado de manera conjunta con los
cultivos transgénicos– no es mejor [76].
El glifosato mata a las plantas inhibiendo la enzima CP4 enolpiruvil-siquimato-
3-fosfato sintetasa (EPSPS), fundamental para la biosíntesis de aminoácidos
aromáticos tales como la fenilalanina, la tirosina y el triptofano, vitaminas y
numerosos metabolitos secundarios como folatos, ubiquinona y naftoquinona
[77]. La vía del siquimato tiene lugar en los cloroplastos de los vegetales
verdes. La acción letal del herbicida requiere que la planta esté en período de
crecimiento y expuesta a la luz.
Los cultivos transgénicos modificados para ser tolerantes a la formulación de
glifosato de Monsanto, denominada “Roundup Ready”, son modificados con
dos genes principales. Un gen imparte la disminución de sensibilidad al
glifosato y el otro permite que la planta degrade el glifosato. La expresión de
ambos genes está dirigida a los cloroplastos, el lugar de actividad del
herbicida, agregándole las secuencias codificadas de un “péptido de tránsito”
derivado de una planta.
El primer gen codifica una versión –derivada de una bacteria– de la enzima de
la planta que participa en la vía bioquímica del siquimato. A diferencia de la
enzima de la planta, que es sensible al glifosato y provoca la anulación del
crecimiento de la planta o su muerte, la enzima bacterial es insensible al
glifosato. El segundo gen, también bacterial, codifica para una enzima que
degrada el glifosato y su secuencia codificada ha sido alterada para aumentar
la actividad de degradación del glifosato.
La vía siquimato-corismato no se encuentra en seres humanos y mamíferos y
por lo tanto representa una diana nueva, si bien está presente en una
variedad de microorganismos. Sin embargo, el glifosato actúa impidiendo la
unión del metabolito fosfoenol piruvato (PEP) al sitio de la enzima [78]. El PEP
es un metabolito central presente en todos los organismos, incluido el de los
seres humanos. El glifosato, por lo tanto, tiene el potencial de alte rar sistema
enzimáticos importantes que utilizan PEP, entre ellos el metabolismo
energético y la síntesis de lípidos de membrana, necesaria en las células
nerviosas.
El glifosato es la causa más frecuente de reclamaciones y envenenamiento en
el Reino Unido [79]. Ha habido casos de suicidio con apenas 100 mililitros de
una solución del 10% al 20%. Se ha informado de trastornos generalizados de
varios sistemas del organismo después de haber sufrido exposiciones a
niveles de uso normales. Algunos de esos trastornos fueron alteraciones en el
equilibrio, vértigos, disminución de la capacidad cognitiva, convulsiones,
daños en la visión, el olfato, el oído y el gusto, dolores de cabeza, presión
baja, crispación y tics en todo el cuerpo, parálisis muscular, neuropatía
periférica, pérdida de la capacidad motora gruesa y fina, sudoración excesiva
y fatiga severa [80].
Un estudio epidemiológico de poblaciones rurales de Ontario demostró que la
exposición al glifosato prácticamente duplicó el riesgo de aborto espontáneo
tardío [81]. Se encontró que los hijos de quienes habían utilizado glifosato
tenían un grado elevado de alteraciones de neurocomportamiento [82]. El
glifosato provocó el desarrollo retardado del esqueleto fetal en ratas de
laboratorio [83].
Otros estudios experimentales y en animales indican que el glifosato inhibe la
síntesis de esteroides [84] y que presenta genotoxicidad en mamíferos [85,
86], peces [87, 88] y ranas [89,90]. La exposición de lombrices a dosis de
campo provocó como mínimo una mortalidad del 50 por ciento y lesiones
intestinales importantes en las lombrices sobrevivientes [91]. Un documento
reciente informó que el Roundup provocó alteraciones en la división celular
que podrían estar asociadas con ciertos tipos de cáncer en humanos [92].
Como se analizó en la referencia 76, el simbionte fijador de nitrógeno en la
soja transgénica y no transgénica es sensible al glifosato, y la aplicación
temprana de glifosato provoca una disminución de la biomasa del cultivo y del
nitrógeno. La aplicación de glifosato a una temperatura elevada
(aproximadamente 35ºC) a la soja Roundup Ready provocó daños en el
meristemo, lo cual está relacionado con un mayor transporte del herbicida al
mersitemo.
La aplicación de glifosato en el control convencional de malezas provoca la
destrucción y extinción local de especies vegetales en peligro. En los
ecosistemas de bosque, reduce significativamente los briofitos y los líquenes.
El tratamiento con glifosato de plantones de porotos provocó un aumento a
corto plazo de los patógenos que afectan la humedad del suelo tratado.
La aplicación de glifosato para controlar especies invasivas en las zonas
ribereñas expuestas a mareas, arrojó efectos secundarios inesperados.
Después de asperjado, el herbicida del sedimento se redujo en un 88%,
mientras que en el pasto perenne, aumentó 591% y quedó almacenado en los
rizomas. El glifosato persiste en el suelo y el agua subterránea, y se encontró
en pozos de agua de sitios adyacentes a las superficies asperjadas.
Hay abundantes estudios científicos publicados que demuestran que el
aumento en gran escala del uso de glifosato conjuntamente con los cultivos
transgénicos, plantea una amenaza importante para la salud humana y animal
así como para el medio ambiente.
8
Transferencia horizontal de genes
La transferencia horizontal de genes y las epidemias
La transferencia horizontal de genes –la transferencia directa de material
genético a los genomas de los organismos, sean de la misma especie o de
otra especie sin relación alguna– es por lejos la cuestión de seguridad más
grave, exclusiva de la ingeniería genética [93].
Repentinamente, a partir del 11 de setiembre de 2001, el mundo fue agitado
por una histeria acerca de ataques terroristas y “armas de exterminio”. Los
gobiernos quieren prohibir la publicación de resultados de investigaciones
científicas estratégicas, y un grupo de importantes editores y autores de
publicaciones del ámbito de las ciencias de la vida han estado de acuerdo.
Algunos científicos sugieren incluso crear un organismo internacional de
vigilancia de las investigaciones y publicaciones [65].
Pero pocos han reconocido que la ingeniería genética en sí misma es
intrínsecamente peligrosa, como inicialmente fue señalado por los pioneros de
la ingeniería genética en la Declaración de Asilomar de mediados de la
década de 1970, y como más recientemente algun@s de nosotr@s hemos
estado recordando a la opinión pública y a las autoridades [94, 95].
Pero lo que captó la atención de la gran prensa fue el informe de enero de
2001 que relataba cómo algunos investigadores australianos crearon
“accidentalmente”, en el curso de la manipulación de un virus inocuo, un virus
letal de ratón que mató a todas sus víctimas. Los titulares del artículo
publicado en New Scientist anunciaban q ue en el proceso había surgido un
desastre y que un virus de ratón manipulado genéticamente nos dejaba a un
paso de la última arma biológica (“Disaster in the making: An engineered
mouse virus leaves us one step away from the ultimate bioweapon”). El
editorial fue menos moderado: “El genio anda suelto, la biotecnología se ha
llevado una fea sorpresa. La próxima vez podría ser catastrófico”.
Eso y la actual epidemia del SARS nos recuerdan que la transferencia
horizontal de genes y la recombinación crean nue vos virus y bacterias que
provocan enfermedades, y si algo hace la ingeniería genética es aumentar
enormemente el alcance de la transferencia horizontal de genes y la
recombinación y la propensión a que ocurran.
La ingeniería genética aumenta el alcance y la propensión a la
transferencia horizontal de genes
En primer lugar, la ingeniería genética conlleva la recombinación profusa de
material genético procedente de fuentes muy diversas que de lo contrario
hubiera tenido muy poca oportunidad de mezclarse y recombinarse en la
naturaleza. Algunas técnicas más nuevas, por ejemplo el “mezclado de ADN”
(DNA shuffling) [96, 97], crearán en el laboratorio en cuestión de minutos,
millones de recombinaciones nuevas que nunca habían existido antes en los
miles de millones de años de evolución. No hay límite para las fuentes de
ADN que pueden ser mezcladas de esta manera.
En segundo lugar, los virus y bacterias causantes de enfermedades, y su
material genético, son los materiales y herramientas predominantes de la
ingeniería genética, así como para la fabricación intencional de armas
biológicas. Y esto incluye a los genes de resistencia a antibiótico, que tornan
más difícil el tratamiento de las infecciones.
Y por último, las construcciones artificiales creadas por la ingeniería genética
están diseñadas para atravesar las barreras de las especies y saltar dentro de
los genomas, es decir, para aumentar y acelerar aún más la transferencia
horizontal de genes y la recombinación, que ahora se admite son la principal
ruta para crear nuevos agentes de enfermedades, posiblemente mucho más
importantes que las mutaciones puntuales, que sustituyen bases aisladas del
ADN.
Si a eso se le agrega la inestabilidad inherente del ADN transgénico
mencionada anteriormente, que aumenta la posibilidad de que se rompa y
recombine, empezaremos a darnos cuenta de por qué no necesitamos
bioterroristas si tenemos ingenieros genéticos.
9
El Promotor CaMV 35S
“Punto de recombinación eficaz”
Algunas construcciones transgénicas son menos estables que otras, como es
el caso de las que contienen el promotor del virus del mosaico de la coliflor
(CaMV) 35S. El CaMV infecta a las plantas de la familia de las coles. Uno de
sus promotores, el promotor 35S, ha sido ampliamente utilizado en cultivos
transgénicos desde los comienzos de la ingeniería genética de vegetales,
antes de que salieran a luz algunos de sus rasgos más inquietantes. El más
grave es que posee un “punto de recombinación” muy eficaz, donde tiende a
recombinarse con otro ADN. No obstante, las pruebas definitivas de esto no
aparecieron sino mucho después.
Desde principios de la década de 1990 han surgido grandes dudas sobre la
seguridad de los genes virales incorporados a los cultivos transgénicos para
hacerlos resistentes a ataques de virus. Muchos de los genes virales
tendieron a recombinarse con otros virus para generar virus nuevos, en
ocasiones extremadamente infecciosos.
En 1999, en un trabajo publicado de manera independiente por dos grupos de
investigación, se presentaron pruebas definitivas del punto de recombinación
eficaz del promotor CaMV 35S. Esto fue muy importante en vista de los
resultados de Ewen y Pusztai, analizados anteriormente, que indicaban que el
daño a las ratas jóvenes alimentadas con papas transgénicas podría deberse
al proceso mismo de transformación o a la construcción transgénica.
Ho et al. investigaron las consecuencias sobre la seguridad del promotor
CaMV 35S, señalando que su sitio de recombinación eficaz está flanqueado
por múltiples motivos que se sabe participan en la recombinación y que son
similares a otros sitios de recombinación eficaces, en especial los bordes del
vector de la Agrobacteria TDNA, utilizada con mucha frecuencia en la
fabricación de plantas transgénicas. El mecanismo de la recombinación –
ruptura del ADN de doble hebra seguido de su reparación– requiere pocas o
ninguna secuencias de ADN homólogas, y ha sido demostrado ampliamente
que se produce recombinación entre transgenes virales y virus infecciosos.
Además, el promotor CaMV 35S funciona eficientemente en todas las plantas,
así como en las algas verdes, la levadura y el E.coli. Tiene una estructura
modular, con partes comunes e intercambiables con los promotores de
muchos otros virus de plantas y animales.
Estas conclusiones indicaron que las construcciones transgénicas con el
promotor CaMV 35S podrían ser especialmente inestables y propensas a la
transferencia horizontal de genes y a la recombinación, con todos los riesgos
concomitantes: mutaciones genéticas debido a la inserción aleatoria, cáncer,
reactivación de virus dormidos y generación de nuevos virus, algunos de los
cuales podrían explicar las observaciones descritas por Ewen y Pusztai [44,
46, 48, 51].
Cuando se aceptó la publicación del documento de Ho et al. [98], la revista
Microbial Ecology in Health and Disease publicó un comunicado de prensa en
su página web, calificándolo de “tema candente”. En el término de un día,
alguien con el nombre de Klaus Amman parecía haber organizado por lo
menos nueve críticas que circularon por todo Internet y que iban desde un
tono injurioso y condescendiente hasta un tono relativamente moderado.
Posteriormente trascendió que Klaus Amman es una figura fundamental en el
establecimiento de las normas de bioseguridad (o, tal como lo percibimos, e n
socavarlas) en el escenario internacional, y ocupa numerosos cargos en
organizaciones financiadas por la industria biotecnológica.
Ho et al. respondieron a todas las críticas en un documento que circuló en
Internet y fue posteriormente publicado en la misma revista científica. Hasta
hoy los críticos no han respondido.
Lamentablemente, los comentarios más agraviantes e injuriosos fueron
incorporados en un artículo de “análisis” de un editor de Nature Biotechnology
dentro de la sección “Business and regulatory news” (Noticias comerciales y
de regulación) [99]. Ese “análisis”, confeccionado enteramente a partir de
rumores y opiniones, contenía declaraciones tan difamatorias y calumniosas
que la revista tuvo que darle a Ho et al. el derecho a réplica. La respuesta fue
finalmente publicada varios meses después [100] junto con las “disculpas” del
editor por no haber citado la impugnación de dichos autores, pero en realidad
los estaba atacando nuevamente. Esta vez, Nature biotechnology se negó a
dejarlos responder.
Todas las críticas científicas de importancia aparecieron finalmente en un
documento publicado en la revista donde había aparecido el documento
original, con la coautoría de Roger Hull y Phil Dale, miembro del Comité
Asesor del Reino Unido sobre Alimentos y Procesos Nuevos (ACNFP, en
inglés) [101]. Sus principales críticas se reducían a lo siguiente:
“En primer lugar, hemos estado comiendo el virus en repollos y coliflores
infectados durante años sin haber sufrido daños, de manera que ¿por qué
habría que preocuparse por el promotor CaMV 35S? En segundo lugar, las
plantas ya contienen secuencias pararetrovirales, no muy diferentes del
CaMV, de manera que ¿por qué podría haber algún riesgo?”
Sus principales acusaciones apuntaron a que las críticas a su documento
habían sido totalmente refutadas en un documento más extenso que el
original, publicado poco después en la misma revista [101], al cual no siguió
ninguna respuesta. De hecho, los críticos pusieron cuidado en no mencionar
nunca esa réplica.
Se señaló entre otras cosas que la gente no ha estado consumiendo el
promotor CaMV 35S fuera de su contexto genético y evolutivo general e
incorporado al ADN transgénico.
El hecho de que las plantas estén “cargadas” de secuencias pararetrovirales
similares al CaMV y a otros elementos potencialmente móviles no hace más
que empeorar las cosas. Los pararetrovirus son virus que utilizan la
transcriptasa reversa, pero para replicar no dependen de la integración al
genoma huésped. Los pararetrovirus incluyen una familia que contiene el
virus hepatitis B, que es un patógeno para los seres humanos. El promotor
CaMV 35S podría activar virus dormidos como la hepatitis B, que también se
supo que se ha integrado a algunos genomas humanos y parece estar
asociada con la enfermedad.
Casi todos, si no todos, los elementos integrados al genoma habrían sido
“domesticados” en el curso de la evolución y por eso ya no son más móviles.
Pero la integración de las construcciones transgénicas conteniendo el
promotor 35S podría movilizar los elementos. Los elementos podrían a su vez
comportarse como “ayudantes” para desestabilizar el ADN transgénico y
también podrían servir como substratos en la recombinación para generar
más elementos invasivos exóticos.
Desde entonces han surgido pruebas de que la integración de genes extraños
al genoma, asociada con la modificación genética, puede en efecto activar
transposones y secuencias provirales, provocando la desestabilización del
genoma [103]. Así que Ho et al. no habían estado tan lejos de lo cierto.
En el transcurso del debate con los críticos, Ho y sus colaboradores
descubrieron pruebas aún más irrecusables [104]. Resultó que aún cuando el
virus CaMV infecta solamente a las plantas de la familia de las coles, su
promotor 35S es activo de manera promiscua en otras especies del mundo
vivo, no solamente en las bacterias, las algas, los hongos y las plantas, sino
también en células animales y humanas, como lo revelaron en un documento
científico que data de 1990. Los fitogenetistas que han incorporado el
promotor CaMV 35S prácticamente a todos los cultivos transgénicos
cultivados actualmente con fines comerciales, aparentemente no lo sabían, y
siguen sin admitirlo en público.
El Comité Asesor del Reino Unido sobre Liberaciones al Medio Ambiente
(ACRE, en inglés) no tiene excusas por omitir esa información en su último
Informe [105] en el que reitera que “no hay pruebas de daño”. Ho ha llamado
la atención varias veces al respecto, tanto en presentaciones por escrito como
en pruebas orales presentadas en varias audiencias públicas. Pero tras
bambalinas se ha retirado silenciosamente el promotor CaMV 35S. Ya no
aparece en la mayoría de los cultivos transgénicos en construcción.
La controversia en torno a la contaminación transgénica de las variedades
mexicanas no es acerca de que la contaminación hubiera ocurrido sino de la
posibilidad de que, como las construcciones transgénicas eran inestables,
pudieran, según una crítica [106], “fragmentarse y esparcirse promiscuamente
por todos los genomas”. Todas las construcciones de maíz transgénico que
pudieron haber sido responsables de la contaminación contenían el promotor
CaMV 35S, razón por la cual pudo utilizarse el promotor para verificar la
contaminación transgénica. Se sabe que la fragmentación y el esparcimiento
de ADN inestable por todo el genoma activan los provirus dormidos y
transposones (ver más adelante), causando reordenamientos de ADN,
eliminaciones, translocaciones y otras alteraciones que podrían desestabilizar
los genomas de las variedades criollas, llevándolas a la extinción.
10
Mayor probabilidad de propagación
de ADN transgénico
ADN transgénico versus ADN natural
El ADN transgénico es diferente del ADN natural en muchos aspectos, los
cuales contribuyen a aumentar la propensión a que se produzca su
transferencia horizontal a los genomas de organismos no relacionados, donde
también puede recombinarse con nuevos genes (Cuadro 1) [93].
Cuadro 1
El ADN transgénico tiene más probabilidades de propagarse
horizontalmente
* El ADN transgénico suele contener nuevas combinaciones de material
genético que nunca antes habían existido.
* El ADN transgénico ha sido diseñado para “saltar” dentro de los genomas.
* Las construcciones antinaturales de genes tienden a ser estructuralmente
inestables y por lo tanto son propensas a romperse y a unirse o recombinarse
con otros genes.
* Los mecanismos que permiten que las construcciones de genes extraños
salten dentro del genoma, les permiten también volver a saltar fuera del
genoma y reinsertarse en otro sitio o en otro genoma. Por ejemplo, la enzima
integrasa, que cataliza la inserción de ADN viral en el genoma huésped,
también funciona como una desintegrasa, catalizando la reacción reversa.
Esas integrasas pertenecen a una superfamilia de enzimas similares que
están presentes en todos los genomas, desde virus y bacterias hasta las
plantas y animales superiores. Las recombinasas de transposones son
similares.
* Los bordes del vector que se utiliza más comúnmente para las plantas
transgénicas –el ADN-T de la Agrobacteria– son puntos más eficaces de
recombinación (los cuales tienden a romperse y unirse). Además, el promotor
del virus del mosaico de la coliflor (CaMV) y varios terminadores (señales
genéticas para finalizar la transcripción) están asociados con un sitio ideal de
recombinación, lo que significa que el conjunto o las partes del ADN integrado
tendrán mayor propensión a que se produzca transferencia horizontal de
genes y recombinación secundarias.
* Pruebas recientes indican que las construcciones de genes extraños tienden
a integrarse en los sitios de recombinación eficaces del genoma, lo que,
nuevamente, tendería a aumentar las posibilidades de que el ADN
transgénico se desintegre y transfiera horizontalmente.
* El ADN transgénico a menudo tiene otras señales genéticas, tales como los
orígenes de replicación que quedan del vector plásmido. Esos son también
sitios de recombinación eficaces y además pueden permitir que, con facilidad,
el ADN transgénico se replique independientemente como un plásmido
transferido horizontalmente entre las bacterias.
* El estrés metabólico del organismo huésped provocado por la permanente
sobreexpresión de los genes extraños, vinculada con promotores agresivos
como el promotor CaMV 35S, también aumentará la inestabilidad del ADN
transgénico, facilitando con ello la transferencia horizontal de genes.
* El ADN transgénico típico es un mosaico de secuencias de ADN
provenientes de diversas especies diferentes y sus parásitos genéticos; esas
homologías implican que tendrá más propensión a recombinarse y transferirse
exitosamente a los genomas de numerosas especies así como a sus
parásitos genéticos. La recombinación homóloga normalmente ocurre de mil a
un millón de veces más que la frecuencia de la recombinación no homóloga.
Pruebas de que el ADN transgénico es diferente
Se ha realizado solamente un experimento para comprobar la hipótesis de
que los transgenes son lo mismo (o no) que los mutantes inducidos por
medios convencionales (mutagénesis), tal como la exposición a los rayos X y
los mutágenos químicos, que provocan cambios en la secuencia de bases del
ADN.
Bergelson y sus colegas [107] obtuvieron un mutante para tolerancia a
herbicida mediante mutagénesis convencional en una cepa de laboratorio de
Arabidopsis, y crearon líneas transgénicas introduciendo el gen mutante,
empalmado en un vector, dentro de las células de la planta huésped.
Luego compararon la velocidad a la cual las plantas mutantes transgénicas y
no transgénicas propagaban el rasgo de tolerancia a herbicida a las plantas
normales de tipo silvestre que crecían en los alrededores. Descubrieron que
los transgenes de las plantas transgénicas tenían hasta 30 veces más
posibilidades de escapar y esparcirse que los mismos genes obtenidos por
mutagénesis.
Los resultados son difíciles de explicar en términos de la polinización cruzada
ordinaria. ¿Fue porque la introducción del transgen mediante un vector
produjo todo tipo de efectos inesperados? ¿Las plantas transgénicas
produjeron más polen, o polen más viable? ¿El polen de las plantas
transgénicas fue más atractivo para las abejas?
Otra de las posibles causas de la mayor propagación de transgenes es la
transferencia horizontal de genes a través de los insectos que visitan las
plantas en busca de polen y néctar, o simplemente que se alimentan de la
savia o de otras partes de sucesivas plantas transgénicas y de tipo silvestre.
Bergelson manifestó que aunque no tenía pruebas de la transferencia
horizontal de genes, no podía descartarla. Pero no se dedicó a investigar esa
posibilidad.
Independientemente de la manera en que se propagan los transgenes, el
experimento demostró que el ADN transgénico no se comporta de la misma
manera que el ADN no transgénico.
11
La transferencia horizontal de ADN transgénico
Experimentos que demuestran la transferencia horizontal de ADN
transgénico
La transferencia horizontal de transgenes y genes marcadores con resistencia
a antibiótico de cultivos manipulados genéticamente a bacterias y hongos del
suelo había sido demostrada en el laboratorio a mediados de la década de
- La transferencia de transgenes a hongos se logró simplemente
cultivando los hongos con la planta transgénica, y la transferencia a bacterias
se consiguió aplicando ADN total de la planta transgénica a los cultivos de
bacterias.
A fines de la década de 1990, se verificó la transferencia de un gen marcador
con resistencia a la kanamicina a la bacteria del suelo Acinetobacter, con
ADN extraído de hojas homogeneizadas en un rango de plantas transgénicas
[108]: Solanum tuberosum (papa), Nicotiana tabacum (tabaco), Beta vulgaris
(remolacha azucarera), Brassica napus (colza) y Lycopersicon esculentum
(tomate). Se estimó que para poder transformar una bacteria alcanzaba con
aproximadamente 2.500 copias de genes con resistencia a la kanamicina (del
mismo número de células vegetales), a pesar de que había un exceso de
ADN vegetal de 6 x 106-veces. Con sólo agregar a la bacteria 100 microlitros
de una solución de la hoja macerada de la planta, se obtuvieron resultados
positivos de tranferencia horizontal de genes en este sistema.
Obstinación y distorsión de los hechos
Pero desde un principio reinaron la obstinación y la distorsión de los hechos.
A pesar del engañoso título de un documento de Schluter, Futterer y Potrykus,
que establece que la transferencia horizontal de genes en su experimento
“ocurre, en todo caso, con una frecuencia extremadamente baja” [109], los
datos demostraron una elevada frecuencia de transferencia genética, de 5,8 x
10-2 por bacteria receptora, en condiciones óptimas.
Pero los autores procedieron luego a calcular una frecuencia teórica de
transferencia de genes de 2,0 x 10-17, o cercana a cero, en “condiciones
naturales” extrapoladas. Lo hicieron asumiendo que había distintos factores
actuando i ndependientemente e inventaron las “condiciones naturales” que
son en gran medida desconocidas e impredecibles. Según lo admitieron los
propios autores, no pudieron eliminar los efectos sinérgicos de las
combinaciones de factores.
Este documento fue posteriormente citado ampliamente para demostrar que
no ocurre transferencia horizontal de genes.
Experimentos de campo ofrecen pruebas prima facie
En 1999, algunos investigadores de Alemania [110] ya habían informado del
primer, y todavía único, experimento de monitoreo en campo realizado en el
mundo, que brindó pruebas prima facie de que el ADN transgénico había sido
transferido de los restos de plantas de remolacha azucarera a las bacterias
del suelo. Ho divulgó un detallado análisis de esta prueba y lo presentó en
debida forma a los asesores científicos del gobierno del Reino Unido. Éstos
descartaron esa prueba y, lo que es peor, la citaron como prueba de que no
ocurría transferencia horizontal de genes.
El ADN no solamente persiste en el ambiente externo, tanto en el suelo como
en el agua, sino que no se degrada lo suficientemente rápido en el sistema
digestivo como para evitar que el ADN transgénico se transfiera a
microorganismos residentes en los intestinos de los animales.
Transferencia de ADN transgénico en la boca
Tal transferencia podría comenzar en la boca. Mercer et al. informaron en
1999 [111] que un plásmido manipulado genéticamente tenía de 6% a 25% de
posibilidades de sobrevivir intacto después de 60 minutos de exposición a la
saliva humana.
Además, el plásmido de ADN parcialmente degradado fue capaz de
transformar el Streptococcus gordonii, una de las bacterias que normalmente
están presentes en la boca y la faringe humanas. La frecuencia de
transformación bajó exponencialmente con el tiempo, pero después de 10
minutos seguía siendo importante. La saliva humana en realidad contiene
factores que promueven la transformación de las bacterias residentes en la
boca.
Esta investigación se hizo en el tubo de ensayo, y los autores establecieron
claramente que “es necesario realizar más investigaciones para establecer si
la transformación de la bacteria oral puede ocurrir in vivo en frecuencias
importantes”. Sin embargo, desde entonces no se ha efectuado ningún
estudio de ese tipo, lo cual es difícil de entender en la medida que la
investigación original fue encomendada por el gobierno del Reino Unido,
como parte de los Programas de Alimentos Nuevos.
Otro grupo de la Universidad de Leeds, sin embargo, obtuvo una donación de
la entonces recientemente creada Agencia de Normas Alimenticias (FSA, en
inglés) para investigar la posibilidad de que ocurriera transferencia horizontal
de genes en el estómago de los rumiantes [112], donde el alimento
permanece durante largos períodos. Los investigadores descubrieron que el
ADN transgénico se degradaba rápidamente en los fluidos del rumen y el
ensilaje, pero que, no obstante, podía ocurrir transferencia horizontal antes de
que el ADN transgénico se degradara por completo. También descubrieron
que el ADN transgénico demoraba mucho en degradarse en la saliva, y por lo
tanto la boca podría ser un sitio importante para la transferencia horizontal de
genes. Esto confirmó los resultados obtenidos por Mercer et al. [111]. Pero
una vez más, no se ha llevado a cabo ningún trabajo de seguimiento en
animales vivos. ¿Se trató acaso de no hacer los experimentos obvios por
miedo a encontrar resultados positivos que serían más difícil de descartar?
Transferencia de ADN transgénico a través de la pared del intestino y la
placenta
Hay más sobre el alcance de la transferencia horizontal de genes, como lo
revela la bibliografía científica existente. Desde principios de la década de
1990, el grupo Döerfler’s de Alemania ha realizado una serie de experimentos
acerca del destino del ADN extraño en los alimentos.
Alimentaron ratones con ADN, tanto ADN aislado de la bacteria del virus M13,
como el gen clonado para la proteína verde fluorescente insertada en un
plásmido. Descubrieron que un porcentaje pequeño, si bien importante, del
ADN viral y plásmido, no solamente escapó a la degradación completa en el
intestino sino que logró atravesar las paredes de intestino e ingresar en la
corriente sanguínea, hasta introducirse en algunos glóbulos blancos y en
células del bazo y el hígado para terminar incorporándose al genoma celular
del ratón [113]. Cuando se alimentó a ratones preñados, se encontró el ADN
extraño en algunas células de los fetos y de los animales recién nacidos, lo
cual demostraba que había atravesado la placenta [114].
Este trabajo pone de manifiesto los peligros que tienen todos los tipos de ADN
desnudo creados por la industria de la ingeniería genética, en especial los
genomas virales, sobre los cuales el virólogo noruego y asesor científico del
gobierno de Noruega, Terje Traavik [115] y otros [94, 95] llamaron la atención.
En un documento publicado en 1998, Döerfler y Schubbert establecieron [114]
que “Todavía no se han investigado las consecuencias de la absorción de
ADN extraño para la mutagénesis [que genera mutaciones] y para la
oncogénesis [que provoca cáncer]”. La importancia de este comentario es
enorme con relación a los casos de cáncer identificados a fines de 2002 entre
quienes recibieron terapia genética [116]. Fundamenta que la exposición al
ADN transgénico tiene los mismos riesgos, sea por terapia genética o por los
alimentos transgénicos. La terapia genética implica la modificación genética
del ser humano y utiliza construcciones muy similares a las de la modificación
genética de plantas y animales.
La omisión de experimentos definitivos
En un informe publicado en 2001 [117] se comparó el destino del ADN de la
soja común obtenido de las hojas, con el del ADN plásmido transgénico.
Confirmó los resultados anteriores. El ADN plásmido transgénico invadió las
células de numerosos tejidos.
Pero, al igual que la mayoría de los proyectos de investigación reseñados,
éste también pareció haberse parado en seco ante el intento de obtener
resultados más claros y definitivos, que podrían haberse logrado fácilmente
alimentando a los ratones con soja transgénica y monitoreando el destino del
ADN transgénico y del ADN propio de la planta. Eso hubiera significado un
avance para resolver el tema que Ho y Cummins han planteado
reiteradamente: que el ADN transgénico puede ser más invasivo de las
células y los genomas que el ADN natural.
En efecto, como señala Ewen [44], no puede excluirse la posibilidad de que
alimentar a los animales con productos transgénicos como el maíz, también
conlleva riesgos. La leche de vaca puede contener derivados transgénicos e
incluso un filete de carne vacuna puede contener material transgénico activo,
ya que el ADN es extraordinariamente estable y a menudo no es destruido por
el calor. Recientemente incluso se ha recuperado ADN de sedimentos del
suelo con una antigüedad de 300.000 a 400.000 años[118]. Se ha informado
que el destacado investigador profesor Alan Cooper, de la Universidad de
Oxford, en su reciente visita a Nueva Zelandia manifestó [119]: “La capacidad
del ADN de persistir en el suelo durante tanto tiempo fue completamente
subestimada … e ilustra cuán poco sabemos” y “que es necesario investigar
mucho más antes de que podamos predecir el efecto de la liberación al
ambiente de plantas transgénicas”.
ADN transgénico en alimentos transferido a bacterias del intestino
humano
El gobierno del Reino Unido finalmente encomendó una investigación que
buscara la transferencia horizontal de genes en las bacterias del intestino de
seres humanos voluntarios y encontró resultados positivos.
La investigación en cuestión es la parte final del proyecto FSA del Reino
Unido para la evaluación de los riesgos de los organismos transgénicos en los
alimentos humanos [120].
Que el ADN transgénico se transfiera a las bacterias del intestino humano no
es del todo inesperado. Ya sabíamos por anteriores investigaciones
estudiadas aquí que el ADN persiste en el intestino y que las bacterias
pueden absorber rápidamente ADN extraño. ¿Por qué nuestros reguladores
esperaron tanto para pedir esa investigación? Y cuando lo hicieron, parecía
que los científicos hubieran diseñado el experimento como para que las
circunstancias jugaran en contra de encontrar un resultado positivo [121].
Por ejemplo, el método para detectar ADN transgénico se basó en la
amplificación de una pequeña parte –180bp– del total del inserto de ADN
transgénico, que era por lo menos diez o veinte veces más largo. De esa
manera no sería posible detectar la presencia de otros fragmentos del ADN
insertado, u otros fragmentos que no coincidieran con el total de los 180 bp
amplificados, o fragmentos que se hubieran reordenado. La posibilidad de
obtener un resultado positivo es del 5% en el mejor de los casos y, con toda
seguridad, muchísimo menos. Así, un resultado negativo con este método de
detección muy probablemente no indicaría ausencia de ADN transgénico.
A pesar de eso, igualmente encontraron un resultado positivo, que la FSA
inmediatamente descartó y enmascaró. Se dice que la FSA adujo que “los
resultados habían sido evaluados por varios expertos del gobierno que habían
dictaminado que no había riesgo para los seres humanos”. En una
declaración en su página web, la FSA dijo que el estudio había concluido que
“es muy improbable” que los genes transgénicos puedan terminar en el
intestino de las personas que los ingieran.
El vector Agrobacterium, un vehículo para el escape de genes
Eso no es todo. Pruebas recientes indican con gran solidez que el método
más común para crear plantas transgénicas puede también servir como una
vía rápida para la transferencia horizontal de genes [122, 123].
Se ha trabajado en la Agrobacterium tumefaciens –la bacteria del suelo que
causa la enfermedad en las plantas llamada tumores del cuello o crown gall–
para que actúe como un vector importante de transferencia genética en la
producción de plantas transgénicas. Los genes extraños generalmente se
empalman en la parte ADN-T de un plásmido de A. tumefaciens denominado
Ti (inductor de tumor), que termina integrándose al genoma de la célula de la
planta y posteriormente desarrolla un tumor. Todo eso se sabía, por lo menos
desde 1980.
Pero ulteriores investigaciones revelaron que el proceso por el cual la
Agrobacterium inyecta ADN-T en las células de las plantas, se parece mucho
a la conjugación o apareamiento entre células bacterianas.
La conjugación, lograda con la mediación de ciertos plásmidos bacterianos,
requiere que el ADN que se transfiere contenga una secuencia denominada el
origen de la transferencia (oriT). Todas las demás funciones pueden
cumplirse desde fuentes no vinculadas, a las que se hace referencia como
“funciones de trans-acción” (o tra). Por lo tanto, los plásmidos “impedidos”,
que no tienen funciones de trans -acción, pueden de todas formas ser
transferidos mediante plámidos “ayudantes” que transportan genes que
codifican para las funciones de trans-acción. Y esa es la base de un
complicado sistema de vectores, que se ha concebido utilizando la
Agrobacterium ADN-T, y con el cual se han producido numerosas plantas
transgénicas.
Pero pronto trascendió que los bordes izquierdo y derecho del ADN-T son
similares a oriT y pueden ser reemplazados por la misma. Además, el ADN-T
desarmado, carente de las funciones de trans-acción (genes de virulencia que
contribuyen a la enfermedad), puede ser ayudado por genes similares que
pertenecen a otras bacterias patogénicas. Parecería que tanto la transferencia
de genes de la Agrobacterium entre distintos reinos como los sistemas de
conjugación de bacterias, tienen que ver con el transporte de
macromoléculas, no tan solo de ADN sino también de proteínas.
Eso significa que las plantas transgénicas creadas por el sistema de vector
ADN-T tienen un vía rápida para el escape horizontal de genes, a través de la
Agrobacterium, ayudada por los mecanismos de conjugación comunes de
otras bacterias causantes de enfermedades, que están presentes en el medio
ambiente.
De hecho, la posibilidad de que la Agrobacterium pueda servir como un
vehículo para el escape horizontal de genes fue planteada por primera vez en
1997 en un estudio auspiciado por el gobierno del Reino Unido [124], que
mostró que era muy difícil eliminar la Agrobacterium utilizada en el sistema de
vector, luego de la transformación. El tratamiento utilizado –una batería de
antibióticos y reiterados subcultivos durante más de 13 meses–, no logró
eliminar la bacteria. Además, el 12,5% de la Agrobacterium restante seguía
conteniendo el vector binario (ADN-T y plásmido “ayudante”), y por lo tanto
seguían siendo plenamente capaces de transformar a otras plantas. Esta
investigación fue posteriormente publicada en una revista científica [125].
Varias otras observaciones refuerzan la idea del escape de genes a través de
la Agrobacterium. La Agrobacterium no solamente transfiere genes a las
células de las plantas; existe la posibilidad de que haya una retrotransferencia
de ADN desde la célula de la planta a la Agrobacterium [126].
La existencia de índices elevados de transferencia genética está asociada con
el sistema radicular de la planta y la semilla germinadora, donde hay mayores
probabilidades de que exista conjugación [127]. Allí, la Agrobacterium podría
multiplicarse y transferir ADN transgénico a otras bacterias, así como al
próximo cultivo que se plante. Esas posibilidades todavía no han sido
investigadas empíricamente.
Por último, la Agrobacterium se adhiere a varios tipos de células humanas y
las transforma genéticamente [128]. En células de HeLa (una línea de células
epiteliales humanas derivada originalmente de un paciente con cáncer)
transformadas establemente, la integración de ADN-T ocurrió en el borde
derecho, exactamente igual a cuando es transferido al genoma de una célula
vegetal. Esto indica que la Agrobacterium transforma a las células humanas
por un mecanismo similar al que utiliza para transformar células vegetales.
12
Peligros de la transferencia horizontal de genes
Un resumen
Como queda claro de los capítulos anteriores, los peligros que podrían surgir
de la transferencia horizontal de ADN transgénico son exclusivos de la
ingeniería genética y están resumidos en el Cuadro 2.
Cuadro 2
Peligros potenciales de la transferencia horizontal de genes provocada
por la ingeniería genética
* Generación de virus nuevos que atraviesan las especies y causan
enfermedades.
* Generación de bacterias nuevas que causan enfermedades.
* Propagación de genes con resistencia a antibiótico y medicamentos entre
los patógenos virales y bacterianos, dificultando el tratamiento de infecciones.
* Inserción aleatoria en el genoma de las células, provocando efectos nocivos,
entre ellos cáncer.
* Reactivación y recombinación con virus dormidos (presentes en todos los
genomas), generando virus infecciosos.
* Propagación de genes y construcciones de genes nuevos y peligrosos que
nunca antes han existido.
* Desestabilización de los genomas a los cuales se han transferido los
transgenes.
* Multiplicación de los impactos ecológicos debido a todo lo referido
anteriormente.
Experimentos aparentemente evitados hasta ahora
En un documento presentado en una reunión abierta organizada por ACNFP
se comunicaron esas críticas a ACRE y ACNFP –junto con una serie de
experimentos obvios que la FSA debería encomendar–[129]. En el Cuadro 3
se describen de forma ligeramente corregida.
Cuadro 3
Experimentos omitidos en materia de la seguridad de los alimentos y
cultivos transgénicos
Los siguientes son algunos experimentos definitivos que aportarían
información sobre la seguridad de los alimentos y cultivos transgénicos.
Parecería que hasta ahora han sido omitidos intencionalmente.
- Experimentos de alimentación en animales, similares a los que realizó el
equipo de Pusztai, en los que se utilicen como ración soja y/o maíz
transgénicos bien caracterizados. Luego debe realizarse un monitoreo
adecuado e imparcial del ADN en las heces, la sangre y las células
sanguíneas, y exámenes histológicos post-mortem que incluyan el rastreo de
la transferencia de ADN transgénico al genoma de las células. Como un
control más, también habría que monitorear el ADN no transgénico de la
misma muestra de alimentos transgénicos. Además debería investigarse la
importancia del promotor CaMV 35S en la producción de los efectos del
“factor de crecimiento símil” en ratas jóvenes.
- Ensayos de alimentación en voluntarios humanos utilizando soja y/o maíz
transgénico bien caracterizados como alimentos humanos, con un monitoreo
adecuado e imparcial del ADN transgénico y de transferencia horizontal de
genes en la boca y en las heces. Como un control más, también debería
hacerse el monitoreo del ADN no transgénico de la misma muestra de
alimentos transgénicos.
- La investigación de la estabilidad de las plantas transgénicas en sucesivas
generaciones, especialmente de las que contienen el promotor CaMV 35S,
utilizando técnicas moleculares cuantitativas apropiadas.
- La caracterización molecular total de todas las líneas transgénicas para
establecer la uniformidad y la estabilidad genética de las inserciones de ADN
transgénico, y su comparación con los datos originales que presentó la
compañía biotecnológica para lograr la aprobación de los ensayos de campo
o para lanzarlo a la venta.
- Pruebas en todas las plantas transgénicas creadas por el sistema del
vector Agrobacterium ADN-T, de la persistencia de la bacteria y los vectores.
Debería hacerse un monitoreo del suelo en el cual han crecido las plantas
transgénicas para investigar si hubo algún escape de genes a las bacterias
del suelo. También debería monitorearse cuidadosamente el potencial de
transferencia horizontal de genes al siguiente cultivo a través de la semilla
germinadora y el sistema radicular.
13
Conclusión de las partes 1 y 2
Nuestro extenso examen de las pruebas nos ha convencido de que los
cultivos transgénicos no son necesarios ni deseados, que no han cumplido las
promesas que hicieron y que, por el contrario, plantean problemas cada vez
mayores en el agro. No hay posibilidades reales de que la agricultura
transgénica coexista con la no transgénica, como resulta evidente del grado y
extensión de la contaminación transgénica que ya ha ocurrido, incluso en un
país como México, donde se aplica una moratoria oficial desde 1998.
Y lo que es aún más importante, los cultivos transgénicos son inaceptables
porque no son seguros en absoluto. Han sido introducidos sin las necesarias
salvaguardias y evaluaciones de seguridad, a través de un sistema de
regulación profundamente falseado, basado en el principio de “equivalencia
sustancial”, cuya intención es dar una aprobación expeditiva a los productos,
en lugar de realizar una evaluación seria de su seguridad. A pesar de la falta
de datos en materia de ensayos de la seguridad de los alimentos
transgénicos, los resultados disponibles ya son motivo de preocupación
acerca de la seguridad del propio proceso transgénico, preocupación que no
ha sido tomada en cuenta.
Al mismo tiempo, se ha descubierto que los productos genéticos introducidos
en los alimentos y en otros cultivos, como los bioplaguicidas, que representan
el 25% de todos los cultivos transgénicos del mundo, son fuertes
inmunógenos y alergenos. En ensayos a campo abierto se están
introduciendo otros peligrosos productos farmacéuticos y vacunas en cultivos
alimenticios.
Con el disfraz del confinamiento transgénico se han manipulado
genéticamente algunos cultivos con “genes suicidas” que provocan la
esterilidad masculina de la planta. En realidad, esos cultivos propagan, a
través del polen, tanto los genes de tolerancia a herbicida como los genes
suicidas de la esterilidad masculina, con consecuencias potencialmente
devastadoras para la biodiversidad agrícola y natural.
Aproximadamente el 75% de los cultivos transgénicos plantados en todo el
mundo son tolerantes a uno u otro de dos herbicidas de amplio espectro: el
glufosinato de amonio y el glifosato. Ambos son venenos metabólicos
sistémicos que pueden llegar a producir una amplia gama de efectos nocivos
en los seres humanos y otros organismos vivos. Esos efectos han sido ahora
confirmados.
El glufosinato de amonio está asociado con toxicidad neurológica, respiratoria,
gastrointestinal y hematológica, y con defectos congénitos en seres humanos
y otros mamíferos.
El glifosato es la causa más frecuente de reclamaciones y envenenamiento en
el Reino Unido y se han registrado casos de trastornos de diversas funciones
del organismo después de haber sufrido exposiciones a niveles de uso
normales. La exposición al glifosato prácticamente duplicó el riesgo de aborto
espontáneo tardío y los hijos de quienes habían utilizado glifosato presentaron
un grado elevado de alteraciones del neurocomportamiento. El glifosato
provocó el desarrollo retardado del esqueleto fetal en ratas de laboratorio [83].
Inhibe la síntesis de esteroides es genotóxico en mamíferos, peces y ranas.
La exposición de lombrices a dosis de campo provocó como mínimo una
mortalidad del 50 por ciento y lesiones intestinales importantes en las
lombrices sobrevivientes. El Roundup provoca alteraciones en la división
celular que podrían estar asociadas con ciertos tipos de cáncer en seres
humanos.
Estos efectos conocidos son suficientes como para reclamar que se suspenda
todo tipo de uso de ambos herbicidas.
Por lejos, los peligros más graves de la ingeniería genética son inherentes al
proceso mismo, el cual aumenta enormemente el alcance y la probabilidad de
la transferencia horizontal de genes y la recombinación, que es la vía principal
para la creación de virus y bacterias que provocan enfermedades epidémicas.
Técnicas nuevas, como el mezclado de ADN, permiten ahora a los genetistas
crear en el laboratorio, en cuestión de minutos, millones de virus
recombinantes que nunca han existido antes.
Los virus y bacterias causantes de enfermedades, y su material genético, son
los principales materiales y herramientas de la ingeniería genética, así como
de la fabricación planificada de armas biológicas. Existen pruebas
experimentales de que ADN transgénico vegetal ha sido absorbido por
bacterias del suelo y del intestino de voluntarios humanos. Los genes
marcadores con resistencia a antibiótico pueden propagarse de alimentos
transgénicos a bacterias patogénicas, dificultando enormemente el
tratamiento de infecciones.
Se sabe que el ADN transgénico sobrevive a la digestión en el intestino y
salta al genoma de las células de los mamíferos, aumentando la posibilidad
de la aparición de cáncer.
Las pruebas indican que las construcciones transgénicas que incluyen el
promotor CaMV 35S, presente en la mayoría de los cultivos transgénico,
podrían ser especialmente inestables y propensas a la transferencia
horizontal de genes y a la recombinación, con todos los riesgos que
conllevan: mutaciones genéticas debidas a la inserción aleatoria, cáncer,
reactivación de virus dormidos y generación de nuevos virus.
Hay una larga historia de distorsión de los hechos y omisión de pruebas
científicas, especialmente sobre la transferencia horizontal de genes. Hay
experimentos clave que no se han realizado, o se hicieron en forma incorrecta
y luego se tergiversaron los resultados. Muchos no tuvieron experimentos
complementarios, como en el caso del promotor CaMV 35S en que no se
hicieron investigaciones para verificar si es responsable de los efectos del
“factor de crecimiento símil” observados en ratas jóvenes alimentadas con
papas transgénicas. Por todas esas razones los cultivos transgénicos
deberían ser enérgicamente rechazados como opción viable para el futuro de
la agricultura.
Parte 3
Los múltiples beneficios de la
agricultura sustentable
14
¿Por qué agricultura sustentable?
La necesidad de una agricultura alternativa
La agricultura “moderna” se caracteriza por el monocultivo extensivo a gran
escala, y depende de insumos altamente químicos y mecanización intensiva.
Si bien es productiva si se la define por la medida unidimensional del
“rendimiento” de un único cultivo, su dependencia extrema de plaguicidas,
herbicidas y fertilizantes sintéticos químicos viene con una retahíla de
impactos negativos en la salud y el ambiente: riesgos para la salud de los
trabajadores del campo, residuos químicos nocivos en los alimentos,
disminución de la biodiversidad, deterioro de la calidad del suelo y el agua, y
mayor riesgo de enfermedades en los cultivos. El monocultivo “moderno”
también suele marginar a los pequeños agricultores, particularmente los de
los países en desarrollo, que son la mayoría de los agricultores de todo el
mundo. Los cultivos transgénicos, que ahora también se suman al paquete,
son una amenaza aún mayor para la salud y el ambiente (ver Parte 2).
Distintas prácticas de agricultura sustentable
En contraste, los enfoques de la agricultura sustentable colocan el énfasis en
que exista diversidad de recursos naturales locales y en la autonomía local de
los agricultores para decidir qué cultivarán y cómo pueden mejorar sus
cultivos y formas de sustento.
La agricultura es sustentable cuando es ecológicamente responsable,
económicamente viable, socialmente justa, culturalmente apropiada,
humanista y basada en un enfoque holístico. En el Cuadro 4 se presenta un
breve resumen de criterios fundamentales, elaborados por Pretty y Hine [130].
Las propuestas de la agricultura sustentable pueden presentar varios
nombres – agroecología, agricultura sustentable, agricultura orgánica,
agricultura ecológica, agricultura biológica– pero tienen esos criterios en
común.
Por ejemplo, la agricultura orgánica excluye en gran medida los plaguicidas,
herbicidas y fertilizantes sintéticos. Es un enfoque ecosistémico el que dirige
los procesos ecológicos y biológicos, tal como las relaciones de la cadena
alimentaria, el ciclo de los nutrientes, el mantenimiento de la fertilidad del
suelo, el control natural de las plagas y la diversificación de cultivos y ganado.
Se basa en recursos renovables derivados de la finca o del lugar, en la
medida que sean ambiental y ecológicamente viables.
Si bien en los países desarrollados muchos podrían tener familiaridad con la
producción orgánica certificada, eso es tan solo la punta del iceberg en
términos de un manejo orgánico de la tierra pero no certificado como tal.
La agricultura orgánica de facto, o no certificada, suele predominar en
regiones con escasez de recursos o marginales en términos agrícolas, donde
las poblaciones locales tienen escasa inserción en la economía monetaria
[131]. Los agricultores dependen aquí de recursos naturales locales para
mantener la fertilidad del suelo y combatir plagas y enfermedades. Tienen
sistemas sofisticados de rotación de cultivos, manejo del suelo y control de
plagas y enfermedades, basados en el conocimiento tradicional.
De la misma manera, la agroecología se basa en tecnologías que son
baratas, accesibles, evitan el riesgo y son productivas en ambientes
marginales; que mejoran la salud ecológica y humana y que son cultural y
socialmente aceptables [132]. Pone énfasis en la biodiversidad, el reciclado
de los nutrientes, la sinergía entre los cultivos, animales, suelos y otros
componentes biológicos, así como la regeneración y conservación de los
recursos. La agroecología se basa en el conocimiento agrícola indígena e
incorpora tecnologías modernas de bajos insumos externos para diversificar
la producción. El enfoque combina principios ecológicos y recursos locales
para el manejo de los sistemas agrícolas, ofreciendo una forma
ambientalmente racional y económicamente accesible para que los pequeños
agricultores intensifiquen la producción en zonas marginales.
Esas alternativas agroecológicas pueden resolver los problemas agrícolas
que los cultivos transgénicos aducen resolver, pero lo logran de una manera
mucho más equitativa en lo social y armoniosa en lo ambiental [3].
Hay innumerable cantidad de estudios así como investigaciones científicas
que documentan el éxito y los beneficios de las propuestas de agricultura
sustentable, incluidos los de la agricultura orgánica, que han sido evaluados
recientemente por la FAO [133] e ISIS [134].
Resumimos a continuación las pruebas de algunas de las ventajas de la
agroecología, la agricultura sustentable y la agricultura orgánica para el
ambiente y la salud, así como para la seguridad alimentaria y el bienestar
social de los agricultores y comunidades locales. Hablan a favor de un cambio
amplio hacia los criterios de agricultura sustentable en lugar de los cultivos
transgénicos.
Cuadro 4
La agricultura sustentable
? Hace un mejor uso de los bienes y servicios de la naturaleza
integrando procesos naturales, regenerativos, por ejemplo, el ciclo de los
nutrientes, la fijación de nitrógeno, la regeneración del suelo y los enemigos
naturales de las plagas.
? Minimiza el uso de insumos no renovables (plaguicidas y
fertilizantes) que perjudican el ambiente o son nocivos para la salud humana.
? Se basa en el conocimiento y las capacidades de los agricultores,
mejorando la confianza en sus propias capacidades.
? Promueve y protege el capital social –las capacidades de las
personas para trabajar juntas en la solución de los problemas.
? Depende de prácticas adaptadas al lugar para innovar frente a
situaciones de incertidumbre.
? Es polifuncional y contribuye a los bienes públicos, tales como el
agua limpia, la flora y fauna, el secuestro de carbono de los suelos, la
protección de las inundaciones y la calidad del paisaje.
15
Productividad y rendimientos
mayores o comparables
Mirando más de cerca los “rendimientos”
Una de las críticas más comunes a la agricultura orgánica es aducir que tiene
rendimientos más bajos comparada con el monocultivo convencional. Si bien
ese puede ser el caso en los países industrializados, esas comparaciones son
equívocas porque no cuentan los costos que el monocultivo convencional
tiene en materia de la degradación de la tierra, el agua y la biodiversidad y de
otros servicios ecológicos de los cuales depende la producción sustentable de
alimentos.
Al evaluar los rendimientos simplemente por un cultivo único –como a
menudo hacen los críticos– se pierden otros indicadores de sustentabilidad y
mayor productividad real por unidad de superficie, especialmente con
sistemas agroecológicos que suelen tener una diversidad de cultivos, árboles
y animales juntos en la tierra [135] (ver “Producción eficiente y rentable”). En
general es posible obtener el máximo rendimiento de un cultivo único
plantándolo solo –en un monocultivo. Pero si bien un monocultivo puede
permitir el alto rendimiento de un solo cultivo, no produce nada más que sea
útil para el agricultor [136].
En todo caso, debido al daño que ha causado la agricultura convencional,
usualmente se requiere un periodo de transición para recuperar la tierra de
manera que dé todos los beneficios de la agricultura sustentable. Después de
que el sistema se recupera, se obtienen rendimientos comparables o
mayores. Con la agricultura tradicional, de bajos insumos, la conversión a
propuestas sustentables normalmente va a acompañada de un aumento
inmediato de los rendimientos.
De hecho, en la mayoría de los países la mera reducción del tamaño
promedio de las fincas estimularía el aumento de la producción muy por
encima de las proyecciones más optimistas de la industria biotecnológica para
los cultivos transgénicos. Las granjas pequeñas son más productivas, más
eficientes y contribuyen más al desarrollo económico que las grandes fincas
características del monocultivo convencional [136]. Los pequeños agricultores
también administran mejor los recursos naturales.
La investigación en todo el mundo demuestra que las fincas más pequeñas
son de dos a diez veces más productivas por hectárea que los
establecimientos rurales grandes, que tienden a ser vastos monocultivos
ineficientes. El aumento de la productividad se logra utilizando propuestas
tecnológicas basadas en principios agroecológicos que ponen énfasis en la
diversidad, la sinergía, el reciclado y la integración; y los procesos sociales
que ponen énfasis en la participación y el empoderamiento de la comunidad.
Como la dimensión promedio de las fincas usualmente está dentro de la franja
más ineficaz, que es la mayor, una reforma agraria genuina ofrece la
oportunidad de aumentar la producción a la vez de reducir la pobreza.
Logros destacados en países en desarrollo
El éxito de la agricultura sustentable ha sido demostrado concretamente en un
examen de 208 proyectos e iniciativas de 52 países [130]. Aproximadamente
8,98 millones de agricultores han adoptado prácticas de agricultura
sustentable en 28,92 millones de hectáreas en África, Asia y América Latina.
Datos fehacientes de cambios en el rendimiento de 89 proyectos demuestran
que los agricultores han logrado aumentos importantes en la producción de
alimentos por hectárea, de entre 50% y 100% para los cultivos pluviales, si
bien considerablemente mayor en algunos pocos casos, y de 5% a 10% para
los cultivos regadíos (si bien en general comenzando de una base mayor de
rendimiento absoluto). Esos proyectos incluyeron sistemas orgánicos tanto
certificados como no certificados, y sistemas integrados así como casi
orgánicos. En todos los casos en los que se dispuso de datos fehacientes
hubo aumentos de la productividad por hectárea en los cultivos alimenticios y
se conservaron los rendimientos existentes en los cultivos de fibra [133].
A continuación brindamos algunos ejemplos específicos del aumento de los
rendimientos:
* Sistemas de conservación de sol y agua en tierras secas de Burkina Faso
han transformado tierras anteriormente degradadas. La familia promedio ha
pasado de tener un déficit de cereales de 644 kg. por año (equivalentes a 6,5
meses de escasez de alimentos), a producir un excedente anual de 153 kg.
* A través del Proyecto Cheha de Fomento Rural Integrado (Cheha Integrated
Rural Development Project) en Etiopía, alrededor de 12.500 hogares han
adoptado la agricultura sustentable, lo que tuvo como resultado un aumento
del 60% en el rendimiento de los cultivos.
* En Madagascar, un sistema de intensificación del arroz ha mejorado los
rendimientos de aproximadamente 2 t./ha. a 5, 10 o 15 t./ha., sin recurrir al
uso de plaguicidas o fertilizantes comprados.
* En Sri Lanka, alrededor de 55.000 hogares en aproximadamente 33.000
hectáreas han adoptado la agricultura sustentable, con reducciones
importantes en el uso de insecticidas. Los rendimientos han aumentado entre
12 y 44% para el arroz y entre 7 y 44% para los vegetales.
* 45.000 familias de Honduras y Guatemala han aumentado los rendimientos
de sus cultivos de 400-600 kg./ha. a 2.000-2.500 kg./ha. utilizando abonos
verdes, cultivos de cobertura, franjas de pasto en curvas de nivel, labranza en
hileras, muros de piedra y abono de animales.
Los Estados de Santa Catarina, Paraná y Rio Grande do Sul, en la región sur
de Brasil, se han abocado a la conservación del suelo y el agua utilizando
barreras de pasturas en curvas de nivel, arado de contorno y abonos verdes.
Los rendimientos de maíz han aumentado un 67%, de 3 a 5 t./ha., y la soja un
68% de 2,8 a 4,7 t./ha.
Las regiones montañosas de Bolivia son una de las zonas del mundo donde
cuesta más el crecimiento de los cultivos. A pesar de eso, los agricultores han
aumentado los rendimientos de papa al triple, en especial por el uso de
abonos verdes para enriquecer el suelo.
Otros estudios de caso de las prácticas orgánicas y agroecológicas
demuestran aumentos drásticos en los rendimientos así como beneficios para
la calidad del suelo, la reducción de plagas y enfermedades y una mejora
general del sabor y el contenido nutritivo [13]. Por ejemplo:
* En Brasil, el uso de abonos verdes y de cultivos de cobertura aumentó los
rendimientos de maíz en 20-250%.
* En Tigray, Etiopía, los rendimientos de los cultivos de parcelas con compost
fueron de 3 a 5 veces más elevados que los tratados únicamente con
productos químicos.
* Las fincas de Nepal que adoptaron prácticas agroecológicas tuvieron un
aumento del 175% en la producción.
* En Perú, la recuperación de las tradicionales terrazas incas ha producido
aumentos del 150% para una serie de cultivos de montaña. Los agricultores
pueden producir abundantes cultivos a pesar de las inundaciones, las sequías
y las heladas funestas, comunes en altitudes de casi 4.000 metros [135].
* Proyectos de Senegal en los que participaron 2.000 agricultores
promovieron la cría de ganado en establo, sistemas de fabricación de
compost, abonos verdes, sistemas de recolección de agua y fosfato de roca.
Los rendimientos de mijo y maní aumentaron drásticamente, entre 75 y 195%
y 75 y 165% respectivamente. Debido a que los suelos tienen mayor
capacidad de retención de agua, las fluctuaciones de los rendimientos son
menos pronunciadas entre los años de lluvias abundantes y escasas.
* En Santa Catarina, Brasil, se ha puesto la atención en la conservación del
suelo y el agua, utilizando barreras de pasturas en curvas de nivel, arado de
contorno y abonos verdes. Alrededor de 60 especies de cultivos diferentes,
leguminosos y no leguminosos, han sido intercalados o plantados durante los
periodos de barbecho. Dichos cultivos han tenido efectos importantes en los
rendimientos, la calidad del suelo, los niveles de actividad biológica y la
capacidad de retención del agua. Los rendimientos del maíz y la soja
aumentaron 66%.
* En Honduras, las prácticas de conservación del suelo y los fertilizantes
orgánicos han triplicado o cuadruplicado los rendimientos.
La plantación de porotos de mucuna ha mejorado el rendimiento de los
cultivos en laderas de montaña empinadas y fácilmente erosionables, con
suelos agotados, de Honduras [137]. Los agricultores plantan primero
mucuna, que produce un crecimiento vigoroso que ahoga a las malezas.
Cuando se cortan los porotos, se planta maíz en el pajote resultante.
Posteriormente, los porotos y el maíz crecen juntos. Muy rápidamente, a
medida que el suelo mejora, los rendimientos se duplican e incluso triplican
(ver “Mejores suelos”). La razón es que la mucuna produce gran cantidad de
materia orgánica, creando suelos ricos, friables. También produce su propio
fertilizante, fijando nitrógeno atmosférico (N) y almacenándolo en el suelo
para otras plantas.
Esta tecnología sencilla también ha sido adoptada en Nicaragua, donde más
de 1.000 campesinos recuperaron tierra degradada en la cuenca de San Juan
en tan solo un año. Esos agricultores han reducido el uso de fertilizantes
químicos de 1.900 a 400 kg. por hectárea, a la vez que aumentaron los
rendimientos de 700 a 2.000 kg. por hectárea. Sus costos de producción son
aproximadamente 22% más bajos que los de los agricultores que utilizan
fertilizantes químicos y monocultivos [135].
El fósforo (P) es el nutriente más importante (después del nitrato) del cual con
gran frecuencia carecen los suelos del África tropical. A diferencia del N, el P
no puede incorporarse al suelo por fijación biológica. Por lo tanto, la
disponibilidad de P a partir de fuentes orgánicas e inorgánicas es fundamental
para maximizar y mantener un alto potencial productivo de los cultivos.
Estudios en la región occidental de Kenya compararon los efectos de los
fertilizantes orgánicos e inorgánicos [138]. Los científicos concluyeron que
podrían lograrse rendimientos razonables del maíz en sistemas a pequeña
escala utilizando cantidades adecuadas de materia orgánica de alta calidad
como fuente de P.
Comparaciones en países industrializados
La agricultura orgánica también se compara favorablemente con el
monocultivo convencional de los países industrializados. Un análisis de los
resultados de investigaciones de siete universidades diferentes de los
Estados Unidos y datos de dos centros de investigación a lo largo de 10 años,
replicados científicamente, demuestra que los rendimientos por cultivo de los
sistemas orgánicos y el monocultivo convencional, son comparables [130].
Soja: datos de cinco Estados con 55 estaciones de crecimiento demostraron
que los rendimientos de los cultivos orgánicos eran el 94% de los
convencionales.
Trigo: dos instituciones con experiencias de cultivo de 16 años demostraron
que el rendimiento del trigo orgánico era el 97% de los cultivos
convencionales.
Tomates: 14 años de investigación comparativa de tomates no arrojaron
diferencias en materia de rendimiento.
Vasilikiotis analizó estudios recientes comparando la productividad de las
prácticas orgánicas con la agricultura convencional [140], incluidos los
estudios de los Sistemas de Agricultura Sustentable (SAFS, en inglés) y de
Rodale, discutidos más adelante, y concluyó que “las prácticas de agricultura
orgánica pueden producir mayores rendimientos que los métodos
convencionales”. Además, “una conversión mundial a la producción orgánica
tiene el potencial de aumentar los niveles de producción de alimentos –sin
mencionar que se revertiría la degradación de los suelos agrícolas– e
incrementar la fertilidad y salud del suelo”.
Los resultados de los primeros 15 años de un experimento a largo plazo y en
gran escala realizado por el Instituto Rodale demostró que después de un
período de transición de cuatro años, los cultivos que crecen en sistemas
orgánicos (basados en animales y vegetales) tuvieron un rendimiento similar y
a veces mejor que los cultivos convencionales [141]. Además, los sistemas
orgánicos superaron en rendimiento al sistema convencional cuando las
condiciones estuvieron por debajo de lo óptimo, por ejemplo en época de
sequía (ver “Mejores suelos”).
Los rendimientos iniciales más bajos se atribuyeron en parte a la insuficiente
disponibilidad de N, al tiempo que le lleva a la actividad microbiana del suelo
para estabiliza rse (los suelos generalmente contenían un total de N suficiente
pero no todavía en una forma utilizable) y al mayor crecimiento de malezas.
Todo eso pudo resolverse mediante un manejo apropiado y se le dio tiempo al
sistema para que se ajustara al cambio a la agricultura orgánica. Un estudio
de cuatro años, parte del proyecto más amplio y a más largo plazo del SAFS
en la Universidad de California, en Davis, comparó los sistemas de agricultura
convencional y alternativa para los tomates [142]. Los resultados indicaron
que la producción orgánica y de bajos insumos externos obtuvo rendimientos
comparables a los de los sistemas convencionales. La disponibilidad de N fue
el factor de limitación del rendimiento más importante en los sistemas
orgánicos, pero pudo resolverse con un manejo adecuado. Al agregarse N,
asociado con elevados insumos de carbono, se creó materia orgánica en el
suelo, con lo cual se incrementó la fertilidad en el largo plazo. Finalmente, los
niveles de materia orgánica del suelo se estabilizaron y requirieron menos
insumo de N.
Los resultados de los primeros ocho años del proyecto SAFS demostraron
que los sistemas orgánicos y de bajos insumos tuvieron rendimientos
comparables a los de los sistemas convencionales en todos los cultivos
sometidos a prueba –tomate, alazor (safflower), maíz y frijoles– y, en algunos
casos, los rendimientos fueron mayores que los de los sistemas
convencionales [143]. Los rendimientos del tomate en los sistemas orgánicos
fueron menores en los primeros tres años, pero luego se igualaron a los del
sistema convencional, superándolo en el último año del experimento (80 t./ha.
comparado con 68 t./ha. en 1996). Tanto los sistemas orgánicos como de
bajos insumos externos aumentaron el contenido de carbono orgánico del
suelo y almacenaron nutrientes, elementos fundamentales para la fertilidad
del suelo a largo plazo.
Cuando los niveles de materia orgánica del suelo se estabilizaron en los
últimos dos años del experimento, dando como resultado mayor disponibilidad
de N, se observó un aumento de los rendimientos de los cultivos orgánicos.
Se comprobó que los sistemas orgánicos eran más rentables en el caso del
maíz y del tomate, principalmente debido al mayor precio pagado por
productos de alta calidad.
Otro experimento comparó papas y maíz dulce orgánico y convencional
durante tres años [144]. No hubo diferencias en cuanto a rendimiento y
contenido de vitamina C en las papas. Una variedad del maíz convencional
tuvo mayor producción que la variedad orgánica, pero ésta no tuvo diferencia
con las otras variedades convencionales en cuanto al rendimiento o al
contenido de vitamina C o E del grano del maíz. Los resultados sugieren que
la aplicación a largo plazo de compost produce un aumento de la fertilidad del
suelo y un crecimiento equiparable de la planta.
16
Mejores suelos
Conservación del suelo
La mayoría de las prácticas agrícolas sustentables reducen la erosión del
suelo y mejoran su estructura física, el contenido de materia orgánica, la
capacidad de captación de agua y el equilibrio de los nutrientes. En las tierras
ya fértiles se mantiene la fertilidad del suelo, y ésta logra recuperarse en las
tierras degradadas.
Un buen ejemplo es el de los agricultores de los límites del Sahara, en
Nigeria, Níger, Senegal, Burkina Faso y Kenia, que hacen una agricultura
productiva sin destruir los suelos, aún en zonas secas. La agricultura
integrada, los cultivos mixtos y los métodos tradicionales de conservación del
suelo y el agua están aumentando en varias veces la producción per cápita de
alimentos [145, 146].
Los sistemas de agricultura sustentable ayudan a conservar y mejorar el
recurso más precioso de los agricultores: la superficie del suelo. Para
contrarrestar los problemas de endurecimiento, pérdida de nutrientes y
erosión, los agricultores orgánicos del Sur utilizan árboles, arbustos y
legumbres para estabilizar y alimentar el suelo, abono animal y compost para
añadir nutrientes, y construcción de terrazas o presas de contención para
impedir la erosión y conservar el agua subterránea [131].
Restableciendo la fertilidad del suelo
La plantación de porotos mucuna en América Latina ha restaurado la fertilidad
de suelos agotados [137]. La mucuna produce 100 toneladas de materia
orgánica por hectárea, creando suelos ricos y friables en unos pocos años.
Produce su propio fertilizante con la fijación de N atmosférico, que luego
permanece en el suelo para ser utilizado por otras plantas. Cuando el suelo
mejora, los rendimientos se duplican y hasta triplican. Uno de los ensayos
agrícolas en curso de más larga data de que se tenga registro (más de 150
años) es el experimento Broadbalk en la Estación Experimental de
Rothamsted. Los ensayos comparan un sistema agrícola fertilizado con abono
animal con un sistema fertilizado con productos químicos sintéticos. Los
rendimientos de trigo son en promedio levemente mayores en las parcelas
fertilizadas orgánicamente que en las parcelas que reciben fertilizantes
químicos. Y lo que es más importante, la fertilidad del suelo, medida en
niveles de materia orgánica y nitrógeno en el suelo aumentó 120% a lo largo
de 150 años en las parcelas orgánicas, comparado con solamente un
aumento del 20% en las parcelas fertilizadas químicamente [147].
Otro estudio comparó las características ecológicas y la productividad de 20
fincas rurales comerciales en California [148]. Los rendimientos del tomate
fueron bastante similares en las fincas orgánicas y convencionales. El daño
por plagas de insectos fue también similar. Donde sí se encontraron
diferencias importantes fue en los indicadores de salud del suelo, como el
potencial de mineralización del N y la abundancia y diversidad microbiana,
que fueron mayores en las fincas orgánicas. El potencial de mineralización del
N fue tres veces mayor en las fincas orgánicas que en las convencionales.
Las fincas orgánicas también tenían un 28% más de carbono orgánico. El
aumento de la salud del suelo tuvo como resultado una disminución
considerable de la incidencia de las enfermedades. La severidad de la
enfermedad más frecuente del estudio, la enfermedad de la pudrición
acorchada de la raíz, fue significativamente más baja en las fincas orgánicas.
Mejorando la ecología del suelo
El experimento en curso de más años en el mundo –que compara la
agricultura orgánica con la convencional– estableció que la primera daba muy
buenos resultados [149, 150]. El estudio suizo que ya lleva 21 años, descubrió
que los suelos tratados con abono eran más fértiles y producían más cultivos
para un determinado insumo de nitrógeno u otro fertilizante.
El mayor beneficio fue que mejoró la calidad del suelo cultivado
orgánicamente. Los suelos orgánicos tenían hasta 3,2 veces más biomasa y
abundancia de lombrices, el doble de artrópodos (predadores importantes e
indicadores de la fertilidad del suelo) y 40% más hongos de micorrizas
colonizando las raíces vegetales. Los hongos micorrizas ayudan a las raíces a
obtener más nutrientes y agua del suelo [151]. La creciente diversidad de las
comunidades microbianas en suelos orgánicos transformó el carbono de los
deshechos orgánicos en biomasa con menores costos energéticos, creando
una mayor biomasa microbiana.
De ahí que una comunidad microbiana más diversa sea más eficiente en la
utilización de los recursos. Se supone que el aumento de la fertilidad del suelo
y la mayor biodiversidad de los suelos orgánicos reducen la dependencia de
insumos externos y brindan beneficios ambientales a largo plazo.
Los experimentos de campo realizados en tres fincas de verduras orgánicas y
tres fincas convencionales en 1996-1997, examinaron los efectos de los
fertilizantes sintéticos y enmiendas alternativas del suelo, en especial el
compost [152]. Las densidades Propagule de las especies Trichoderma
(hongos benéficos del suelo que son agentes de control biológico de hongos
patógenos para las plantas) y microorganismos termofílicos (un constituyente
importante de lo que era el Actinomycetes, que domina a la Phytophthora)
fueron mayores en suelos orgánicos. En contraste, las densidades de
Phytophthora y Pythium (ambas plantas patógenas) fueron menores en
suelos orgánicos.
Si bien el estudio registró mayor cantidad de bacterias entéricas en suelos
orgánicos, los científicos subrayaron que eso no era un problema, ya que los
índices de supervivencia en el suelo son mínimas. (Los críticos de la
agricultura orgánica señalan falsamente los posibles efectos sobre la salud de
la utilización de estiércol como abono. Pero el estiércol no tratado no está
permitido en la agricultura orgánica certificada, y el estiércol tratado (conocido
ampliamente como compost) es seguro –por eso es utilizado en la agricultura
orgánica. A diferencia de los regímenes convencionales (donde podría
utilizarse estiércol no tratado), los organismos de certificación orgánica
inspeccionan las fincas rurales para asegurar el cumplimiento de las normas
[153].
Se observaron pocas diferencias significativas entre los rendimientos de los
suelos con sistemas de reparación alternativos y los de los suelos con
fertilizantes sintéticos, independientemente del sistema de producción. En
1997, cuando todos los productores plantaron tomates, los rendimientos
fueron mayores en las fincas que tenían una historia de producción orgánica,
independientemente del tipo de reparación del suelo, debido a los beneficios a
largo plazo de las prácticas de reparación orgánica. Las concentraciones
minerales fueron mayores en los suelos orgánicos y la calidad del suelo en las
fincas convencionales mejoró sustancialmente por el fertilizante orgánico. Los
investigadores concluyeron que “los datos que hemos recogido no sustentan
el argumento [de los críticos] de que la agricultura orgánica equivale a una
agricultura de bajo rendimiento” (pág. 158).
Mejora de la calidad general del suelo, evitando la pérdida de cosechas
en época de sequía
El estudio de 15 años llevado a cabo por el Instituto Rodale comparó tres
agroecosistemas de maíz/soja [141, 154, 155]. Uno era un sistema
convencional en el que se utilizó fertilizantes y plaguicidas con N mineral. Los
otros dos sistemas fueron manejados de manera orgánica. Uno se trató a
base de abono animal, donde el pasto y las legumbres, cultivados como parte
de la rotación de un cultivo, estaban destinados a alimentar ganado. El abono
animal brindaba N para la producción de maíz. El otro sistema no tenía
ganado pero se incorporaron al suelo cultivos leguminosos de cobertura como
fuente de N.
Se encontró que las técnicas orgánicas mejoraban significativamente la
calidad del suelo, medido por su estructura, la materia orgánica total del suelo
(una medida de la fertilidad del suelo) y la actividad biológica [141]. La
estructura mejorada del suelo creó también un mejor ambiente en la zona de
la raíz para las plantas cultivadas y permitió que el suelo absorbiera mejor y
retuviera humedad. Aparte del beneficio en los periodos de escasez de
lluvias, redujo el potencial de erosión en las tormentas severas.
Los suelos orgánicos demostraron un mayor nivel de actividad microbiana y
una mayor diversidad de microorganismos. Esos cambios a largo plazo en las
poblaciones del suelo podrían contribuir a la salud de las plantas y es posible
que favorezcan la forma en que nutrientes tales como el carbono y el
nitrógeno pueden ser utilizados por las plantas y se reciclen en el suelo.
Increíblemente, en 10 años, los rendimientos promedio del maíz tuvieron
menos de un 1% de diferencia entre los tres sistemas, que fueron casi
igualmente rentables [154, 155]. Los dos sistemas orgánicos demostraron
cada vez mayor presencia de N, mientras que los niveles de N se redujeron
en el sistema convencional. Esto indica que los sistemas orgánicos son más
sustentables en el largo plazo, en términos de productividad [141].
Los sistemas de producción de soja también fueron muy productivos,
logrando 40 fanegas por acre [1 fanega=36,367dm3/ lts.) En 1999, durante
una de las peores sequías de la historia, el rendimiento de la soja orgánica
fue de 30 fanegas por acre, comparado con solamente 16 fanegas por acre
de soja cultivada de manera convencional. Las prácticas orgánicas no
solamente favorecieron que el suelo mantuviera la humedad de manera más
eficiente que el suelo manejado convencionalmente, sino que el mayor
contenido de materia orgánica también hizo que el suelo orgánico estuviera
menos compacto y que así las raíces pudieran penetrar más profundamente
hasta encontrar humedad.
Los resultados subrayaron los beneficios que brinda la agricultura orgánica
para la calidad del suelo y su potencial para evitar la pérdida de cosechas.
“Nuestros ensayos demuestran que mejorar la calidad del suelo a través de
prácticas orgánicas puede ser la diferencia entre tener una cosecha y sufrir
penurias en épocas de sequía”, dijo Jeff Moyer, Administrador Agrícola del
Instituto Rodale [156].
17
Un ambiente más limpio
Menos insumos químicos, menos lixiviación y escorrentía
Los sistemas agrícolas sustentables que no utilizan plaguicidas o herbicidas
químicos, o utilizan muy poco, claramente cumplen un beneficio para el
ambiente (ver la próxima sección). Los sistemas agrícolas convencionales,
además, se asocian a menudo con problemas tales como la lixiviación de
nitrato y la contaminación del agua subterránea.
La aplicación de fertilizantes con fósforo por encima de las necesidades de la
planta provocan la acumulación de P en la cubierta del suelo y un aumento de
la pérdida del agua de la superficie. La eutroficación del agua es uno de los
resultados más demoledores de la contaminación de N y P.
Las altas concentraciones de nutrientes estimulan la aparición de algas, que
bloquean la luz del sol con lo cual provocan la muerte de la vegetación
acuática, destruyendo así hábitats, alimentos y refugios valiosos para la vida
acuática. Cuando las algas mueren y se descomponen, el oxígeno se agota,
en detrimento de la vida acuática.
En el Valle del Sacramento, California, desde 1994 a 1998 se evaluaron
cuatro sistemas agrícolas –orgánico, de bajos insumos, convencional con
cuatro años de rotación y convencional con dos años de rotación– para
tomates y maíz [157]. Los sistemas orgánicos y de bajos insumos
demostraron tener, respectivamente,112% y 36% más de reservas de N
potencialmente mineralizable que los sistemas convencionales. Sin embargo,
como utilizaban cultivos de cobertura hubo una liberación más lenta y
continua de N mineral a lo largo de la época de crecimiento.
En contraste, los sistemas convencionales proporcionaron N mineral en
intervalos a partir de fertilizantes sintéticos, y los índices de mineralización del
N fueron 100% mayores que en el sistema orgánico y 28% mayores que en el
sistema de bajos insumos externos. Esto implicó que en los sistemas
convencionales había más probabilidades de lixiviación del N y de problemas
de contaminación asociados.
Los rendimientos promedio del tomate y el maíz para un período de cinco
años no fueron sustancialmente diferentes entre los distintos sistemas
agrícolas. Los investigadores concluyeron que el menor potencial de riesgo de
lixiviación del N por las tasas inferiores de mineralización del N en el sistema
agrícola orgánico y en el de bajos insumos externos parecen mejorar la
sustentabilidad agrícola y la calidad ambiental a la vez que sus rendimientos
se mantienen similares a los de los sistemas convencionales.
El estudio suizo de 21 años [149, 150] también evaluó hasta qué punto las
prácticas agrícolas orgánicas afectarían la acumulación del P total y existente
en el suelo, en comparación con las prácticas convencionales [158]. Se
tomaron muestras de suelo de un control no fertilizado, dos tratamientos
cultivados de manera convencional y dos tratamientos cultivados de manera
orgánica.
Los gastos anuales promedio de P de los sistemas agrícolas orgánicos fueron
negativos para cada uno de los períodos de rotación y para los 21 años de
experimentación en el terreno. Esto indica que la eliminación de P por
productos cosechados excedió el insumo de P por fertilizantes. El suelo
cultivado convencionalmente, que recibió fertilizantes minerales y abono de la
propia finca, demostró un gasto positivo en las tres rotaciones. Además, la
disponibilidad de P inorgánico en la superficie del suelo disminuyó
notoriamente en todos los tratamientos durante el ensayo de campo salvo en
el tratamiento convencional. Así, el potencial de contaminación de P de los
sistemas orgánicos se redujo.
Los ensayos de 15 años llevados a cabo por el Instituto Rodale demostraron
que el sistema convencional tenía mayores impactos ambientales –60% más
de nitrato lixiviado en el agua subterránea durante un periodo de cinco años
que en los sistemas orgánicos [154-155]. Los suelos del sistema convencional
también presentaron niveles relativamente elevados de carbono soluble en
agua, por lo tanto propenso a lixiviarse. Las mejores tasas de infiltración de
agua de los sistemas orgánicos los hicieron menos vulnerables a la erosión y
disminuyeron las probabilidades de contribuir a la contaminación del agua por
la escorrentía de superficie.
18
Reducción de plaguicidas sin
aumento de plagas
Menos plaguicidas
La agricultura orgánica prohíbe la aplicación reiterada de plaguicidas. Según
la Asociación del Sue lo, en el Reino Unido se permiten aproximadamente 430
ingredientes activos de plaguicidas sintéticos en la agricultura no orgánica,
comparado con siete en la agricultura orgánica. Los plaguicidas utilizados en
la agricultura orgánica pueden ser utilizados solamente como último recurso
para el control de plagas, cuando fallen otros métodos. Son productos
químicos naturales o simples que se degradan rápidamente. Tres de ellos
requieren además autorización para su uso.
Muchos proyectos de agricultura sustentable informan que después de
adoptar el manejo integrado de plagas se reduce en gran medida la utilización
de plaguicidas. En Vietnam, los agricultores han bajado la cantidad de
aspersiones de 3,4 a 1,0 por estación; en Sri Lanka de 2,9 a 0,5 por estación,
y en Indonesia de 2,9 a 1,1 por estación. En términos generales, en el
sudeste asiático, 100.000 pequeños productores de arroz que realizan un
manejo integrado de plagas aumentaron sustancialmente los rendimientos a
la vez que eliminaron el uso de plaguicidas [130].
Control de plagas sin plaguicidas y sin pérdida de cultivos
Como en los procedimientos orgánicos no pueden utilizarse plaguicidas
sintéticos, los críticos aducen que aumentarían las pérdidas por plagas. Sin
embargo, la investigación de la producción de tomate californiano contradijo
este argumento [159]. No hubo una diferencia significativa en el grado de
perjuicio ocasionado por plagas en 18 fincas rurales comerciales, la mitad de
las cuales eran sistemas orgánicos certificados y la otra mitad, actividades
convencionales. El promedio de la biodiversidad de artrópodos fue un tercio
mayor en las fincas orgánicas que en las fincas convencionales. No hubo
diferencias importantes entre los dos sistemas en cuanto a la abundancia de
herbívoros (plaga).
Sin embargo, los enemigos naturales de las plagas fueron más abundantes
en las fincas orgánicas, donde hubo mayor riqueza de especies de todos los
grupos funcionales (herbívoros, predadores, parasitoides). Así, una especie
particular de plaga en las fincas orgánicas estaría asociada con una mayor
variedad de herbívoros (es decir, se diluiría) y sujeta a control por una
variedad más amplia y una mayor abundancia de parasitoides y predadores
potenciales.
Al mismo tiempo, la investigación revela que es posible realizar el control de
plagas sin plaguicidas, revirtiendo realmente la pérdida de cultivos. En África
del este, el maíz y el sorgo enfrentan dos grandes plagas –el barrenador del
tallo y la Striga, una planta parásita. En los márgenes de la finca se plantan
“cultivos trampa”, como la gramínea Napier y la gramínea de Sudán, que
atraen al barrenador del tallo. Las plagas quedan atrapadas pues la gramínea
produce una sustancia pegajosa que mata a la larva del barrenador del tallo
[160]. Intercalados con los cultivos se planta desmodio plateado (Desmodium
uncinatum) y dos leguminosas: silverleaf y greenleaf. Las leguminosas ligan el
N, enriqueciendo el suelo. El Desmodium también repele a los barrenadores
del tallo y a la Striga.
En 1995 comenzó un proyecto en Bangladesh para promover medios no
químicos de control de plagas en el arroz, basados en los enemigos naturales
y en la capacidad de la planta del arroz para compensar los daños
provocados por el insecto. No ha habido impactos negativos en materia de
rendimiento [161]. Por el contrario, los agricultores que no utilizan insecticidas
tienen habitualmente mayores rendimientos que los que utilizan insecticidas.
Como los participantes del proyecto también modificaron otras prácticas
además de abandonar los insecticidas, no puede decirse que el aumento del
rendimiento se deba enteramente a la ausencia de insecticidas. No obstante,
demuestra que los insecticidas no son necesarios para obtener aumentos en
el rendimiento. Los participantes del proyecto obtienen ganancias netas
mayores que los que utilizan insecticidas: el promedio de ganancias netas en
1998 para los participantes fue de 5.373 takas (US$ 107) por agricultor por
estación, comparado con 3.443 takas (US$ 69) de los que utilizaban
insecticidas.
Otros beneficios de evitar el uso de plaguicidas
Además del beneficio obvio de no utilizar plaguicidas peligrosos, los
investigadores coreanos han informado que la no utilización de plaguicidas en
los arrozales favorece el desarrollo de la carpa oriental (Misgurnus mizolepis),
que efectivamente controla los mosquitos que diseminan la malaria y la
encefalitis japonesa [162]. Los campos en los que no se utilizaron plaguicidas
tenían una mayor variedad de insectos. No obstante, los peces son
predadores voraces de las larvas de mosquito.
En Japón, un agricultor orgánico innovador ha sido el iniciador de un sistema
de cultivo del arroz que convierte a las malezas y plagas en recursos para
criar patos [163]. Los patos comen insectos plagas y el caracol dorado
(Pomacea canaliculata) que ataca las plantas del arroz, y también comen las
semillas y plántulas de las malezas. Utilizando sus patas para desenterrar las
plántulas de las malezas, los patos ventilan el agua y ofrecen estimulación
mecánica para que los tallos se fortalezcan y sean fértiles.
Esta práctica ha sido adoptada por unos 10.000 agricultores de Japón, y por
agricultores de Corea del Sur, Vietnam, Filipinas, Laos, Camboya, Tailandia y
Malasia. Numerosos agricultores aumentaron su rendimiento entre 20% y
50% o más en el primer año. Un agricultor de Laos llegó a triplicar sus
ingresos.
Sistemas como esos, que son característicos de propuestas agrícolas
sustentables, hacen uso de las complejas interacciones entre diferentes
especies y demuestran la importancia que tiene la relación entre la
biodiversidad y la agricultura (ver el capítulo siguiente).
Los beneficios para la salud al evitar los plaguicidas se discuten brevemente
en “Orgánicos por la salud”.
19
Apoyando y utilizando la diversidad
La biodiversidad agrícola es crucial para la seguridad alimentaria
Mantener la biodiversidad agrícola es vital para la seguridad alimentaria a
largo plazo. Pimbert estudió las múltiples funciones de la biodiversidad
agrícola y su importancia para las formas de vida y el sustento rural [164]. La
biodiversidad agrícola contribuye a la seguridad alimentaria y al sustento, a la
producción eficiente, a la sustentabilidad ambiental y al desarrollo rural;
regenera los sistemas alimentarios locales y las economías rurales. Las
poblaciones rurales tienen formas de vida y sustento dinámicas y complejas,
que generalmente dependen de una diversidad de especies vegetales y
animales, tanto silvestres como domesticadas. La diversidad dentro de las
especies (es decir, las variedades o razas criollas de los agricultores) también
es importante entre las especies domesticadas para la producción de cultivos
y ganado, y es el resultado de la innovación de las poblaciones rurales. Esa
diversidad agrícola es un seguro fundamental contra el brote de
enfermedades en los cultivos y el ganado, y mejora la resiliencia a largo plazo
de las formas de vida y sustento rurales frente a las tendencias adversas o a
las perturbaciones.
La biodiversidad agrícola está cada vez más en peligro por la adopción de
cultivares y variedades uniformes de alto rendimiento en el monocultivo
“moderno”. Los debates en una reunión de la FAO realizada en 2002 “La
biodiversidad y el enfoque ecosistémico en la agricultura, el manejo del
bosque y la pesca” (Biodiversity a nd the Ecosystem Approach in Agriculture,
Forestry and Ficheries) subrayaron las interconexiones que existen entre la
biodiversidad y la agricultura [165]. Se dieron ejemplos específicos de cómo
las innovaciones de los agricultores mejoran la biodiversidad así como de la
importancia de la biodiversidad para la agricultura. Un documento evaluó 16
estudios de caso de 10 países de Asia, América Latina, Europa y África,
demostrando cómo la agricultura orgánica aumenta la diversidad de recursos
genéticos para la alimentación y la agricultura [166]. En todos los casos
existe una relación estrecha entre los sistemas orgánicos y el mantenimiento
de la biodiversidad, por un lado, y la mejora de las condiciones
socioeconómicas de los agricultores por el otro.
Los estudios de caso de un sistema agrícola orgánico basado en la
comunidad en Bangladesh, el cultivo ladang de especies orgánicas en
Indonesia y la producción de café orgánico en México demuestran cómo el
manejo tradicional y basado en la comunidad puede rehabilitar ecosistemas
agrarios abandonados y degradados. Esos sistemas de policultivos se
caracterizan por tener ecosistemas altamente diversificados y biodiversidad
agrícola, que ofrece no solamente alimentos sino también otros servicios para
la comunidad. Los estudios de caso del cultivo de cacao orgánico en México y
de algodón orgánico pigmentado naturalmente en Perú, son ejemplos de los
buenos resultados de la agricultura orgánica que ha contribuido a la
conservación in situ y a la utilización sustentable de centros de diversidad, a
la vez que brinda beneficios económicos para las comunidades locales.
Ha sido la agricultura orgánica la que ha salvado de la extinción a especies y
variedades tradicionales y subutilizadas de Perú (quinua libre de gluten), Italia
(grano Saraceno, poroto Zolfino, trigo farro (spelt)) e Indonesia (variedades
locales de arroz). Cuatro estudios de caso, de Alemania, Italia, Sudáfrica y
Brasil, ilustran cómo la agricultura orgánica ha recuperado numerosas
variedades y razas tradicionales que están mejor adaptadas a las condiciones
ecológicas locales y son resistentes a las enfermedades. Como concluyen los
autores, la agricultura orgánica contribuye a la conservación in situ, la
restauración y el mantenimiento de la biodiversidad agrícola.
Conservando y sustentando la biodiversidad
La agricultura sustentable desempeña otra función importante en la
conservación de la biodiversidad natural. Las fincas rurales orgánicas a
menudo exhiben mayor biodiversidad natural que las fincas convencionales,
con más árboles, una diversidad más amplia de cultivos y numerosos
predadores naturales diferentes, que controlan las plagas y ayudan a prevenir
las enfermedades [131].
Investigaciones realizadas en Colombia y México revelaron que había un 90%
menos de especies de pájaros en las plantaciones de café cultivadas al sol
que en las de café orgánico cultivado a la sombra, que imita el hábitat natural
del bosque [167].
El cultivo a la sombra está recomendado por las normas orgánicas ya que
aumenta la fertilidad del suelo, controla las plagas y enfermedades y amplía
las opciones de producción de cultivos. Otro estudio de la Fundación Británica
de Ornitología (BTO, en inglés) reveló que había densidades de reproducción
de la alondra (una especie en peligro de extinción) significativamente mayores
en fincas orgánicas que en fincas convencionales. La diversidad floral, que
también se ha visto amenazada por el creciente uso de herbicidas en la
producción agrícola, puede llegar a beneficiarse de sistemas orgánicos que
no permiten la utilización de herbicidas químicos. Estudios en Grecia e
Inglaterra demuestran que la diversidad y abundancia de flores es en efecto
mayor en los sistemas orgánicos que en los convencionales. Otros estudios
demuestran que los sistemas orgánicos tienen mayor diversidad y abundancia
de invertebrados.
Un informe de la organización británica Asociación de Suelos (Soil
Association) [168] estudió extensivamente los resultados de nueve estudios
(siete del Reino Unido, dos de Dinamarca), y resumió los resultados
fundamentales de otros catorce estudios sobre la biodiversidad sustentada en
la agricultura orgánica. El informe concluyó que la agricultura orgánica en
tierras bajas contiene un grado mayor de biodiversidad (tanto en abundancia
como en diversidad de especies) que los sistemas agrícolas convencionales,
en particular de especies que han mermado de manera significativa. Fue el
caso en especial de plantas silvestres en campos arables; de pájaros y la
reproducción de alondras; de invertebrados, particularmente artrópodos, que
constituyen el alimento de las aves; de mariposas benéficas; y de arañas. Las
fincas rurales orgánicas también demostraron una reducción importante de
áfidos plaga y ningún cambio en las mariposas plaga. La calidad del hábitat
fue más favorable en las fincas rurales orgánicas, tanto en términos de los
márgenes del campo como de los hábitats de los cultivos.
Se identificaron numerosas prácticas benéficas de la agricultura orgánica,
tales como rotaciones de los cultivos con praderas temporales, siembra mixta
de primavera y otoño, pastos más permanentes, no aplicación de herbicidas o
plaguicidas sintéticos, y utilización de abono verde. Esas prácticas pueden
revertir la tendencia a la pérdida de biodiversidad asociada a la agricultura
convencional. En general, las mejoras de la biodiversidad se encontraron
tanto en las zonas cultivadas como en los márgenes del campo. El informe
también indicó que probablemente los beneficios más importantes se dan en
las zonas de montaña.
La menor aplicación de agroquímicos en la agricultura orgánica y sustentable,
o directamente su no utilización, también permitirá que prosperen especies de
plantas silvestres, entre las cuales hay un número creciente de hierbas que
son utilizadas en medicinas tradicionales. La Organización Mundial de la
Salud estima que entre el 75% y 80% de la población mundial utiliza plantas
medicinales, sea en parte o enteras, para la atención de la salud. Algunas de
esas especies de plantas silvestres están en vías de extinción y es necesario
concertar esfuerzos para su conservación local, a la vez de asegurar que su
recolección en estado silvestre sea sustentable y continúe contribuyendo al
sustento de las poblaciones locales [169]. Las plantas y animales silvestres
también forman parte de un repertorio importante de alimentos y medicinas
para numerosas comunidades agrícolas [164].
La diversidad aumenta la productividad agrícola
La biodiversidad es parte importante e integral de las propuestas de
agricultura sustentable. Cada especie de un agroecosistema es parte de una
red de relaciones ecológicas conectadas por flujos de energía y materiales.
En este sentido, los distintos componentes de la agrobiodiversidad son
polifuncionales y contribuyen a la resiliencia de los sistemas de producción a
la vez que ofrecen servicios ambientales, si bien algunas especies pueden
desempeñar importantes funciones de estimulación [164]. Entre los múltiples
servicios ambientales que brinda la biodiversidad agrícola figuran la
descomposición de la materia orgánica del suelo, el ciclo de los nutrientes,
eficiencia en la producción y el rendimiento de la biomasa, conservación del
suelo y el agua, control de plagas, polinización y dispersión, conservación de
la biodiversidad, funciones climáticas, ciclo del agua e influencia en la
estructura del paisaje.
Las pruebas empíricas de un estudio comenzado en 1994 demuestran que los
ecosistemas biodiversos son dos o tres veces más productivos que los
monocultivos [170, 171]. En las parcelas experimentales, la biomasa tanto de
la superficie del suelo como la total aumentó significativamente con el número
de especies. Las parcelas con alta diversidad fueron bastante inmunes a la
invasión y el crecimiento de malezas, pero no ocurrió lo mismo con los
monocultivos y las parcelas con baja diversidad. Por consiguiente, los
sistemas biodiversos son más productivos ¡y también menos propensos a la
invasión de malezas!
Miles de productores de arroz chinos demostraron, con resultados
sorprendentes, que la siembra de cultivos diversos es beneficiosa (comparada
con los monocultivos) pues los rendimientos se duplicaron y prácticamente se
eliminó la enfermedad más devastadora sin utilizar productos químicos o
gastar más [172, 173].
Un grupo de científicos trabajó en forma conjunta con agricultores de Yunnan,
quienes aplicaron una práctica sencilla que limitó radicalmente el hongo blast
del arroz, que destruye millones de toneladas de arroz y cada año cuesta a
los agricultores pérdidas multimillonarias (en dólares).
En lugar de plantar grandes extensiones con un único tipo de arroz, como es
lo habitual, los agricultores plantaron una mezcla de dos variedades: un arroz
híbrido estándar que generalmente no sucumbe al hongo blast y un arroz con
mucho más contenido de glutinosa o más “pegajoso”, que se sabe es muy
susceptible a la plaga. Se plantaron cultivos de arroz genéticamente diversos
en todos los campos de arroz de cinco municipios en 1998 (812 hectáreas), y
de diez municipios en 1999 (3.342 hectáreas). Las variedades susceptibles a
enfermarse, al ser plantadas con variedades resistentes tuvieron un aumento
del 89% en su rendimiento, y el hongo blast fue un 94% menos severo de lo
que era cuando crecía en un monocultivo. Ambas variedades de arroz –
glutinoso e híbrido- expresaron menor grado de infección.
La hipótesis del arroz glutinoso es bastante clara. Si una variedad es
susceptible a una enfermedad, cuanto más concentrados estén esos tipos
susceptibles, más fácilmente se propaga la enfermedad. Es menos probable
que se propague cuando las plantas susceptibles crecen entre plantas
resistentes a la enfermedad (es decir, se diluye el efecto). Las plantas de
arroz glutinosas que crecen por encima del arroz híbrido más corto, también
se beneficiaron de condiciones más soleadas, más cálidas y más secas que
refrenaron el crecimiento de los hongos. El hecho de que la variedad híbrida
mostró menos susceptibilidad a enfermarse puede deberse a que el arroz
glutinoso, al ser más alto, bloqueó las esporas del hongo blast transportadas
por el aire, y a una mayor resistencia inducida (por los diversos campos que
mantienen diversidad de patógenos sin que haya una única cepa dominante).
El valor neto de las mezclas por hectárea fue un 14% mayor que el de los
monocultivos híbridos y un 40% mayor que el de los monocultivos glutinosos.
En Cuba, los sistemas agrícolas integrados o policultivos, tales como yucafrijol-
maíz, yuca-tomate-maíz, y boniato -maíz tienen de 1,45 a 2,82 veces más
productividad que los monocultivos [135]. Además, las legumbres mejoran las
características físicas y químicas del suelo y rompen con eficacia el ciclo de
las infecciones de insectos plaga.
En Bangladesh se integraron vegetales a los sistemas de cultivo de arroz,
plantándolos en diques. Eso no afectó el rendimiento del arroz a pesar de la
superficie destinada a las zanjas, que se perdió para ese cultivo [161]. Por el
contrario, los vegetales aportaron más nutrientes a las familias. El excedente
fue compartido con los vecinos, amigos y parientes, o se vendió, lo que
produjo un valor agregado del 14%.
La integración de peces a los sistemas de arroz inundado tampoco causó una
reducción importante de los rendimientos del arroz, y en algunos casos los
aumentó. Las ganancias netas de la venta de pescado alcanzaron un
promedio de 7.354 takas (US$ 147) por agricultor por estación, más los
ingresos por el arroz. En cuanto a los vegetales, los agricultores con cultivo
combinado de arroz y peces comieron pescado con mayor frecuencia y
donaron gran parte del mismo entre sus redes sociales.
La biodiversidad del suelo también cumple una función fundamental en la
promoción de una agricultura sustentable y productiva, y las prácticas
orgánicas ayudan a aumentarla [174]. El pajote orgánico, aplicado con
moderación en superficies de suelo degradadas y endurecidas en la región
saheliana de Burkina Faso, desencadenó una actividad de las termitas que
facilitó la recuperación y rehabilitación de los suelos degradados.
Las termitas que se alimentaron con el pajote aplicado a la superficie o lo
transportaron, mejoraron la estructura del suelo y la infiltración de agua, con lo
cual aumentó la liberación de nutrientes en el suelo. El crecimiento y
rendimiento del guisante sureño (Vigna unguiculata) fue mucho mayor en las
parcelas con termitas que en las que no las tenían. En India, los fertilizantes
orgánicos y las lombrices utilizadas en lombricultura, aplicados en tramos
entre hileras de té, aumentaron los rendimientos de té entre 76% y 239%
comparados con la fertilización inorgánica convencional. Las ganancias
aumentaron de manera acorde.
20
Sustentabilidad ambiental y económica
Producción sustentable
Investigaciones publicadas en Nature estudiaron la sustentabilidad de los
sistemas orgánico, convencional e integrado en la producción de manzana
(que combina ambos métodos) en Washington de 1994 a 1999 [175, 176]. El
sistema orgánico ocupó el primer lugar en términos de sustentabilidad
ambiental y económica, el sistema integrado el segundo y el sistema
convencional el último.
Los indicadores utilizados fueron la calidad del suelo, el desempeño hortícola,
la rentabilidad del huerto, la calidad ambiental y la eficiencia energética. Las
valoraciones de la calidad del suelo en 1998 y 1999 para los sistemas
orgánico e integrado fueron significativamente mayores que la del sistema
convencional, debido al agregado de compost y pajote. Los tres sistemas
dieron rendimientos similares, sin diferencias observables en materia de
alteraciones fisiológicas o daños provocados por plagas o enfermedades. En
los tres casos hubo niveles de nutrientes satisfactorios. Una prueba para
evaluar el sabor entre los consumidores reveló que las manzanas orgánicas
eran menos ácidas al momento de la cosecha y más dulces que las
manzanas convencionales después de estar almacenadas durante seis
meses.
Las manzanas orgánicas fueron más rentables debido a que tenían mejores
precios de venta por su condición de orgánicas, y tuvieron un retorno de la
inversión más rápido. A pesar de que en los tres primeros años la
recaudación inicial fue menor por el tiempo que llevó convertir el sistema a
una agricultura orgánica certificada, el precio extra en los tres años
subsiguientes promedió un 50% por encima de los precios convencionales. A
largo plazo, el sistema orgánico recuperó sus costos más rápidamente. El
estudio proyectó que el sistema orgánico alcanzaría su máximo desempeño
después de 9 años, pero que el sistema convencional lo haría recién después
de 15 años y el sistema integrado después de 17 años.
El impacto ambiental fue evaluado por un índice de calificaciones para
determinar los posibles impactos adversos de los plaguicidas y tíner
(disolventes) de la fruta: cuanto más alta la calificación, mayor el impacto
negativo. La calificación del sistema convencional fue 6,2 veces mayor que la
del sistema orgánico. A pesar de que necesita más mano de obra, el sistema
orgánico gastó menos energía en fertilizantes, control de malezas y control
biológico de plagas, siendo el de mayor eficiencia energética.
Otro estudio evaluó los aspectos financieros y ambientales de la
sustentabilidad de los sistemas agrícolas orgánico, integrado y convencional,
aplicando un marco de contabilidad económica y ambiental integrado a tres
fincas rurales de Toscana, Italia [177]. En términos de los resultados
financieros, los márgenes netos de los sistemas agrícolas de régimen
orgánico permanente fueron mayores que los márgenes netos
correspondientes a los sistemas agrícolas convencionales. Los sistemas
orgánicos tuvieron mejores resultados que los sistemas integrados y
convencionales con respecto a las pérdidas de nitrógeno, riesgos por
plaguicidas, biodiversidad de plantas herbáceas y la mayoría de los
indicadores ambientales. Los resultados brindaron pruebas de que la
agricultura orgánica pote ncialmente mejora la eficiencia de numerosos
indicadores ambientales, además de ser más remunerable. Si bien el estudio
no ofrece conclusiones finales de que la agricultura orgánica sea más
sustentable, el resultado de los sistemas agrícolas orgánicos fue mejor que el
de los sistemas agrícolas convencionales.
Ambientalmente sustentable
Un estudio que abarcó el continente europeo evaluó los impactos de la
agricultura orgánica en el ambiente y la utilización de los recursos, en
comparación con la agricultura convencional [178]. El estudio demostró que
los resultados de la agricultura orgánica fueron mejores que los de la
agricultura convencional en relación con la mayoría de los indicadores
ambientales estudiados. En ninguna de las categorías la agricultura orgánica
demostró resultados peores que la agricultura convencional.
Por ejemplo, la agricultura orgánica tuvo mejores resultados que la agricultura
convencional en términos de la diversidad de flora y fauna, conservación de la
vida silvestre y diversidad de hábitats. La agricultura orgánica también logró
una mejor conservación de la fertilidad del suelo y la estabilidad del sistema
que los sistemas convencionales. Además, el estudio demostró que la
agricultura orgánica tiene índices de lixiviación de nitratos mejores o similares
a los de la agricultura integrada o convencional, y que no plantea riesgos de
contaminación del agua subterránea o de superficie por plaguicidas sintéticos.
El estudio de la FAO [133] concluyó: “Como evaluación final, puede
establecerse que la agricultura orgánica bien manejada crea condiciones más
favorables en todos los aspectos ambientales” (las itálicas son nuestras, pág.
62). La evaluación demostró que el contenido de materia orgánica es
generalmente mayor en los suelos orgánicos, indicando mayor fertilidad,
estabilidad y capacidad de retención de la humedad, lo cual reduce el riesgo
de erosión y desertificación. Los suelos orgánicos tienen una actividad
biológica y una masa de microorganismos significativamente mayor,
acelerando el reciclado de los nutrientes y mejorando la estructura del suelo.
El estudio reveló que la agricultura orgánica no plantea riesgos de
contaminación del agua a través de plaguicidas sintéticos y que los índices de
lixiviación de nitrato por hectárea son significativamente más bajos que los de
los sistemas convencionales. En términos de utilización de la energía, la
agricultura orgánica tiene mejores resultados que la convencional (ver la
próxima sección).
El análisis estableció que los recursos genéticos, en especial insectos y
microorganismos, aumentan cuando la tierra se trabaja de manera orgánica,
mientras que la flora y la fauna dentro y alrededor de las fincas rurales
orgánicas es más diversa y abundante. Al ofrecer recursos alimenticios y
refugio para artrópodos y pájaros benéficos, la agricultura orgánica contribuye
al control natural de las plagas. También contribuye a la conservación y
supervivencia de los polinizadores.
21
Amortiguando el cambio climático
Eficiencia energética, menor utilización directa e indirecta de la energía
La agricultura “moderna” tiene mucho para responder en términos de su
contribución al cambio climático, que es por lejos el problema más peligroso
que ha enfrentado hasta ahora la humanidad. Ha aumentado las emisiones de
óxido nitroso y metano, potentes gases de efecto invernadero; requiere
utilización intensiva de energía basada en combustible fósil y contribuye a la
evasión de carbono del suelo hacia la atmósfera [179].
Las prácticas de una agricultura sustentable pueden ofrecer beneficios
sinérgicos para amortiguar el cambio climático. La FAO considera que la
agricultura orgánica mejora los ecosistemas permitiendo que se adapten
mejor a los efectos del cambio climático y tiene mayor potencial para reducir
las emisiones de gases de efecto invernadero agrícolas [133]. Su estudio
concluyó que, “La agricultura orgánica tiene mejores resultados que la
agricultura convencional cuando se la considera a escala de una hectárea,
tanto con respecto al consumo de energía directa (combustible y petróleo)
como al consumo indirecto (fertilizantes y plaguicidas sintéticos)”, con mayor
eficiencia de utilización de la energía (pág. 61)
Los ensayos del Instituto Rodale revelaron que la utilización de energía fue
200% mayor en el sistema convencional que en los sistemas orgánicos [141].
Investigaciones realizadas en Finlandia demostraron que si bien la agricultura
orgánica utilizó más horas de trabajo con maquinarias que la agricultura
convencional, el consumo total de energía fue igua lmente menor en los
sistemas orgánicos [180]. En los sistemas convencionales, más de la mitad de
la energía consumida en la producción de centeno se dedicó a la elaboración
de plaguicidas.
La agricultura orgánica fue más eficiente en materia de energía que la
agricultura convencional en los sistemas de producción de manzana [175,
176]. Estudios llevados a cabo en Dinamarca compararon la agricultura
orgánica y convencional en la producción de leche y granos de cebada [181].
La energía total utilizada por kilogramo de leche producida fue menor en el
tambo orgánico que en el convencional, mientras que la energía total utilizada
para cultivar una hectárea de cebada de primavera orgánica fue 35% menor
que la utilizada para producir cebada de primavera convencional en la misma
superficie. Sin embargo, el rendimiento de la cebada orgánica fue menor, por
lo tanto la energía utilizada para producir un kilogramo de cebada fue sólo
apenas menor en la orgánica que en la convencional.
Se calculó que las emisiones de dióxido de carbono (CO2) fueron de 48% a
66% menores por hectárea en los sistemas de agricultura orgánica de Europa
[133, 178], y esto se atribuyó a las características de la agricultura orgánica,
es decir, ningún insumo de fertilizantes con N mineral que requieren un alto
consumo de energía, menor utilización de raciones que implican un elevado
consumo de energía, menor insumo de fertilizantes minerales (P, K) y nada
de plaguicidas.
Además, como la agricultura sustentable se centra en la producción, el
consumo y la distribución locales, se desperdicia menos energía en el
transporte de los productos, particularmente por aire. Según un estudio
realizado en 2001, las emisiones de gases de efecto invernadero asociadas
con el transporte de alimentos de una finca rural local a un mercado local de
agricultores fue 650 veces menor que las emisiones asociadas con la venta
promedio de alimentos en supermercados [citado en 179].
Mayor secuestro de carbono
Los suelos son un sumidero importante de CO2 atmosférico, pero las prácticas
convencionales de utilización de las tierras agrícolas ha destruido cada vez
más este sumidero.
Los criterios de la agricultura sustentable, sin embargo, ayudan a
contrarrestar el cambio climático restaurando el contenido de materia orgánica
del suelo (ver “Mejores suelos”), ya que aumentan la fijación de carbono bajo
el suelo. La materia orgánica se recupera con el agregado de abonos
animales, compost, pajote y cultivos de cobertura.
Pretty y Hine indican que los 208 proyectos por ellos evaluados acumularon
aproximadamente 55,1 millones de toneladas de carbono (C) [130]. El
Proyecto SAFS reveló que el contenido de C orgánico del suelo aumentó en
los sistemas orgánico y de bajos insumos externos [143], mientras que el
estudio de 20 fincas rurales comerciales en California reveló que los campos
orgánicos tenían 28% más C orgánico [148]. Lo mismo se comprobó en el
estudio de 15 años del Instituto Rodale, según el cual los niveles de C en el
suelo aumentaron en los dos sistemas orgánicos pero no en el sistema
convencional [141]. Los investigadores concluyeron que los sistemas
orgánicos demostraron una capacidad importante de absorber y retener C,
aumentando la posibilidad de que las prácticas agrícolas sustentables puedan
ayudar a reducir el impacto del calentamiento de la atmósfera.
Menos emisiones de óxido nitroso
La FAO también estimó que la agricultura orgánica aumenta la posibilidad de
emitir menos óxido nitroso (N2O) [133], otro de los gases importantes que
contribuyen a crear el efecto invernadero y también causa del agotamiento de
la capa del ozono estratosférico. Esto se debe a que hay menos insumos con
N, a que el abono orgánico tiene menos N debido a que la densidad de
animales es más baja, a que el coeficiente C/N de abono orgánico aplicado es
mayor y hay menos N mineral en el suelo como fuente de desnitrificación; y a
que los cultivos de cobertura permiten que haya una absorción eficiente del N
móvil en los suelos.
22
Producción eficiente y rentable
Aumento de la productividad
Cualquier disminución de la producción en la agricultura orgánica está más
que compensada por los beneficios que brinda en materia ecológica y de
eficiencia, y por los costos menores que tiene, lo cual la hace un
emprendimiento rentable. El estudio suizo reveló que el insumo de
fertilizantes y energía se redujo entre 34% y 53%, y el insumo de plaguicidas
en 97%, mientras que el rendimiento medio del cultivo disminuyó solamente
un 20% en los 21 años, lo que indica una producción y uso de los recursos
eficientes [149, 150]. El enfoque orgánico fue comercialmente viable en el
largo plazo, produciendo más alimentos por unidad de energía o de recursos.
Los datos demuestran que las fincas rurales más pequeñas producen mucho
más por unidad de superficie que las fincas rurales más grandes (que tienden
a ser monocultivos, típicos de la agricultura convencional) [136]. Si bien el
rendimiento por unidad de superficie de un cultivo puede ser menor en una
finca pequeña que en un monocultivo grande, la producción total por unidad
de superficie, a menudo compuesta de más de una docena de cultivos y
diversos productos animales, puede ser mucho más elevada. Las fincas
pequeñas son también más eficientes que las grandes en términos de uso de
la tierra y del “factor total de la productividad”, un promedio de la eficiencia del
uso del total de los distintos factores que integran la producción, entre ellos
tierra, mano de obra, insumos, capital, etc.
Estudios realizados en Bolivia demuestran que si bien la productividad es
mayor en las fincas rurales de papas fertilizadas con productos químicos y
trabajadas con maquinaria, los costos de energía son mayores y los
beneficios económicos netos menores que cuando se han utilizado legumbres
criollas como cultivos de rotación [135]. Las enc uestas indican que los
agricultores prefieren este último sistema porque optimiza la utilización de
recursos escasos, de mano de obra y de capital, y pueden utilizarlo incluso los
productores pobres.
Menores costos, mayores ganancias
Dos ensayos llevados a cabo en Minnesota evaluaron una rotación de maízsoja
de dos años y una rotación de maíz-soja-avena/alfalfa -alfalfa de cuatro
años, en cuatro estrategias de manejo: insumo cero, baja cantidad de
insumos, alta cantidad de insumos e insumos orgánicos [182]. El promedio de
producción en un plazo de siete años –de 1993 a 1999– para el maíz y la soja
en la estrategia orgánica de cuatro años fue de 91% y 93%, y en la estrategia
de alta cantidad de insumos de dos años fue de 81% y 84%, respectivamente.
Sin embargo, los rendimientos de avena fueron similares tanto en la
estrategia orgánica de cuatro años como en la de alta cantidad de insumos.
Los rendimientos de alfalfa en la estrategia orgánica de cuatro años fueron el
92% de los de la estrategia de alta cantidad de insumos de cuatro años en
uno de los ensayos, y en el segundo ensayo los rendimientos fueron iguales.
A pesar de la leve reducción de los rendimientos del maíz y la soja, la
estrategia orgánica tuvo menores costos de producción que la estrategia de
alta cantidad de insumos. Por consiguiente, la ganancia neta de las dos
estrategias, sin considerar el mayor precio del orgánico por su condición de
producto de calidad, fueron equivalentes en las dos estrategias. Los
científicos indicaron que los sistemas de producción orgánica podían ser
competitivos con los convencionales.
Un amplio relevamiento de los numerosos estudios comparativos de la
producción de granos y soja, realizado desde 1978 por seis universidades de
Midwestern, Estados Unidos, reveló que en general la producción orgánica
era equivalente y, en algunos casos, mejor que la convencional [183]. Los
sistemas orgánicos tuvieron rendimientos mayores que los sistemas
convencionales –típicamente con producción continuada de cultivos (es decir,
sin rotación de cultivos)–, y rendimientos iguales o menores en los sistemas
convencionales que incluyeron rotaciones de cultivos. En los climas más
secos los sistemas orgánicos tuvieron rendimientos mayores ya que fueron
más resistentes a la sequía que los sistemas convencionales.
Los sistemas de cultivo orgánico fueron siempre más rentables que los
sistemas convencionales más comunes al contabilizar el mayor precio por su
condición de orgánicos. Cuando ese precio extra no se contabilizó, los
sistemas orgánicos fueron igualmente más productivos y rentables en la mitad
de los estudios. Esto se atribuyó a los menores costos de producción y a la
capacidad de los sistemas orgánicos de superar a los convencionales en
zonas más secas, o durante períodos de sequía. El autor concluyó que “los
sistemas de producción orgánica son competitivos con respecto a los
sistemas de producción convencional más comunes” e indicó que “si los
agricultores obtienen mayores precios en el mercado corriente por cereales y
soja orgánicos de alta calidad, su producción orgánica generalmente les deja
mayores ganancias que la producción de cereales y soja no orgánicos” (pág.
2).
Los resultados de 15 años de estudios del Instituto Rodale demostraron que
después de un período de transición en el cual hubo rendimientos más bajos,
los sistemas orgánicos fueron financieramente competitivos con relación al
sistema convencional [141]. Si bien hay mayores probabilidades de que los
costos de la transición afecten el aspecto financiero general de la finca rural
durante algunos años, las ganancias proyectadas variaron de levemente por
debajo hasta sustancialmente por encima de las del sistema convencional,
aún cuando los análisis económicos no tuvieron en cuenta el mayor precio
que se paga por los productos orgánicos por su alta calidad. Las ganancias
más elevadas de las fincas rurales orgánicas provinieron en gran medida de
los mayores rendimientos del maíz, que casi se duplicaron después del
periodo de transición. Cuando los precios o rendimientos fueron bajos, los
agricultores orgánicos sufrieron menos que los convencionales y tuvieron
menores fluctuaciones en sus ingresos, ya que tenían diversidad de cultivos
para vender y no uno solo. Los gastos de las fincas orgánicas fueron
significativamente menores que los de la convencional –esta última gastó
95% más en fertilizantes y plaguicidas. Los costos generales de producción
de los predios orgánicos fueron 26% menores.
23
Mayor seguridad alimentaria y beneficios
para las comunidades locales
Mayor producción local de alimentos
A pesar de que la producción mundial de alimentos es adecuada, muchos
pasan hambre porque el hecho de que haya mayor cantidad de alimentos no
significa que la seguridad alimentaria mejore automáticamente. Lo importante
es quiénes producen los alimentos, quiénes tienen la tecnología y el
conocimiento para producirlos, y quiénes tienen el poder adquisitivo para
comprarlos [130]. Los agricultores pobres no pueden pagar las costosas
tecnologías “modernas” que teóricamente aumentan la productividad.
Muchos agricultores presentan “atrasos en la productividad” no porque
carezcan de las semillas “milagrosas” que contienen su propio insecticida o
toleran enormes dosis de herbicida, sino porque han sido desplazados a
tierras marginales cuya única agua de riego es la de lluvia, y enfrentan
estructuras y políticas macroeconómicas que se han construido encima de
desigualdades históricas y que atentan cada vez más contra la producción de
alimentos por parte de los pequeños agricultores [184].
De por sí, su agricultura se caracteriza por ser “compleja, diversa y propensa
al riesgo” [185] y han adaptado tecnologías agrícolas a sus circunstancias
variables pero únicas, en términos de clima local, topografía, suelos,
biodiversidad, sistemas de cultivo, recursos, etc. Son esos agricultores, ya
propensos al riesgo, quienes serán los más perjudicados por los riesgos de
los cultivos transgénicos [184].
Las propuestas de la agricultura sustentable deben pues, permitir a los
agricultores mejorar la producción local de alimentos con tecnologías e
insumos de bajo costo, que sean fácilmente asequibles y que no dañen el
ambiente. Y así ocurrió, de acuerdo a los estudios de Pretty y Hine [130]. La
mayoría de los proyectos e iniciativas de agricultura sustentable implicaron
aumentos importantes en la producción de alimentos para la familia –en
algunos en forma de mejoras del rendimiento, en otros en forma de aumento
de la intensidad del cultivo o de la diversidad de los productos.
Las pruebas demostraron que: la p roducción promedio de alimentos por
familia aumentó 1,71 toneladas por año (hasta un 73%) para 4,42 millones de
agricultores en 3,58 millones de hectáreas. El aumento de la producción de
alimentos fue de 17 toneladas por año (un aumento del 150%) para 146.000
agricultores en 542.000 hectáreas de cultivo de tubérculos (papa, boniato y
mandioca). La producción total aumentó 150 toneladas por familia (un
aumento del 46%) en las fincas rurales más grandes de América Latina (con
un tamaño medio de 90 hectáreas).
El estudio reveló que en la medida que aumentó la provisión de alimentos,
también aumentó el consumo doméstico, con beneficios directos sobre la
salud, en especial para mujeres y niños. Además, el 88% de los 208
proyectos hicieron una mejor utilización de los recursos naturales disponibles
en el lugar, y 92% mejoraron el capital humano a través de programas de
formación. En más de la mitad de los proyectos, la gente trabajó unida.
Aprendiendo de los agricultores
Las propuestas de la agricultura sustentable reconocen el valor del
conocimiento tradicional e indígena, así como de la experiencia e innovación
de los agricultores. La importancia y el valor de lo que se aprende de los
agricultores y de investigaciones agrícolas participativas dirigidas por
agricultores, están bien establecidos en conceptos tales como “primero el
agricultor” [185, 186].
Los estudios de caso y las experiencias de innovaciones agroecológicas
exitosas de África, América Latina y Asia [187] ofrecen pruebas de que la
agricultura de bajos insumos externos que utiliza prácticas agroecológicas
podría hacer una contribución importante para alimentar al mundo en los
próximos 30 a 50 años. Al depender de los recursos y los conocimientos
principalmente locales, los agricultores pueden aumentar sustancialmente la
productividad, a veces duplicando o triplicando lo producido.
Para citar un ejemplo, en la zona saheliana de Malí, las prácticas de
conservación del suelo y el agua y de agroforestería han aumentado el
rendimiento de los cereales, en algunos casos de 300 kg. a 1.700 kg. por
hectárea, casi el doble del nivel necesario para satisfacer las necesidades
alimenticias básicas. También se ha puesto énfasis en la conservación de las
variedades tradicionales de semillas y de la biodiversidad, a través de la
evaluación que realiza el agricultor y de los bancos genéticos comunitarios o
locales.
Las investigaciones de la FAO subrayan la importancia de las contribuciones
que han realizado los agricultores de referencia en todo el mundo [133]. La
agricultura orgánica no certificada, practicada por millones de pueblos
indígenas, campesinos y pequeñas fincas familiares, ha hecho una
contribución fundamental a la seguridad alimentaria regional: en América
Latina representa más del 50% del la producción de maíz, frijoles, mandioca y
papas; en África, la mayoría de los cereales y tubérculos; en Asia, la mayor
parte de la producción de arroz.
Estudios de caso en India, Brasil, Irán, Tailandia y Uganda demuestran cómo
el conocimiento tradicional, la innovación y las propuestas agroecológicas han
traído numerosos beneficios: mayor productividad, mejor salud ambiental y
fertilidad del suelo, mayor biodiversidad, beneficios económicos, seguridad
alimentaria, mejores relaciones sociales dentro de las comunidades y
recuperación de las prácticas tradicionales de agricultura sustentable [133].
Agricultores de Etiopía están adoptando medidas para garantizar su
seguridad alimentaria basándose en sus propios conocimientos [188]. En
Ejere, los agricultores han vuelto a plantar sus propias variedades de trigo
local, teff (un cereal básico etíope) y cebada, luego de que las llamadas
“variedades modernas de alto rendimiento” en realidad les dieran menores
rendimientos y más problemas. En la zona de Butajira, los agricultores están
demostrando que es posible cultivar de manera intensiva y sustentable para
tener una cantidad de alimentos suficiente como para satisfacer las
necesidades de la población. Y lo logran utilizando cultivos indígenas
seleccionados para resistir a las enfermedades, tener tolerancia a la sequía y
otras características deseables, intercalando cultivos e integrando el manejo
de ganado. En Worabe, los agricultores mantienen un sistema agrícola
complejo, sustentable e indígena que garantiza su seguridad alimentaria. El
sistema se basa en el enset, un cultivo indígena multipropósito, muy
resistente a la sequía.
Mejores ingresos, mayor seguridad alimentaria
Las pruebas presentadas por cientos de proyectos para el desarrollo, de
organizaciones de base, demuestran que el aumento de la productividad
agrícola por las prácticas agroecológicas no solamente aumenta la cantidad
de alimentos sino que también aumenta los ingresos, con lo cual se reduce la
pobreza, mejora el acceso a los alimentos, se reduce la desnutrición y
mejoran las formas de vida de los sectores pobres [189]. Los sistemas
agroecológicos dan como resultado niveles de producción total más estables
por unidad de superficie que los sistemas que requieren gran cantidad de
insumos; y a los pequeños agricultores y sus familias les representan tasas de
ingresos más favorables, su trabajo se ve remunerado y obtienen otras
ventajas que les permiten tener una forma de vida aceptable. También
aseguran la protección y conservación del suelo, y mejoran la biodiversidad
agrícola [190].
Los sistemas de producción integrada y las fincas rurales diversificadas han
ayudado a los agricultores de la región centro-sur de Chile a lograr una
autosuficiencia alimentaria durante todo el año, a la vez que han recuperado
la capacidad productiva de la tierra [135]. Se han instalado pequeños
sistemas de granjas modelo que consisten en policultivos y secuencias de
rotación de forraje y cultivos alimenticios, bosque y árboles frutales, y la
incorporación de ganado.
La fertilidad del suelo mejoró y no han aparecido problemas de plagas o
enfermedades. Los árboles frutales y los cultivos de cobertura lograron
rendimientos mayores que el promedio, y la producción de leche y huevos
excedió largamente la de las fincas rurales convencionales de altos insumos.
Para una familia tipo esos sistemas produjeron un excedente de proteínas de
250%, excedentes de 80% y 550% de vitamina A y C respectivamente, y un
excedente de 330% de calcio. Vendiendo toda la producción agrícola a los
precios al por mayor, una familia podría generar un ingreso mensual neto 1,5
veces mayor al del salario mínimo mensual de Chile, dedicando solamente
unas pocas horas por semana a la granja. El tiempo libre podría utilizarse en
otras actividades generadoras de ingresos.
La agricultura orgánica pudo mejorar el ingreso, la rentabilidad y las
ganancias del trabajo por la eliminación o reducción de la adquisición de
insumos; la diversificación (a menudo añadiendo un nuevo elemento
productivo) y optimización de la productividad; el mantenimiento o mejora de
la biodiversidad en el campo y fuera de él, permitiendo a los agricultores
vender cultivos que no hayan sido sembrados, insectos y animales; y por las
ventas en un mercado que paga mejor por la condición de cultivo de calidad
[191]. Un estudio de caso de Senegal demostró que fue posible aumentar
varias veces la productividad y hubo menos variaciones de un año a otro, con
la cual mejoró la seguridad alimentaria familiar. De igual forma, una
cooperativa mexicana de café q ue participa en el comercio justo y que adoptó
prácticas orgánicas, permitió que los pequeños productores de café superaran
las desventajas de la degradación del suelo y los bajos rendimientos, y
lograran acceder a un mercado de productos especiales.
Generando dinero para la economía local
Los movimientos de dinero de un proyecto de canastas de productos
orgánicos de Cusgarne Organics (Reino Unido) demostraron las ventajas que
trajo la compra a escala local para la comunidad en su conjunto [192]. El
análisis económico siguió el recorrido de los ingresos del proyecto,
monitoreando exactamente dónde se gastó el dinero, cuánto de ese dinero se
destinó a gastos “locales”, y luego lo rastreó hasta la siguiente etapa de gasto.
Estimó que por cada £1 gastada en Cusgarne Organics, se generan £2,59
para la economía local. En contraste, un estudio en el que estaban
involucrados los grandes supermercados Asda y Tesco reveló que por cada
£1 gastado en un supermercado, se generaba solamente £1,40 para la
economía local. El estudio concluye lo siguiente: “Las cifras demuestran que
el gasto realizado en Cusgarne Organics tiene un efecto neto para la
economía local que casi duplica el de la misma cantidad gastada en
empresas extranjeras y nacionales” (Pág. 16).
24
Orgánicos por la salud
Menos residuos químicos
Un extenso relevamiento de investigaciones científicas llevado a cabo por la
Asociación de Suelos ha demostrado que, en general, los alimentos orgánicos
son mejores que los no orgánicos [193]. En primer lugar, son más seguros, ya
que la agricultura orgánica prohíbe la aplicación metódica de plaguicidas y
herbicidas, de manera que rara vez se encuentran residuos químicos. Por el
contrario, los alimentos no orgánicos tienen probabilidades de estar
contaminados con residuos que suelen presentarse en combinaciones
potencialmente peligrosas. La Sociedad de Alergia, Ambiente y Medicina
Nutricional de Gran Bretaña (British Society for Allergy, Environmental and
Nutritional Medicine), formuló comentarios sobre el informe y declaró: “Hace
mucho tiempo que pensamos que las deficiencias de micronutrientes que
comúnmente observamos en nuestros pacientes tienen su origen en el
agotamiento de minerales de los suelos como consecuencia de la agricultura
intensiva, y sospechamos que la sucesiva exposición a los plaguicidas
contribuye al aumento alarmante de alergias y otras enfermedades” (las
itálicas son nuestras).
Neurotoxicidad, alteración del sistema endócrino, carcinogénesis y supresión
del sistema inmunológico (ver también “Peligros de los herbicidas”) son
algunos de los efectos negativos de los plaguicidas sobre la salud. Resulta
más difícil identificar los efectos de la exposición de los alimentos a residuos
de plaguicidas en los niveles que es común encontrar dentro y sobre los
alimentos, pero es necesario adoptar un criterio de cautela. Si bien hay
niveles de seguridad recomendados para los plaguicidas, los ensayos del
propio gobierno del Reino Unido han demostrado que es posible que las cifras
que se manejan del promedio de los niveles de residuos en los alimentos
sean menores a las reales.
La investigación también ha revelado que la exposición a los plaguicidas
afecta la función reproductiva masculina, lo que provoca una disminución de
la capacidad de fertilización del esperma y una caída de los índices de
fertilización [194]. De igual forma, los miembros de una asociación de
agricultores orgánicos dinamarqueses, cuyo consumo de productos lácteos
orgánicos era por lo menos el 50% del consumo total de productos lácteos,
tenían mayor densidad de esperma [195]. En otro estudio, la concentración de
esperma fue 43,1% más elevada entre los hombres que ingerían alimentos
producidos de manera orgánica [196].
Los niños, en particular, podrían beneficiarse de los alimentos orgánicos.
Algunos científicos hicieron un control de niños preescolares en Seattle,
Washington, para evaluar su exposición a plaguicidas organofosforados (OP)
a través de los alimentos que formaban parte de su dieta [197]. La
concentración total de metabolito de dimetil fue aproximadamente seis veces
mayor en los niños con dietas convencionales que en los que tenían una dieta
orgánica. Las estimaciones de las dosis calculadas sugieren que el consumo
de frutas, vegetales y jugo orgánicos puede reducir los niveles de exposición
de los niños hasta ubicarlos por debajo de las directrices de la Agencia de
Protección Ambiental de los Estados Unidos (EPA), cambiando así la
exposición de un rango de riesgo incierto a un rango de riesgo mínimo. El
estudio concluyó que el consumo de productos orgánicos podría ser una
forma relativamente simple de que los padres reduzcan la exposición de los
niños a los plaguicidas organofosforados.
Más sanos y más nutritivos
Además, la producción de alimentos orgánicos prohíbe la utilización de
aditivos artificiales en los alimentos, tales como lípidos hidrogenados, ácido
fosfórico, aspartame y glutamato de monosodio, que han estado asociados a
problemas de salud tan diversos como enfermedades cardíacas,
osteoporosis, migrañas e hiperactividad [193].
Además, mientras que los vegetales absorben una amplia gama de minerales
del suelo, los fertilizantes artificiales reemplazan solamente algunos de los
principales minerales. Hay una clara reducción a largo plazo en el contenido
de trazas de minerales de frutas y vegetales y es necesario investigar más en
profundidad la influencia de las prácticas agrícolas. El estudio de la
Asociación de Suelos [193] reveló que, en general, los alimentos orgánicos
tienen mayor cantidad de vitamina C, mayores niveles de minerales y mayor
cantidad de fitonutrientes –componentes de los vegetales que pueden
combatir el cáncer (ver más adelante)– que los alimentos convencionales.
Los productos convencionales también tienden a tener mayor cantidad de
agua que los productos orgánicos, que contienen mayor materia seca (en
promedio, un 20% más) para un peso total dado [193]. Así, el costo más
elevado de productos orgánicos frescos en parte está compensado por la
diferencia en la cantidad de nutrientes ya que quienes compran productos
convencionales están pagando un peso extra de agua y obtienen solamente
el 83% de la cantidad de nutrientes que generalmente se encuentra en los
productos orgánicos. El mayor contenido de agua también tiende a diluir el
contenido de nutrientes.
Los ensayos con personas y animales alimentados con productos orgánicos
demuestran que hay una diferencia real para la salud, y los tratamientos
alternativos para el cáncer que se basan en el consumo exclusivo de
alimentos orgánicos han logrado buenos resultados. El estudio [193] hace
referencia a pruebas clínicas recientes de médicos y nutricionistas que
administraron tratamientos alternativos para el cáncer y observaron que para
obtener buenos resultados es esencial observar una dieta completamente
orgánica. Las terapias nutricionales para el cáncer evitan al máximo los
contaminantes y toxinas, y promueven el consumo exclusivo de alimentos
cultivados orgánicamente y el mayor consumo de nutrientes. Los ensayos de
alimentación a animales también han demostrado una mayor salud
reproductiva y mejor recuperación de las enfermedades.
Un relevamiento bibliográfico de 41 estudios y 1.240 comparaciones [198]
encontró diferencias estadísticamente importantes del contenido de nutrientes
entre los cultivos orgánicos y los convencionales. Esto se atribuyó en primer
lugar a las diferencias en el manejo de la fertilidad del suelo y sus efectos en
la ecología del suelo y el metabolismo de las plantas. Los cultivos orgánicos
contenían una cantidad significativamente mayor de nutrientes –vitamina C,
hierro, magnesio y fósforo- y una cantidad significativamente menor de
nitratos (un componente tóxico) que los cultivos convencionales. Hubo
tendencias poco importantes que demostraron que había menor cantidad de
proteínas en los cultivos orgánicos. Sin embargo, los cultivos orgánicos eran
de mejor calidad y tenían mayor contenido de minerales importantes desde el
punto de vista nutricional, con menor cantidad de algunos metales pesados,
comparados con los convencionales.
Ayudando a combatir el cáncer
Los fenólicos vegetales (flavonoides) son metabolitos secundarios vegetales
que se cree protegen a las plantas contra la depredación de insectos, la
infección de bacterias y hongos y la foto-oxidación. Se ha descubierto que
esos químicos vegetales son eficaces en la prevención del cáncer y las
enfermedades cardíacas, así como para combatir disfunciones neurológicas
relacionadas con la edad. Un reciente documento científico [199, 200]
comparó el contenido fenólico total (TP) de moras “marion”, fresas y maíz
cultivados orgánicamente y con otros métodos sustentables, con las mismas
especies cultivadas con prácticas agrícolas convencionales.
Sistemáticamente se encontraron niveles estadísticamente más elevados de
TP en los alimentos cultivados orgánica y sustentablemente que en los
producidos con agricultura convencional.
Un estudio previo que comparó los componentes antioxidantes de duraznos y
peras orgánicos y convencionales estableció que se registró una mejoría en el
sistema de defe nsa antioxidante de las plantas como consecuencia de las
prácticas de cultivo orgánico [201]. Esto probablemente permitiría que la fruta
estuviera protegida de posibles estragos cuando fuera cultivada sin
plaguicidas. Por lo tanto, la agricultura orgánica, que elimina la utilización
metódica de plaguicidas sintéticos y fertilizantes químicos, podría crear
condiciones favorables para la producción de fenólicos vegetales que
contribuyen a mejorar la salud.
Se ha tratado de dirigir la atención del gobierno del Reino Unido a esos y
otros muchos beneficios para la salud que ofrecen los alimentos orgánicos
[202, 203]. Entre los temas planteados están los costos ocultos de la
agricultura convencional, que no se contabilizan en el precio. Si se tomaran
en cuenta los costos ocultos, los alimentos producidos de manera
convencional demostrarían ser más caros que los alimentos orgánicos. Por
ejemplo, de haber utilizado agricultura orgánica se hubiera evitado la
epidemia de la encefalopatía espongiforme bovina (“enfermedad de la vaca
loca”) con lo que se habrían ahorrado £4.500 millones. Ningún animal nacido
y criado en una finca orgánica contrajo encefalopatía espongiforme bovina en
el Reino Unido.
25
Conclusión de la Parte 3
Los criterios de agricultura sustentable pueden lograr un aumento sustancial
de la producción de alimentos a bajo costo. Pueden ser económica, ambiental
y socialmente viables, y contribuir positivamente al sustento local. También
son mejores para la salud y el ambiente. En la medida que la desigualdad
entre países y pueblos es la verdadera causa estructural del hambre,
cualquier método que implique aumentar la producción de alimentos
profundizando esta desigualdad está destinado al fracaso en cuanto a reducir
el hambre. Por el contrario, sólo las tecnologías que tengan efectos positivos
en la distribución de riqueza, ingresos y activos pueden reducir
verdaderamente el hambre [4]. Afortunadamente, esas tecnologías ya existen
en propuestas sustentables para la agricultura.
Agroecología, agricultura sustentable y trabajo agropecuario orgánico, no
solamente para los agricultores del mundo desarrollado sino especialmente
para los agricultores de los países en desarrollo. Como demuestra el estudio
de la FAO [133], existe una buena base para hacer el esfuerzo de mejorar lo
que se ha hecho hasta ahora en materia de agricultura orgánica certificada y
no certificada. Las tecnologías y los procesos sociales para las mejoras
locales son cada vez mejor probados y están cada vez más consolidados, y
ya arrojan beneficios en términos de una mayor productividad. Los ejemplos
estudiados aquí son tan sólo una muestra de innumerables experiencias
exitosas de prácticas agrícolas sustentables a escala local. Representan las
incontables demostraciones de talento, creatividad y capacidad científica de
diversas comunidades rurales [132].
Existe, pues, la imperiosa necesidad de dirigir los esfuerzos, la investigación,
los fondos y el apoyo en materia de políticas, a la agroecología, la agricultura
sustentable y la agricultura orgánica, particularmente fortaleciendo la
producción de los propios agricultores para las necesidades locales. El reto es
ampliar y multiplicar los casos exitosos, y lograr que se pueda acceder a ellos
de manera equitativa y amplia. Es necesario cuestionar el modelo de la
agricultura “moderna”, que con tanta frecuencia está en manos de unas pocas
empresas gigantes. Y lo mismo hay que hacer con los cultivos transgénicos.
Es necesario eliminar los subsidios y las políticas de incentivos para los
sistemas convencionales que hacen uso de productos químicos y
transgénicos, y por otro lado no seguir permitiendo que todos los recursos se
destinen a esas prácticas y ninguno a las alternativas [4]. También es
necesario estar prevenidos ante la posibilidad de que poderosos intereses se
apropien de la agricultura orgánica, y por lo tanto hay que apoyar todo tipo de
agricultura sustentable, especialmente la de los pequeños agricultores.
Referencias
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la liberación de organismos transgénicos y el apoyo a la agricultura sustentable orgánica,
firmada hasta el momento por más de 600 científicos de 72 países, con abundante referencia
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DECLARACIÓN DEL
GRUPO DE CIENCIA INDEPENDIENTE
Pronunciada el 10 de mayo de 2003 en Londres
El Grupo de Ciencia Independiente (ISP) está constituido por un grupo de
científicos de diversas disciplinas, comprometidos con:
- Promover la ciencia para el bien público, manteniéndose independiente de
intereses comerciales u otros intereses especiales, o del control
gubernamental
Creemos firmemente que la ciencia debe rendir cuentas a la sociedad civil;
que todos y todas –con independencia de su sexo, edad, grupo étnico,
religión o casta– y todos los sectores de la sociedad civil deberían participar
en la adopción de decisiones acerca de todos los temas relacionados con la
ciencia, desde la investigación científica hasta las políticas relativas a la
ciencia y las tecnologías.
Creemos que la opinión pública debe poder acceder en tiempo y forma a una
información científica precisa, sin que medie tergiversación ni censura.
- Conservar la máxima integridad e imparcialidad en la ciencia
Suscribimos los principios de honestidad, apertura y pluralismo en la práctica
de la ciencia. Debería haber una revisión inter pares abierta de los trabajos
publicados, y respeto y protección para aquéllos cuyas investigaciones
cuestionen el paradigma convencional o la opinión mayoritaria. Es necesario
que las discrepancias científicas sean discutidas de manera abierta y
democrática.
Nos comprometemos a apoyar las normas más exigentes de la investigación
científica, y a asegurar que los fondos para investigación no se desvíen o
distorsionen por imperativos comerciales o políticos.
- Avanzar en aquellas ciencias que tiendan a un mundo sustentable,
equitativo y pacífico, y que mejore la vida de todos sus habitantes
Respetamos el sentido sagrado de la vida humana, buscamos reducir al
mínimo los daños a cualquier criatura viva, y protegemos el ambiente.
Afirmamos que la ciencia debe contribuir al bienestar físico, social y espiritual
de todos y todas, en todas las sociedades.
Nos comprometemos a tener una perspectiva ecológica que tome
debidamente en cuenta la complejidad, diversidad e interdependencia de toda
la naturaleza.
Suscribimos el principio de precaución: cuando hay una sospecha razonable
de perjuicio grave o irreversible, no debe utilizarse la falta de consenso
científico para posponer acciones preventivas.
Rechazamos los productos científicos que sirven a fines militares agresivos,
promueven el imperialismo comercial o lesionan la justicia social.
El Grupo de Transgénicos del ISP
El Grupo de Transgénicos del ISP está integrado por científicos que trabajan
en genética, ciencias biológicas, toxicología y medicina, y por representantes
de la sociedad civil preocupados por las consecuencias nocivas de las
modificaciones genéticas de plantas y animales y las tecnologías vinculadas,
y su rápida comercialización en la agricultura y la medicina sin el debido
proceso de una adecuada evaluación científica y de consulta y consentimiento
públicos.
Consideramos que los siguientes aspectos son especialmente lamentables e
inaceptables:
* Falta de información pública crítica sobre la ciencia y la tecnología de la
modificación genética.
* Falta de responsabilidad ante el público por parte de la comunidad científica
dedicada a la ingeniería genética.
* Falta de investigación científica independiente y desinteresada de los
riesgos y de la evaluación de los transgénicos.
* Actitudes parciales de organismos reguladores y vinculados con la
información pública, que parecen más interesados en difundir propaganda de
las empresas que en ofrecer información vital.
* Conflictos de intereses comerciales y políticos que permean tanto la
investigación como la reglamentación de los transgénicos.
* La exclusión y difamación de los científicos que intentan transmitir al público
información resultante de investigaciones, que se considera lesiva para la
industria.
* La negación y omisión permanente de abundantes pruebas científicas sobre
los riesgos de los transgénicos para la salud y el medio ambiente por parte de
quienes proponen la modificación genética y de organismos asesores y de
regulación, supuestamente desinteresados.
* Las constantes afirmaciones de las empresas de la biotecnología acerca de
los beneficios que ofrecen los transgénicos, y la reiteración de esas
afirmaciones por parte del establishment científico, frente a la abundancia de
pruebas de que los transgénicos han fracasado tanto en el campo como en el
laboratorio.
* La renuencia a reconocer que las empresas ya han disminuido la
financiación de investigaciones económicas en el campo de los transgénicos,
y que las multinacionales de la biotecnología (y sus accionistas) así como los
consultores en materia de inversión, cuestionan la conveniencia del “negocio
de los transgénicos”.
* Ataques y descarte sumario de las profusas pruebas existentes que señalan
los beneficios de diversos abordajes agrícolas sustentables para la salud y el
ambiente, así como para la seguridad alimentaria y el bienestar social de los
agricultores y sus comunidades locales.
Grupo de Transgénicos del ISP
Lista de miembros
Prof. Miguel Altieri
Profesor de Agroecología Universidad de California, Berkeley, EE.UU.
Dr. Michael Antoniou
Profesor titular de la Cátedra de Genética molecular, Escuela de Medicina GKT,
King’s College, Londres.
Dra. Susan Bardocz
Bioquímica, ex integrante del Instituto de investigación Rowett, Escocia.
Prof. David Bellamy OBE
Botánico de renombre internacional, ambientalista, comunicador, autor y activista;
ha recibido numerosos premios; Presidente y Vicepresidente de varias organizaciones
ecologistas y ambientalistas.
Dra. Elizabeth Bravo V.
Bióloga, investigadora y activista en temas de biodiversidad y transgénicos; cofundadora de
Acción Ecológica; profesora de la Universidad Politécnica Salesiana, Ecuador.
Prof. Joe Cummins
Profesor Emérito de Genética, Universidad de Western Ontario, Londres, Ontario, Canadá.
Dr. Stanley Ewen
Histopatólogo consultante en el Grampian University Hospitals Trust; ex profesor agregado de
Patología, Universidad de Aberdeen; Histopatólogo en jefe de la sección Grampian del
Colorectal Cancer Screening Pilot Project de Escocia.
Edward Goldsmith
Recibió entre otras distinciones, el premio Right Livelihood; ambientalista, académico, autor y
Editor fundador de The Ecologist.
Dr. Brian Goodwin
Académico residente, Schumacher College, Inglaterra.
Dra. Mae-Wan Ho
Cofundadora y Directora del Instituto Ciencia en Sociedad, Editora de la revista Science in
Society; asesora científica de la Red del Tercer Mundo e integrante de la Lista de Expertos
del Protocolo de Cartagena sobre Seguridad de la Biotecnología.
Prof. Malcolm Hooper
Profesor Emérito de la Universidad de Sunderland; ex profesor de Química médica, Facultad
de Ciencias farmacéuticas, Politécnico de Sunderland; Asesor científico principal de los
Veteranos de la Guerra del Golfo.
Dr. Vyvyan Howard
Histopatólogo con calificación médica, Grupo de Toxicopatología para el desarrollo,
Departamento de Anatomía humana y Biología celular, Universidad de Liverpool, miembro del
Comité Asesor sobre pesticidas del gobierno del Reino Unido.
Dr. Brian John
Geomorfólogo y científico ambientalista; fundador y presidente durante varios años del Eco
Centre de Gales occidental; uno de los grupos coordinadores de GM Free Cymru.
Prof. Marijan Jošt
Profesor de Fitogenética y Producción de Semillas, Facultad de Agronomía de Krizevci,
Croacia.
Lim Li Ching
Investigadora, Instituto Ciencia en Sociedad y Red del Tercer Mundo; editora adjunta de la
revista Science in Society.
Dra. Eva Novotny
Astrónoma y activista en temas sobre transgénicos para Científicos por la Responsabilidad
Mundial (SGR, en inglés).
Prof. Bob Orskov OBE
Ex integrante del Instituto de Investigación Rowett, Aberdeen, Escocia; Director de la Unidad
Internacional de Recursos Alimenticios; miembro de la Sociedad Real de Edimburgo (FRSE,
en inglés); miembro de la Academia Polaca de Ciencias.
Dr. Michel Pimbert
Ecologista agrario, y Socio principal del Instituto Internacional para el Medio Ambiente y el
Desarrollo.
Dr. Arpad Pusztai
Asesor privado; ex miembro investigador principal del Instituto de Investigación Rowett,
Bucksburn, Aberdeen, Escocia.
David Quist
Ecologista microbiano; División de Ciencias Ecosistémicas, Ciencias Ambientales, políticas y
gestión, Universidad de California, Berkeley, EE.UU.
Dr. Peter Rosset
Ecologista agrario y especialista en desarrollo rural; Codirector del Instituto de Políticas de
Alimentación y Desarrrollo (Food First), Oakland, California, EE.UU.
Prof. Peter Saunders
Profesor de Matemáticas aplicadas del King’s College, Londres.
Dr. Veljko Veljkovic
Virólogo de SIDA, Centro de Ingeniería e Investigaciones Multidisciplinarias, Instituto de
Ciencias Nucleares, VINCA, Belgrado, Yugoslavia.
Prof. Oscar B. Zamora
Profesor de Agronomía, Departamento de Agronomía, Universidad de Filipinas, Facultad de
Agronomía Los Baños (UPLB-CA), Facultad, Laguna, Filipinas.
Sitio web del Grupo de Ciencia Independiente: www.indsp.org
El Grupo de Transgénicos del Grupo de Ciencia Independiente (ISP) fue
presentado el 10 de mayo de 2003 en una conferencia pública realizada
en Londres, a la que asistieron el entonces Ministro de Ambiente del
Reino Unido, Michael Meacher, y 200 participantes más. Está integrado
por decenas de destacados científicos de siete países, que abarcan las
disciplinas de agroecología, agronomía, biomatemática, botánica,
química médica, ecología, histopatología, ecología microbiana, genética
molecular, bioquímica nutricional, fisiología, toxicología y virología.
Como contribución al debate mundial sobre los transgénicos, el ISP ha
compilado este dossier completo de las pruebas existentes hasta ahora
acerca de los problemas y peligros de los cultivos transgénicos, así
como de los múltiples beneficios de la agricultura sustentable.
Esperamos que su lectura ayude a tomar la decisión correcta para el
futuro de la agricultura y la seguridad alimentaria.