LUGARES DEL ALMA
por Christopher Day
La arquitectura y el diseño del medio ambiente como un arte curativo. Teoría y praxis de la arquitectura bioclimática con fundamentos de desarrollo sustentable, antroposofía, fengshui, ciencias ocultas y desocultas. Desarrollo personal para la escucha profunda del cliente y del medio ambiente. Co-creación de los lugares con los usuarios, los albañiles y los contratistas. El silencio curativo. El proceso constructivo como una hermenéutica a investigar y desarrollar. Hacia una ética combinada en arquitectura, medicina y ciencias ambientales.
LA ARQUITECTURA: ¿TIENE IMPORTANCIA?
Los arquitectos tienden a pensar que la arquitectura es importante. Nadie más piensa así. Para mucha gente los edificios son caros, puesto que aquello que va adentro de ellos es lo que importa.
Mucha gente cree que la habilidad artística es una cuestión de genio innato, pero estoy convencido que el factor principal es el compromiso. Además la estética está en función mucho menos del dinero que del cuidado, aunque el cuidado cuesta tiempo. En un mundo donde tiempo significa dinero, cuanto menos cuidado se pone en los edificios _en su diseño, construcción y uso_ más baratos resultarán, pero como poca gente desea edificios que luzcan baratos, se ha convertido en un lugar común de apariencia engañosa, usando ya sea imitaciones de ladrillo visto en fachadas o puertas con estructura de cartón pero satinadas, ya sea muebles de aglomerado con frentes lustrosos y traseros rebajados.
Todos sabemos que “los demás” tienden a ser negativos, criticones y prejuiciosos; que a menudo caracterizan las cosas de mala fe y que las condena injustamente. A mí me abrió los ojos experimentar sentimientos positivos provenientes de gente inesperada cuando, alrededor de 1973, construí una casa. Todo tipo de gente, mientras pasaba, se paraba a mirar y a comentar con un sentido de verdadera sensibilidad. Se trataba de granjeros, carpinteros, obreros de fábricas, carteros y gente de ese tipo _muchos de los cuales vivían, deseaban vivir, o construir, bungalows. Me di cuenta que mucha gente elige ese tipo de edificaciones porque son la única elección que pueden imaginar.
Hace más de medio siglo, Rudolf Steiner observó que existe “tanta falsedad y crimen en el mundo como existe carencia de arte.” El continuaba diciendo que si la gente pudiera rodearse de formas arquitectónicas vivas y espacios orgánicos, esas tendencias desaparecerían. Cuando oí por primera vez esto pensé, ¡qué disparate burgués! Después de todo, las raíces del crimen son complejas y en ellas tienen un rol importante las carencias socioeconómicas. Sin embargo, si ampliamos nuestra definición para incluir el abuso explotador de la gente y del medio ambiente, y reconocemos que no se está hablando de destinos inevitables sino de tendencias, es fácil ver qué quería decir él.
Al desaparecer la nutrición estética, se está dejando que la parte emocional del ser humano busque satisfacción mediante la indulgencia en los deseos. La apariencia engañosa, especialmente de las terminaciones de los edificios, son completamente normales, y son por lo tanto espacios estériles que dependen del engaño (superficie cosmética, iluminación manipuladora del ánimo, por ejemplo) o de las complacencias para hacerlos habitables. Al estar rodeadas de desagradables tosquedades, las sensibilidades estéticas, y con ellas los criterios morales, se van embotando. Rodeados, como estamos la mayoría de nosotros casi todo el tiempo, por materia sin vida hecha por el hombre, no es sorprendente que haya crecido tan fuertemente la actitud de tratar de sacar ventaja de todo lo que se pueda, hasta el punto que es un altar político.
Cada uno de nosotros arranca en la vida de manera diferente y atraviesa un flujo de experiencias completamente personales. Por consiguiente el estilo de una persona nunca puede satisfacer a otra. En este sentido el estilo es muy personal; mientras que muchos pueden reconocer y quizás apreciarlo como un símbolo intelectual para una perspectiva del mundo, a menos que se pueda trascender el estilo sus sentimientos permanecen intactos.
Yo trato de no tener un estilo, pero es fácil caer en uno. Me apoyo para la inspiración en un modo de mirar las cosas que me permita ganar insight (introvisión) respecto de lo que ellas son y hacen en realidad, de manera que puedan emanar formas apropiadas. Esto es relevante para toda la gente de todos los lugares. Mi tema es la estructuración del medio ambiente, mis ejemplos están situados en tiempo y espacio, pero los resultados son igualmente aplicables en Inglaterra o en Nueva Inglaterra en el Tokio urbano o en el Sydney suburbano, en las municipalidades de Sudáfrica o en los bosques de Escandinavia. Cualquier construcción, cualquier lugar (en todo tipo de paisaje natural o urbano, en cualquier cultura, clima o país) tiene efectos tales como los que describo. En cualquier lugar que se sitúe, y por más diferente que sea en lo exterior, si la arquitectura hará de ser dadora de salud deberá trabajar con estos temas.
LA ARQUITECTURA CON INTENCIÓN DADORA DE VIDA
Raramente experimentamos los edificios más grandes como objetos arquitectónicos, y en aquellos casos que lo hacemos comúnmente es porque ellos son poderosos y dominantes. Tales edificios imponen sus presencias sobre nosotros y _más en particular_ se imponen sobre sus entornos. Ellos también se prestan mejor para la fotografía y por eso son sujetos favoritos de las revistas de arquitectura.
Donde yo vaya veo edificios abusivos. Que se imponen porque son inapropiados, insensibles. Son monólogos cristalizados que no satisfacen las necesidades de la gente o del lugar.
En los días de la energía manual era más fácil rodear la raíz de un árbol o un peñasco o seguir una curva de nivel que atravesar todo eso en línea recta. Las líneas que resultaban _para los senderos, los límites de los campos o los emplazamientos de las construcciones_ eran, aunque más no fuere por razones pragmáticas, parte de una conversación con el paisaje. La maquinaria poderosa halla más fácil despreciar las irregularidades del ambiente. Cuando uno procura comprender los antiguos edificios y los antiguos campos, uno puede partir por darse cuenta cómo difiere el clima cuando uno se para más allá de sus límites. Esta clase de sensibilidad para emplazar no aparece cuando uno proyecta cosas sobre el papel. El diseño sobre el papel y la construcción mecánica han cambiado la relación de los edificios con sus entornos mucho más dramáticamente de lo que en principio aparenta.
Actualmente uno puede proyectar un edificio en un país para que ese construya en otro. Ya no es más el caso de famosos arquitectos europeos proyectando edificios para América: ahora alrededor de todo el mundo se están proyectando edificios que salen de una cultura para ser emplazados en otra. Tales edificios típicamente llevan control artificial del clima interior y se llega a ellos con autos. Por lo tanto pueden ser ubicados en cualquier parte del mundo, aunque no pertenezcan a ninguna parte.
Existe un considerable peligro en trasponer ideas de una cultura, de una paisaje a otro. Los conceptos norteamericanos de libertad no calzan fácilmente en Nicaragua. Edificios apropiados en Surrey no se adecuan a Midlothian. Una determinada familia de materiales, y por tanto el lenguaje de la forma, puede ser conveniente para edificios de Gales; en otro lugar, con materiales diferentes y distintos climas, culturas y todas las demás consideraciones contexturales, se necesita un lenguaje formal completamente diferente. Los principios subyacentes de lo que el medio ambiente hace en la gente no están circunscriptos a las fronteras nacionales, regionales o parroquiales pero, si han de ser apropiadas las formas a que dan lugar serán intensamente locales. He llegado a la conclusión que esta armonización con la situación local, donde han de ser conscientemente reexaminadas todas las concepciones automáticas, se encuentra entre los más difíciles aspectos del proceso de diseño, esto lo compruebo cada vez que me toca trabajar en una localidad nueva, y desafío a cualquier arquitecto a que me refute.
La arquitectura produce efectos tan profundos en el ser humano, en el lugar, en la conciencia humana y en última instancia en el mundo, que es muy importante preocuparse de los recursos estilísticos con que se apela a las modas. La arquitectura puede tener efectos negativos tan poderosos que también deberíamos pensar, de ser posible, si trabajamos conscientemente ¿no podría igualmente tener fuertes efectos positivos?
Todo aquello con efectos tan poderosos tiene responsabilidades _el poder, si no es contrarrestado por la responsabilidad, ¡es una cosa peligrosa! La arquitectura tiene responsabilidades para minimizar los efectos biológicos adversos sobre los ocupantes, responsabilidades de ser sensible hacia, y de actuar armoniosamente para con, el entorno, responsabilidades para con las individualidades humanas que se pondrán en contacto con el edificio, responsabilidades no sólo en la esfera estética visual y a través de los sentidos externos sino también para con el intangible aunque perceptible “espíritu del lugar”.
Estas responsabilidades incluyen la conservación de energía que va desde la aislación, la organización de los edificios alrededor de una fuente focal de calor tal como una cocina económica para calentar/cocinar, paredes dobles, reutilización del calor desperdiciado _por ejemplo recuperando el calor del agua servida o de las serpentinas de refrigeración_ hasta la producción de energías alternativas como la calefacción solar. Incluyen la selección cuidadosa de los materiales de construcción y las maneras en que son ensamblados, tomando tanto en cuenta a la salud de los ocupantes como la de aquellos que manufacturan esos materiales y los que tienen que trabajar con ellos, y también tomando en cuenta el impacto ambiental de los productos desde su extracción primaria hasta que son escombros de demolición.
Esta actitud de responsabilidad involucra dejar de lado las preferencias estilísticas o inflacionarias del ego favoreciendo en cambio la escucha de lo que el lugar, el momento y la comunidad requieren.
Este proceso de proyectación puede ser continuado a lo largo de toda la construcción. Depende de la construcción manual. Si bien esto es posible que suene como algo irreal y fuera de moda, el hecho es que los sistemas mecánicos no poseen suficiente flexibilidad; el edificio en crecimiento no puede ser adaptado cuando los beneficios potenciales o las fallas aparecen. La construcción manual también provee de escala textural, por ejemplo mediante ladrillos, pizarras o madera en lugar de grandes paneles preparados mecánicamente. Cuando para los constructores existen oportunidades de llegar a estar artísticamente involucrados en sus trabajos, tales construcciones poseen un alma distintiva aún antes de ser ocupadas. Se puede desarrollar el espíritu del lugar por causa del, y no a pesar del, edificio. ¡El método de construcción y la forma en que se hace el contrato tienen por lo tanto relación con el espíritu de un edificio mucho más allá de su apariencia!
Los grandes edificios urbanos son más comúnmente vivenciados sólo como las fronteras del espacio. El espacio es para vivir en él. Los objetos son pensamientos congelados. El primero realza lo vital, el segundo, si es suficientemente grande, es amenazador, dominador, al robar la luz solar con sus enormes sombras o al trampear nuestro sentido de la orientación con sus reflejos. Recuerdo que cuando era estudiante perdí muchísimas horas en dibujar cuidadosamente vistas y perspectivas y que le dediqué poca atención a los cortes, a las perspectivas interiores o a las vistas de las relaciones con el entorno. ¡Ahora hago exactamente lo contrario! Ahora estoy menos interesado en los objetos que en los lugares.
El lugar es incapaz de hablar con voz humana pero nosotros podemos escuchar lo que él quiere decirnos, aquello que el lugar acepta. ¡Cuando observo lugares donde el encanto se debe en parte a las construcciones, me doy cuenta que ésta es la pauta a la que debo apuntar!
Todo lo que construimos es nuevo, pero en cuanto ha estado allí un año o dos puede llegar a verse como fuera de lugar o fuera de tiempo. Puede verse como antiguo _revelando sólo su engaño al realizar una inspección más cercana_ o puede no ser ni viejo ni nuevo sino eterno o inevitable. Yo trato de proyectar lugares que no entren en conflicto con la corriente del pasado (todo aquello que haya contribuido con el presente) pero que no resulten fuera de moda o imitativos; lugares que estén inspirados en el futuro (el mundo de las ideas, de los ideales, de la inspiración y la imaginación) pero que aún hagan pie en la realidad del momento presente _ya que el presente, si bien inspirado por el futuro está construido sobre el pasado. Ignorar la corriente del pasado es barbarie; si nos concentramos demasiado fuertemente en él, el riesgo es la preservación sin sentido, o hacer revival.
Existe una enorme diferencia entre proyectar cosas para la gente y hacerlo junto con ella. Los arquitectos tienen la esperanza que sus edificios duren por generaciones, así que los ocupantes que tienen en la mente mientras proyectan no coincidirán con los que ellos pueden conocer. Pero a menos que yo pueda proyectar algo que nutra a mi alma _que la nutra, no sólo que sea bonito, dramático, fotogénico, novedoso_ no podré tener esperanza de que sea nutritivo para nadie más.
Tendemos a pensar primero en la estética visual. La inquietud por la estética visual es la parte principal del trabajo de la mayoría de los arquitectos, incluido yo mismo. Es sabido que una imagen vale más que mil palabras, que el nervio óptico tiene mayor contextura que los nervios de los demás órganos de los sentidos _pero un aroma puede llevarnos a olvidados recuerdos de la infancia, la música puede transportarnos a otro mundo…
Todos los sentidos tienen un rol que cumplir _en lo feo y en lo bello_ pero muy a menudo se los considera aisladamente. Cuando se unifican, dando el mismo mensaje, comienzan a hablar de la esencia implícita de un lugar. Cuando los mensajes sensoriales están en conflicto, las mejoras que se hagan al medio ambiente son sólo juegos cosméticos. Del mismo modo que el avión Concorde puede parecer un hermoso pájaro pero no suena como tal, así una hermosa fachada arquitectónica bien diseñada frente a una autopista de alto tránsito es un disparate. El bombardeo del ruido capta toda nuestra atención. Es tan hueco y sin sentido como el olor sintético de pan fresco en la entrada de un restaurante fast-food.
Para ser curativo, un lugar tiene que ser armonioso, debe introducir el cambio como un desarrollo orgánico de modo tal que las nuevas construcciones no parezcan extrañas imposiciones sino que den la sensación que pertenecen inevitablemente al lugar en el que están. Deben responder a sus entornos y ser responsables, tratando de minimizar la polución causada por sus materiales. Pero los lugares _y los edificios_ deben ser más que eso: deben nutrir al ser humano.
Los síntomas expresan y liberan lo que está sucediendo en el interior del cuerpo humano_ una fiebre alta por ejemplo muestra la lucha entre los anticuerpos y los agentes patógenos. De igual manera la enfermedad expresa y libera las inarmonías internas y menos visibles. Para entender la enfermedad y la curación, ya sea en términos médicos o arquitectónicos, necesitamos entender algo acerca de los diferentes niveles del ser humano.
La ciencia de la biología de edificios está todavía en su infancia y muchas de sus afirmaciones son discutidas, particularmente por las industrias que ven amenazados sus productos. Pero aun en ausencia de datos científicos, hasta cierto punto podemos sentir cuándo un lugar es saludable y fisiológicamente vitalizador y cuándo no lo es. Compartimos este dominio de efecto biológico y vital con todo lo que vive _aunque somos más que esto. Por más insensibles que seamos, el medio ambiente tiene un verdadero efecto sobre nuestra vida emocional. El turismo (y el comercio de las tarjetas postales) depende de los lugares que la gente elige visitar, aunque más no fuera para mirarlos.
En cuanto reconocemos que muchos aspectos cualitativos del ambiente tienen efectos universales que se suman a los personales y culturales, debemos reconocer que el ser humano _cada uno de nosotros_ es potencialmente un instrumento objetivo de evaluación. Lo que muchos descartan como “subjetivo” en realidad puede ser evaluado objetivamente: así pueden construirse distinciones completamente nuevas entre lo objetivo y lo subjetivo basadas en estos nuevos criterios.
Aquello que hace al ser humano realmente humano, sin embargo, es la capacidad de distinguir cuál puede ser el camino correcto o incorrecto de actuar. A diferencia de los animales, debemos trascender el instinto, los hábitos o las conductas adquiridas por condicionamiento y utilizar nuestro pensamiento y nuestras sensibilidades morales y estéticas para elegir conscientemente nuestras acciones. También con respecto a nuestro entorno hacemos distinciones acerca de lo que nos gusta y lo que nos disgusta. Nos pueden nutrir las cualidades artísticas que trascienden la mera técnica psicológica. Para elevar el espíritu, los lugares tienen que ser en cierto modo artísticos.
A partir de este approach es posible desarrollar un vocabulario de cualidades que nutran el alma humana, pero para resultar curativos debemos ir aún más allá. Si representamos al humano como un ser de cuatro niveles _cuerpo físico, vital, emocional e individualidad moral_ podemos observar inarmonía en el nivel más interno expresada en una sustancia progresivamente más grande a medida que ella se va transformando al atravesar cada nivel hasta que se llega a convertir en una aberración física, como un tumor, que puede continuar en un cuerpo muerto. Un tratamiento mediante cirugía, quimioterapia u otros medios puede destruir las dolencias físicas y psicológicas a esos niveles (más externos), pero seguirá el hábito de emerger nuevas dolencias a menos que se encaren las inarmonías situadas en profundidad. La curación significa transformación en el nivel más interno, y sólo el individuo es capaz de hacer esto por sí mismo. ¿Cómo puede llevarse a cabo esto? ¿Y qué tiene que ver con la arquitectura?
Hasta es difícil reconocer la necesidad de tal transformación interior, aunque es aún mucho más difícil comenzarla. Se hace necesario algo de afuera como la psicoterapia, la medicina homeopática o algún otro agente para iniciar y mantener el proceso. El medio ambiente constituye uno de dichos agentes: puede proveer nutrición, sostén y equilibrio para el espíritu humano del mismo modo que puede matar de hambre, oprimir y pervertir los procesos del espíritu.
Pero el medio ambiente _aun el medio ambiente estático, mineral, arquitectónico_ realiza más que esto. Nuestro medio ambiente es parte de nuestra biografía. Es parte del flujo de acontecimientos y entornos que colaboraron a que lleguemos a ser lo que somos. Decía Churchil: “Nosotros formamos nuestro medio ambiente y él nos forma a nosotros”. Si durante un pequeñísimo instante tú consideras la posibilidad de la reencarnación y el destino, te encararás con la pregunta: ¿por qué hemos elegido este particular camino en la vida, un camino de progreso del medio ambiente, y no otro?
Existen teorías de la reencarnación punitivas y positivas. Estas últimas sugieren que en nuestro camino de desarrollo personal necesitamos encontrar y resolver aquellas cosas que previamente quedaron no resueltas y dejadas de lado. A lo largo de cada vida atraemos las oportunidades que necesitamos, a menudo bajo el aspecto exterior de obstáculos. Esto no quiere decir que nuestros entornos deberían necesariamente proveer un amplio espectro de obstáculos; más bien, si puede proveer cualidades que han sido significativas en vidas anteriores, es posible que se fortalezca la determinación de transformar los obstáculos en oportunidades en esta vida.
Las cualidades atemporales tienen una profundidad que nos puede aportar una experiencia umbral del cambio interior necesario para poner en movimiento la transformación curativa del yo interior. Entrando en la experiencia de una obra de arte cruzamos dicho umbral interior, y éste es el cimiento de la terapia por el arte.
Nuestros entornos son potencialmente las formas artísticas más poderosas que experimentamos en nuestras vidas. Que nos traigan enfermedad o curación depende de todos nosotros, cuyas decisiones y acciones dan la forma al medio ambiente humano.
LA ARQUITECTURA COMO ARTE.
Cuando se intenta observar qué son las esencias innatas de las cosas y cómo y por qué tales cosas nos afectan, es fácil ver que existen reglas que subyacen en todas las experiencias universales y por lo tanto profundas. Para ser curativos, sin embargo, debemos trascender los umbrales, tenemos que trasladarnos de las reglas al arte. ¿Pero, qué es arte?
Alguna vez escuché describir la poesía como aquello que nos eriza la piel mientras la leemos. Esto se aproxima a mi definición del arte: la experiencia de algo que una vez vivido nunca más nos dejará ser los mismos otra vez. Nos aportó un paso interior adelante. La curación médica, psicológica y espiritual involucra procesos mediante los cuales algo de afuera se introduce en el paciente de manera que él o ella pueda efectuar un paso interior. Es un proceso de capacitación, no de manipulación.
Las artes _sea pintura, arquitectura o aun jardinería o cocinar_ están relacionadas con la vivificación de la materia material. En este sentido, el arte consiste en imbuir de espíritu la materia, y es este espíritu lo que el usuario experimenta inconscientemente y lo que tiene una influencia curativa. ¿Pero, cómo dar este paso que va de las reglas al arte?
Desgraciadamente, no parece que sea suficiente tener buenas intenciones o comprensión teórica. Las buenas intenciones quedan como abstracciones en tanto no establecen resultados en términos de hechos y productos; las acciones sin gracia, perversas, introducen una inarmonía que colabora en negar las buenas intenciones, mientras que la obra artística hace que echen raíces más ajustadamente en la materia. Cuando dejé la facultad de arquitectura presencié cómo muchos de mis compañeros cuyos ideales yo admiraba los iban abandonando por parecerles inalcanzables en el mundo “real”. Qué tragedia innecesaria, ya que, si son verdaderos, los buenos ideales _por más que estén fuera de moda_ son esencialmente prácticos y tienen que imponerse humilde pero vehementemente para lograr el éxito en forma práctica y artística en el mundo.
Es necesario cultivar el sentido de lo bello, de lo artístico. Digo “necesario” porque nuestra cultura tiende a suprimir este sentido, y digo “cultivar” porque cada uno de nosotros lo tiene latente adentro. Antiguamente era tan fuerte que la gente común preindustrial no podía hacer una cuchara, un aro, un bote, ni siquiera una casa que fuera fea. Hacerlo habría sido cometer un crimen contra ellos mismos. Todo, desde aventar el trigo hasta bendecir la comida o labrar una silla, eran acciones que daban las gracias a la creación divina, una actividad artísticamente satisfactoria. Todo lo que construían y hacían era esencialmente funcional: no había tiempo ni energía ni espacio para realizar algo sin un propósito práctico; belleza y utilidad eran inseparables.
Hoy día encontramos lo opuesto. Belleza y utilidad son vistas en todas partes como corrientes completamente separadas: todos necesitamos la utilidad, pero la belleza se considera una indulgencia, periférica a los principales objetivos de nuestra vida. Poseemos ahora los medios para producir cantidad _innecesaria cantidad_ y la calidad es una consideración secundaria. En el siglo dieciocho los espectadores acostumbraban llorar durante los conciertos; hoy día no es infrecuente que las emociones sean arrancadas por la potencia de los decibeles.
Actualmente resulta imposible retornar a los valores pre-industriales, ya que éstos eran completamente inconscientes y habituales. Sus formas estaban dominadas por estereotipos, sus horizontes interior y exterior aprisionaban. Hoy, gracias a Dios, si elegimos considerar la belleza y la utilidad como inseparables lo hacemos con plena y comprometida conciencia. Podemos elegir conscientemente la dirección de nuestra obra artística para que resulte apropiada a las necesidades de la circunstancia más que por ser personalmente indulgentes. ¿Pero qué es lo que necesita la gente de un medio ambiente arquitectónico?
Todos nosotros cada tanto nos encontramos en estados mentales como el aburrimiento, la inseguridad, la soledad o el estrés, estados que necesitan algo del exterior para alcanzar el equilibrio. Donde el medio ambiente puede ofrecer interés, actividad e intrigante ambigüedad, durabilidad sin tiempo y un sentido de tener raíces (en el lugar, pasado y futuro) en el mundo natural más amplio con sus ritmos renovados, lugares sociables y atmósferas relajadoras para los sobresaltos de la sociabilidad, y armonía, tranquilidad y sedante quietud espaciosa, el ambiente puede dar soporte como un primer paso para recobrarse. Donde no puede dar estas necesidades del alma encontramos el clásico fenómeno moderno: la dependencia. Dependencia de drogas prescriptas o narcóticas, alcohol, televisión, consumismo. Podemos encontrar “necesidades del alma” interminables que se adecuen a nuestras costumbres siempre cambiantes, pero existe un rango más limitado que debe ser encontrado en nuestros entornos si esas necesidades han de constituir un sostén. ¿Cuántos hogares tienen el foco cálido social _y físico_ de una salamandra? ¿Cuánta gente tiene acceso a la frescura del agua cantando feliz?
Cuando a una comprensión de las características universales de nuestro vocabulario artístico se añade el sentido de la belleza y la resonancia con las necesidades del alma, el resultado es tanto artístico como apropiado. Podemos llamar a esto “funcionalismo espiritual”. Por ejemplo, el color se puede usar funcionalmente _un jardín de infantes Steiner debería ser soporte de la actividad imitativa e imaginativa dentro de un medio ambiente cálido, seguro, casi de ensoñación. El color apropiado pertenece a la gama de los rosas cálidos. Por otro lado, un aula para niños mayores que éstos necesita un medio ambiente que ayude a los adolescentes a llevar la actividad exterior de la temprana infancia más hacia el interior de ellos mismos; esto estimula al intelecto para que sea más activo en comparación con la educación anterior. El color apropiado pertenece a la gama del azul frío _aunque muy delicado. Pero cómo se colorean las habitaciones, cómo se dan los maticen exactos y las sombras y variaciones precisas, depende del diálogo entre el color, la luz natural y el espacio. Un jardín de infantes en Oslo o en Milán serán totalmente diferentes, a pesar que las necesidades prácticas del color sean más o menos idénticas.
La verdadera conversación nunca es un compromiso. Con el compromiso algo muere, mientras que con la conversación algo nuevo nace. Es en este algo, en este “espíritu de la conversación”, que lo universal y lo particular único se funden en una obra del arte. Tal como sucede en las conversaciones de proyecto con el cliente, lo que brota es mejor y más apropiado que lo que cualquiera de nosotros hubiera hecho por sí mismo. Apropiado es la palabra clave. Las cosas son apropiadas sólo si ellas encuentran las necesidades de la circunstancia _y hay muchas necesidades: el ambiente, la comunidad más amplia, la salud de la tierra, todas tienen necesidades tanto como las tienen los usuarios del edificio.
Muy pocas de esas necesidades pueden ser puestas en palabras. Debemos escuchar lo no dicho, lo inefable, escuchar con todos nuestros sentidos. En esta escucha, realizada como un ejercicio, lo que desarrolla nuestro sentido de lo que es correcto _nuestro sentido de la belleza.
Escuchar aquello que ya está ahí es el primer paso para toda arquitectura significativa del mismo modo que es el primer paso en toda terapia. El médico “escucha” a su paciente _lo que él dice, cómo habla, su apariencia, su cara, etc. La escucha es el requerimiento fundamental de toda conversación_ ¡o incluso de todo proceso social sano! Sólo avanzamos reconociendo que lo que el proceso permite traer al mundo no estaba aquí antes.
El éxito depende de dejar de lado las preferencias personales y escuchar sin hacer juicios (excepto acerca de la verdad), y escuchando aun lo que deja mal sabor. En arquitectura esto significa escuchar las necesidades de la gente _que raramente pueden verbalizar con propiedad_ las necesidades del lugar, las oportunidades que están ocultas y que se irán haciendo cada vez más manifiestas a medida que progresa el proyecto, luego la construcción, luego el uso. Existen técnicas y procedimientos que describiré más adelante y que pueden facilitar esto, pero el elemento vital es el cultivo de la capacidad de escuchar.
CONSTRUYENDO PARA LA SALUD FÍSICA
Alrededor de 1970 empezó a crecer un approach a la construcción que se llamó “daño restringido”. Energía-cero, casas ecológicamente autónomas y granjas autosuficientes llegaron a ser una moda selecta. Dos décadas después resulta más fácil tener una visión panorámica más amplia y ver que la arquitectura, como cualquier otro arte formal, puede traer beneficios a la humanidad y a la tierra que pesen más que el daño material que ella causa. El mundo sería un lugar más pobre sin la catedral de Chartres, pero su construcción significó la explotación de cantidades de canteras de piedra. Podemos construir edificios completamente biodegradables con tierra, paja y ramitas, pero todos los edificios que satisfacen los criterios de performance con que contamos en el mundo desarrollado provocan daño ecológico de un modo u otro. Sus materiales son casi enteramente extraídos con sentido minero de nuestro entorno _incluso la moderna forestación es minera. Muchos causan polución o usan considerable energía en su manufactura. Al usarse, los edificios consumen cantidades de energía, cuya producción tiene consecuencias ecológicas.
¿Cuál es el daño? ¿Qué precio pagamos? En los diarios podemos leer sobre las napas de agua envenenadas, la radiactividad en los alimentos, los bosques y mares moribundos y sobre el colapso ecológico en todas las regiones. No se trata de algo que hacen los demás. Es el producto y el subproducto del modo en que construimos y vivimos. Este tipo de polución difícilmente existía antes de la revolución industrial y gran parte de lo peor de ella fue inventado en la últimas décadas. No es éste el único modo de vivir y construir, pero es el modo normal de nuestra época.
Por lo tanto no es fácil hacer cambios que sean aceptables para la gente que debe pagar por ellos y que funcionen aceptablemente. Pero si estamos apuntando a hacer arquitectura que tenga una influencia dadora de vida, necesitamos cimientos responsables.
La energía bajo una forma u otra siempre tiene un costo ambiental. Se usa mucha más energía para hacer funcionar un edificios que en su construcción y que en la manufactura de sus materiales. Tomar en cuenta el clima local tiene un sentido energético. En mi propia región los problemas son mayormente producidos por el enfriamiento del viento. Los edificios abrazados al piso andan muy bien aquí. Calentar los edificios significa calentar el espacio, por tanto cuanto más pequeño y compacto el volumen a calentar menos energía se necesitará _una cuestión para la cual no siempre soy capaz de convenser, ¡aunque se trate de clientes ya conscientes del problema energético! Para minimizar el uso de energía como así también otros efectos sobre el entorno, tales como la escala relativa y el tamaño de las sombras, el primer paso es pensar pequeño. Distribuciones espaciales compactas no necesariamente significan un medio ambiente contraído o apretado.
Ahora se ha llegado a establecer bien que es más barato conservar que producir energía. Mucha gente piensa primero en términos de aparatitos de energía alternativa. Yo pienso en esto al final. No obstante alguna energía alternativa es sencillo producir. La economía depende de las suposiciones de contabilidad que uno haga: puede probarse que el agua caliente solar es ahorradora de dinero y nunca llegar a pagarse a sí misma. Por lo tanto yo pregunto a mis clientes: ¿piensa que es algo correcto tener o estar sólo buscando ahorrar dinero?
El calentamiento solar del agua es algo que nada tiene de complicado. Comúnmente yo uso un sistema en el que aletas de aluminio se abrazan a la cañería de cobre y el fluido intercambiador de calor hace termosifón hacia un depósito o tanque intermediario de pre-calentamiento. Entonces el sistema funciona cada vez que la luz del sol _o la luz de días nublados en verano_ es más caliente que el agua fría. El problema con el calentamiento solar es de integración arquitectónica.: ¡evitar los apéndices claveteados! Mi casa utiliza un sistema integrado-estacional de energía solar, tanque intermediario en la cocina económica y generador hidroeléctrico de pequeña escala, diseñado todo para que cualquier sobrante de energía que no se utilice sea derivado al calentamiento de aguas o del espacio. Poca gente tiene la gran suerte de generar su propia electricidad a partir del viento o del agua, pero las casas semi-enterradas con paredes dobles fácilmente ahorran los 1,3 kW que entrega mi generador. Este tipo de energía es algo completamente físico y por eso a menudo sólo es considerada en la esfera material.
Las tablas de confort/temperatura pueden no tomar en cuenta si el calentamiento es por radiación _en cuyo caso el aire estaría más frío_ o por convección. La convección forzada de aire puede crear la temperatura correcta pero no el confort ya que la fricción en los ductos puede llegar a reducir el contenido de iones del aire hasta más del 95 por ciento y alterar adversamente el equilibrio entre los iones positivos y negativos. Los materiales sintéticos que producen alta electricidad estática tienen efectos similares _se altera el contenido de serotonina en sangre y se suponen otros efectos fisiológicos, aunque la evidencia científica es controvertida. Mucha gente, sin embargo, experimenta dolores de cabeza y letargia cuando es bajo el contenido de iones y predominan los iones positivos. El aire queda limpio de polvo y nos sentimos más saludables y vitales con un contenido más elevado y con una relación 60:40 entre iones negativos y positivos.
Un modo no eléctrico de producir ionización consiste en usar agua circularte. Los refrescantes efectos de las fuentes en las plazas de las ciudades sin iones y poluídas se puede mejorar induciendo al agua a efectuar movimientos de una cualidad particular y, para tal propósito, se ha desarrollado el sistema Flowform.
CALIDADES Y CANTIDADES
Una definición de arquitectura es “el diseño de edificios”. Una definición de edificios es “continentes durables de medio ambiente controlado” _la creación de ambientes apropiados para ciertas funciones (comúnmente humanas).
A partir de este approach se han desarrollado y establecido áreas especializadas de estudio. La ciencia medioambiental se interesa, en general, en descripciones cuantitativas sobre qué es apropiado para las necesidades físicas de las actividades humanas tales como la temperatura que necesitamos para sentirnos cómodos mientras trabajamos sentados o mientras hacemos esfuerzo físico, y cuánta luz necesitamos para leer o para trabajar en la cocina. Estas cantidades nada nos dicen sobre qué es una atmósfera agradable para leer o para cocinar, aunque esta atmósfera agradable esté compuesta de la calidez y la luz correctas, etc. Es esta atmósfera lo que da sentido a las descripciones físicas cuantitativas. Para crear atmósferas agradables y, más importante aún, significativas y apropiadas, necesitamos focalizar nuestra atención no tanto sobre las cantidades como sobre las calidades.
Existen instrumentos para medir cantidades: por ejemplo, cuánto de ruidoso es algo y de qué frecuencias está compuesto el sonido. Tenemos tablas con las cuales evaluar estas cantidades: el ruido que supera un número determinado de decibeles perturba el sueño o se entremete en la conversación, etc. Usamos instrumentos para obtener información objetiva, pero ellos son selectivos. Una veleta de las lecturas de un anemómetro puede decirnos dónde es mejor ubicar un molino, si bien se hace necesario una edición (expurgar datos) para descartar los ventarrones que superan cierta velocidad. Para ubicar edificios, sin embargo, necesitamos conocer las temperaturas y humedades de los vientos esenciales, cuáles realmente interesan y cuáles no. Esto puede decírnoslo tanto un conjunto de instrumentos o una computadora como la paciencia de esperar muchos años, o también podemos preguntar a algunos de los vecinos más antiguos. Los instrumentos incuestionablemente nos aportan una objetividad susceptible de hacer que nos disciplinemos, pero su selectividad puede desembocar en que sus respuestas a menudo no corresponda a nuestras preguntas. Lo que a menudo se desprecia como subjetividad humana es la capacidad inconsciente de sintetizar muchos factores; sin embargo, debido a que es inconsciente, muchas preferencias personales colorean y enturbian esas capacidades.
¿Cómo podemos encontrar principios objetivos análogos para evaluar las calidades? Es posible cuantificar las respuestas humanas sobre la base de las respuestas promedio a cuestionarios o registrando el comportamiento de ratas de laboratorio. Podría ser que existan medios sensatos de hacer esto, pero yo mismo he tenido que apartarme de este sendero común, por un lado, por la super-simplicidad y la obviedad de las conclusiones (que todos nosotros a todas lucen conocemos) y por el otro lado debido a que estoy tratando de ser humano y no alguien que responde como una rata a la estimulación conductista o bejaviorista. Cuando nos hallamos en lugares que hacen que nos sintamos bien (o mal), es probable que nuestros sentimientos sean compartidos por otra gente. No estoy refiriéndome a edificios o lugares sobre los cuales pienso algo, sino a aquellos donde antes de empezar a pensar siento algo.
Cuando presenciamos la evidencia de edificios enfermos se nos hace claro que las cualidades que son ampliamente agradables o desagradables, sean éstas el calor, la luz, el sonido o lo que fuere, son en realidad beneficiosas o dañinas: nuestro juicio y preferencia subjetiva puede ser una guía muy significativa acerca de si los lugares son buenos o malos para nosotros. Para ciertas mediciones científicas, de hecho el ser humano es el mejor instrumento. Al desarrollar el sistema Olf & Decipol para medir la polución del aire puertas adentro, el Prof. Fanger halló que las declaraciones humanas eran más sensibles, precisas y significativas que cualquier análisis químico (Byggforskning Nro. 3, Abril 1988, pp. 17-19).
El problema es que existen capas personales, culturales y universales de respuesta. Habitualmente esas capas se encuentran todas interpenetradas oscuramente _nosotros sólo respondemos; no pensamos por qué. Por lo tanto es posible, mediante ejercicios disciplinados, comenzar a utilizar nuestros propios yoes (o sí-mismos) como instrumentos objetivos para evaluar las cualidades del medio ambiente.
La cantidad de espacio que necesitamos que haya entre nosotros y los extraños para sentirnos bien varía de una cultura a otra. (Ver por ejemplo Edward Hall: La dimensión Oculta, 1966). Los requerimientos de las cantidades de espacio son predominantemente culturales: para los europeos, por ejemplo, es sorprendente la escala de las casas, los autos y las ciudades norteamericanas. También tenemos preferencias espaciales personales: a algunos les gusta lo íntimo, a otros lo amplio y expuesto. En términos absolutos, no obstante, la distancia afecta la manera en que necesitamos hablar, movernos o enfocar nuestros ojos. Por lo tanto ella tiene efectos en lo físico, independientemente de nuestras expectativas y preferencias, lo cual influye en las relaciones sociales.
El color es altamente personal. Cada uno de nosotros tiene colores que prefiere usar o que no se pondría. Pero existen también corrientes de moda de color que fluyen a través de la sociedad rodeando las rocas de las convenciones establecidas. Existen también aspectos universales del color: el rojo acelera el metabolismo, el azul lo disminuye. Este es un hecho fisiológico _cualquiera responde de este modo. Los diferentes colores estimulan glándulas diferentes: por ejemplo, el amarillo, la tiroides; el azul, la pituitaria; el rojo, las glándulas sexuales masculinas; el violeta, las glándulas sexuales femeninas. El conocimiento de este tipo se puede usar para manipular a la gente y también puede ser usado terapéuticamente. En un hogar inglés para niños con problemas de conducta hay una piscina iluminada subacuáticamente de modo que los cuerpos de los niños chapoteando puedan verse coloreados: el rojo ayuda a activar a los chicos autistas y los saca de sí mismos hacia la actividad exterior, el azul ayuda a calmar a los hiperactivos y los remite hacia la actividad interior.
Todos los colores tienen efectos universales. No me estoy refiriendo a gotitas de color sino a experiencias totales con el color: luz coloreada, ambientes coloreados, paredes y cielorrasos de color. Los colores pesados, fuertes tienen tendencia a ser demasiado potentes como para sentirnos cómodos, y su empleo requiere gran habilidad y sensibilidad. Tradicionalmente se los aplica en una variedad de matices y transparencias que utilizan la armonía y el contrapunto. Los colores fuertes tienen tendencia a resultar manipulativos _dominan el mobiliario y otros dispositivos y también al ser humano. Fuerzan la disposición de ánimo de una habitación.
Es en la luz, sin embargo, donde el color funciona como un delicado soplo. La luz de color da un efecto diferente al que dan los pigmentos: con la luz uno se puede sentir elevado hacia un estado de ánimo, en tanto que con el pigmento uno tiende a contraer el ánimo. Imagínese (si no puede disponer las cosas para experimentarlo) la habitación donde está bañada de luz amarilla o pintada de amarillo _o de azul o de colorado.
Exceptuando habitaciones especiales para usos especiales, los vidrios coloreados tienden a parecer fuera de lugar, en particular debido a que la mayoría de las ventanas son para poder mirar afuera. La técnica conocida como “lazure” consiste en pintar finos velos transparentes de pigmento sobre un fondo texturado blanco de tal modo que la luz se refleje a través del color, siendo cada velo tan delgado como para resultar escasamente visible. Los velos traslúcidos de las cortinas tienen un efecto vivificante similar en el color de la luz.
El verde es un color de equilibrio; tiene un efecto apaciguador, calmante, sedativo. (En las escuelas Steiner es el color de equilibrio para las aulas de mediana infancia). Aún así, requiere considerable habilidad pintar una habitación de verde mate sin que resulte pesada y muerta, ya que el verde es un color que no tiene vida al pintar con él. Peor todavía, se corre el riesgo que la luz reflejada haga verde la cara de la gente creando, por asociación, un estado de ánimo intranquilo. Si, en cambio, la luz brilla a través del follaje, el efecto puede ser tanto de vida como relajante.
Yo uso mucho la luz reflejada en materiales naturales. Para esto generalmente dependo de paredes y cielorraso blancos. Donde resulta apropiado un hálito de color específico, uso la técnica lazure. Estos colores no son fortuitos, ni tampoco atractivos o simpáticos, sino específicos para su función. ¿Qué color por ejemplo ayudaría a transformar una cafetería que es una cantina de comida utilitaria en un centro de sociabilidad? ¿Cuál debería ser el color que nos vaya preparando para entrar en una iglesia? No es una cuestión de reglas sino de cultivar la consciencia acerca de cómo hablan los colores. El próximo paso consiste en poner al color en conversación con la luz _única para cada habitación y después jugar con los ingredientes artísticamente.
Para jugar con el vocabulario cualitativo de la arquitectura necesitamos cultivar esta concientización en todas las esferas. Necesitamos despertar nuestros sentidos, el pórtico entre la realidad y nuestros sentimientos. Los sentidos nos hablan sobre aquello que es importante en nuestro entorno; principalmente vivenciamos las cosas a través de los sentidos externos: vista, olfato, gusto, sonido, calor, tacto. La arquitectura concebida como diseño ambiental es el arte de nutrir estos sentidos.
Tratamos de hacer lugares que se vean bien. Incluso aunque no miremos hacia ellos, la impresión visual del fondo es de tales características que causa buena respuesta o conformidad. La gente ve este “humor” visual _pueden hablar de él más tarde, recordarlo aun por años, pero si uno les pide que dibujen algo de él ¡difícilmente pueden dar una somera idea de cómo se veía realmente! Gran parte de este humor visual se compone de color, textura visual, escala y la cualidad de los encuentros e interacciones entre las cosas. Gran parte de nuestra respuesta se debe a la calidad de la luz.
No importa cuán bonito se ve un lugar si huele a desagüe fermentado. El aroma del pan fresco o de la molienda del café puede ser la mejor publicidad de un negocio; mejor que cualquier display (exhibidor) visual. Los comerciantes a veces me miran extrañamente cuando les pregunto ¿su producto (digamos su alfombra) tiene olor? ¡Me miran aun más extrañamente cuando olfateo sus muestras! No es bueno proyectar un lugar que luzca bonito pero huela terrible, especialmente en tanto ese olor significa algo acerca del aire que estamos respirando.
Los adultos no andan por ahí mordisqueando lo que nos rodea; pero los bebés si. Cuando uno hunde sus dientes en un juguete de plástico o en uno de madera se recogen sabores completamente diferentes. Cuando saboreamos cobre o plomo en el agua potable, por ejemplo, empezamos a preguntarnos si las cañerías no estarán envenenándonos.
El calor puede tener cualidades diferentes, tales como: el calor radiante de la forja de un herrero puede ser soportable incluso en verano. El calor radiante focal de un hogar o de una salamandra, reforzado por el sonido, el olor y la visión del fuego, le da cierto espíritu a una casa. En castellano llamamos “hogar” a la casa y al dispositivo o la instalación que nos calienta; en inglés se llama “hearth” al hogar-chimenea, y “heart” es corazón. A todo aquel que aprecie una bolsa de agua caliente o yacer sobre rocas calentadas por el sol no le será difícil imaginar el lujo de las estufas rusas construidas para dormir encima. ¡Qué diferencia abismal entre el calor por conducción y el aire acondicionado caliente!
La mayoría de nosotros no andamos por ahí tocando deliberadamente los edificios, aunque sin que pensemos en ello los estamos tocando todo el tiempo. Las texturas al lado de las que caminamos o sentimos con nuestras manos (u ojos) son las únicas que establecen diferencia entre los lugares a los cuales nos podemos aproximar y a los que no: no mucha gente va a preferir un banco de hormigón o una mesa de acero a otros de madera. Son pocos mis clientes que piden cierto material particular en determinadas partes de sus edificios, si bien una gran cantidad pide pisos de madera _a menudo, infortunadamente, donde no puedo conseguir una ventilación adecuada bajo el solado.
El modo como suenan las habitaciones _si dan eco, resuenen o absorben_ puede constituir la única diferencia en sus personalidades. Una iglesia, un living-room o un restaurante deberían sonar deferente, y los materiales y el diseño físico pueden ser concertados para lograr estos efectos. No nos sentimos cómodos en habitaciones con fuerte eco. Un espacio acústico interte no es bueno para cantar. Una bulla ruidosa convierte un restaurante en una cantina.
Estos son los sentidos exteriores. Son nuestro contacto con la realidad externa, la que en Oriente es llamada maya (ilusión), si bien es a través de ella, y de los sentidos, que podemos ver mas allá, en la realidad invisible espiritual que late detrás. Nosotros también poseemos sentidos más refinados con los cuales podemos percibir esta realidad invisible _que es muy real. Podemos vivenciarla por ejemplo en caso que entremos en un negocio donde el objetivo es hacer montones de dinero o en otro donde el objetivo principal es suministrar un servicio socialmente beneficioso.
Podemos cultivar nuestro sentido de lo que dice un lugar. Podemos empezar a sentir los valores inexpresados que subyacen tras los fenómenos externos que son manifiestos en la forma en que han sido programados, la forma en que han sido construidos, la forma en que han evolucionado y son mantenidos y usados.
Podemos cultivar nuestro sentido de la individualidad de los lugares; no únicamente las diferencias externas sino las diferencias de espíritu entre los lugares. Mucho de esto se hace manifiesto a un nivel más bajo al observar cómo y cuánto se refuerzan o contradicen entre sí las diferentes experiencias sensoriales. Pero estamos jugando cosméticamente cuando proyectamos sólo con estos fenómenos de superficie. Los lugares en realidad hablan a través del espíritu del lugar, y los fenómenos accesibles a los sentido externos son coherentes con ese espíritu. La construcción masiva, proyectada automáticamente, construida maquinalmente, impuesta sobre el paisaje, no nos hará sentir mucho mejor porque la pintemos con colores atractivos, o porque se ponga una pantalla que disminuya los ruidos de la autopista. Esto sigue siendo medio ambiente para estadísticas y no para individuos.
También tenemos sentidos que nos trasmiten nuestro propio estado: nuestros estados de equilibrio físico y de movimiento. En particular, tenemos el sentido menos consciente de todos: el sentido de la salud. Es excepcional que uno se sienta sano; más bien uno siente cuando no esta sano, cuando nos sentimos enfermos, con sed, superdeseosos por una taza de café, cansados, etc. Este sentido tiene mucho que ver con la arquitectura porque muchísimas casas nos pueden hacer sentir enfermos, inclusive en el corto plazo. Además de provocar síntomas notorios, puede afectar nuestro estado general induciendo, por ejemplo, un mal dormir, tensión o agotamiento.
En general, sin embargo, los sentidos externos pueden darnos una buena guía para saber si un medio ambiente es peligroso o en cambio resulta vitalizante para el cuerpo físico y el espíritu humano. Desgraciadamente los sentidos están tan socavados hoy en día que, si no los cultivamos, podrían ellos hablarnos demasiado débilmente como para que nosotros lleguemos a entender su mensaje.
Existen razones, probadas fisiológicamente, por las cuales la gente puede sentirse enferma si trabaja todo el día con luz artificial. ¡Además la luz de la primavera puede bañar de tanta alegría el corazón que es capaz de sacar al invalido de la cama! Una luz inadecuada puede causar “desorden afectivo estacional” (Seasonal Affective Disorder: o sea, SAD, “triste, melancólico, nefasto”), asociado con la depresión, el aletargamiento y los suicidios. No obstante, demasiada luz en una habitación requiere que ésta sea demasiado abierta y esté desprotegida _cuando nosotros, después de todo, construimos edificios en realidad para nuestra protección social y medioambiental.
Mejor que una ventana grande son varias ventanas mas pequeñas, no sólo porque, desde el criterio de conservación de la energía, para una idéntica pérdida de calor hay una mejor distribución de la luz, evitando extremos cuantitativos, sino también por calidad. La luz está más preñada de vida dadora de salud (por ser más satisfactoria estéticamente). También nos proporciona dos vistas en vez de una sola, lo cual ayuda a orientarnos: ¡he estado en bastantes edificios donde no sabía en qué dirección me encontraba! Incluso para ocupaciones en que teóricamente no hace falta luz natural, las ventanas brindan un contacto entre el mundo artificialmente controlado del interior y el clima y los ciclos vitalmente renovados de la naturaleza exterior. En algunos hospitales se han mejorado las vistas hacia afuera y se descubrió que esto reducía los tiempos de recuperación postoperatoria y la necesidad de drogas calmantes (en Det Sunda Huset, David Wyon, p.196).
Los olores desagradables nos están advirtiendo que algo es malo para nosotros. El olor es llevado por minúsculas cantidades de materia, pero incluso cantidades minúsculas pueden ser dañinas. Los pulmones tienen una enorme área superficial: respiramos varios miles de litros de aire por día. Incluso si uno no cree en la homeopatía o en las Flores de Bach (o siquiera en los chips de siliconas, que dependen para funcionar de impurezas minúsculas), podemos observar que una pequeña cantidad de veneno en el aire puede tener efectos muy significativos.
Todos los materiales que dan olor están arrojando vapor: los plásticos, por ejemplo, durante todo el tiempo que son basura no permanecen absolutamente estables; arrojan vapores de los plastificadores, estabilizadores, pigmentos y monómeros libres (sueltos). Éstos son los productos que olemos.
Generalmente los efectos son sutiles. Debemos cultivar la capacidad que tienen nuestros sentidos de decirnos qué es bueno o malo para nosotros: cuando tocamos madera revestida con poliuretano sabemos que algo está mal. La sentimos tiesa, suave, fría; no respira y el sudor de los dedos no se condensa sobre su superficie inconmovible. Parece madera pero es un engaño y difícilmente sea el mejor alimento para el espíritu humano rodearse de mentiras. Si tu deseas educar a los niños para que sean honestos, no va a ayudarte el hecho de que su medio ambiente esté lleno de mentiras. Ni tampoco vas a ver que se nutre su alma en la esterilidad de su experiencia sensorial.
Cuando nos referimos a la nutrición del alma nos estamos refiriendo a descubrir en el medio ambiente cualidades y calidades que nos aporten el equilibrio correcto al desequilibrio de la época y del momento. Por supuesto, existen muchísimos desequilibrios y muchísimas veces nos falta sociedad, estímulos, a veces tenemos demasiados y nos resulta estresante. A veces necesitamos retirarnos a un ámbito privado seguro como podría ser la intimidad del hogar, un jardín interior o un reducto personal. ¿Podemos encontrar en nuestro entorno la satisfacción de tales necesidades?
Cuanto más duros y sin vida son nuestros entornos, más cansados, tensos y debilitados de vida tendemos a ponernos. Cuanto más amenos y animados son, más renovados, relajados y curados tendemos a estar. Brisas suaves de aire vivificado en vez de ásperas corrientes de aire envadas en túneles, sonidos absorbidos en vez de inflexibles ecos, moderadas y vivas luces que danzan quizás desde el agua o a través del follaje viniendo de diferentes ventanas con su acción recíproca siempre cambiante de luz y sombra sutilmente diferente. La vegetación proporciona blandura, suavidad, vida y ritmo estacional. Las plantas de interior no sólo suavizan la dureza arquitectónica sino que (los helechos especialmente) pueden compensar el equilibrio ionico del aire. Las plantas de exterior se pueden usar para moderar el microclima. Dan oxígeno y vida al aire que tanto contaminamos como respiramos.
Además de ser vitales por la calidad del aire, gozamos de los árboles y las plantas por su apariencia tranquila, sus sombras llenas de vida, los sonidos y las fragancias de sus hojas. Son un respiro para el alma así como para los pulmones. Las plantas trepadoras no sólo suavizan los rincones duros, hacen abordables las texturas reacias, enriquecen las paredes y se encaraman o caen en forma de cascada en las arcadas y pérgolas, sino que también absorben el ruido de la calle. Ellas pueden tener, por supuesto, problemas con el vandalismo, daños de los vientos, problemas de seguridad y de mantenimiento, pero con frecuencia el problema es hallar la voluntad y la energía de hacer que las plantas crezcan. Determinada vegetación no requiere mantenimiento aunque pocos clientes me toman en serio cuando les sugiero que rocíen sus locales con estiércol de vaca para estimular musgos y líquenes.
Existe gente que no le gustan los árboles. Estos son para ellos únicamente hojas resbaladizas sobre el pavimento o ladrones de la luz de las ventanas. Se trata de objeciones sólidas (por más que nos gustaría discutirlas) pero son críticas desproporcionadas respecto de los beneficios que la vegetación puede aportar. Cuando encontramos tales objeciones, sin embargo, es necesario que seamos capaces de considerar honestamente si los arboles resultarían un beneficio en esas particulares ubicaciones. Conozco por cierto lugares en que no serían beneficiosos, si bien son pocos.
Incluso la vegetación podría llegar a ser la cosa inconveniente en el lugar inoportuno. Es mucho más sencillo comprar variedades cultivadas que silvestres. Comúnmente las cultivadas fueron multiplicadas para desarrollar un aspecto parcial como las hojas coloreadas o la floración durante temporadas más extendidas. Pueden llegar a tener muy buen aspecto en el negocio de plantas pero, al ser plantadas, pueden quedar absolutamente fuera de lugar.
Es posible incluso que lo inoportuno sea tener demasiada vegetación. A pesar de que me gustan los plantas por estética, por armonía paisajística y por razones ecológicas y de que me las han pedido en numerosas ocaciones, sólo dos veces he llegado a tener proyectos apropiados para techos vivos o cubiertos de césped.
También podemos tener demasiada luz, o demasiado calor. Hay listas para saber qué temperatura y cuánta luz necesitamos para las diversas actividades. Por supuesto, debemos sospechar un poco cada vez que nos encontramos con asuntos cualitativos descriptos en términos exclusivamente cuantitativos: grados centígrado que omiten distinguir entre transferencias de calor por radiación, por convección o mediante contacto corporal, unidades luz que desconsideran si se trata de la luz solar, las lucen incandescentes o las fluorescentes _dejando de lado todos sus aspectos estéticos. Pero, en general, estas listas estándar puede servirnos de guía: describen lo que es apropiado en cualquier situación física.
Podemos tener exceso de algo o demasiado poco _después de todo, toda la vida terrestre vive en una banda muy estrecha entre la tierra y el cosmos, entre la absoluta materia y la luz del sol. La vida saludable es siempre un delicado equilibrio entre extremos. La arquitectura que nutre y mantiene esta salud es también una banda estrecha que hace de continente a todo un mundo de cualidades apropiadas a diferentes estados de ser y estar. Si pisamos fuera de esta banda nos convertimos en manipuladores.
Todas las actividades necesitan disposiciones de ánimo particulares. Nuestro medio ambiente puede tener cualidades apropiadas a lo que estamos haciendo, cualidades tales como vistas hacia amplios espacios que nos dan sosiego cuando nuestro trabajo se torna tenso y claustrofóbico. En la práctica, casi nunca es posible tener vistas lejanas sobre aguas calmas; a veces, las miradas deben conformarse con copas de árboles batidas por el viento o con nubes cambiantes. O tal vez necesitemos calidez, refugio y centramiento, como cuando no sentamos junto al fuego de un hogar _lugar poco adecuado para ventanas a menos que tengan postigos interiores de madera que incomuniquen con el exterior.
Necesitamos cualidades apropiadas a nuestro humor del alma. En diferentes momentos podemos necesitar lugares excitantes, socialmente estimulantes o lugares de relajación y sosiego que nos aislen, lugares quizás bañados en luz rosa, azulina o verde, no cargadamente pintados sino bañados suavemente como por luz filtrada a través de hojas, flores o cristales coloreados o luz reflejada por paredes suavemente pintadas con velos transparentes de color.
Cuando nos exponemos a situaciones estresantes resulta de enorme ayuda experimentar entornos apacibles como puede ser el descubrir un lugarcito abrigado y cálido un cruel día de invierno. En otros momentos necesitamos formar parte de la vitalidad humana; los jóvenes necesitan particularmente esto como parte del proceso de estrechamiento de sus horizontes sociales. Muy especialmente necesitamos experiencias que nos den raíces en la actual época sin raíces: las instituciones estables de las generaciones anteriores (matrimonio, empleo, orden social) ya no se pueden más dar por supuestas. Todos nosotros vivimos bajo la acechante amenaza del colapso económico o ecológico, e incluso bajo la amenaza nuclear. Si alguna vez necesitamos estabilidad, paz y raíces en nuestro medio ambiente, nunca tanto como en la actualidad.
También necesitamos cualidades apropiadas a nuestro actual estado o grado de desarrollo. ¿Quizás resulta un poco paternalista referirse a lo que otra gente necesita? Sin embargo, si no ofrecemos estas cualidades mediante una elección consciente, el mundo será dominado por corrientes que no fueron elegidas por los beneficios y las libertades que nos traen, corrientes provenientes del exterior del individuo como las presiones manipuladoras de la publicidad o la psicología conductista, corrientes provenientes de adentro como los deseos egoístas.
Elegir lo que es apropiado no significa determinar o manipular sino ofrecer un medio ambiente que pueda ayudar y sostener un desarrollo equilibrado. La libertad interior depende de este equilibrio. ¿Qué es apropiado, por ejemplo (y nutre el desarrollo de la libertad interior), cuando debemos proyectar un medio ambiente para adolescentes? Se trata de una pregunta delicada porque involucra numerosos factores: los adolescentes necesitan sacarse de encima influencias parentales que los modelaron y la conformidad del grupo de pares les brinda apoyo durante este período. Por otro lado esta conformidad es terreno fructífero para la explotación económica, especialmente en la medida que es inseparable de la recientemente descubierta experiencia de sus cuerpos, sus deseos sexuales y sus emociones de magnitud poco familiar. Es fácil esconder la ternura de este nuevo yo emocional detrás de actuaciones insensibles y de pelo en pecho. La conformidad puede fácilmente pasar de ser un apoyo a ser un obstáculo para esa vida de compromiso con los ideales que marca la entrada a la adultez.
Diferentes calidades de ámbitos (se trate de aula, café, o centro juvenil) defenderán aspectos diferentes de este proceso de crecimiento y nutrirán diferentes visiones del ser humano en desarrollo. Dependiendo de nuestra visión (o al menos de la transitoria imagen) del ser humano, podremos diseñar ámbitos completamente diferentes. Un local podría ser quizás dominado por una áspera o rigurosa iluminación centralmente dirigida; cuanto más áspera mejor _en ciertos casos estroboscópica, multicoloreada o en el límite del ultravioleta. Alrededor de ella y en la sombra podría haber muchos nichos protegidos con asientos y mesitas. Habría una barra iluminada de modo atractivo. Este local tendría el aspecto de ser subterráneo _y lo sería de ser posible_ sin ventanas y con una entrada conformada como un estrecho pasadizo. Espacialmente, con tendencia al encierro, aunque con superficies que no se hagan sentir. El local debería ser preferentemente no rectangular, cielorraso más bien bajo y pintado en colores fuertes, oscuros, mates _marrón, negro, a veces colorado oscuro. Uno no es consciente de todo esto porque la iluminación focaliza la atención sobre la gente moviéndose. Es un local nocturno que tiene la privacidad de la oscuridad contrastando con la autoexhibición dramáticamente iluminada. Con música fuerte constituye una discotheque de éxito, y también un cierto tipo de café.
Un local bailable para gente más conformista con sus padres que con las convenciones de sus pares, es totalmente opuesto: candelabros eléctricos, cielorrasos altos, espacios rectangulares y más notorios, entradas amplias.
Si por otro lado intentamos proyectar un tipo diferente de ámbito, si deseamos estimular en los adolescentes la consciencia social cuestionadora, necesitamos más luz natural: ventanas con vistas a las cosas que pasan, tal vez ventanas-alcobas que no estén separadas del espacio principal pero que tengan asientos para desparramarse y sentarse. La arquitectura deberá tener líneas más limpias aunque no formas simplistas. Puede tener suaves curvas que sean más abiertas, menos protectoras. Procuraríamos colores pálidos que realzaran la luz, tal vez gris azulado en velos avivados con matices de verde. Por la noche serían de esperar áreas que fuesen diferenciadas levemente en luz, calor y confort: una luz encima de cada mesa circular colocada en una esquina y rodeada por asientos, almohadones en el piso junto al fuego, música acústica. Un ámbito de este tipo fomentaría una sociedad basada en la amistad, en el ser humano considerado en totalidad.
De igual modo, un local para muchachos/as de diecisiete años sería completamente diferente a otro para niños de cinco. No solamente es más alto, con un nivel de visión más elevado y con más interés en el mundo allende sus entornos inmediatos, sino también más activo intelectualmente. Los de cinco años necesitan un medio ambiente más protector, oportunidad de vivir activamente en un mundo de imaginación e imitación. Un local sería más recto y firme en su formas y espacios, más volcado a las vistas exteriores. El otro sería más cálido en colores, más suave y bajo, más abrigado en espacio y forma. Para el kindergarten que estoy construyendo actualmente tengo locales circulares con sus focos sociales singulares pero liberados de su geometría determinista mediante rincones alcoba-de-juegos en varios niveles y grandes ventanas así como también otras minúsculas y bajas colocadas profundamente y con protección suministrada por un mundo de árboles.
Medioambientes diferentes son apropiados para diferentes grupos sociales. No sólo es cuestión de respuestas culturales (lo que es espacioso para alguien de Bombay es intolerablemente apiñado acá: lo que es paisaje salvaje en los Piases Bajos parecería una metrópolis en Laponia). Existen también las clásicas diferencias entre qué clase de hogar busca la gente que trabaja en medioambientes urbanos, alienados y estresados por multitudes de extraños o la gente que hace su trabajo a cielo abierto, como pueden ser los chacareros, los guardabosques y marineros y otros que son azotados por el clima. Un grupo necesita espacio, paz, luz, aire, vistas lejanas y tienden a gratificarse en dominios privados _los suburbios; el otro necesita intimidad, recintos cerrados, protección, y han tendido a construir casas sólidas con pequeñas ventanas, donde se duerme en minúsculos camarotes, cabinas o camas-cajón con altos largueros.
Conozco antiguas granjas galesas donde los granjeros se han hecho prósperos y construyeron nuevas ampliaciones para tener cocinas espaciosas _ya que la cocina es el local donde todos viven_ pero las hicieron en estilo moderno, estéril. La casa parece vacía, inamistosa: la familia se queja de que siente frío, a pesar de que por supuesto ahora tiene calefacción central. La falta de calor no se debe a que la temperatura es demasiado baja. No se debe a que el color de las paredes es un blanco demasiado frío, a pesar que en algo contribuye. Se debe a que la casa perdió su alma cálida y ahora tiene cualidades inapropiadas.
Este fracaso en la nutrición del alma también se experimenta como un fracaso en suministrar el medio ambiente físico correcto, aun a pesar que los instrumentos dicen otra cosa. Las cualidades y calidades del medio ambiente son más importantes que sus cantidades.
¿CONVERSACIÓN O CONFLICTO?
Podemos preocuparnos por lo apropiadas que pueden ser las cualidades sensoriales parar las necesidades del lugar y de sus usuarios, pero muy pocas cualidades pueden ser consideradas aisladamente. Si bien de todos modos influyen sobre nosotros, la mayoría son advertidas conscientemente por nosotros sólo mediante el contraste. Advertimos el calor cuando entramos en una habitación cálida viniendo del frío, cuando nos trasladamos más cerca del fuego. Advertimos el olor de una ciudad o de una industria la primera vez que llegamos: al día siguiente ya no. El tipo incorrecto de calor o de calidad del aire es dañino ya sea que lo advirtamos o no, pero si las calidades y cualidades han de dar alegría y aliento al alma, necesitamos variedad _no un monótono nivel de iluminación, de exacta y correcta temperatura, la misma vista, el mismo tipo de formas, espacio, o movimientos por el espacio. En cuanto hay variedad nos tornamos conscientes acerca del modo en que una experiencia se opone a otra. Nos tornamos conscientes de los encuentros. Principalmente es en la esfera visual que advertimos los encuentros. La mayoría son bordes que se encuentran, ya que mientras el ser de algo se hallaría en su centro _digamos un campo de color_ los encuentros ocurren donde se encuentra con otro color. Este limite entre ellos puede ser rigurosos o en cambio tan sutil que uno sólo puede decir dónde está el centro de cada color; el resto es únicamente “algún punto intermedio”. ¡Cómo se encuentran es todo lo que importa!
En cada aspecto de la vida existen dos formas extremas de encontrarnos: conversación o confrontación. En una estamos abiertos a lo que el otro trae, en la otra buscamos imponer nuestra punto de vista ya preformado. Sea que hablemos de relaciones entre individuos, entre grupos dentro de la sociedad, naciones o bloques de poder, la confrontación conduce a posiciones polarizadas y busca resolver las cosas mediante la fuerza. Haciendo caso omiso de quién pierde o gana, se trata de un proceso destructivo. El perdedor es oprimido, el ganador degradado.
La conversación es el proceso mediante el cual dos o más individuos se acercan para crear un todo mayor que la suma de sus partes. Deben escucharse mutuamente y escuchar lo que brota a través _y sólo a través_ de la conversación. Los individuos necesitan ser capaces de adaptar sus planes de acuerdo a las necesidades del otro, pero sin comprometer cada uno su naturaleza esencial.
Escuchar es mucho más difícil de lo que parece, porque es necesario dejar de lado durante un tiempo las propias ideas y pensamientos. Adaptarse sin comprometerse es más fácil de lo que parece, porque si nuestros principios incomprometibles están fundados honesta y moralmente, no resultarán incompatibles con los otros. El ideal conversacional puede ser un faro que a uno lo guíe en las relaciones humanas y en vida cotidiana. Es la base esencial de la armonía. Ni en lo social ni en ningún arte es posible construir vivas relaciones armoniosas sin contar con reglas. Estas relaciones dependen de la escucha en la conformidad. Es necesario estructurar el principio conversacional si queremos que la arquitectura sirva para brindar ambientes armoniosos en los que la gente pueda sentirse suficientemente viva, aliviada y tranquila como para tomar contacto consigo misma.
En la proyectación arquitectónica se dedica muchísimo tiempo a la creación de las formas. Las vistas son dibujos de formas, muchos de los cuales por supuesto no existen pues son esquemas planos no representativos. También hay muchos otros dibujos que existen en la realidad como formas pero que no vemos porque no podríamos situarnos tan lejos o tan atrás como para lograr mirar todo de un golpe de vista. Lo que sí vemos es una cantidad de límites, de perfiles, rincones, esquinas, aberturas a través de paredes sólidas, encuentros entre planos.
La forma, ya sea que la miremos conscientemente o no, tiene efectos sobre nosotros, pero también tiene un gran efecto sobre nosotros cómo está limitada esa forma. Las pantallas de televisión son básicamente rectangulares. Todas, excepto unas pocas, tienen las esquinas redondeadas y yo dudo que la gente pueda mirar TV durante muchas horas, como lo hace, sin no fuera por ese detalle.
Se establece un tremenda diferencia respecto de la manera como respondemos y reaccionamos ante las cosas si efectuamos sutiles modificaciones de la forma que alivien o faciliten el movimiento del ojo (y de la mano) para pasar de una línea a otra. Una mesa con costados filosos no resulta tan delicada para usar como aquella que tiene cantos redondeados _si bien sus efectos pueden trascender e ir más allá de esta mera delicadeza.
Imaginen una reducida habitación blanca, casi cuadrada, que tiene una sola ventana alta, sin vista: un claustro de monje. Un revoque fino bolseado, una sutil curvatura en el cielorraso y encima de las ventanas; cerámicos sin esmaltar colocados en líneas no totalmente rectas; la luz solar animada, con vida, debido a que se refleja en las superficies desparejas de las paredes y pisos.
Ahora imagínenla de nuevo, con los cantos filosos, las paredes estucadas brillantes; cielorraso, paredes, pisos encontrándose unos con otros formando líneas duras, precisas; la luz solar, en rigurosos rectángulos.
La primera habitación es un lugar para rezar, un lugar de tranquilidad apartado del mundanal ruido. La segunda, un sitio en el que únicamente aguardaremos el momento de salir. Sea como fuere, al menos yo me sentiría así en esos dos lugares.
Por razones prácticas, especialmente por facilidad de construcción y depósito de cosas, es necesaria la línea recta y su producto, las formas rectangulares. Pero éstas no son formas que encontremos en parte alguna del cuerpo humano, en el movimiento humano, ni en las actividades humanas, en sector alguno de la naturaleza. Las formas rectangulares son formas adecuadas para las máquinas y para el pensamiento mecanicista. Una excavadora tiene dificultad para excavar una zanja curva; una máquina automática de agrimensura encuentra complicado estimar una superficie curva tridimensional.
Si uso una computadora para dibujar una curva que he trazado con un lápiz lumínico, por supuesto podré repetirla, pero la naturaleza de ambas curvas no podrán ser más diferentes. si dibujo una curva, ésta contiene movimiento corporal que se le incorpora: las curvas más animadas y firmes se dibujan con los dedos de los pies, no con las puntas de los dedos de las manos. Parar reproducir esto la computadora reduce mi gesto ininterrumpido, fluido, desenvuelto, vivo, en un código binario inerte, sin vida.
Las cosas que están vivas nunca calzan exactamente en ninguna categoría que tenga límites rigurosos, cosa que me recuerdo cada vez que debo llenar un cuestionario de computadora. Proyectar empleando coordenadas con ejes ortogonales puede que facilite las mensuras y los replanteos, pero de este modo terminamos describiendo el mundo de manera tan inequívoca como lo hace el código sí-no de las computadoras. No es por accidente que esté muerto para el alma el mundo construido sólo con rectángulos. Materia mineral dura, líneas duras, equinas duras, forma repetitiva sin ambigüedad. Nada ni nadie puede vivir en lugares así a menos que artificialmente se lo apuntale sin fin. Esta abstracción y esta artificialidad, entre otras cosas, alimenta la alienación a tal punto que podemos mantener los ojos vacíos mientras circulamos junto a un accidente de tránsito o pasamos junto a un pedido de socorro.
La línea recta es _todos lo sabemos_ el camino más corto entre dos puntos. Dicho en otras palabras, ella tiene sólo un interés y sólo una importancia: no el camino más agradable o más divertido son el más corto. Las máquinas hacen las líneas rectas muertas. La mano sensible _si no intenta imitar las pautas de la máquina_ hace líneas casi rectas. Son tan diferentes como los movimientos del reloj y los movimientos del universo: unos muertos, otros vivos.
Cuando uno cepilla el canto de un pedazo de madera con una garlopa se obtiene un canto que depende de la geometría de la herramienta. Al material se le impone la rectitud. En cambio cuando uno lo cepilla con un cuchillo o con un formón, la herramienta se conduce según la fibra y los nudos de la madera. (Debemos ser muy sutiles con esto o sino las cosas podrían adquirir el estilo “de anticuario”). Los locales conformados por ángulos rectos precisos son ásperos, chocantes; aquellos con cantos cepillados a cuchillo resultan plenos de vida y más acogedoras.
Cuando el movimiento Bauhaus hizo que apreciemos los cubos y cilindros sólidos y geométricos, también con ello se estaban eligiendo las formas más económicas de la era de la máquina. Los edificios derivados del estilo Bauhaus estaban invariablemente vinculados a los criterios monetarios y las formas que salían de las máquinas eran entonces altamente apropiadas. La línea recta es, estructuralmente, una línea de tensión, de tensión entre dos puntos. Por lo tanto ella puede dar firmeza a las formas, pero los extremos de la línea son puntos cruciales. ¿Qué sucede en el extremo de esas líneas? Comúnmente una línea se encuentra con otra en ángulo recto. El punto resulta ahora doblemente fuerte _¡si bien la cuestión es mucho peor que esto! Orientamos el vivir en tres grandes planos: hacia adelante, vertical y horizontal, que son orientaciones producto de lo ejes atrás-adelante, arriba-abajo, y uno-al-lado-del-otro. Cada uno de estos ejes posee características completamente diferentes: uno es el eje del tiempo (pasado y futuro), uno de los alrededores, y el restante de sí mismo, parado en tensión entre el cosmos y la tierra.
Lo horizontal y lo vertical, en tanto principios estructurales, no podrían ser más opuestos. Del mismo modo, en términos de movimiento humano, un plano lateral no podría ser más opuesto a un plano que ataja el camino, estén éstos dentro o alrededor de un edificio. Cuando estos planos se encuentran en ángulos rectos con sus características diferentes expuestas al máximo, su encuentro carece de intercambio o de metamorfosis. El encuentro es algo poderoso pero muerto. Mientras los ángulos agudos nos comprimen incómodamente y los ángulos obtusos son una invitación al abrazo, el ángulo recto posee un equilibrio estable. Allí donde podemos dar vida a este equilibrio es posible beneficiarse de sus características organizadoras, pero si no podemos hacerlo nos dominarán sus cualidades mecánicas, sin vida. Incluso cuando amoblamos diagonalmente sus rincones, las habitaciones rectangulares con puestas y ventanas rectangulares y superficies suaves lisas no son lugares para habitantes con vida, sólo para cuerpos mecánicos. Cuando permanezco en tales habitaciones, las vivencio en forma incómoda, claustrofóbica y represora de lo vital.
Si el encuentro de planos puede ser intermediado, entonces sus características tan diferentes podrían ser llevadas a establecer una relación poética, del mismo modo que podemos hacer que las palabras se adapten tanto a la poesía como al arenga militar. Ayuda a ello la suavización textural y la ruptura de las líneas y los planos. Al tener que refaccionar edificios viejos a menudo me topo con paredes verticales, cielorrasos horizontales y habitaciones rectangulares. Aplicando revoques ondulados y descubriendo arriba las vigas resulta posible transformar esas habitaciones tipo boxes en lugares atrayentes. Me ayuda aun más la posibilidad de romper las verticalidad de las paredes. Una pared es más sólida, está más enraizada en la tierra, resulta más atemporal y con mayor quietud, tranquilidad y reposo cuando su base es más ancha que su coronamiento.
La arquitectura clásica siempre se elevaba sobre las bases; las paredes vernáculas invariablemente se ensanchaban en el pie, comúnmente con un resalto en doble ángulo. Solamente en los tiempos modernos adquirimos el hábito de elevar las paredes en forma directamente vertical, sin base o elemento o intermediario. Yo no suelo usar un filo uniforme sino que aumento el grosor de la pared poco a poco hacia el cimiento con el fin de obtener formas fuertes, firmes, aunque voy variando los ángulos y el gesto para adaptarme a las circunstancias. También me gusta conservar en el interior algo de esta cualidad. Construcciones así pertenecen a la tierra mientras que las otras, las que se encuentran con ella verticalmente, están meramente estacionadas aquí.
De todos los encuentros, el modo como el edificio se encuentra con el suelo es quizás el más importante y sin embargo el que comúnmente resulta menos considerado. Un encuentro vertical, en ángulo recto (o peor aún, un pilar de hormigón) no toma en cuenta de ningún modo el enraizamiento del edificio en el terreno. Es necesario que uno de esos planos o ambos sean conformados según el otro.
Es posible transforma la cualidad claustrofóbico atrapadora del áspero encuentro entre la pared y cielorraso en una cualidad de abrigo acogedor e invitante si logramos elevar un poco el cielorraso. La forma es aun más importante en los “ojos” de un edificio, en esas aberturas a través de las cuales nuestras miradas o nuestros cuerpos pasan hacia fuera o hacia dentro: las ventanas y las puertas. Incluso la más leve curvatura en la parte superior de una ventana hace que el marco sea más liviano; y también es una forma estructural, ya sea un arco cuando se trata de paredes de mampostería, ya sea la curva natural de un palo cuando se trata de una construcción de madera.
Yo empleo un criterio similar para resolver el encuentro de planos en una planta; donde no puedo evitar los encuentros ortogonales pongo, por ejemplo, muebles rinconeros que interceden entre las dos paredes. Nuestros antepasados hacían esto casi siempre. A menudo este modo de suavizar un encuentro desagradable necesita sólo de un tratamiento muy sutil. Podemos conseguir un cambio cualitativo empleando únicamente bloques esquineros triangulares de 1×3 cm. de sección encima de los dinteles de ventanas rectangulares o terminando a mano el revoque de una esquina de manera que se rompa el ángulo recto estricto. Aun con una muy sutil modificación de la forma comienza a insinuarse un gesto implícito.
Las curvas libres son promotoras de vida, pero pueden llegar a arrullarnos hasta hacernos entrar en un estado de ensueño que nos haga olvidar la practicidad del mundo real y las tareas a realizar para el bien de la comunidad. Contrastando con esto, las líneas rectas son líneas de organización, a menudo de poder, pero van desgastando o erosionando la vida. Una vida humana sana y equilibrada probablemente se encuentra en algún punto entre ambos extremos.
La conversación es el arte de reunir elementos dispares en una única totalidad, elevándonos encima de los niveles en que cada uno de esos elementos estaba previamente atrapado. Esto se aplica a todo tipo de relaciones arquitectónicas: la experiencia de metamorfosis entre el adentro y el afuera, entre un espacio y otro o entre elementos visibles adyacentes. También se aplica a las relaciones entre el usuario, el arquitecto y el constructor.
Para encontrarse, los elementos a menudo necesitan ser modificados en sus formas aparentes para que cada uno pueda responder al otro. Una ventana cuadrada puede verse fuera de lugar contra un cielorraso inclinado. Si uno pasa de un corredor abovedado a una habitación con otra forma de cielorraso, es necesario que se produzca una metamorfosis para que ambos entren en una relación mutua que tenga o produzca sentido, una metamorfosis del espacio y de la forma que refleje el cambio de ánimo que uno experimenta a medida que se traslada de un espacio al otro.
Este principio puede aplicarse a toda forma de encuentro de modo tal que los elementos no entren directamente en colisión unos con otros sino más bien que entren a hablar entre sí _mejor aún, que canten juntos.
La armonía en nuestros entornos no es mero lujo. Nuestros entornos constituyen el marco que sutilmente confina, organiza y colorea nuestras vidas cotidianas. Entornos armoniosos suministran el fundamento para la armonía externa social y la interna personal. La armonía puede lograrse mediante reglas _pero las reglas carecen de vida. O puede brotar como consecuencia inevitable pero plena de vida de la conversación atenta. Incluso entre el mismo grupo de gente, diferentes tiempos y lugares producen conversaciones diferentes; con más razón cuando la gente no es la misma. Este único principio puede dar lugar a muchas formas, y no sólo al estilo que yo empleo. Esta inspiración se encuentra tan en el centro de mi approach a la arquitectura que no me puedo imaginar trabajar sin ella.