Transgénicos
Crónicas de otro tipo de producción orgánica
Autor: Jorge Kaczewer
Jorge Kaczewer es médico UBA, investigador y periodista. Miembro del Área de Investigación del MAPO y uno de los pioneros del movimiento orgánico argentino.
En la Argentina, segundo productor mundial de cultivos genéticamente modificados, la mayoría de los alimentos procesados hoy disponibles en supermercados contiene ingredientes derivados de soja tolerante al glifosato, leguminosa transgénica cultivada en 12 millones de hectáreas de las mejores tierras del país. Las últimas estimaciones locales de la cantidad de glifosato utilizado por nuestros agricultores confirman la validez de previas advertencias de que este herbicida sería fumigado excesivamente al resistir la soja transgénica su efecto letal. La cifra de 150 millones de litros consumidos durante los últimos 12 meses supera por lejos las peores expectativas. Paralelamente, a principios de 2002, los excedentes de la última cosecha de soja transgénica empezaron a repartirse caritativamente a millones de habitantes empobrecidos y hambrientos en medio de un récord histórico de indigencia local. Esta campaña, bautizada «Soja Solidaria», fue lanzada por la Asociación de Productores de Siembra Directa (AAPRESID), entidad que nuclea precisamente a los empresarios culpables del fenómeno de expulsión hacia los suburbios de más de 200.000 trabajadores rurales y pequeños agricultores y sus familias. Como consecuencia de la aplicación de este modelo de producción a gran escala con “ahorro” de mano de obra, en sólo cinco años, la República Argentina se convirtió en el país con más pueblos rurales “fantasma” del planeta. Recientemente, una diputada argentina presentó un proyecto de ley en la legislatura de Buenos Aires intentando establecer la obligatoriedad de inclusión de la soja en todos los planes alimentarios de la ciudad, incluyendo los comedores escolares (ver recuadro 1). Durante el mes de octubre, autoridades gubernamentales, eclesiásticas y universitarias argentinas promovieron la puesta en funcionamiento en La Plata de la primera «planta solidaria» para el procesamiento de soja, cuyo objetivo es producir diariamente, con 1.000 kilos de legumbres, 30.000 raciones de alimentos para repartir entre varios comedores sociales de la región. Buscando paliar la malnutrición infantil, también se llegó al absurdo de organizar en un parque recreativo municipal porteño, una cena-show para recaudar fondos destinados a la compra de una gigantesca y modernísima planta elaboradora de “leche de soja”, ignorando que en las conclusiones del Foro para un Plan Nacional de Alimentación y Nutrición, organizado por el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales y auspiciado por UNICEF, convocado para funcionarios oficiales en julio ppdo. se recomendó particularmente desalentar el consumo de soja y sus derivados en menores de 5 años y evitarlo en absoluto en menores de 2 años, a la vez que se criticó la denominación de «leche» al jugo de soja, nombre asignado por el sólo hecho de tener una apariencia similar.
Frente a la avalancha de evidencias científicas que confirman la nocividad del exceso de soja en la dieta, sea ésta transgénica o convencional, estos hechos revelan que, en la Argentina, la estrategia concebida por la industria transgénica hace una década para acostumbrar al público a la ingeniería genética y a cualquier riesgo posible asociado con ella, comienza a rendir sus frutos. El plan fue apresurarse en mostrar los beneficios globales de la tecnología y poner a la gente a comer alimentos transgénicos tan rápido como fuera posible. Cuando eventualmente se comunicara al público que estuvo comiendo transgénicos, éste pensaría para sí mismo, por ejemplo, “así que si vengo consumiendo alimentos transgénicos desde hace ya un tiempo y no caí muerto, entonces imagino que todas las preocupaciones fueron simple histeria respecto de nada”. Qué frustrante presenciar la profusa cobertura periodística multimedia de nuestra sociedad casi totalmente seducida por semejante humanitarismo hipócrita. Porque paliar nuestra epidemia de hambre con soja forrajera transgénica es el colmo de la superposición de ignorancias.
En primer lugar, porque sabemos que el liderazgo económico de EE.UU. se basa no sólo en un poder externo, sino también en el hecho de que este país logró en tan sólo 80 años dividir al mundo en dos partes: un continente produciendo soja y ofreciéndola por doquier de formas adaptadas a las circunstancias económicas, y todos los otros continentes, que se tornaron totalmente dependientes del primero en cuanto a este apoyo básico para sus estándares de vida. Y segundo, porque estamos pasando por alto que la soja es, estratégicamente, un agente realmente capaz de influenciar la constitución física de la gente, que es el basamento de la existencia individual. En 1994, Ilse Oeschlager-Demarest, agrónoma biodinámica alemana radicada en Francia, denunció premonitoriamente semejante riesgo del consumo masivo de soja en la dieta humana. En su investigación publicada en la revista francesa L’esprit du Temps, “Soja – La conquista silenciosa”, ella se preguntaba: “¿Qué otra planta sino la soja podría haber permitido que surgiera un dominio mundial que extrae su poder a partir de la denegación a las poblaciones, a través de la dieta, de las bases físicas para el pensamiento claro y la acción independiente y consciente?”. La soja contiene varias sustancias que son tóxicas para humanos y animales. Estas toxinas son comúnmente denominadas “anti-nutrientes”, o sea, sustancias cuyo efecto impide que el cuerpo obtenga de un alimento los nutrientes necesarios. Algunas toxinas de la soja (fitatos, inhibidor de tripsina) actúan de esta manera, aunque también pueden ejercer un efecto directo devastador sobre órganos, células y enzimas específicos, como el de las demás sustancias peligrosas presentes en esta leguminosa (hemaglutinina, isoflavonas, manganeso, aluminio, nitrosaminas, etc.). Comprender los alcances de la aseveración de Oeschlager-Demarest es difícil porque la enorme confusión pública respecto de ventajas y desventajas del consumo de soja convencional no parece ser promovida por hechos científicos sino por múltiples intereses competitivos de industrias alimenticias y sus lobbies formadores de opinión. Y lo mismo ocurre en la literatura científica sobre la relación soja/salud: la disparidad de resultados de las investigaciones disponibles responde claramente a la pugna entre cuatro diferentes influencias: el lobby agropecuario sojero, el lobby de las industrias lácteas y de la carne, el lobby de las compañías farmacológicas y el lobby de la industria montada en derredor del fenómeno de la “alimentación saludable” (dietéticas, naturismo, vegetarianismo, etc.). Sin embargo, hoy en día cada vez son más los especialistas científicos que están denunciando hasta qué punto el consumo masivo de soja puede afectar peligrosamente nuestra salud y, especialmente la futura aptitud neurológica y la capacidad reproductiva de nuestros niños, esto último debido a que las isoflavonas de la soja hoy son consideradas verdaderos disruptores hormonales (ver recuadro 1). Y, por último, el contexto de un mercado alimenticio saturado de soja transgénica y sus productos derivados no sólo plantea interrogantes sobre los efectos de la soja en la dieta humana, sino que también exige una discusión acerca de la posible toxicidad de los productos genéticos adicionales que desde hace casi seis años está ingiriendo a diario nuestra población (ver recuadro 2), ya que su inocuidad, principio precautorio mediante, todavía no fue demostrada.
Mientras tanto, 200 millones de hectáreas de selva amazónica brasileña y boliviana son el nuevo objetivo que intentará saciar la voracidad de los agro-“holdings” sojeros. Grupos de empresarios argentinos, al constatar que el cultivo de soja transgénica no mejora los rindes, están explorando la posibilidad de entrar allí “con escala”, incluyendo planes de obras públicas gigantescas que posibiliten vehiculizar la producción hacia los correspondientes destinos.
Marcando un contraste con la burda aceptación “transgénica” de la mayoría de las autoridades gubernamentales y un grupo de científicos argentinos, el panorama mundial devela un creciente rechazo. África se está unificando hacia la autodeterminación y la autosuficiencia a partir de la “movida” norteamericana de obligar a las naciones hambrientas a aceptar ayuda alimentaria transgénica. El Dr. Swaminathan, anteriormente promotor y defensor de la Revolución Verde en India, hoy le da la espalda a las empresas transnacionales agroquímicas para apoyar a pequeños agricultores. Etiopía está superando su constante epidemia de hambruna mediante la adopción de una agricultura sustentable y de bajos insumos. En América, cada vez más agricultores están imitando el ejemplo dado por Percy Schmeisser. Una nueva ley europea, en vigencia desde el 17 de octubre de 2002, requiere una completa determinación de riesgos medioambientales previa a cualquier liberación de cultivos transgénicos, una completa interconsulta con todas las partes interesadas y un monitoreo obligatorio durante los ensayos y etapas post-liberación. En realidad, esta legislación requiere información molecular específica de cada evento para la identificación singular de la línea de modificación genética. Hasta ahora, semejante información no sólo es inexistente ya que su primer antecedente data del hallazgo de ADN no identificado en soja RR de Monsanto por científicos belgas en mayo de 2000, sino que además los reguladores ahora tendrán que exigirla en forma rutinaria para poder otorgar una aprobación. En síntesis, esta legislación mantendrá fuera de Europa los cultivos transgénicos. Un poquito más cerca nuestro y apenas un par de semanas atrás, la Sexta Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago de Chile ordenó suspender la comercialización y la importación de todos los alimentos transgénicos elaborados con materias primas que no se encuentren debidamente rotulados por los organismos de salud competentes, en base a una orden de no innovar, correspondiente a un recurso de protección presentado por el Consorcio de Sociedades Agrícolas del Sur, quienes solicitaron prohibir la venta de estos productos en Chile.
Por otro lado, las estadísticas financieras internacionales registran una caída del valor de las acciones de las empresas biotecnológicas que persiste desde hace meses y no muestra signos de recuperación. La mayoría de estas compañías todavía reporta pérdidas multimillonarias y el horizonte de posibles ganancias se les aleja cada vez más. Un reciente estudio sobre cultivos transgénicos realizado por la UK Soil Association los califica como un “desastre económico”. Para los norteamericanos, el costo de estos cultivos ha sido de 12 billones de dólares desde 1999, contabilizando subsidios agrícolas, pérdida de mercados y devoluciones de exportaciones rechazadas. Las predicciones de otros peligros también han sido confirmadas: malezas que adquirieron resistencia al glifosato ahora son plaga en campos de soja y algodón transgénicos en EE.UU. La contaminación transgénica de cultivos comerciales y especies nativas amenaza gravemente la biodiversidad agrícola. Además, las evidencias de peligros planteados por el consumo de alimentos transgénicos continúan creciendo. La última noticia que alcanzó los titulares de los diarios es el hallazgo confirmatorio de que ADN transgénico de harina de soja RR consumida en hamburguesas y licuados fue incorporado por bacterias en el intestino humano, una posibilidad que los científicos pro-transgénicos han negado por años. Debida muestra de que las advertencias comienzan a escucharse es que más de 35 países ya han legislado la obligatoriedad de etiquetado de alimentos procesados conteniendo ingredientes provenientes de plantas transgénicas o activaron leyes restrictivas de su importación.
Las peligrosas consecuencias sanitarias y ambientales de la irrestricta implementación de las aplicaciones agroalimentarias de la tecnología transgénica fueron denunciadas por el MAPO en la Argentina en la “Declaración de Mar del Plata”. Y a partir de mayo de 2001, fecha en que publicamos el fascículo “Riesgos Transgénicos para la Salud Humana” (ver recuadro 2), nuestra denuncia pudo generar un espacio de debate permanente y divulgación a múltiples niveles. Habiéndose aprobado el 7 de junio en San Carlos de Bariloche una ordenanza municipal que instruía la identificación de los alimentos que puedan contener organismos transgénicos o derivados de los mismos, el día 20 de ese mes, el MAPO, convocado por Greenpeace, presentó este libro en dicha ciudad en apoyo al inicio de un camino hacia el etiquetado nacional en la Argentina de productos alimenticios procesados con ingredientes provenientes de plantas genéticamente modificadas. En el mes de setiembre del mismo año, en ocasión de tratarse en el Congreso un proyecto de ley que intentaba legitimar el cultivo y la comercialización de alimentos transgénicos en la Argentina, una ley hecha a medida de los intereses de las compañías semilleras de transgénicos, el MAPO participó junto a otras ONG locales del proceso de asesoramiento a diputados y sus asesores, que culminó con el fracaso de dicho proyecto legislativo al finalizar el año.
Dos meses después, en Noviembre, el MAPO inició una demanda legal contra la Secretaría de Agricultura argentina, exigiendo al gobierno el cese en el otorgamiento de autorizaciones para explotar maíz genéticamente modificado (transgénico) y la suspensión de las autorizaciones conferidas, así como también la prohibición de la utilización y comercialización de todas las semillas de este tipo existentes hasta entonces. Este recurso de amparo se basó en que el polen de maíz transgénico alcanza a contaminar los campos sembrados con maíz orgánico, sufriendo los productores de este último pérdidas de diversa índole, tales como: pérdida de la certificación, pérdida de la mayor inversión realizada, pérdida de prestigio, pérdida de mercados, disminución del valor del producto, pérdida del flete y nuevas y costosas inversiones.
Como síntesis demostrativa del compromiso del MAPO con la investigación, el cuestionamiento y la divulgación pública referidos al tema transgénicos, valga la siguiente enumeración de la actividad realizada hasta la fecha (conducida por el Dr. Jorge Kaczewer):
- 06/2001 Charla para alumnos de 2º año en el colegio Arrayanes, en Pilar, Provincia de Buenos Aires, charla para padres y alumnos en el colegio antroposófico “Clara de Asís” y conferencia “Riesgos transgénicos para la salud humana” en el auditorio de La Esquina de las Flores”, Bs. As.
- 12/7/2001 Conferencia “Riesgos transgénicos para la salud Humana”, en el marco de un Encuentro Internacional organizado por la Unión Internacional de los Trabajadores de la Alimentación y Afines, en el Auditorio del gremio FATAGA, Buenos Aires.
- 14 al 17/8/01 Participación del MAPO (Dr. Kaczewer, Marcelo Pais) en el evento organizado por Greenpeace, paralelo al Noveno Congreso Nacional de AAPRESID y al Segundo Seminario de Biotecnología en Mar del Plata.
- 29/11 AL 1°/12/01 Primer Encuentro Nacional de Producción Orgánica, “Desde Adentro”, organizado por el MAPO en San Marcos Sierras, Córdoba: Conferencia, “Efectos de los agroquímicos y alimentos transgénicos sobre la salud” y taller “Transgénicos”.
- 25/5/02 Conferencia “Los alimentos transgénicos y la salud” en el marco del ciclo de seminarios mensuales organizado en La Cumbre, Córdoba, por Artemisia, Centro para la Prevención, Estudio y Tratamiento del Cáncer desde las Terapias Complementarias.
- 8 y 9/8/02 Primeras Jornadas sobre Alimentos Transgénicos, organizadas por la Sociedad Amigos de la Ecología y Protección del Ambiente Humano y la Comisión de Bioseguridad de la Universidad Nacional de Tucumán: Taller “Impactos ambientales y sanitarios de los alimentos transgénicos”, en el Auditorio del Concejo Deliberante de Tucumán, y mesa debate “Alimentos transgénicos, ¿beneficios o riesgos?” en el Centro Cultural de la Universidad Nacional de Tucumán.
- 24/8/02 Participación en el taller “Catástrofe alimentaria y modelo biotecnológico”, organizado por el Grupo de Reflexión Rural y la Red Alerta sobre Transgénicos en el marco del Foro Social Mundial en Buenos Aires. Presentación del proyecto de ley por iniciativa popular de “Acceso a alimentos seguros” elaborado por la REDAST con el aporte de fundamentos científicos provistos por el Area de Investigación Científica del MAPO.
- 30/8/02 Conferencia “Hechos científicos que justifican nuestra precocupación respecto de las aplicaciones agroalimentarias de la tecnología transgénica” en el marco del Ciclo de Información Científica 2002 de ACOTRA, Asociación Cordobesa de Obesidad y Trastornos Alimentarios, en la ciudad de Córdoba.
- 16 y 17/10/02 Panelista en las “Primeras Jornadas de Calidad y Seguridad Alimentaria”, evento organizado en Capilla del Monte y Cruz del Eje, Provincia de Córdoba, por la Fundación Calidad (Rosario, Santa Fé), la Casa de la Amistad de Cap. Del Monte, la Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos del Norte Cordobés, el Programa Aula Abierta del Instituto de Formación Docente “Arturo Capdevila” de Cruz del Eje y la Red de Vecinos por un Desarrollo Sustentable.
- 18 y 19/10/02 Disertante en la 1era Jornada de Medicina, Salud y Alimentos Orgánicos, organizada por el MAPO y la Fundación San Rafael, en el auditorio del Centro Therapeutikum San Rafael, Bs. As. “La alimentación humana en la era de la soja transgénica”.
- 18/10/02 Conferencia “Riesgos sanitarios del consumo masivo de soja tolerante al glifosato”, en el marco del ciclo de conferencias sobre problemática ambiental organizado por la FUBA, en la Facultad de Ciencias Exactas, Bs. As.
RECUADRO 1
LA RESPUESTA DEL MAPO
Carta a la Legislatura de Buenos Aires que la Comisión de Investigación del MAPO envió como respuesta al intento de una diputada de instituir la obligatoriedad de incluir la soja transgénica en los planes sociales de alimentación del gobierno porteño.
Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Comisión de Promoción e Integración Social
Ref.: PROYECTO DE LEY (2002-01835) sobre obligatoriedad de la inclusión de soja en todos los planes alimentarios de la ciudad.
Comprendemos y compartimos la preocupación de la Sra. Diputada Marta Talotti del bloque Argentina por siempre acerca del hambre en nuestra ciudad. Pero nos sorprende su falta de información acerca de la poca adecuación del presunto alimento para paliar ciertas carencias alimentarias, y aún la probabilidad de que desencadene situaciones peores de las que se quiere corregir.
- Si bien las proteínas de soja pueden constituir un alimento muy nutritivo, no es una panacea: la composición de sus proteínas es básicamente distinta de la requerida por el organismo humano, por lo que no cabe asimilarla a «carne vegetal», ni mucho menos a «leche». Por el contrario, su consumo frecuente e indiscriminado puede resultar en daños como el agravamiento de la ya muy expandida anemia infantil, dado que su alto nivel de ácido fítico interfiere con la absorción del hierro. El mismo reduce también la asimilación de calcio, magnesio, cobre y zinc, y no es eliminado por la cocción. Por tales motivos, los orientales que consumen soja desde hace milenios, lo hacen sólo después de prolongados procesamientos y fermentaciones que aquí prácticamente no se aplican. Por otra parte, el poroto de soja contiene hormonas vegetales que alteran el comportamiento hormonal de los mamíferos que las consumen, incluido el hombre (y sobre todo el niño). No están suficientemente investigadas las dosis de ingesta segura de cada una de estas sustancias.
- La soja es un cultivo que requiere una muy elevada aplicación de agroquímicos en agricultura convencional. Puede hallarse cierto tenor de residuos de estos químicos en el producto final. En particular, el 90% de la soja que se produce en nuestro país es transgénica, tratada con glifosato, un herbicida usado masivamente y el poroto puede contener residuos de ese producto que ha sido acusado de provocar graves intoxicaciones laborales y posible contaminante de las partidas a consumir. ¿Tienen nuestros laboratorios bromatológicos la suficiente capacidad de detección de la sustancia en partidas grandes?.
- Los organismos transgénicos, o genéticamente modificados, están muy cuestionados por plantear una serie de riesgos para la salud humana, tal como se enumera en «Riesgos de transgénicos para la salud humana» del Dr. J. Kaczewer, fascículo editado por nuestra Institución.
- Por estas razones, la Unión Europea sólo recibe y usa la soja que importa de la Argentina como soja forrajera, para consumo animal. A quien acepte que el alimento que merecen los argentinos es un forraje, le informamos que estamos en condiciones de proponer forrajes mejores y más seguros para distribuir.
- En el Foro para un Plan Nacional de Alimentación y Nutrición, organizado por el Consejo Nacional de Coordinación de Políticas Sociales y auspiciado por UNICEF, convocado para funcionarios oficiales el 11 y 12 de julio ppdo. se reconocieron estas limitaciones y se recomendó particularmente desalentar el consumo de soja y sus derivados en menores de 5 años y evitarlo en absoluto en menores de 2 años, a la vez que se criticó la denominación de «leche» al jugo de soja, nombre asignado por el sólo hecho de tener una apariencia similar.
Por todas estas razones, instamos a los Sres. Legisladores a rechazar de plano este proyecto, que configuraría una medida sumamente riesgosa e impopular.
En lugar de ello, proponemos:
- Que se destinen predios desocupados de la ciudad para el armado de huertas y granjas orgánicas comunitarias, cuyos productos sean destinados a comedores comunitarios, escuelas, hospitales, geriátricos a un costo mínimo, sólo necesario para asegurar el mantenimiento de la actividad y la distribución de productos en el tiempo.
- Que se convoque a organizaciones comunitarias estables y a centros educativos especializados para liderar la gestión de las huertas y brindar capacitación.
- Que se destinen partidas iniciales para la limpieza y la protección física del predio, la compra de insumos y herramientas básicas y la mano de obra inicial.
Quedamos a vuestras órdenes para cualquier ampliación o aclaración técnico-científica sobre lo arriba expuesto, tanto en lo referente a los riesgos para la salud humana como en cuanto a ofertas de colaboración para llevar adelante nuestras propuestas.
Lic.Rodolfo Tarraubella
Presidente
RECUADRO 2
RIESGOS TRANSGÉNICOS PARA LA SALUD HUMANA
“Nos enfrentamos posiblemente a la tecnología más potente que la ciencia ha concebido -mucho más poderosa aún que la energía atómica-. Una tecnología cuyo impacto podría afectar irreversiblemente a todas las generaciones humanas futuras. Y a pesar de que científicos independientes de todo el mundo advierten que la biotecnología puede tener peligrosas repercusiones sanitarias, agroecológicas y medioambientales, sus frutos siguen siendo introducidos en nuestro organismo y el medioambiente sin una previa y rigurosa evaluación. Asimismo, pese a ser tantos y tan predecibles los riesgos potenciales implicados por su consumo masivo, nuestros supermercados continuarán ofreciendo al público casi 400 alimentos con ingredientes transgénicos. Mientras tanto, la política regulatoria de su producción y comercialización local parece ignorar las pruebas que impulsaron a otros países a establecer en su territorio una moratoria al ingreso de algunos de estos alimentos. Obviamente, al enfrentar las empresas biotecnológicas en sus países de origen restricciones operatorias, protestas públicas y demandas legales, es lógico que éstas se dediquen a testear y comercializar agresivamente sus productos en países donde son menores los obstáculos y la conciencia del consumidor. De hecho, en la Argentina todavía no existe una ley que proteja al consumidor mediante la obligatoriedad de etiquetado. Esto revela el especial peligro de que el Tercer Mundo “siga siendo utilizado como campo de experimentación y rata de laboratorio” (Dra. Vandana Shiva, 2000) y la necesidad urgente de que tanto autoridades como científicos y consumidores argentinos sean informados claramente acerca de los riesgos transgénicos para la salud humana”.