RIESGOS TRANSGÉNICOS
P A R A L A S A L U D H U M A N A
Por Jorge Kaczewer (médico, UBA)
Representantes de laboratorios biotecnológicos, asesores científicos gubernamentales y comunicadores pro transgénicos insisten en defender la seguridad y efectividad de la tecnología transgénica, argumentando que tales dudas y preocupaciones carecen de fundamento científico. Y continúan desafiando a organizaciones orgánicas y ecologistas a que presenten pruebas concretas y razones valederas que justifiquen su oposición a este «revolucionario» desarrollo.
Como respuesta a tales argumentos y desafíos, el MAPO presenta una extensa investigación respecto del peligro sin precedentes que implica la reprogramación genética masiva de nuestra comida. Esperamos que este trabajo realizado por el Dr. Jorge Kaczewer (médico, investigador y periodista argentino), fruto de la compilación, traducción y edición de información internacional proveniente de fuentes científicas, periodísticas e institucionales –tanto independiente como oficiales-, contribuya al necesario diálogo pacífico para un futuro uso seguro de la biotecnología.
Este trabajo
La irrupción de la tecnología transgénica en el mundo está creando un impacto similar al que produjo la introducción de la energía nuclear. Prácticamente no queda área del conocimiento que no haya visto sacudidos sus fundamentos clásicos, no sólo por la calidad intrínseca de esta nueva tecnología, sino -y sobre todo- por la forma en que fue impuesta. Es que, a diferencia de buena cantidad de innovaciones que suelen tener un origen relativamente diversificado y con gran participación de la ciencia oficial, ésta fue muy tempranamente acaparada por laboratorios con un poder económico superior al de la mayoría de los Estados del mundo. Eso hizo la diferencia, y hasta los propios países industrializados que fueron asiento de los primeros logros científicos y tecnológicos del área se vieron superados en cuanto a su autonomía y capacidad de decisión sobre las condiciones de aceptación de los nuevos productos, y sobre hasta qué punto las innovaciones constituían una invención o sólo un descubrimiento no sujeto a patentamiento. Las consideraciones éticas que suelen preceder a las formas jurídicas resultaban oscilantes, y las bases del derecho nacional e internacional debieron ser repensadas y reestructuradas en un marco de gran confusión y -sobre todo- de decisiones oficiales y privadas contradictorias.
Se repite la historia ocurrida con los desarrollos nucleares: no existen auditorías científicas independientes, en un marco de incertidumbre dado por la escasa proporción de inversiones en bioseguridad.
La sociedad civil y los científicos cuestionadores fueron marginados del debate, el cual sólo se planteó veinticinco años después de los primeros comienzos, y más de cinco años después de que el grueso de las decisiones públicas y privadas sobre el tema ya estuvieran tomadas y los productos conquistaran mercados masivamente. La principal y más fuerte demanda, una vez iniciado el debate, fue de prudencia, de establecer un compás de espera antes de crear situaciones irreversibles. Algo así como un ruego de que se pensara dos veces antes de -salvando las diferencias- tirar la bomba sobre Hiroshima.
Los cuestionamientos se centraron en los nuevos productos agrícolas y estuvieron motivados por el temor a posibles impactos a largo plazo, tanto ecológicos como sobre la salud humana, aspectos considerados como insuficientemente investigados. Éstos fueron, también, los recogidos aquí por varias ONGs.
Sin embargo, es llamativo que los productos farmacológicos no fueran objeto de cuestionamientos similares, aun cuando ya en 1993 había en el mercado no menos de diez productos líderes obtenidos por ingeniería genética. Posiblemente la causa estribe en que, en algunos casos, aportaron soluciones novedosas a problemas con escasa respuesta farmacológica hasta entonces.
Uno de los principales problemas para comprender lo que está sucediendo -y lo que puede suceder-, es la escasez de información. Esta escasez tiene, al menos, dos vertientes: una es que la información de última generación, la que aún no está apropiada a través de patentes, es un secreto que permanece en el seno de las compañías en donde se generó. La que se hace pública es historia vieja. La otra vertiente es la ocultación sistemática por parte de las compañías de todo resultado adverso o dudoso que pueda llegar a cuestionar la aptitud de un nuevo producto para ser patentado y lanzado al mercado; las decisiones sobre la inocuidad de un producto son tomadas unilateralmente en el seno de cada empresa, y en muchos casos ni siquiera les es jurídicamente impuesta la obligación de comunicar ese resultado a los organismos públicos que han de autorizar el producto. Les basta con declarar que son “sustancialmente equivalentes” a lo ya conocido, categoría -ésta- de alcances mal definidos, ya que hay sustancias químicas similares con efectos distintos.
Estas situaciones, en las que se actúa según políticas de “hecho consumado”, traban y dificultan la discusión sobre bases válidas y ciertas. ¿Cuáles promesas de los productos transgénicos son realizables? ¿A qué costo ecológico o de salud? ¿Quién evaluará la relación riesgo/beneficio en cada caso? ¿Cuál beneficio? ¿El beneficio de quién?
Los nuevos productos transgénicos, los hijos más jóvenes de los avasalladores modelos económicos basados exclusivamente en criterios de rentabilidad a corto plazo, están asumiendo un carácter estratégico que influirá sobre modelos de desarrollo futuros, creando nuevos mecanismos de inclusión/exclusión social, de formato y consecuencias aún poco previsibles.
Desde esta perspectiva y a partir de esta falencia de información, deriva que el MAPO considere tan importante la publicación de este material que logró reunir, ordenar y evaluar la información dispersa que, trabajosamente, difunde “la otra campana”. El Movimiento Orgánico tiene mucho para decir al respecto: los productos transgénicos no pueden ser considerados productos naturales, por lo que no tienen cabida en la producción orgánica. Pero los productores orgánicos sufren mayores costos al verse obligados a certificar la ausencia de contaminación en sus productos y, aun así, no quedan a cubierto de contaminaciones accidentales durante su procesamiento, acondicionamiento y transporte.
Agradecemos al Dr. Jorge Kaczewer por lo que consideramos un trabajo serio, y es nuestra intención aportarlo en forma constructiva a un debate que -seguramente- se prolongará a lo largo del siglo que comienza.
Movimiento Argentino para la Producción Orgánica
Comisión de Investigación
“La libre introducción de alimentos transgénicos al mercado durante los últimos 3 años ya es motivo de preocupación en nuestro país, donde alrededor de un 90 % de la producción local de soja es de origen transgénico y se estima que hay ingredientes transgénicos en un 70% de los alimentos procesados” (Greenpeace Argentina, diario Clarín, 1º/10/00).
Nos enfrentamos posiblemente a la tecnología más potente que la ciencia ha concebido -mucho más poderosa aún que la energía atómica-. Una tecnología cuyo impacto podría afectar irreversiblemente a todas las generaciones humanas futuras. Y a pesar de que científicos independientes de todo el mundo advierten que la biotecnología puede tener peligrosas repercusiones sanitarias, agroecológicas y medioambientales, sus frutos siguen siendo introducidos en nuestro organismo y el medioambiente sin una previa y rigurosa evaluación. Asimismo, pese a ser tantos y tan predecibles los riesgos potenciales implicados por su consumo masivo, nuestros supermercados continuarán ofreciendo al público casi 400 alimentos con ingredientes transgénicos. Mientras tanto, la política regulatoria de su producción y comercialización local parece ignorar las pruebas que impulsaron a otros países a establecer en su territorio una moratoria al ingreso de algunos de estos alimentos. Obviamente, al enfrentar las empresas biotecnológicas en sus países de origen restricciones operatorias, protestas públicas y demandas legales, es lógico que éstas se dediquen a testear y comercializar agresivamente sus productos en países donde son menores los obstáculos y la conciencia del consumidor. De hecho, en la Argentina todavía no existe una ley que proteja al consumidor mediante la obligatoriedad de etiquetado. Esto revela el especial peligro de que el Tercer Mundo “siga siendo utilizado como campo de experimentación y rata de laboratorio” (Dra. Vandana Shiva, 2000). Y la necesidad urgente de que tanto autoridades como científicos y consumidores argentinos sean informados claramente acerca de los…
RIESGOS TRANSGÉNICOS
P A R A L A S A L U D H U M A N A
Por Jorge Kaczewer (médico, UBA)
Una exploración de la magnitud y variedad de efectos adversos -demostrados y potenciales- para la salud humana, debidos al consumo de alimentos transgénicos. Compilación, traducción y edición de material proveniente de fuentes científicas, periodísticas e institucionales -tanto oficiales como independientes-.
Reiteradas veces, a lo largo de la historia moderna, nuestros científicos detectaron tardíamente los efectos indeseables de la utilización de una tecnología o sustancia consideradas inocuas. Conocidos ejemplos de esta introducción artificial de elementos peligrosos en la vida humana -sin previa y suficiente experimentación a largo plazo- han sido, entre otros, el DDT, la talidomida, la energía nuclear, los gases clorofluorocarbonados, la dipirona, etc. Pero hoy, el daño a la salud humana y al medioambiente por las consecuencias no intencionales de la progresiva alteración física del ecosistema, de la utilización desmedida de sustancias tóxicas y de la explotación excesiva de recursos naturales, alcanzó una magnitud sin precedentes. Para cualquier científico resulta preocupante la alta incidencia de deficiencias del aprendizaje, asma, cáncer, malformaciones congénitas y extinción de especies animales y vegetales, en conjunto con el cambio climático global, la depleción de ozono estratosférico y la contaminación química y radioactiva.
En 1997, veinticuatro años después de que Cohen y Boyer lograran la primera recombinación, la ciencia de la ingeniería genética festejó el comienzo de la comercialización masiva de su más promisorio desarrollo: la producción de alimentos mediante biotecnología transgénica. Desde entonces, el mundo entero presenció la incorporación repentina de ingredientes genéticamente modificados a más de la mitad de los alimentos procesados que se consumen. Previas campañas de «concientización pública» mediante, habían publicitado los beneficios prometidos por la biotecnología para tantas áreas de la vida humana: cultivos genéticamente modificados para resistir plagas y aumentar rindes alimentarían a una población hambrienta que se duplicará en 50 años; nuevas cepas de bacterias y plantas serían capaces de degradar o absorber desechos tóxicos y metales pesados, reduciendo la contaminación ambiental; nuestras tierras de cultivo serían cuidadas por cultivos transgénicos que reducirían el uso de pesticidas, herbicidas y fertilizantes; se mejoraría el contenido nutricional, el gusto y la capacidad de almacenamiento de nuestros alimentos. En el campo de la genética humana, se nos dijo, el relevamiento completo del genoma humano permitiría que los especialistas en genética diagnosticaran, aun antes de que un individuo naciera, todas las enfermedades que éste padecería a lo largo de su vida. Y para curarlas, se diseñarían medicamentos transgénicos «a medida».
Durante la implementación de tal estrategia publicitaria, los medios de comunicación atenuaron la crítica y la oposición a esta nueva tecnología, reduciendo todo a un mero debate respecto de problemas éticos. El público fue tranquilizado (y gran parte de la comunidad científica mundial también), gracias a la promesa de minimizar los riesgos mediante estrictos controles y leyes regulatorias supervisados por los gobiernos y sus científicos y expertos. Se logró silenciar tanto las advertencias respecto de los efectos inesperados sobre la agricultura y la biodiversidad -y el peligro de «polución genética» irreversible-, como también las relativas a la discriminación genética y al retorno del eugenismo implicados por la disponibilidad generalizada de métodos de mapeo cromosómico y diagnóstico genético prenatales. Lo mismo ocurrió con la controversia sobre la inmoralidad del «patentamiento de la vida», que posibilita que ingenieros genéticos de países desarrollados se adueñen libremente de animales, plantas y semillas transgénicas, e incluso de genes humanos y de líneas celulares provenientes de pueblos indígenas.
Mientras tanto, las compañías biotecnológicas contribuyeron al «esclarecimiento del público» en materia de «modificaciones» genéticas. Se distribuyeron masivamente folletos informativos en los cuales algunos científicos gubernamentales ratificaban que la tecnología transgénica es el resultado final del legado ancestral biotecnológico practicado por la humanidad desde sus orígenes (ver Recuadro 1: Diferencias entre tecnología transgénica y técnicas reproductivas convencionales). Paralelamente, la poderosa coalición conformada por legiones de científicos al servicio de una industria multinacional monopólica consiguió flexibilizar las reglamentaciones vigentes, cuyo «exceso» estaba comprometiendo su «competitividad». La comercialización irrestricta de alimentos transgénicos, envasados sin etiquetas identificatorias de su método de producción ni de sus ingredientes, comenzó un año después. Todos estos sucesos se desencadenaron con una rapidez tal, que la mayoría de los científicos preocupados por la ecotoxicoepidemiología humana y pendientes del tema medioambiental fuimos tomados por sorpresa.
Recuadro 1:
Diferencias entre tecnología transgénica y técnicas reproductivas convencionales
- La ingeniería genética recombina en el laboratorio material genético proveniente de especies que nunca se entrecruzan en la naturaleza.
- Mientras que los métodos convencionales de reproducción entrecruzan formas diferentes de los mismos genes, la ingeniería genética posibilita que se introduzcan genes completamente nuevos (exóticos), con efectos impredecibles en la fisiología y bioquímica del OGM (organismo genéticamente modificado) resultante.
- Las multiplicaciones de genes y una alta proporción de transferencias genéticas son mediadas por vectores que poseen las siguientes características no deseables:
- muchos provienen de virus causantes de enfermedades, plásmidos y elementos genéticos móviles -ADNs parasitarios que poseen la habilidad para invadir células e insertarse en el genoma celular, causando daños genéticos-;
- están diseñados para transgredir las barreras entre especies, por lo cual son capaces de transbordar genes entre un amplio rango de especies: pueden infectar muchos animales y plantas y, durante el proceso, tomar genes de virus de esas especies para así crear nuevos patógenos;
- rutinariamente contienen genes para la resistencia antibiótica, lo cual ya constituye un grave problema sanitario;
- están construidos de modo tal que puedan superar en la especie receptora los mecanismos de defensa encargados de neutralizar o destruir ADN extranjero.
El objetivo de este trabajo es explorar la magnitud y variedad de efectos adversos -demostrados y potenciales- para la salud humana, debidos al consumo de alimentos transgénicos. Debido a que la investigación y el desarrollo de OGMs han sido en gran parte financiados por la industria biotecnológica y a que los gobiernos no establecieron reglamentaciones precautorias suficientemente estrictas, y con el objetivo de poner el presente estudio a disposición de autoridades sanitarias, científicos de instituciones oficiales y organizaciones no gubernamentales de habla hispana, hemos compilado y traducido al castellano información proveniente de fuentes científicas, periodísticas e institucionales -tanto oficiales como independientes-. Se agregan, al final de esta investigación, diversos ejemplos de posibles impactos adversos indirectos sobre humanos debidos a efectos desfavorables sobre la biodiversidad. Resulta más que obvio que éstos hayan sido «difíciles de definir» en Cartagena 2000, si consideramos las fuertes presiones de intereses comerciales que impregnaron dicho encuentro. A modo de introducción, incluimos un breve rastreo epistemológico y filosófico del origen de la distorsión científica implicada por el hecho de que la población mundial ya esté expuesta a una enorme variedad de alimentos genéticamente modificados, pese a exigir el «principio precautorio» una certeza científica de inocuidad no establecida todavía.
FATALISMO GENÉTICO
Una revisión de la historia de la biología molecular permite un mayor esclarecimiento acerca del origen de conflictos en la implementación de políticas reglamentadoras del uso de tecnologías peligrosas. Allí encontramos imágenes que para los habitantes de países en vías de desarrollo resultan un dejá vu de los opresivos procesos de decisión en Estados totalitarios, donde aquellos que están en el poder deciden cuál es «la verdad oficial» y suprimen a la oposición.
La idea de que la sociedad debe esperar que los inventos científicos resuelvan sus problemas se apoya, en parte, en la noción reduccionista de que los problemas sociales responden a simples problemas biológicos que pueden corregirse a través de manipulaciones químicas de «suelos, cerebros y genes». De hecho, uno de los primeros objetivos utópicos de la Nueva Biología, liderada por Mason y Weaver en los años 30 y solventada por los recursos financieros de la Fundación Rockefeller en EE.UU., fue determinar la estructura de los genes y usar dicha información para corregir problemas sociales y morales -incluyendo el crimen, la pobreza, el hambre y la «inestabilidad política»-. Esta visión social embanderada por la Fundación Rockefeller, que pretendía inyectarle a la sociedad razones para resignarse a un fatalismo genético mientras creaba expectativas tranquilizadoras asentadas en la salvación aportada por la ciencia y la tecnología, obviamente respondía a intereses conservadores que trascendían las políticas individuales de los científicos participantes.
Visiones reduccionistas como éstas han servido desde antaño a los intereses de físicos y químicos. Eran usadas como base para el establecimiento de una jerarquía intelectual/social que demandaba un lugar para sí misma en la cúspide, y que también les ayudaba a conseguir apoyo para sus investigaciones. Estas visiones también llegaron a servir, análogamente, a los intereses de biólogos moleculares. En este sentido, la simplificación teórica de la vida ha sido oportunista. Así, filosofías como el reduccionismo teórico y el utopismo se convirtieron en ideologías, ya que se tornaron útiles para un espectro de intereses dentro y fuera de la ciencia. Y hoy en día sufrimos masivamente las consecuencias de que conceptos filosóficos occidentales sean confundidos con «ciencia dura»; y de que en esta pseudo-ciencia se base la política reglamentadora de la producción y comercialización de alimentos transgénicos. Una política que en lugar de priorizar la salud pública y medioambiental, parece respaldar irresponsablemente los intereses lucrativos de gigantescas compañías agroquímicas que están reestructurando genéticamente nuestros alimentos.
Sabemos que los idealistas no se preparan para los problemas. La historia de la biología molecular ayuda a explicar por qué sus promotores no hicieron nada para preparar a sus empresas ante la eventualidad de que surgieran graves preocupaciones y serios riegos cuando la ingeniería genética fuera posible algún día. Ayuda a explicar -también- por qué la comunidad científica hoy no está preparada para manejar los riegos potenciales y otros asuntos sociales, políticos y económicos planteados por la biotecnología. El hecho de que ciencia y sociedad estén tomando conciencia de los problemas potenciales en tan tardía fecha de la historia de la biología molecular y la biotecnología, radica básicamente en un desenfrenado idealismo y optimismo de la agenda social que dio nacimiento a esa comunidad investigadora, y en los intereses creados que mantuvieron ese idealismo en su lugar, dejando así poco espacio para las dudas (ver Recuadro 2: ¿Quién define la verdadera Ciencia?).
Recuadro 2:
¿Quién define la verdadera Ciencia?
Para el Profesor Philip J. Regal, ex integrante del Panel de Asesores Científicos de la Agencia de Protección Medioambiental norteamericana (EPA) y colaborador de varias instituciones gubernamentales de EE.UU. durante una década, existe una gran necesidad de analizar cuidadosamente la retórica utilizada por la industria biotecnológica para validar la calidad de sus programas de determinación de riesgos, seguridad y efectividad de OVGMs (organismos vivos genéticamente modificados).
Reproducimos a continuación fragmentos de “Metafísica en ingeniería genética: Filosofía críptica e ideología en la ‘Ciencia’ de la determinación de riesgos”, investigación presentada por este experto en 1996 en un encuentro internacional de filósofos y sociólogos de la ciencia, y publicado recientemente en el sitio de PSRAST.ORG. Regal denuncia en este informe que gran parte de lo considerado como “pensamiento científico” en determinación de riesgos biotecnológicos es, en realidad, una cosmovisión con un no asumido fundamento que incluye creencias metafísicas de origen cultural ancestral, tales como el esencialismo y las cosmologías platónicas y aristotélicas. Se lo denomina “pensamiento científico” simplemente porque se basa en las perspectivas y el razonamiento de personalidades influyentes dentro de la ciencia. En un contexto en el que la calidad de estos programas parece juzgarse cada vez más a menudo según cuán rápida y eficientemente pueden ser desplazados a través del sistema los formularios de solicitudes de aprobación, la lectura exhaustiva y completa de esta investigación epistemológica resulta imprescindible y esclarecedora. Especialmente para los defensores de la tecnología transgénica, quienes en su ardua lucha porque la sociedad continúe promoviendo el uso “seguro” de las técnicas recombinantes del ADN, están tan “seguros” de obrar para bien de la humanidad.
A pesar de que los riesgos inicialmente contemplados fueron ecológicos, la tendencia en el seno de las culturas de determinación de riesgos ha sido no emplear científicos educados según los modernos principios de la ecología y la evolución. Los reglamentadores gubernamentales no tienden a interrogar a los aspirantes sobre asuntos relevantes desde el punto de vista ecológico. Tampoco a basar en conocimientos y principios ecológicos y evolutivos sus decisiones respecto de políticas reglamentarias. Por el contrario, tienden a no financiar programas de investigación y educación ecológica y evolutiva que fortalecerían la calidad de la determinación de riesgos; tienden a tomar decisiones importantes sin proveer explicaciones científicas claras.
Aun así, los defensores de tales tendencias aseveran actuar “científicamente” y sin sacrificar la calidad. ¿Cómo es defendida esta postura? ¿Cómo, sin ser expertos, pueden afirmar que realizan “aseveraciones científicas” si no recolectan datos científicos y no están preparados para detallar por escrito la forma en que evalúan los ya existentes? Su defensa se basa -primariamente- en una cosmovisión (o Weltanshauung) que no es reconocida como tal.
La ecuación que relaciona el racionalismo científico con las cosmovisiones de los objetivistas resulta en un modo de hablar que oscurece la distinción entre hechos empíricos y opiniones razonadas o absorbidas. Esta forma de hablar es típica de los líderes biotecnológicos, por lo menos en una proporción tal que ha complicado las discusiones sobre evaluación de riesgos y beneficios en política reglamentadora en las cuales he participado. Por ejemplo, algunos pro transgénicos hablan como grandes autoridades científicas en materia de principios ecológicos y evolutivos (tal como se los imaginan), pero se niegan incluso a leer la literatura ecológica y evolutiva profesional. Ignoran tales consideraciones científicas, ya sea porque -para ellos- estos principios ecológicos resultan obvios o, también, por considerar que los ecologistas no son científicos verdaderos. [Algunos líderes biotecnológicos no han comprendido que existe una diferencia entre ecologistas profesionales y “medioambientalistas” (o la diferencia entre medioambientalistas ortodoxos y “ecologistas profundos”) y, entonces, desde su punto de vista podría ser cierto que aquellos (a quienes ellos consideran) “ecologistas” no son verdaderos científicos].
Otro ejemplo de la confusión que uno puede observar entre objetivistas: los sueños y promesas económicos de la industria biotecnológica son frecuentemente comunicados como si constituyesen predicciones científicas confiables acerca de eventos futuros. Nuevamente, pareciera que mediante la incorporación de los rótulos “objetivo” y “ciencia predictiva” a la propia autoidentidad, la totalidad de sus firmes creencias debieran ser, por definición, objetivas y predictivas.
Los líderes de la comunidad biotecnológica han insistido en que sus argumentos acerca de que la tecnología será siempre segura y efectiva se basan en fundamentos científicos sólidos. Por tanto, el fundamento de cualquier tipo de dudas o preocupaciones es concebido por ellos como anti-ciencia, en lugar de admitir que se basan en paradigmas científicos diferentes. (…) De hecho, en la biología molecular hay una verdadera y magnificente ciencia sólida, y algunos productos transgénicos ya son verdaderamente útiles. Pero también existe confusión respecto de cómo utilizar hallazgos científicos reduccionistas para establecer predicciones en niveles de organización más complejos. Por lo tanto, en la mayoría de las empresas biotecnológicas la inversión no ha generado ganancia alguna.
Voceros de la comunidad biotecnológica afirman que acatarán normas de seguridad, siempre que éstas se basen en una “verdadera ciencia”. Pero uno pronto se da cuenta de que ellos podrían tener en mente criterios que otros científicos no estarían de acuerdo en concebir como “verdadera ciencia”. Así, el interrogante principal para la sociología y la filosofía de la ciencia es quién debe definir la verdadera ciencia. ¿Debe hacerlo la comunidad científica en general, los filósofos de la ciencia, los expertos en áreas apropiadas, o sólo aquellos científicos que poseen el control político-financiero de la legislación y reglamentación científica?
Un considerable esencialismo existente en el pensamiento de la comunidad biotecnológica ha sido confundido con “pensamiento científico”. Hasta 1985, la política reglamentadora realizada se basaba en el argumento de que los OVGMs serán genéricamente seguros porque son básicamente antinaturales, están sobrecargados con funciones metabólicas excesivas, etc. -como si existiera una “esencia” de OVGM y todos compartieran esas características, siendo, por ello, todos igualmente seguros-. (Es de notar que este argumento sobre la antinaturalidad de los OVGMs contradice el reclamo de que los alimentos transgénicos no precisan ser reglamentados, por ser naturales). (…) La mayoría de los científicos que han estudiado la bioseguridad se alejaron de tal esencialismo, luego de tomar conciencia de que los OVGMs deben ser investigados caso por caso. Algunos pueden ser seguros y otros peligrosos.
Otro ejemplo significativo de pensamiento esencialista: a menudo, los defensores de la biotecnología insisten en que las personas que la cuestionan conforman una categoría y comparten una esencia. Cuando individuos o grupos plantean cuestiones económicas, de seguridad, éticas o sociales respecto de proyectos específicos, con frecuencia los protransgénicos insisten en considerarlos básicamente como “enemigos” de la biotecnología, que son científicamente ignorantes, anti-progresistas, ludditas y temerosos de todo proyecto de ingeniería genética. Los “objetivistas” ven en los cuestionamientos que se les plantean la confirmación de que las masas son totalmente ignorantes y temerosas del progreso.
Según la visión de los líderes biotecnológicos, la ecología no es una ciencia verdadera. (…) El informe sobre la seguridad de los OVGMs de la Sociedad Ecológica de América fue recibido con suspicacia por los líderes de la comunidad biotecnológica (Tiedje et al., 1989). Un cínico podría argumentar que tales acusaciones, hechas en medio de un clima altamente politizado, no son el reflejo de una verdadera confusión filosófica respecto de esencias, sino que meramente pertenecen a la clásica tradición de publicitar estereotipos desagradables y asesinar personalidades con el fin de marginar a los críticos (Keen, 1986). Por lo tanto, el esencialismo vulgarizado en la cultura popular permite la apertura de un espacio político en el cual el estereotipo del opositor puede ser construido y utilizado como chivo expiatorio, con el fin de desviar la atención y provocar emociones.
Pero aun en el caso de que el cínico estuviese en lo cierto, aquellos que fueron conducidos a creer en las acusaciones y -cualquiera sea la forma en que se generaron- a actuar de acuerdo con éstas, no reconocen haber incurrido en una forma de pensamiento esencialista o tipológica. (…) Así es que uno encuentra reglamentadores laxos que actúan como si las instituciones reglamentadores existieran para mantener en calma a un público irracional. No parecen leer o estar preparados para discutir la creciente literatura científica que señala razones científicas genuinas para exigir calidad total en la determinación de riesgos. (…) Las presiones ejercidas por los promotores de la biotecnología generaron una cultura de reglamentadores gubernamentales en la cual es común creer que la reglamentación existe, primariamente, para convencer a un público irracional de que el gobierno “tiene todo bajo control”.
Según la visión platónica, la naturaleza se halla en un equilibrio armonioso y los OVGMs sólo pueden ser imperfectos y no adaptativos. No pueden competir con las criaturas perfeccionadas por las leyes de la naturaleza y, entonces, no son capaces de alterar ese armonioso equilibrio producido por las leyes naturales. Por lo tanto, para quienes confundieron a Platón con un ecologista moderno, supuestamente la ciencia “sólida” indicaba que no era necesaria una seria determinación de riesgos. La determinación de riesgos sólo es necesaria como una fachada para mantener calmo a un público científicamente iletrado.
Pero los hallazgos más novedosos en ecología y evolución han demolido esta cómoda visión ancestral. Los nuevos hallazgos indican que el así llamado equilibrio de la naturaleza es relativo, tenue, ad hoc, estadístico, y que los organismos se hallan lejos de una perfecta adaptación a la naturaleza. Existe mucho espacio para ser conquistado por nuevos organismos competitivamente superiores a aquellos ya existentes, y una gran posibilidad de que el tenue “equilibrio natural” prevaleciente sea desestabilizado.
Esto no significa que todo OVGM será peligroso desde un punto de vista ecológico. (…) Pero existen variedades de OVGMs que podrían causar problemas ecológicos serios, en un rango que abarca desde problemas nocivos, aunque tolerables, hasta otros de consecuencias catastróficas.
La reglamentación todavía continúa basándose en un utilitarismo combinado con idealismo o realismo, y esto es nuevamente confundido con “pensamiento científico”. La premisa utilitarista respecto de determinar la corrección o equivocación según las consecuencias conduce rápidamente a la noción de que costos y beneficios pueden calcularse científicamente y sopesarse comparativamente, de acuerdo con el mismo estándar. Sin embargo, los filósofos académicos comprenden que ha sido muy difícil estimar costos y beneficios sociales mediante cualquier método verdaderamente científico. ¿Cómo puede uno identificar el mayor bien para el mayor número? ¿Deberían incluir las estimaciones a las generaciones futuras? (…) El hecho es que resulta imposible estar seguros respecto de los beneficios sociales, especialmente en aplicaciones agrarias y medioambientales cuyas variables económicas, sociales y técnicas pueden ser bastante intrincadas. Seguramente algunos se enriquecerán, pero ¿se beneficiará verdaderamente la sociedad en los aspectos que le fueron prometidos?
Consecuentemente, el resultado -”científicamente” determinado- siempre será que los riesgos son desdeñables comparados con los beneficios. Los legisladores han sido presionados por agentes promotores de la biotecnología, tanto gubernamentales como independientes, para que definan la determinación científica de riesgos como un proceso de sopesar de riesgos contra beneficios propuestos; y, sin embargo, ellos mismos sostienen que no se deben realizar análisis detallados de riesgos y beneficios, ya que el análisis de riesgos debe ser estrictamente científico y los análisis socioeconómicos no son científicos. Hay una clara contradicción en esto, pero no es asumida por los promotores de la biotecnología, cuya fe en el realismo de los beneficios propuestos es total.
(…) En la comunidad biotecnológica, “ciencia” y “pensamiento científico” se definen muy frecuentemente como aquello que supuestos verdaderos científicos -tales como ingenieros genéticos y biólogos moleculares- resultan estar pensando. Entonces, en virtud de que conforman una cultura científica, muchos asumen que todas sus creencias -ecológicas, sociales y económicas- son “científicas”, en lugar de concebirlas como una mezcla de hechos fuertes y teoría firme -a veces justificada o injustificadamente extrapolada a partir de éstos-, con mitos simples y creencias ideológicas autocomplacientes como los que uno puede encontrar en cualquier cultura humana.
INOCUIDAD NO DEMOSTRADA
Los cambios ocurridos en las últimas décadas están precipitando una seria crisis para la ciencia. Uno de los principales motivos de esta crisis radica en el encarecimiento progresivo de la investigación, con la consiguiente dificultad -cada vez mayor- de los gobiernos para financiarla. Como resultado, la investigación, aun en las universidades, está siendo crecientemente subvencionada por la industria. Las advertencias de los científicos sobre la posibilidad de que este hecho pueda corromper a la ciencia han sido sistemáticamente ignoradas (1).
Y hoy nada ilustra con mayor claridad el drástico nivel de corrupción alcanzado por la ciencia como la aceptación del principio de «equivalencia sustancial» aplicado a los alimentos transgénicos. En síntesis, este principio significa que si las propiedades generales de un alimento modificado genéticamente son similares a las de su equivalente natural, puede asumirse que es tan inocuo como la variedad natural. Técnicamente hablando, si un OGM y su equivalente no GM poseen similitud sustancial en un limitado rango de variables (por ejemplo: composición de proteínas, minerales, vitaminas, etc.), pueden -asimismo- presumirse sustancialmente equivalentes en todos sus otros aspectos. Esto implica suponer que el análisis químico es capaz de detectar adecuadamente efectos colaterales negativos no deseados, y que no es necesaria la confirmación de equivalencia mediante rigurosa experimentación con pruebas de alimentación a largo plazo (2).
- Esto es absolutamente falso para el biólogo molecular estadounidense John B. Fagan, perito participante en una demanda legal que en 1998 posibilitó que la justicia y grupos de científicos independientes examinaran los archivos de la Food and Drug Administration de EE.UU. (ver Recuadro 3: «El juicio a la FDA»). Según Fagan, es imposible inferir la inocuidad de los alimentos transgénicos mediante análisis químicos exclusivamente, ya que este método sólo puede detectar sustancias previstas. Obviamente, los riesgos podrían minimizarse a través de una experimentación toxicológica rigurosa que incluya pruebas de alimentación a largo plazo con voluntarios humanos rentados. Pero como los mejores análisis disponibles no proveen evidencia total de inocuidad, la posibilidad de un riesgo residual persiste (3).
- En virtud de que cada inserción de material genético mediante tecnología recombinante del ADN constituye un evento singular generador de un correspondiente espectro -también singular- de efectos colaterales negativos potenciales, aun si se confirmara la inocuidad de un tipo de alimento transgénico, esto no implicaría que cualquier otro transgénico sea similarmente inocuo. Ocurre que una construcción genética puede generar diferentes efectos al insertarse en puntos diferentes de la cadena de ADN. Y como no existe forma de controlar con precisión dónde ocurre la inserción, aun si se estableciera que determinado vegetal transgénico -una variedad de poroto de soja, por ejemplo- es inocuo, para aseverar la inocuidad de cualquier otra soja derivada de un evento de inserción diferente deberían realizarse nuevos estudios, por más que los genes insertados en ambos eventos fuesen idénticos. Memorandos internos de científicos de la FDA -revelados durante la audiencia pública antes mencionada- concuerdan con este razonamiento (4).
- El principio de equivalencia sustancial fue inventado por abogados empleados por la industria biotecnológica con el propósito -abiertamente declarado- de facilitar la rápida aprobación de los alimentos transgénicos en los EE.UU. Sin embargo, aun pese a carecer de fundamentos científicos demostrables, el mismo fue apoyado oficialmente por los comités de expertos científicos para seguridad alimentaria designados por la FAO, órgano perteneciente a Naciones Unidas, y también por la Unión Europea y los Estados Unidos de Norteamérica, que terminaron por integrarlo a sus leyes relacionadas con el tema en cuestión (5).
Recuadro 3:
El juicio a la FDA
Que se constaten procedimientos ilícitos y maniobras fraudulentas llevados a cabo por la institución reglamentadora más importante y poderosa del mundo constituye un síntoma inequívoco del caos que reina donde debe existir un total orden. A continuación, algunos fragmentos extraídos del alegato realizado por Steven Drucker, fundador y director de la Alianza para la Biointegridad, durante el juicio que obligó a la FDA a presentar ante la justicia norteamericana documentación secreta reveladora de irregularidades en el proceso de determinación de riesgos y aprobación de alimentos transgénicos.
La cantidad de críticas internas a la política propuesta por la agencia encuentra su mejor exponente en la Dra. Linda Kahl, oficial de Compliance, quien protestó porque la agencia estaba tratando de acomodar un cubo en un orificio circular, al intentar forzar como conclusión definitiva que no existe diferencia entre alimentos modificados por ingeniería genética y alimentos modificados por prácticas reproductivas convencionales. Declaró que “los procesos de la ingeniería genética y los de las técnicas de cruzamiento tradicionales son diferentes, y -de acuerdo con los expertos técnicos de la agencia- conducen a riesgos diferentes”.
En virtud de estos riesgos singulares, científicos de la FDA aconsejaron que los alimentos transgénicos deberían someterse a pruebas especiales. La división de Química y Tecnología de Alimentos advirtió que “…algunos efectos indeseables tales como… la aparición de toxinas nuevas y previamente no identificables… podrían escapar a la percepción de los ingenieros, a menos que las plantas transgénicas sean evaluadas específicamente respecto de estos cambios. Tales evaluaciones deberían realizarse sobre una base estrictamente individual, esto es, cada alimento transformado debería ser evaluado antes de ser introducido al mercado. Estos expertos aconsejaron que la evaluación incluyera pruebas toxicológicas.
No sólo la agencia era consciente de la incertidumbre en el seno de sus propias filas, sino que también sabía de la existencia -en la comunidad científica toda- de un considerable desacuerdo respecto de la seguridad de los alimentos transgénicos. Por ejemplo, el Dr. James Maryanski, coordinador de Biotecnología de la FDA, en una carta del 23 de octubre de 1991 dirigida a un oficial canadiense, reconoció que no existía consenso científico sobre tal seguridad. También admitió: “Pienso que la cuestión del potencial de que algunas sustancias produzcan reacciones alérgicas es particularmente difícil de predecir”.
Pese a ello, la FDA no sólo no consideró las advertencias de muchos de sus propios científicos respecto de riesgos singulares de los alimentos transgénicos, sino que los encubrió y ha tomado una postura bastante opuesta. Su declaración de política oficial afirma: “La agencia no conoce información alguna que muestre que los alimentos derivados de estos nuevos métodos difieran de otros alimentos de manera significativa o uniforme” (Declaración de Política: Comidas derivadas de nuevas variedades de plantas, mayo 29, 1992, Registro Federal, vol. 57 n° 104 en 22991).
La política de la FDA no sólo viola los principios de la ciencia sensata. También viola el Acta Norteamericana de Alimentos, Medicamentos y Cosméticos. En la enmienda sobre aditivos alimentarios a este estatuto, el Congreso instituyó el principio precautorio y decretó definitivamente que ninguna nueva sustancia debe agregarse a nuestra comida, a menos que su inocuidad haya sido demostrada mediante pruebas científicas estandarizadas.
Aun a pesar de que la FDA está de acuerdo en que los genes foráneos que se insertan en una planta -en conjunto con las sustancias que éstos producen- son, por principio, aditivos alimentarios, esta institución sostiene que no deben regirse por la correspondiente reglamentación, ya que caen bajo la excepción contemplada para las sustancias que son “generalmente reconocidas como seguras” (GRAS). Aduce que son lo suficientemente similares a las sustancias que son GRAS, como para apoyar la inferencia de que son -asimismo- seguras.
A pesar de ello -como ya fue señalado-, los hallazgos de la FDA indican que debido a que tales manipulaciones pueden inducir efectos colaterales impredecibles, estos alimentos ni siquiera son reconocidos como seguros por sus propios científicos ni por el consenso de la comunidad científica. En segundo lugar, la ley explicita que cualquier reconocimiento de seguridad debe basarse en “procedimientos científicos”, y tanto la FDA como los juzgados siempre han interpretado consistentemente el término “procedimientos científicos” como referido a estudios publicados en la literatura científica (21 CFR Sec. 170.3 h).
De hecho, el principal estudio que intentó demostrar la seguridad de un alimento transgénico -mediante pruebas toxicológicas estándar- no consiguió hacerlo. Ese alimento fue el tomate “Flavr Savr” de Calgene, primer organismo genéticamente modificado investigado por la FDA. En sus comentarios sobre el estudio, el Dr. Robert J. Schenplein, director de la Oficina de Métodos Especiales de Investigación de la FDA, declaró que éste planteaba un problema de seguridad que no fue resuelto. Al respecto, escribió: “Los datos distan de una ‘demostración de seguridad’ o de una ‘demostración razonable de no peligrosidad’, lo cual es el estándar que típicamente aplicamos a aditivos alimentarios. Para alcanzar esto necesitamos, según mi opinión, un estudio que resuelva la cuestión de seguridad planteada por los datos corrientes. Pese a esto, la agencia aprobó ese producto de todos modos, sobre la base de que era GRAS. Y lo hizo aun a pesar de que la ley requiere que tal reconocimiento se base -precisamente- en el tipo de prueba que no había podido demostrar su seguridad. Es interesante mencionar el hecho de que los oficiales de la FDA sostienen que el Flavr Savr cumplió tan bien con los requerimientos, que el rigor de sus pruebas no deberá repetirse para otros alimentos transgénicos.
MEDIDAS PRECAUTORIAS
La aplicación del concepto de equivalencia sustancial a los alimentos transgénicos es incompatible con el «principio (o enfoque) precautorio». Originalmente concebido para su aplicación a casos de liberación de productos químicos poco conocidos y con posible efecto a largo plazo, el principio precautorio en derecho internacional data de 1970. Su primera versión aplicada al tema transgénicos establecía textualmente que «cuando existan amenazas de daño serio o irreversible, la falta de completa certeza científica no debería utilizarse como motivo para posponer medidas costo-efectivas con el fin de evitar la degradación medioambiental» (6).
Modificado sucesivamente por el Acuerdo sobre la Aplicación de Medidas Sanitarias y Fitosanitarias de 1993 en Uruguay (7), y por el Protocolo sobre Bioseguridad de Cartagena en 1999, este principio adquiere su forma actual en Cartagena 2000 (28/01/00). Hoy establece que «la falta de certeza científica debida a insuficiente información y conocimiento científicos relevantes, concernientes a la extensión de efectos adversos potenciales de un organismo viviente modificado sobre la conservación y el uso sustentable de la diversidad biológica en el destino de importación, tomando en cuenta además los riesgos para la salud humana, no debería impedir que el país de destino tome una decisión apropiada concerniente a la importación de ese organismo viviente modificado, con el fin de evitar o minimizar tales efectos adversos potenciales».
Como podemos observar, el texto finalmente adoptado plantea la determinación de riesgos como punto de partida para la toma de decisiones. Ninguna polémica acerca de qué criterios rigen estas determinaciones es mencionada. Tampoco un marco temporal para la revisión de las decisiones precautorias (8), hecho que parece permitirles a los países mayor flexibilidad para tomar acciones restrictivas respecto de la importación, ante la incertidumbre científica. De hecho, la OMC debe aceptarlo como barrera para-arancelaria, protegiendo así los derechos de los países receptores de tecnologías que no desean recibir, hasta tanto no se aclaren las dudas. La Argentina parece ignorar esta posibilidad preventiva, ya que muchos productos con ingredientes transgénicos (casi 400 en la Argentina, según el listado publicado por Greenpeace en su sitio web www.greanpeace.com.ar) continúan comercializándose aquí sin que nuestras autoridades sanitarias hayan examinado críticamente la literatura científica que analiza tales riesgos.
De todos modos, el significado y la relevancia de la frase sanitaria incorporada al principio precautorio continúan envueltos en un cierto misterio, dado el rumbo que tomaron otros debates relacionados en Cartagena 2000. Si para países en vías de desarrollo y grupos ambientalistas significó tomar en cuenta los impactos negativos directos de los OGMs sobre la salud humana, entonces la exclusión en el protocolo y/o en los procedimientos de consentimiento de uso restringido informados -de productos derivados de organismos transgénicos, productos transgénicos farmacológicos e insumos agrícolas transgénicos-, en la práctica reduce la frase a una total insignificancia, ya que estas categorías excluidas son las más proclives a plantear consideraciones acerca de la seguridad alimentaria y/o la salud humana.
Con tal exclusión, pudo hacerse con impunidad una referencia en el protocolo a los impactos adversos sobre la salud, ya que entonces se los relacionó solamente con el subgrupo de transgénicos que permaneció bajo las obligaciones del protocolo, o sea, con aquellos transgénicos concebidos para su directa introducción en el medioambiente, donde las implicancias para la salud humana no fueron inmediatamente obvias. Algunos países de la OECD arguyeron, en apoyo a esta «propuesta de compromiso» con la salud humana, que su significado contemplaba impactos indirectos (y no directos) sobre la salud humana, esto es, impactos adversos sobre la salud humana causados por impactos adversos sobre la biodiversidad, ya que éste era el único camino legítimo para incluir la salud humana en el protocolo. Tal argumento suma confusión conceptual adicional a la discutida frontera entre impactos adversos sobre humanos y biodiversidad. Algo confirmado por el hecho de que nadie en la reunión de Cartagena 2000 pudo articular con precisión cuáles podrían ser los impactos adversos indirectos sobre humanos debidos a impactos adversos sobre la biodiversidad, y no pudieron esbozarse con facilidad ejemplos ilustrativos de este asunto (9).
TOXINAS INESPERADAS
La manipulación genética de un alimento ocasiona mutaciones inesperadas, que pueden modificar sustancias tóxicas presentes o magnificar las concentraciones normales de éstas en el alimento natural. La aparición o modificación de la concentración de sustancias tóxicas puede producirse por alguno de los siguientes mecanismos:
- Efectos por cambios genéticos (mutación): Hoy en día, no existe la posibilidad de dirigir la inserción de un nuevo gen. El sitio de la cadena de ADN huésped al que éste se adosará es una cuestión aleatoria. La inserción puede ocurrir, por ejemplo, en medio de una secuencia codificadora que instruye la creación de una proteína importante. Esto puede cambiar sus propiedades, de modo que ésta se vuelva tóxica. También la presencia de la proteína modificada puede alterar el funcionamiento celular, de manera tal que la célula comience a crear sustancias peligrosas. Si la proteína es una enzima, cambios importantes en el metabolismo celular podrían generar la síntesis de nuevas sustancias tóxicas (10).
- Efectos debidos a la influencia de un gen precursor insertado: Con el fin de realzar su actividad, el gen que va a ser insertado frecuentemente es combinado con los denominados «genes promotores», provenientes de virus o bacterias patógenas. Pero el gen promotor puede no sólo promover la actividad del gen insertado, sino también modificar la actividad de otros genes vecinos en la cadena de ADN huésped. El efecto puede ser especialmente fuerte, si ocurre que la inserción es cercana a un gen «regulador», el cual modula la actividad de otros genes. Debido a esto, la síntesis de importantes sustancias (enzimas, por ejemplo) puede aumentar o disminuir considerablemente, generando así consecuencias inesperadas o, en el peor de los casos, peligrosas. También puede ocurrir que un gen promotor sea insertado cerca de un gen que gobierna la síntesis de toxinas, en una parte no comestible de la planta que consumimos como alimento. Por lo tanto, puede estimular la producción de toxinas en la parte de la planta sí utilizada como alimento (11).
- Concentración de metales pesados: Algunos genes adicionados a semillas transgénicas permiten que la planta absorba metales pesados -como el mercurio- y los concentre en sus tejidos. Estas plantas fueron creadas con el propósito de hacer posible el uso de efluentes municipales como fertilizante. Los efluentes contienen nutrientes vegetales útiles, pero no pueden utilizarse como fertilizantes por su contaminación con metales pesados. La idea fue diseñar plantas que absorban estos metales y los secuestren en las partes no comestibles de la planta. En un tomate, por ejemplo, los metales serían almacenados en la raíz; en papas, se almacenarían en las hojas. Activar los genes en sólo algunas partes de las plantas requiere el uso de interruptores genéticos «encendido/apagado», que se enciendan sólo en tejidos específicos.
Tales productos plantean el riesgo de contaminar los alimentos con altas concentraciones de metales tóxicos, si los interruptores no están «apagados» en los tejidos comestibles. Y aunque se pudiera conseguir que no lleguen a los humanos, la introducción de metales pesados concentrados al medioambiente -por un mal manejo y descarte de las partes contaminadas de la planta luego de la cosecha- es algo extremadamente peligroso para la mayoría de la biota (12).
- Creación de un medioambiente apropiado para la proliferación de hongos tóxicos: A pesar de que la mayoría de los riesgos sanitarios se deben al resultado de la adición de material genético a organismos, también pueden ocurrir por la remoción de genes y sus productos. Por ejemplo, la ingeniería genética puede utilizarse para producir granos de café descafeinado, a través de la eliminación o «apagado» de los genes asociados a la producción de cafeína. Pero ocurre que la cafeína ayuda a proteger los granos contra los hongos. Granos incapaces de producir cafeína podrían cubrirse con una capa de hongos, los cuales pueden producir toxinas. Las toxinas fúngicas, como la aflatoxina, son potentes tóxicos que pueden permanecer activos aun luego de la preparación del alimento contaminado para el consumo humano (13).
Los siguientes resultados experimentales verifican que nuevas sustancias inesperadas presentes en alimentos transgénicos pueden ser dañinas. Debido a que la investigación y el desarrollo de OGMs han sido en gran parte financiados por la industria biotecnológica, existen razones para sospechar que muchos casos de complicaciones bioquímicas no han sido reportados (14):
- Un ejemplo de este tipo de encubrimiento es el caso de una hormona de crecimiento bovina que fue aprobada como si fuese idéntica a su homóloga natural. Pero se descubrió que en la hormona el aminoácido lisina había sido inadvertidamente reemplazado por el aminoácido epsilon-N-acetilcisteína (Violand BN et al., Protein Science. 3:1089-97, 1994). Semejante modificación de una proteína puede cambiar sus propiedades y efectos, pese a que no ocurrió así en este caso.
- Plantas de tabaco fueron manipuladas genéticamente para producir ácido gamma-linoleico. En vez de generar esta sustancia, inesperadamente, las plantas produjeron -casi con exclusividad- el tóxico ácido octadecatetraénico, el cual no existe en la planta natural de tabaco (Reddy SA, Thomas TL. Nature Biotechnology, vol. 14, sid 639-642, May 1996).
- Cuando una levadura fue manipulada para incrementar su fermentación, hubo una inesperada síntesis de un metabolito (metil-glioxal), en concentraciones tóxicas y mutagénicas (Inose, T. Murata, K. Int. J. Food Science Tech. 30: 141-146, 1995).
- Cuatro genes fueron insertados en una bacteria para que produjera mayores cantidades del aminoácido triptófano. En los comprimidos elaborados aparecieron pequeñas cantidades de moléculas altamente tóxicas. En consecuencia, 37 personas murieron y 1500 contrajeron serios desórdenes neurológicos y autoinmunes crónicos antes de que su causa fuera detectada. Desafortunadamente, las bacterias transgénicas fueron destruidas luego del accidente, de modo que fue imposible investigar de manera directa si la manipulación genética fue o no la causa. Pero se confirmó que las tabletas de triptófano constituyeron la causa de las patologías (Mayeno, AN et al., Tibtech 12:364, 1994).
POTENCIAL CANCERÍGENO
Durante el siglo XX se constató una disminución constante de las tasas de incidencia de enfermedades infecciosas -especialmente en las cuales una bacteria única había sido neutralizada con un antibiótico-, pero también un aumento simultáneo de situaciones colapsantes del sistema inmune tales como el cáncer, relacionado directamente con el deplorable estado de polución de nuestro medioambiente (incluyendo aire, agua y alimentos). Son inimaginables las numerosas combinaciones que pueden asumir las 100.000 o más sustancias químicas de uso corriente liberadas al medioambiente. Su impacto real, por lo tanto, no puede constatarse a través de un puñado de experimentos que aíslan unos pocos factores controlados o una escasa cantidad de sustancias químicas por vez. De hecho, toda la naturaleza ha sido convertida en un campo de experimentación, en el que sustancias que aisladamente son inocuas, adquieren un fuerte potencial cancerígeno al combinarse aleatoriamente con otras. Debido a influencias no rastreables de mutaciones genéticas, de forma análoga, podrían generarse diversos tipos de cáncer (15). Estudios muy recientes relacionan diversos aspectos de la tecnología transgénica con una mayor incidencia de cáncer:
Leche transgénica
- La Unión Europea designó dos comités independientes de expertos internacionalmente reconocidos para revisar concienzudamente la literatura científica existente relacionada con los efectos veterinarios y sanitarios de la utilización en vacas lecheras de la hormona de crecimiento bovino recombinante, la hormona transgénica inyectable creada por la compañía Monsanto con el fin de aumentar la producción láctea. El comité de salud pública confirmó anteriores reportes sobre niveles excesivos de la hormona naturalmente existente Factor de Crecimiento Símil Insulina 1 (IGF-1) -incluyendo sus variantes altamente potentes- en la leche de vacas tratadas con esta hormona transgénica, y concluyó que este hecho plantea grandes riesgos de carcinogénesis en los consumidores (particularmente cáncer de senos, próstata y colon), además de promover el crecimiento e invasividad de células tumorales debido a la inhibición de su autodestrucción programada (apoptosis) (16).
El estudio más recientemente realizado (17) demostró un riesgo siete veces mayor de cáncer de pecho entre mujeres premenopáusicas de menos de 51 años con los mayores niveles de IGF-1 en su sangre. El estudio sobre cáncer de próstata publicado en Science, en enero de 1998 (18), determinó un riesgo cuatro veces mayor de que hombres con altos niveles de IGF-1 contraigan cáncer de próstata. A pesar de estos resultados, no se sabe con certeza si efectivamente la IGF-1 causa estos cánceres, o si la elevación de sus niveles en sangre acompaña algún otro factor causal de estas neoplasias.
- Según el Dr. Samuel Epstein, de la Universidad de Chicago, la rBGH induce la transformación maligna de células epiteliales del seno humano. Estudios en ratas confirmaron la sospecha y mostraron lesiones orgánicas internas, luego de la ingestión de esta hormona transgénica. De hecho, los propios experimentos de la FDA indicaron un aumento del 46% del volumen del bazo, signo patognomónico del desarrollo de leucemias. Se argumentó que la hormona era destruida por la pasteurización. Pero en la investigación conducida por dos científicos de Monsanto, Ted Elasser y Brian McBride, sólo el 19% de la hormona se destruyó, pese que la leche había hervido durante 30 minutos -mientras que la pasteurización normal se realiza en tan sólo 30 segundos- (19).
- Canadá, la Unión Europea, Australia y Nueva Zelanda han prohibido la rBGH. El Codex Alimentarius de Naciones Unidas, organismo internacional que establece estándares sanitarios, se negó a certificar la inocuidad de la leche transgénica. Aun así, Monsanto continúa comercializando este producto en EE.UU. En parte, porque la política regulatoria de la FDA fue iniciada por la científica Margaret Miller, directora de los Servicios de Consultoría sobre Salud Humana, directora de la Oficina de Evaluación de Nuevas Drogas Veterinarias, directora del Centro de Medicina Veterinaria… y, anteriormente… ¡supervisora del laboratorio bioquímico de Monsanto! Ella modificó las normas que permitieron un aumento del 10.000% en la cantidad de antibióticos que los tamberos pueden agregarle a la leche que producen (con el fin de aniquilar las bacterias provenientes de las lesiones por mastitis en la ubre, inducidas por la rBGH) (20).
Cereales, legumbres y hortalizas transgénicos (y los herbicidas a los cuales son resistentes)
- Otras sustancias cancerígenas aprobadas son los herbicidas bromoxinilo -utilizado en algodón transgénico- y glifosato (Roundup) -utilizado en soja, maíz y canola transgénicos-. La soja RR (Roundup Ready), por ejemplo, se torna resistente al glifosato mediante la inserción de un gen que codifica la síntesis de una enzima «Roundup-tolerante» (CP4-EPSPS). El glifosato mata plantas y bacterias, inhibiendo la EPSPS (enolpiruvilshikimato-fosfato sintetasa). Entonces, una planta de soja con el gen CP4-EPSPS adicionado produce dos EPSPSs diferentes: una EPSPS vegetal (inhibida por el Roundup) y una CP4-EPSPS bacteriana (no inhibida por el Roundup). La presencia de esta última permite que la planta continúe produciendo los aminoácidos derivados del ciclo catalizado por la EPSPS, aun ante la presencia del Roundup. Así, la planta no es afectada por el herbicida gracias a la distribución de la enzima transgénica en todo su parénquima (Extraído del sitio web de Monsanto, en el que promociona su soja RR).
Las formas genéticamente modificadas de granos y vegetales diseñadas para luchar por sí mismas contra sus plagas se denominan «plantas-pesticidas». Se están comercializando semillas resistentes a los insectos, ya que contienen toxina BT, proveniente de una bacteria patógena (Bacilus thuringiensis), o factores de resistencia viral (genes provenientes principalmente de virus). Esto logra que la planta segregue la toxina y se eviten los daños producidos por las principales pestes. La toxina BT ha sido utilizada -desde 1970- por agricultores orgánicos, en forma de solución de bacterias naturales rociada sobre los cultivos. Pero mientras que la vida media de estas bacterias es corta, y éstas segregan su toxina de manera que solo se activa dentro de los sistemas digestivos alcalinos de orugas y gusanos, los cultivos transgénicos BT segregan una forma activa de la toxina durante todo el ciclo de la planta (Hope Shand, «Bacillus Thuringiensis: Industry Frenzy and a Host of Issues,» Journal of Pesticide Reform, vol. 9, n° 1, Spring 1989, ps. 18-2 1).
Un virus que ataca insectos, el báculovirus, está siendo modificado con genes de toxina de escorpión, de hormona diurética y de hormona de crecimiento, con el fin de crear un potente virus insecticida para proteger los cultivos por fumigación. La Agencia de Protección Medioambiental de los EE.UU. (EPA) definió que estas semillas modificadas deben ser reguladas como si fueran pesticidas químicos, y deberían expenderse con el correspondiente etiquetado, ya que los pesticidas contenidos podrían causar cáncer, defectos de nacimiento, daño neurológico o disminución de la inmunidad (21).
Un estudio reciente, publicado en el Journal of American Cancer Society por eminentes oncólogos suecos (22), reveló una clara relación entre glifosato y linfoma no Hodgkin (LNH), una forma de cáncer. Los investigadores sostienen que la exposición al herbicida incrementa los riesgos de contraer LNH, y, dado el creciente aumento de su uso mundial (en 1998, 112.000 toneladas) desde que se elaboró este informe, nuevos estudios epidemiológicos son requeridos con urgencia.
Las empresas productoras de glifosato continúan incrementando su capacidad de producción (71% de los cultivos transgénicos en 1998 son Roundup Ready; Monsanto produce este herbicida también en la Argentina). Pero también están solicitando permisos para que se apruebe la presencia de mayores concentraciones de glifosato en alimentos transgénicos derivados. Monsanto, por ejemplo, ya fue autorizado para un triple incremento en la soja transgénica en Europa y EE.UU. (de 6 ppm. a 20 ppm.). Estos vestigios de glifosato -y sus metabolitos- en la soja transgénica están presentes también en alimentos elaborados en base a la leguminosa. Por lo tanto, ya estamos expuestos a su toxicidad desde hace algunos años.
Resulta preocupante para médicos y grupos ambientalistas el hecho ya demostrado de que los cultivos de soja transgénica demandaron un 72% de aumento del uso de glifosato (Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, 1997). Esto podría incrementar en un 300% la cantidad de herbicida utilizada, ya que -además- los agricultores tienden a aplicarlo con mayor intensidad, debido a que su soja lo resiste. Pero nadie ha incluido en las determinaciones de riesgo un análisis de los efectos debidos al aumento del uso de glifosato.
Buscamos referencias sobre el glifosato en Internet, y encontramos que las determinaciones de riesgo de carcinogenicidad en humanos realizadas por la EPA (Environmental Protection Agency, EE.UU.), en su base de datos IRIS (23), fueron actualizadas por última vez el 10/1/1993. Cuando la EPA autorizó las pruebas de campo para los productos RR de Monsanto, no consideró que su función incluía analizar la variable glifosato a fondo. Pero el Servicio de Control de Pesticidas del Departamento de Agricultura, innegable encargado de hacerlo, tampoco parece haberse preocupado por el tema, como lo demuestra una incursión realizada a la base de datos EXTOXNET (Extension Toxicology Network) (24). Sin embargo, el glifosato sigue clasificado como no carcinogenético en ambas bases de datos, pese a -efectivamente- haber generado tumores renales y tiroideos en animales de laboratorio. Y si nos tomamos el trabajo de revisar las referencias citadas por la EPA como base para tal determinación, veremos que fueron provistas en 1981 por un equipo de investigadores de la empresa Monsanto. Por otro lado, investigaciones realizadas en el Instituto Nacional para la Investigación del Cáncer de Italia señalaron que no es el glifosato, sino un «ingrediente desconocido» del Roundup, el agente causal de daño genético en ratones, indicando que éste podría ser un carcinógeno. Un 86% del Roundup está compuesto por sustancias químicas inertes que apoyan la acción del glifosato (ENDS, Environment Daily Environmental Data Services Ltd., London. http://www.ends.co.uk). Actualmente, el Centro de Ética y Tóxicos (CETOS) señala al glifosato como el pesticida de uso (en volumen) más extenso en el ámbito mundial. En su base de datos, www.cetos.org, hallamos información sobre una sustancia «tres veces más tóxica que el glifosato: la polioxietileneamina (POEA)». Esta sustancia surfactante constituye casi un 15% del volumen total del Roundup. Luego de determinarse que la muerte por ingestión de Roundup de nueve niños en Japón se debió, precisamente, a intoxicación aguda por POEA, el gobierno estadounidense obligó a Monsanto a eliminar su discurso de inocuidad en las etiquetas del herbicida.
Respecto del bromoxinilo, la base de datos IRIS informa que este herbicida no ha sido sometido a una completa evaluación/determinación de evidencia de potencial carcinogenético en humanos.
Utilización de vectores provenientes de virus y bacterias patógenas
- Se sabe desde hace bastante tiempo que la inserción de genes extranjeros en el genoma huésped puede producir cáncer (Wahl et al., 1984; Kendrew, 1994). Y esto se da debido a la baja tasa de éxitos en la creación de los organismos transgénicos deseados. Típicamente, un gran número de células, huevos o embriones deben infectarse o inyectarse con el vector para obtener unos pocos organismos que expresen exitosamente el o los transgenes (25).
Los vectores más comúnmente utilizados en biotecnología son una recombinación en mosaico de parásitos genéticos naturales provenientes de diferentes fuentes, incluyendo virus cancerígenos o productores de otras enfermedades en plantas y animales, con sus funciones patogénicas «tullidas». También se les adosa uno o más genes de resistencia antibiótica «marcadores», a fin de que las células transformadas por el vector puedan ser seleccionadas. Por ejemplo, el vector más usado deriva de un plásmido inductor de tumores transportado por la bacteria Agrobacterium tumefaciens. En animales, los vectores se construyen a partir de retrovirus cancerígenos.
A diferencia de los elementos parasitarios genéticos naturales, los cuales ostentan grados variables de especificidad de huésped, los vectores utilizados en ingeniería genética están diseñados para transgredir las barreras entre especies. Por lo tanto, pueden infectar un amplísimo rango de huéspedes. Por ello, un vector comúnmente utilizado en peces tiene elementos del virus Moloney de leucemia murina, causante de leucemia en ratones, pero puede infectar cualquier célula de mamíferos. También posee trozos del virus de Sarcoma de Rous, causante de sarcomas en gallinas, y fragmentos del virus de la estomatitis vesicular, causante de lesiones orales en ganado vacuno y equino, y en humanos (Lin et al., 1994) (26).
REACCIONES ALÉRGICAS
La manipulación genética de un alimento bien puede generar nuevos alergenos, como también aumentar la alergenicidad de proteínas normalmente presentes en él. La empresa Pioneer Hybrid había desarrollado una variedad de soja con un contenido balanceado de aminoácidos, insertándole el gen de proteína de almacenamiento proveniente de la castaña de Pará (nuez de Brasil). Sin embargo, al descubrir que esta proteína causó fuertes reacciones alérgicas en una proporción significativa de la población alérgica a las nueces, que nunca antes había tenido problemas al consumir productos de soja (27), la compañía biotecnológica abandonó definitivamente sus planes de introducir esta soja transgénica al mercado. De un análisis de la mecánica de la recombinación genética y de los principios fundamentales de la inmunología, la química biológica, la biología molecular y la fisiología, se pueden deducir diversos mecanismos por los cuales es factible que se manifiesten sustancias productoras de alergias en los alimentos transgénicos:
- Se sabe que muchos alimentos normalmente contienen bajos niveles de componentes alergénicos o inmuno-irritantes, siendo menores o nulos los problemas que podrían llegar a causar. La introducción de nuevos genes puede aumentar inadvertidamente los niveles normales de estas sustancias, alcanzando concentraciones capaces de inducir serias respuestas alérgicas.
- Muchas de las proteínas recombinantes que se expresarán en los OGMs son proteínas que normalmente no están presentes en la dieta humana. Por lo tanto, su potencial alergénico es desconocido. La probabilidad de que algunas de estas proteínas sean alergénicas es bastante razonable. Debido a que aun ínfimas cantidades de algunos alergenos bastan para inducir poderosas reacciones alérgicas, el hecho de que minúsculas concentraciones de una sustancia transgénica puedan manifestarse en un alimento, no necesariamente elimina la posibilidad de que éste pueda ser alergénico. Ya que es probable que los individuos no estarán sensibilizados previamente a la presencia de estos nuevos alergenos, de seguro no desarrollarán una poderosa respuesta alérgica en la primera exposición ante éstos. Pero si estos nuevos alergenos se convierten en un componente común de la dieta, surgirá una franca alergia a medida que la exposición continúe (28).
- Modificaciones recombinantes podrían alterar la estructura primaria o secundaria de algunas proteínas, de modo que aumente su alergenicidad o que se conviertan en alergenos. Por ello, al utilizar técnicas recombinantes del ADN para alterar el gen que codifica una proteína no alergénica normalmente presente en un alimento, la proteína recombinante resultante podría ser alergénica. Esto ocurre especialmente con las «proteínas de fusión», expresadas a partir de genes generados a través de la unión de trozos de secuencias de código genético provenientes de dos o más fuentes. Éstas son proteínas cuya conformación consiste en segmentos péptidos derivados de dos o más proteínas, algo logrado mediante técnicas recombinantes del ADN que fusionan fragmentos de los genes que codifican esas proteínas. El potencial alergénico de las proteínas de fusión no puede deducirse a partir de las propiedades de las proteínas parentales de las que derivan, y, por lo tanto, dicho potencial no puede predecirse ni modelarse, ya que los entornos en los cuales dos proteínas son fusionadas pueden poseer conformaciones muy diferentes respecto de las correspondientes a las proteínas originales. Más aún, la posibilidad de generar alergia que poseen las proteínas de fusión es incrementada por el hecho de que los enlaces en que dos proteínas son fusionadas, a menudo asumen estructuras secundarias y terciarias que no son usuales en las proteínas naturales, lo cual podría tornarlas más alergénicas todavía.
- Aun a pesar de que las proteínas recombinantes frecuentemente se expresarán a bajos niveles de concentración en un alimento transgénico, en comparación con el contenido proteico total del mismo, es posible que estos niveles sean sustancialmente más altos que los niveles naturales de concentración de esas proteínas. Por lo tanto, aunque investigaciones previas no logren descubrir evidencia de alergenicidad, una proteína puede comportarse como un alergeno cuando se expresa a niveles de concentración mayores en alimentos producidos por ingeniería genética.
- Organismos diferentes poseen mecanismos bioquímicos diferentes para el procesamiento de nuevas proteínas sintetizadas. Por ello, una proteína recombinante puede ser procesada en el organismo receptor genéticamente modificado de modo diferente del que lo era en el organismo del cual fue extraído el gen para dicha proteína, y en el cual ésta se expresa naturalmente. De tal diferencia de procesamiento, podría resultar que la forma transgénica de la proteína tenga distintas propiedades alergénicas respecto de las de su forma natural (29).
- Se demostró que el ADN no se digiere en forma completa en el intestino, y que fragmentos del tamaño de un gen pueden sobrevivir a la digestión y ser absorbidos hacia el torrente sanguíneo. Como la ingeniería genética utiliza algunos genes que nunca existieron en la comida humana, las consecuencias de ingerir este ADN son, por tanto, impredecibles. La posibilidad de que fragmentos de ADN transgénico puedan provocar trastornos alérgicos o autoinmunes crónicos seriamente inhabilitantes -o aun letales- es explorada en el Recuadro 4(«Reacciones inmunológicas al ADN y al ARN») (30).
Recuadro 4:
Reacciones inmunológicas al ADN y al ARN
Ha sido sugerido que el ADN extranjero en alimentos transgénicos puede producir enfermedad «alérgica», y que «las alergias no ocurren como reacción al ADN, sino a la proteína producida». Esto sugiere que el ADN no es inmunogénico, lo cual es totalmente falso. En humanos, las reacciones inmunológicas contra fragmentos de ADN no sólo son posibles, sino que de hecho ocurren, tal como se evidencia en la enfermedad autoinmune denominada lupus eritematoso sistémico (LES). En esta enfermedad se producen anticuerpos contra fragmentos de ADN y nucleoproteínas liberadas por células que mueren. De esto resulta una reacción de hipersensibilidad inmunológica Tipo III. De hecho, existen pocas células potencialmente autorreactivas con acceso a sus respectivos autoantígenos, tales como la tiroglobulina humana, la proteína básica mielínica y el ADN normalmente presente en el cuerpo. Y el único factor que mantiene equilibrada la situación es el adecuado funcionamiento de los mecanismos homeostáticos, que obviamente se han deteriorado en condiciones tales como el LES y la artritis reumatoidea. La glomerulonefritis por complejos inmunes es otra condición asociada a la producción de anticuerpos contra el ADN y proteínas del ADN. En el tejido renal de pacientes con LES, se detectaron depósitos de complejos inmunes que contenían anticuerpos contra ADNs de cadena simple y doble.
Mientras que estas reacciones Tipo III no desencadenan la clásica respuesta alérgica mediada por inmunoglobulinas E, con frecuencia producen patología insidiosa cuando estas reacciones antígeno-anticuerpo forman complejos insolubles en determinados sitios del cuerpo donde pueden surgir reacciones inflamatorias agudas (por ejemplo, artritis reumatoidea). La producción y liberación de mediadores inflamatorios y enzimas proteolíticas pueden dañar el tejido y -subsiguientemente- intensificar las respuestas inflamatorias. Las reacciones Tipo III pueden afectar la piel, produciendo edema y eritema, o también afectar los pulmones (por ejemplo, pulmón del trabajador rural, enfermedad del criador de palomas y aspergilosis pulmonar).
Entonces, ¿qué importa si podemos producir anticuerpos contra el ADN y el ARN? ¿Y qué tiene que ver esto con la potencial presencia de fragmentos de ADN en nuestra provisión alimenticia debido a su manipulación genética? Importa porque:
* Los mecanismos homeostáticos que mantienen a raya desórdenes autoinmunes Tipo III se hallan pobremente definidos y comprendidos.
* Hay muchos ejemplos de situaciones en las cuales determinantes autoantigénicos potenciales se encuentran presentes en un antígeno exógeno de reacción cruzada.
– La encefalitis postvaccinal antirrábica, cuya posible causa es una reacción autoinmune contra el cerebro, desencadenada por tejido cerebral heterólogo en la vacuna.
– Algunos microorganismos presentan determinantes que reaccionan en forma cruzada con anticuerpos humanos.
– Anticuerpos colónicos presentes en la colitis ulcerosa han reaccionado así con Escherichia coli 014.
– Los anticuerpos anti-ARN de pacientes con LES pueden unirse a ARN-t obtenido a partir de Escherichia coli y un bacteriófago.
* Los anticuerpos anti-ARN del suero de pacientes con LES son heterólogos y, por lo tanto, capaces de ligarse a diferentes porciones o tipos de ARN.
* Diversos medicamentos pueden generar autoinmunidad y producción de anticuerpos antinucleares. Por ejemplo, el tratamiento prolongado con isoniacida puede inducir artritis asociada a anticuerpos nucleares, y una alta proporción de pacientes en tratamiento continuo con procainamida desarrolla anticuerpos nucleares, presentando -en un 40% de los casos- signos clínicos de LES.
Los efectos patológicos de la autoinmunidad varían y pueden ser:
* Inocuos, cuando los complejos inmunes están presentes pero no aparentan producir cambios patogénicos; o
* La autoinmunidad es secundaria a otra enfermedad (como en la cirugía de la tiroiditis) pero, una vez iniciada, se convierte en el factor responsable de continuar la enfermedad crónica; o
* La autoinmunidad constituye el factor causal de enfermedad, como en la anemia hemolítica autoinmune.
La autoinmunidad puede afectar casi cualquier parte del cuerpo y producir patología, tanto localizada (tejido articular en artritis reumatoidea), como diseminada, cuando las respuestas son dirigidas contra antígenos ampliamente distribuidos, tales como los anticuerpos antinucleares en el LES. Respuestas inmunes ante antígenos extrínsecos persistentes y no reconocidos, como ocurre en infecciones virales crónicas, pueden generar desórdenes alérgicos crónicos, fácilmente confundibles con reacciones anti-autoinmunes.
La mayoría de los compuestos inmunogénicos son una mezcla diversa de moléculas antigénicas, y el antisuero producido a partir de estos compuestos consistirá en poblaciones de anticuerpos policlonales que son reactivos ante su propia molécula. Aun concentraciones ínfimas (1%) de contaminantes en un preparado de proteína purificada producirán cantidades detectables de anticuerpo.
VALORES NUTRICIONALES ALTERADOS
La humanidad ha evolucionado durante miles de años a través de mecanismos graduales de adaptación a su medioambiente, incluyendo los alimentos de la naturaleza. Pero durante los últimos cinco años, ocurrió una transformación fundamental en la dieta humana.
Esto fue posible gracias a masivas coaliciones en el negocio agropecuario cuyo objetivo es la producción transgénica de, por ejemplo, dos de los ingredientes más comunes y lucrativos de la dieta: la soja y el maíz. De esta forma, Monsanto y Novartis se han convertido en las compañías semilleras transgénicas más grandes del mundo. Por otro lado, el 60% de los quesos que se expenden en los EE.UU. son procesados con una enzima transgénica. Lo mismo ocurre con el algodón, los productos para hornear, y, como si esto fuera poco, Monsanto planifica introducir este año variedades «Roundup» de trigo y arroz.
El hecho es que aproximadamente dos tercios de la comida que consumimos ya contiene ingredientes transgénicos. O sea que la dieta humana está siendo transformada radicalmente en un lapso ínfimo de tiempo, sin que se tenga el menor conocimiento acerca de los posibles impactos sobre la salud humana a largo plazo (31).
- Por mecanismos anteriormente descriptos (mutación), la síntesis de nutrientes importantes puede alterarse o frenarse. Algunos ejemplos:
- Un estudio en el Journal of Medicinal Food(Dr. Marc Lappe, 1999) mostró que ciertos alimentos transgénicos (especialmente la soja) poseen niveles más bajos de nutrientes vitales, como ocurre en el caso de compuestos fitoestrógenos, los cuales protegen al cuerpo de padecer enfermedades cardiovasculares y cáncer.
- En otro estudio respecto del transgénico Vicia faba(haba), se detectó un aumento de los niveles de estrógenos de los consumidores, algo peligroso, ya que esta variedad transgénica puede integrar fórmulas lácteas infantiles a base de soja.
- La leche de vacas tratadas con rBGH contiene altos niveles de pus, bacterias y grasa.
- Un análisis de la soja glifosato-resistente, realizado por Monsanto, reveló que ésta contiene concentraciones 28% mayores de inhibidor de la tripsina Kunitz, un conocido anti-nutriente y alergeno.
- Los «pesticidas-planta» poseen genes que producen un tóxico pesticida en el interior de las células del alimento. Ésta es la primera vez que se vende «toxicidad celular interior» para consumo humano.
- Aumento de la contaminación de los alimentos y del agua potable: se estima que un 57% de las investigaciones realizadas por las empresas biotecnológicas se dedican al desarrollo de plantas resistentes a los herbicidas. Se cree que en el futuro esto conducirá a un uso tres veces mayor de herbicidas, lo cual generará todavía mayores concentraciones de éstos en los alimentos y en el agua potable (Ref. Goldberg, R.J. 1994; Weed Technology 6:647).
RESISTENCIA ANTIBIÓTICA
El Microbial Ecology in Health and Disease Journal reportó en 1998 que la biotecnología podría estar incidiendo en el resurgimiento de enfermedades infecciosas. Las estadísticas recientes inspiran miedo. Las enfermedades infecciosas fueron responsables de un tercio de los 52 millones de muertes -por todas las causas- en 1995. Se estima que la tuberculosis resistente a multidrogas afecta a 10 millones de personas cada año, causando en igual período 3 millones de muertes. Al menos 50 nuevos virus humanos aparecieron entre 1988 y 1996. También durante este lapso, las infecciones por Escherichia coli 0157:H7 aumentaron un 1000% en Inglaterra y un 10.000% en Escocia. En los hospitales de San Francisco, la resistencia a la vancomicina aumentó del 3 al 95% en sólo cuatro años (1993-1997). Y el estafilococo (causante del síndrome de shock tóxico) actualmente es invulnerable a todos los antibióticos conocidos (32).
La tecnología transgénica puede exacerbar la resistencia antibiótica de microorganismos a través de múltiples mecanismos:
- Creciente resistencia a antibióticos cuyos genes de resistencia son utilizados en bioingeniería: Una variedad transgénica de maíz, elaborada por Novartis, incluye un gen de resistencia a los antibióticos de amplio espectro más utilizados en medicina humana (ampicilina, amoxicilina y otros similares a la penicilina) (33). Este gen puede transferirse a bacterias, tanto en el campo como en el tracto digestivo de humanos y animales. Como resultado, peligrosas bacterias podrían tornarse resistentes a estos antibióticos. Algunos países de la Unión Europea ya expresaron su preocupación al respecto, incluyendo a Inglaterra, cuya postura fue siempre pro-ingeniería genética. En Noruega, todas las plantas transgénicas con genes de resistencia antibiótica han sido prohibidas. Austria y Luxemburgo ya anularon los permisos de importación del maíz Novartis.
- Generación de resistencia antibiótica debido a la alta concentración de antibióticos en alimentos, permitida para reducir la cantidad de bacterias presentes en ellos: Las vacas estimuladas con rBGH padecen infecciones en la ubre con una frecuencia mucho mayor que la normal, y requieren altas dosis de antibióticos como tratamiento. Por lo tanto, además del aumento de la concentración de antibióticos que deriva de esto, concentraciones de antibióticos 100 veces mayores son adicionadas a la leche para reducir la contaminación bacteriana proveniente de las lesiones de mastitis (34).
En un reciente estudio publicado por Paul Fey en el England Journal of Medicine, se confirmó la existencia de una nueva cepa de Salmonella, detectada en un niño de 12 años que ingresó a un hospital con fiebre, dolor abdominal y diarrea. La bacteria es resistente a la ceftriaxona, cefalosporina de amplio espectro utilizada con frecuencia en vacas lecheras. Sofisticados métodos de análisis de plásmidos fueron realizados para comparar las bacterias provenientes del niño con otras obtenidas del ganado lechero, y se llegó a la conclusión de que eran iguales. Además, la bacteria había desarrollado resistencia a otros 13 antibióticos (35).
- Formación de nuevas cepas virales y bacterianas debidas a recombinación genética: A medida que los patógenos se tornan antibiótico-resistentes, intercambian y recombinan genes de virulencia mediante transferencia genética horizontal. Así, se generan nuevas cepas de bacterias y micoplasmas virulentos (36). Esto se confirmó en el caso del vibrión colérico involucrado en la reciente epidemia de cólera en la India (Reidl y Mekalanos, 1995; Prager et al., 1995; Bik et al., 1995), en el de los estreptococos (Upton et al., 1996; Kapur et al., 1995; Whatmore et al., 1994, 1995; Schnitzler et al., 1995) relacionados con el aumento de la frecuencia mundial de infecciones estreptocócicas severas (incluyendo la epidemia de 1993 en Tayside, Escocia), en el del Mycoplasma genitalium(Reddy et al., 1995), agente etiológico de uretritis, neumonías, artritis y agravamiento de sida.
Recientemente se demostró que bacterias patógenas no relacionables entre sí actualmente comparten el mismo grupo completo de genes que les permiten invadir células huésped. Su presencia ciertamente podría haberse generalizado a través de transferencia genética horizontal (Barinaga, 1996).
- Transferencia horizontal de ADN transgénico entre bacterias: Existe un factor que podría agravar el desarrollo creciente de resistencia a los antibióticos. 75 referencias reunidas por la Prof. Mae-Wan Ho respecto del fenómeno de transferencia genética horizontal (37), confirman una rápida expansión de genes de resistencia antibiótica a través de poblaciones bacterianas, transportados por plásmidos o en el cromosoma bacteriano (Heaton y Handwerger, 1995; Coffey et al., 1995; Kell et al., 1993; Amabilecuevas y Chicurel, 1993; Bootsma et al., 1996). El uso de genes de resistencia antibiótica como marcadores en vectores transgénicos podría exacerbar la resistencia antibiótica múltiple detectada en todo el planeta.
Los tomates transgénicos comercializados en Inglaterra y en EE.UU. incluyen genes de resistencia a la kanamicina. Este antibiótico es utilizado para tratar la tuberculosis, enfermedad que está resurgiendo en todo el mundo. El bacilo de Koch ya es resistente a muchos antibióticos (38). Entre las 75 referencias sobre transferencia genética horizontal reunidas por Mae-Wan Ho, sólo dos de ellas reportaron como negativo este evento. Una de las dos referencias es una investigación producida por el staff de Calgene, compañía recientemente adquirida por Monsanto, en la cual se sostuvo que el gen de resistencia a la kanamicina introducido en este tomate transgénico es seguro (Redenbaugh et al., 1994). El estudio se basó en consideraciones teóricas, en vez de apoyarse en datos empíricos.
NUEVOS Y SÚPER VIRUS
Una de las aplicaciones más comunes de la ingeniería genética es la producción de cultivos resistentes a las infecciones virales. Esto se logra introduciendo genes de las proteínas de la cápsula viral en el genoma de las plantas. Por causas no muy bien comprendidas, al producir componentes virales por sí mismas, éstas adquieren la resistencia deseada. Tales plantas, sin embargo, plantean el riesgo de que se creen nuevos (o peores) virus a través de dos (o tres) mecanismos:
Recombinación: Ocurre entre componentes virales producidos por la planta y genes muy similares o relacionados, provenientes de virus que se han introducido en ella. Tal recombinación puede generar virus capaces de infectar un espectro más amplio de huéspedes, o virus más virulentos que sus precursores. (Green y Allison, 1994).
Transcapsidación: Proteínas virales producidas por la planta encapsulan el material genético de un virus (esto fue detectado por Creamer y Falk en 1990). El virus híbrido resultante puede transferir genes virales a plantas que el virus precursor sería incapaz de infectar. Excepto en raras circunstancias, esto constituiría un efecto «única vez», ya que el material genético viral no contiene genes para las proteínas extranjeras dentro de las cuales fue encapsulado, no pudiendo así producir una segunda generación de virus híbridos (39).
Esto puede ocurrir con una frecuencia mayor que la concebida actualmente. Un estudio mostró que la mezcla de genes en virus ocurría en un lapso de 8 semanas (Kleiner, 1997). Los virus son notoriamente rápidos en su frecuencia de mutación. Juegan un rol preponderante en la transferencia genética horizontal entre bacterias (Reidl y Mekalanos, 1995; Ripp et al., 1994). Además intercambian genes entre ellos mismos, ampliando así la variedad de huéspedes infectables (Sandmeier, 1994).
Una tercera posibilidad es que la proteína capsular viral transgénica ayude a virus “tullidos” a multiplicarse, gracias a un mecanismo denominado complementación (Osbourn et al., 1990) (40).
Los virus generados por recombinación entre vectores virales artificiales y vacunas -y otros virus presentes en el medioambiente- infectan una variedad de huéspedes más amplia, causando en diversas especies enfermedades de difícil erradicación. Evidencias actuales parecen constatar la emergencia que suponen tales virus («The Unholly Alliance», Dr. Mae-Wan Ho, The Ecologist, vol. 27, nº 4, julio/agosto 2000 ):
- El Monkeypox, un virus contagiado por roedores -anteriormente infrecuente y potencialmente fatal-, está diseminándose por la zona central del Zaire. Entre 1981 y 1986 sólo se habían registrado 37 casos, pero desde julio de 1995 ocurrieron por lo menos 163 casos en sólo una provincia del este de dicho país. Por primera, vez los seres humanos se transmiten entre sí esta virosis.
- Un brote de infección por hantavirus afectó al sur de la Argentina en diciembre de 1996, contagiándose -también por primera vez- este virus entre humanos. Anteriormente, éste se diseminaba por vía inhalatoria a partir de aerosoles provenientes de los excrementos y la orina de los roedores.
- En el hemisferio norte, el enorme desarrollo de la industria avícola permitió la rápida propagación de nuevas cepas muy virulentas del virus de la enfermedad bursal infecciosa (IBDV). Se sospecha que la mortalidad masiva de pingüinos antárticos se debe a la infección por este virus.
- En Africa, nuevas cepas de virus de la rabia afectan a especies de animales salvajes -leones, panteras y hienas, por ejemplo- que raramente padecen la enfermedad producida por las cepas conocidas de este virus.
PROBLEMAS NO RASTREABLES
En 1994, Monsanto demandó a dos almacenes estadounidenses que etiquetaron como libre de rBGH la leche que ellos expendían. La gigantesca corporación bioquímica temió que, ante la libertad de elección, los consumidores rechazaran la leche transgénica. Las reglamentaciones anti-etiquetado establecidas por la FDA -y convertidas en ley por un ex técnico de Monsanto- apuntaban claramente a favorecer a esta compañía (41).
Pero más allá de cuestiones comerciales, sin etiquetas que identifiquen los alimentos transgénicos, nuestras instituciones sanitarias no pueden rastrear el origen de cualquier problema que surja. Y es obvio el conflicto potencial que implica que una situación como ésta derive en una tragedia de magnitud insospechada.
La inexistencia de leyes que impongan el etiquetado obligatorio de alimentos transgénicos genera diversos problemas (42):
- Problemas sanitarios: Sin el etiquetado correspondiente, los consumidores no tienen forma de eludir riesgos tales como carcinogénesis, toxicidad inesperada, resistencia antibiótica y reacciones alérgicas. Asimismo, esto imposibilitaría la identificación del agente causal en caso de suscitarse problemas que afecten masivamente al enorme grupo de ciudadanos que -desde hace años- consume transgénicos sin saberlo.
- Problemas religiosos: Vegetarianos religiosos, tales como los adventistas y los budistas, desean poder identificar y evitar consumir frutas y vegetales que contengan genes de insectos, animales y/o seres humanos. Los judíos que practican las leyes de la alimentación kasherdesean asegurarse que los transgénicos no violen sus restricciones. Un amplio espectro de líderes religiosos de todo el mundo objeta seriamente, desde un punto de vista doctrinario, el tipo de manipulación de patrones básicos de la vida involucrada en los alimentos transgénicos. Sin etiquetado identificatorio, esta gente no tiene forma de evitar su consumo.
- Problemas éticos: Mucha gente que no es formalmente religiosa también se plantea cuestionamientos éticos ante el desarrollo e investigación biotecnológicos. Y también, por ello, desea evitar consumir alimentos transgénicos.
Debido a los billones de dólares en juego, la industria biotecnológica ha encarado una campaña masiva para el inmediato descrédito de cualquier tipo de oposición a sus productos. Implementando estrategias de relaciones públicas y lobby político, ha presionado a la FDA y logró que la ley federal actualmente no requiera el etiquetado de los productos transgénicos.
Respecto de este hecho, afirma la Prof. Mae-Wan Ho, del Departamento de Biología de la Universidad Abierta de Milton Keynes, Inglaterra: «La filosofía predominante subyacente a la reglamentación actual puede resumirse en el ciclo fútil ‘No hay necesidad – no miremos – no veamos’… Un ciclo auto-afirmante, un motor para introducir en el mercado cualquier producto transgénico que la industria desee. Lo repetimos: se ha dado carta blanca a la industria para que haga lo que desee a fin de obtener provecho máximo, mediante un cuerpo legislativo que actúa encubriendo miedos y oposición del público» (43).
Lamentablemente, dado el clima político imperante -y a pesar de las preocupaciones científicas, éticas y religiosas-, no es de esperar que en el futuro inmediato se apruebe legislación alguna que obligue a la identificación adecuada de los alimentos transgénicos. Por lo tanto, la única medida inteligente que el público consumidor puede y debe tomar, a sabiendas de que su derecho ciudadano en una sociedad libre está siendo avasallado, es consumir exclusivamente alimentos orgánicos certificados, salvo en los casos en que -milagrosamente- encuentre productos etiquetados como no transgénicos.
EFECTOS LETALES
Mencionamos anteriormente el accidente causado por sustancias tóxicas inesperadas presentes en un complemento nutricional en base a triptófano, elaborado a partir de bacterias transgénicas -en EE. UU., en 1989-. Es muy probable que este tipo de tragedias se repitan si, como hasta la fecha, se continúan ignorando las denuncias científicas sobre las determinaciones fraudulentas de la inocuidad de los productos transgénicos.
¿Cuáles serían las actitudes científicas necesarias para prevenir este tipo de desastres? En respuesta a esta pregunta, y también al reiterado pedido esgrimido por funcionarios y científicos partidarios de esta tecnología de que se presenten pruebas de daño debido a los productos transgénicos, un documento publicado en el sitio web de «Médicos y Científicos por una Aplicación Responsable de la Ciencia y la Tecnología» (PSRAST, www.psrast.org) (44) ejemplifica cómo nuestros científicos deben reaccionar frente a un accidente que no fue previsto (ver Recuadro 5: «El desastre por triptófano de Showa Denko: Ingeniería genética, causa más probable.»).
Recuadro 5:
El desastre por triptófano de Showa Denko: Ingeniería genética, causa más probable
El desastre del L-triptófano de Showa Denko fue causado por venenos presentes en el triptófano producido por bacterias transgénicas creadas en la fábrica de esta compañía. La causa de la aparición de sustancias tóxicas nunca se aclaró completamente. La razón fue que el fabricante, Showa Denko (SD), destruyó o, en todo caso, no facilitó muestras de la bacteria utilizada en la producción del dañino complemento nutricional para que sean investigadas. Además, el fabricante atribuyó el incidente a la purificación disminuida, en conjunción con la aparición de toxinas.
Como SD representa a un sector de la industria mundial con un enorme interés en la fabricación rentable de sustancias mediante el uso de microorganismos genéticamente modificados, obviamente debe haber sido muy importante para esta compañía que la causa del desastre no fuese la ingeniería genética.
El hecho de que SD no haya provisto bacterias para la investigación puede tomarse como una evidencia indirecta de que la ingeniería genética fue la causa.
- Habría resultado obvio el interés de SD por demostrar que las sustancias tóxicas no aparecieron como consecuencia de la manipulación genética. Por ello, parece probable que SD realizó cuidadosos análisis para examinar esta posibilidad. En su laboratorio, si éste funcionaba de acuerdo con los estándares profesionales -lo cual es de esperar en una industria de gran envergadura como ésta-, seguramente conservaban todas las cepas de bacterias que habían utilizado, en un rango que abarca desde la bacteria no manipulada genéticamente hasta aquella con los cuatro genes insertados. Ciertamente habría sido fácil determinar, a través de análisis químicos, si las sustancias tóxicas eran producidas también por las bacterias no manipuladas o por aquellas con menos genes insertados. De constatarse que las bacterias no manipuladas genéticamente producían las mismas toxinas, habría sido muy valioso para SD presentar esta evidencia, ya que la ingeniería genética quedaría desvinculada de las posibles causas de la tragedia. El hecho de que SD no facilitara las bacterias para su análisis independiente puede, por lo tanto, considerarse indicador de que la empresa constató que la ingeniería genética fue la causa y decidió ocultar la verdad. Como, desde el punto de vista legal, en todos los países del mundo la retención o destrucción de evidencias se considera un acto criminal, la credibilidad de SD se torna cuestionable.
- Si SD protagonizó el acto criminal de retener o destruir evidencia, entonces su información acerca del procedimiento de producción también se torna cuestionable. Sería bastante lógico pensar que inventaron una historia sobre la disminución de la purificación, en conjunto con la aparición de toxinas; lo cual imposibilitó relacionar claramente a la nueva cepa de bacterias transgénicas con la aparición de toxinas, «perfeccionando» de esta manera el crimen.
Como SD ciertamente contaba en sus laboratorios con científicos altamente calificados, ellos debieron percibir el riesgo de aparición de sustancias tóxicas por alteraciones metabólicas vinculadas a la manipulación genética. Resulta bastante improbable que ellos aceptaran que la purificación fuera disminuida, mientras simultáneamente se introducía una nueva bacteria sometida a gran cantidad de manipulación genética adicional, y, por ende, más proclive a producir metabolitos dañinos inesperados. Parece inconcebible que una corporación tan grande haya empleado a científicos y gerentes de producción tan incompetentes.
Para este tipo de fábricas, no existe una supervisión externa, independiente. Contrariamente, debido a la gran competitividad, la confidencialidad en asuntos relacionados con la producción es altísima. Los empleados son dependientes de la fábrica y, especialmente en la tradición japonesa, muy leales. Por ello, para esta empresa debe haber sido fácil fraguar protocolos posteriormente, para así «demostrar» que había existido una reducción de la purificación (si esto se hubiese llevado a cabo, la mayoría de los empleados involucrados en la producción probablemente no lo habrían percibido). Por los motivos citados, tampoco son confiables los testimonios de los empleados.
Para PSRAST, la conducta de SD -no permitir que se disponga de bacterias para que sean investigadas- es seriamente irresponsable. En virtud de que existe una enorme producción mundial que recurre a la utilización de bacterias genéticamente manipuladas, y en todo el planeta estos productos se usan como componentes de alimentos, resulta importantísmo para la seguridad de la humanidad saber si la ingeniería genética pudo haber sido la causa de este accidente.
El comportamiento de SD ha impedido la dilucidación de este caso, evitando -por lo tanto- que la humanidad perciba una importante señal de advertencia respecto de posibles consecuencias peligrosas de la manipulación genética de alimentos y bacterias utilizadas para producir aditivos alimentarios y suplementos nutricionales. Si ocurren nuevas catástrofes a causa de las impurezas generadas por bacterias transgénicas, se atribuirá a SD parte de la responsabilidad moral.
PSRAST exige:
- Que SD presente evidencias demostrando que las bacterias no fueron la causa. Si esto no puede hacerse, exigimos que SD provea un informe que aclare por qué las bacterias que había desarrollado fueron totalmente destruidas. Hasta entonces, nosotros continuaremos suponiendo que SD ha guardado algunos especímenes de las cepas involucradas, y exigimos que los facilite para completar la investigación.
- Que SD presente evidencia legal -proveniente de fuentes independientes- que demuestre que ellos realmente cambiaron el procedimiento de purificación. Si no existe fuente independiente que lo demuestre, preguntamos a SD por qué su declaración sobre purificación reducida habría de ser considerada como creíble.
- Como SD es moralmente responsable de esta trágica catástrofe, exigimos que la compañía financie una investigación independiente, ya que la ciencia todavía no ha sido capaz de clarificar este asunto. Específicamente, es preciso dilucidar con exactitud cuáles de las impurezas fueron la causa. Según nuestro conocimiento, todavía ningún estudio ha podido señalar el agente causal. Esto requerirá análisis toxicológicos intensivos, que superen las considerables dificultades para hallar modelos apropiados. Si el agente causal no puede ser hallado en el triptófano sintetizado por las cepas naturales de la misma bacteria, probablemente la causa la constituyan cambios metabólicos debidos a manipulación genética.
Conclusión:
Hasta que se presenten evidencias probando lo contrario, consideramos justificado sospechar:
-Que SD sí determinó que la manipulación genética fue la causa, y optó por suprimir este informe.
-Que SD no modificó la purificación, juntamente con la introducción de una nueva cepa de bacterias relacionadas con la aparición de L-triptófano tóxico.
Por lo tanto, consideramos que es altamente probable que la ingeniería genética haya sido la causa de esta tragedia.
Por PSRAST,
Jaan Suurküla M.D.
Presidente
ANALISIS IMPRESCINDIBLES
En la página web de Desarrollo Sustentable de Naciones Unidas (Agenda 21- Argentina.htm) puede observarse, según información actualizada en abril de 1997 por el gobierno argentino, que en nuestro país «las acciones para control y manejo de organismos genéticamente modificados por ingeniería genética para la alimentación y la agricultura son llevadas a cabo por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación (SAGPyA) y, dentro de esta Secretaría, por la Subsecretaría de Producción Agropecuaria y Forestal, asesorada por la Comisión Asesora de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA). Participan en la CONABIA representantes de empresas productoras de semillas, pertenecientes al sector privado. Por el sector público, son miembros de dicha Comisión el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET)».
Un rápido paneo del sitio en Internet de la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA), nos permitió constatar que desde 1991 -cuando se realizaron las primeras pruebas de campo de algodón tolerante al bromoxinilo, soja tolerante al glifosato y maíz BT-, hasta la fecha, la Argentina ha llegado a ocupar 6,83 millones de hectáreas de sus tierras con cultivos transgénicos. También a partir de ese mismo año,la CONABIA elaboró reglamentación específica con los requisitos técnicos y de bioseguridad que deben reunir la experimentación y/o liberación al medio de organismos vegetales y microorganismos genéticamente modificados y/o sus productos, para aplicaciones en animales.
Constatamos que esta institución respeta el principio de equivalencia sustancial como parámetro para el “cuidado” de la salud humana. En el capítulo «Solicitud de flexibilización de las condiciones de los permisos para la experimentación y/o liberación al medio de organismos vegetales genéticamente modificados», inciso A.6., reza:
“DECLARACIÓN DE EQUIVALENCIA: El peticionante declara aquí que el OVGM es equivalente al organismo similar no transgénico, excepto por el fenotipo aportado por el transgén. Aquí deberá CITAR los trabajos, que acompañará como anexos, que sostienen esta declaración. La equivalencia se referirá a: a) composición centesimal, procesamiento, productos y subproductos; b) práctica agronómica, incluyendo condiciones de uso y manejo, áreas geográficas, tipos de ambientes, etc.; y c) equivalencia para los consumidores finales de los productos y subproductos.»
Revisamos a fondo estos reglamentos, buscando alguna exigencia de baterías de análisis determinantes de inocuidad de las variedades de vegetales mencionadas en la página web de la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca (SAGPyA-SIIAP-CONABIA.htm), que detalla cultivos transgénicos liberados entre 1991 y 1994. En el «detalle exhaustivo» de datos solicitados a las empresas interesadas, sólo hallamos un pedido de enumeración de «la evaluación de la potencialidad del microorganismo de transformarse en patógeno y/o de perder la inocuidad para la especie destinada u otras», y de «la información sobre cualquier efecto tóxico o perjudicial para la salud humana, animal y el ambiente que pudiera surgir de la modificación genética».
Encontramos que tales análisis deben ser provistos por la empresa interesada. Algo que consideramos riesgoso, ya que no es de esperar que las compañías biotecnológicas traicionen sus propios intereses proveyendo información sobre los efectos adversos -constatados y posibles- debidos al consumo de sus productos. No es el objetivo de este informe enumerar detalladamente, pese a mencionar alguno, la cantidad de episodios de violación de leyes regulatorias y derechos ciudadanos, encubrimiento de información y franca corrupción protagonizados mundialmente por instituciones sanitarias (como la mismísima FDA), en relación con políticas de aprobación de alimentos transgénicos. Pero como nuestro país atraviesa una crisis institucional signada por episodios de corrupción política, cabe aquí enfatizar que tanto a estas empresas como a nuestras instituciones reglamentadoras, científicos y consumidores, sólo les exigimos pruebas totales acerca de la inocuidad de dichos productos. Y, lamentablemente, parece muy difícil que la seguridad de los alimentos transgénicos pueda ser demostrada cabalmente.
Un grupo de calificados científicos examinó el tema, concluyendo que, dado el conocimiento que la humanidad posee actualmente sobre esta tecnología, los transgénicos no pueden considerarse inocuos (45):
La determinación de inocuidad de los alimentos transgénicos es problemática, porque su manipulación mediante ingeniería genética puede generar la aparición de sustancias inesperadas e impredecibles. Resulta clarificadora la comparación de ésta con una disciplina íntimamente relacionada, el testeo de medicamentos, especialmente porque existe una vasta experiencia respecto de la confiabilidad de tales pruebas.
Sobre la base del conocimiento de las propiedades químicas de un fármaco, es posible predecir, en gran parte, el tipo de efectos nocivos que éste podría generar. En el caso de los alimentos transgénicos, no existe pista alguna que permita predecir si una sustancia inesperada será tóxica, alergénica, carcinogenética, mutagénica o simplemente nociva. En la experimentación farmacológica, es posible exponer a los sujetos a dosis varias veces mayores que las utilizadas clínicamente. Esto ayuda a conocer la posible nocividad de una droga. Con los alimentos tal procedimiento es imposible, ya que originaría desequilibrios nutricionales.
Por estas razones, resulta considerablemente más fácil detectar efectos nocivos en una droga de uso médico que en un alimento transgénico. Aun así, un 3 % de los medicamentos liberados al mercado han sido retirados de la venta debido a efectos dañinos inesperados, no revelados hasta su utilización a gran escala. Más aún, aproximadamente un 10% generó efectos colaterales tan serios, que su uso tuvo que restringirse considerablemente. Pese a todo esto, las compañías farmacológicas han empleado los mejores métodos disponibles en todo el mundo, incluyendo la experimentación sobre animales de laboratorio y sobre humanos, como así también estudios clínicos a largo plazo. Estos estudios han sido realizados con extrema rigurosidad y cuidado. Esto ocurre debido a que el desarrollo de una nueva droga es muy costoso, y su retiro del mercado implica pérdidas del orden de billones de dólares.
El mayor problema en la experimentación toxicológica es revelar efectos nocivos a largo plazo. Basándonos en el respaldo experiencial proveniente de la experimentación farmacológica, puede predecirse con cierta exactitud que aun las más rigurosas pruebas de inocuidad de alimentos transgénicos han de fallar en grado considerable, en lo que respecta a la detección de efectos nocivos a largo plazo.
En estos alimentos, la única forma de minimizar el riesgo de no detectar efectos nocivos inesperados producidos por sustancias tóxicas es la implementación de pruebas a largo plazo. Como los animales no constituyen un elemento confiable para la predicción de inocuidad en humanos, es necesario utilizar estudios a largo plazo aplicados a las personas.
- Como ejemplo de solicitud de estudios imprescindibles para aprobar la liberación de un transgénico, citaremos la lista sugerida por una científica australiana respecto de la soja RR glifosato-resistente (46):
- Determinación mediante análisis químicos de la concentración de glifosato en semillas transgénicas.
- Estudios a largo plazo en animales de laboratorio, alimentándolos con diferentes dosis de glifosato hasta llegar a dosis relativamente altas -si no se han hecho-.
- Estudios de alimentación a largo plazo en animales de laboratorio, con:
- porotos de soja comunes (grupo control);
- soja RR, con el herbicida Roundup aplicado;
- soja RR proveniente de campos cultivados (con Roundup aplicado). Control mediante los siguientes análisis: ingesta, peso, bioquímica sanguínea completa, inmunología completa, hepatograma completo, detección de tumores, tasas de muerte en cada grupo y completa autopsia de animales muertos, incluyendo histología intestinal. También debe estudiarse la descendencia de estos animales.
- Estudios randomizadosdoble ciego de alimentación en humanos voluntarios, por lo menos durante varios meses, divididos en grupos como en tres, y controles seriados con: peso corporal, bioquímica sanguínea, inmunología, hepatograma, función renal, pruebas de alergia y estado de salud general.
- En países donde la soja RR es permitida, deben realizarse -durante muchos años- estudios con grupos de individuos con bajos y altos niveles de consumo.
Estos estudios deben ser conducidos por investigadores independientes, ya que existen motivos razonables para dudar de que sean confiables los que las empresas productoras proveen a las autoridades sanitarias. Debido a que llevará años completar estos estudios, es imprescindible imponer una moratoria de 5 años sobre estos alimentos.
INTENCIONES FUTURAS
Existe una serie de riesgos potenciales para nuestra salud, planteados por algunas de las aplicaciones de la ingeniería genética que en estos momentos se están desarrollando en los laboratorios biotecnológicos. Sus creadores están ansiosos porque estos productos comiencen a «solucionar los problemas del mundo». Obviamente, sus intenciones son humanitarias. Pero si se continúa aprobando la liberación de OGMs con tanto apuro y con tan poca experimentación previa respecto de sus efectos a largo plazo, es de esperar que las consecuencias de este humanitarismo no sean las esperadas.
- «Charles Arntzen y colegas del Instituto Boyce Thompson para la Investigación de Plantas, de Cornell, EE.UU., están a punto de desarrollar una vacuna para la hepatitis B y otra para la diarrea, incorporadas a las células de una banana. Los beneficios serían enormes, particularmente en lugares donde las heladeras, las agujas estériles y la higiene no abundan en absoluto. Las bananas pueden cultivarse en países que las necesiten. Son baratas, simples de distribuir y los bebés pueden ingerirlas tan fácilmente como los adultos. Según Arntzen, pronto será posible cultivar en cuatro acres suficientes bananas como para inmunizar contra la hepatitis B a un país africano de mediano tamaño, tal como Uganda» (47).
Un análisis reciente de las consecuencias de la vacunación masiva contra la hepatitis B en EE.UU., publicado en Utne Reader, reveló el fracaso de la concepción sanitaria de las políticas de vacunación. Veinte años después de haberse inventado la vacuna contra el virus de la hepatitis B, este patógeno hepático potencialmente fatal todavía infecta a 300.000 estadounidenses cada año, matando a 5000 en igual período. Ocurre que el Congreso de dicho país aprobó solamente la vacunación universal de bebés. Así, la inmunización no se distribuyó a los grupos de riesgo (consumidores de drogas intravenosas y sus parejas; pacientes con enfermedades de transmisión sexual). Otra variable a considerar, respecto de los peligros de la vacunación masiva, es el pequeño pero significativo porcentaje de casos en que las vacunas producen severas reacciones colaterales. En el caso de la hepatitis B, se han detectado problemas que hasta ahora no se relacionaban con la vacuna. Asimismo, existe la posibilidad de que la vacuna incluida en la banana transgénica sufra modificaciones impredecibles. En vacunas no transgénicas, se ha constatado la contaminación accidental por virus provenientes de la especie animal en cuyas células se producen las inmunizaciones. Algo así ocurrió en febrero de 2000 (The Atlantic Monthly), cuando 98 millones de estadounidenses fueron vacunados con una vacuna antipoliomielítica contaminada inadvertidamente con un virus de simios llamado SV40, cuyo testeo previo en animales había revelado una alta incidencia de cáncer (mesotelioma) (48). Hasta ahora era fácil que todos miraran con enojo a aquellos padres que se rehusaban a vacunar a sus hijos. Pero, hoy en día, el movimiento anti-vacunación parece ganar cada vez más adeptos.
- «El descubrimiento reciente más relevante involucra al cereal más importante del mundo: el arroz. Por lo menos un tercio de la población mundial depende del arroz, pero éste constituye una fuente pobre de vitaminas. Según UNICEF, más de cien millones de niños sufren deficiencia de vitamina A; millones pierden la vista por esta carencia vitamínica. Y por lo menos dos millones mueren cada año, víctimas de infecciones concomitantes. Pero en enero del corriente año, un equipo liderado por Ingo Potrykus, del Instituto de Tecnología Federal Suizo en Zurich, y Peter Beyer, de la Universidad de Freiburg en Alemania, publicó un informe mostrando cómo habían introducido en el arroz tres genes que codifican la síntesis de beta-caroteno -luego transformado en vitamina A-. El resultado se denominó ‘Arroz Dorado’, por su color (el beta-caroteno torna amarillo al arroz), y también por lo que potencialmente puede lograr. ‘Que uno pueda comer vitamina A en el arroz -dice Arntzen- constituye un logro de la ingeniería genética que podría aliviar más sufrimiento y enfermedad de los que cualquier remedio ha podido en toda la historia del mundo’» (49).
Según la Prof. Mae-Wan Ho, “el proyecto del ‘arroz dorado’ es una aplicación inútil, un drenaje de los fondos públicos y una amenaza para la salud y la biodiversidad. Se promueve para rescatar a una industria agrobiotecnológica moral y financieramente en bancarrota, y obstruye el cambio esencial hacia una agricultura sustentable que mejore verdaderamente la salud y la nutrición, especialmente de la gente del Tercer Mundo. Este proyecto debería ser suspendido de inmediato, antes de que haga más daño”.
“El ‘arroz dorado’ posee todos los defectos usuales de las plantas transgénicas de la primera generación, además de múltiples copias del promotor del virus mosaico del coliflor, el cual hemos recomendado enérgicamente que sea retirado de circulación, basándonos en evidencia científica que indica que este promotor es especialmente inseguro. Un número creciente de científicos exhorta a una moratoria mundial de la liberación ambiental de organismos modificados genéticamente, hasta que pueda demostrarse que son seguros”.
“La expresión aumentada de transgenes vinculados a promotores virales exacerba tanto los efectos metabólicos no buscados, como también la inestabilidad. En cada planta transgénica del ‘arroz dorado’ hay, por lo menos, dos promotores del virus mosaico del coliflor, uno de los cuales está vinculado al gen marcador de resistencia a antibiótico. Para seleccionar las células vegetales que han aceptado los genes foráneos y lasconstrucciones genéticas, el ‘arroz dorado’ utiliza un gen estándar de resistencia a antibiótico, codificado para la resistencia a la higromicina, también equipado con su propio promotor y terminador. Todos estos cassettes de expresión han sido introducidos en las células de la planta de arroz”.
“El ‘arroz dorado’ es la conclusión de todo un proceso de razonamiento falaz. En síntesis: el arroz es refinado, lo cual elimina la pro-vitamina A; por lo tanto, son necesarios 100 millones de dólares para introducir pro-vitamina A en el arroz refinado. Una explicación más plausible es que los genetistas están buscando quien financie su investigación y han armado, de la mejor forma que han podido, una serie de argumentos por los cuales deberían ser apoyados. Ni los científicos ni los financistas han contemplado, más allá de la tecnología, las necesidades y aspiraciones de la gente, ni cuáles son las soluciones verdaderas”.
“Varios han comentado el absurdo de ofrecer el ‘arroz dorado’ como el remedio para la deficiencia de vitamina A, cuando hay tantas otras fuentes alternativas de vitamina A o pro-vitamina A infinitamente más baratas: están los vegetales verdes y el arroz con cáscara, los cuales -además- contienen otras vitaminas y minerales esenciales. Ofrecer a los pobres y desnutridos un ‘arroz dorado’ de alta tecnología vinculado a múltiples patentes, un arroz cuya producción ha costado 100 millones de dólares –y, tal vez, tanto más su desarrollo-, es peor que alimentarlos con masitas”.
“La deficiencia de vitamina A constituye un grave problema sanitario en por lo menos 26 países, incluso en zonas densamente pobladas de Asia, Africa y América Latina. Se estima que alrededor de 124 millones de niños en todo el mundo la padecen (La última cifra citada en un comunicado de prensa del Instituto Internacional de Investigación del Arroz -IRRI- es de 250 millones de niños en edad preescolar). Parece que los científicos no saben que la gente no come arroz sin cáscara por elección. Los pobres no obtienen lo suficiente para comer y no solo están subalimentados, sino también mal alimentados. En 1985, la organización de Naciones Unidas parala Agricultura y la Alimentación (FAO) comenzó un proyecto para resolver la deficiencia de vitamina A, utilizando una combinación de fortificación con alimentos, complementos alimenticios y una mejora general de las dietas, y alentando el cultivo e ingesta de diversos vegetales de hoja verde. Uno de los descubrimientos principales es que la absorción de pro-vitamina A depende del estado nutricional general, el cual depende -a su vez- de la diversidad de alimentos consumidos” (50).
La introducción de cultivos transgénicos con contenido incrementado de vitamina A plantea, además, otros problemas potenciales que parecen no haber sido previstos por la industria biotecnológica (Fuente: Norfolk Genetic Information Network -NGIN-):
- Control del contenido del ingrediente activo: La dosis de vitamina A requerida es baja, pero puede ser tóxica en dosis apenas 10 veces superiores a las requeridas para la prevención de deficiencias. La hipervitaminosis A se ha dado en adultos que tomaron de 3 a 6 miligramos diarios de retinol durante 2 años. Los síntomas tempranos de intoxicación crónica por retinol incluyen piel seca y descamativa, dermatitis, crecimiento alterado del cabello, dolor óseo, anorexia, edema, fatiga y hemorragias. Se producen cambios patológicos en el hígado, alteraciones de la química sanguínea que conducen a la desmineralización ósea y síntomas neurológicos secundarios a la hipertensión endocraneana.
Dado el bajo índice terapéutico de la vitamina A (dosis tóxica/dosis terapéutica), sería importante que el arroz transgénico produjese constantemente bajas concentraciones de la vitamina. Así podrían evitarse concentraciones tóxicas en dietas cuya base es el arroz (incluyendo patrones de consumo final alto). Inclusive, ya que los OGMs han mostrado alguna tendencia a ser inestables o a producir reacciones bioquímicas imprevistas, también sería importante monitorear el contenido en este arroz a lo largo del tiempo. Efectuar tal monitoreo en países en desarrollo podría ser problemático.
- Restricción del consumo en grupos sensibles: La preocupación es mayor en poblaciones especialmente sensibles a esta sustancia. La exposición fetal a la vitamina A en exceso produce una amplia variedad de defectos del nacimiento, incluyendo malformaciones de rostro, miembros, corazón, sistema nervioso central y esqueleto. Éstas ocurren en los humanos cuyas madres han consumido sólo alrededor de 7,5 a 12 mg de retinol diarios, durante el primer trimestre del embarazo. Dependiendo de su contenido de vitamina A, sería -por ende- aconsejable restringir el consumo de “arroz dorado” sólo a mujeres que no estén embarazadas. Esto también resultaría problemático en aquellos países donde la escasez de alimentos es común y no existen programas educativos dirigidos al consumidor.
TRANFERENCIA GENETICA HORIZONTAL
A primera vista, el Protocolo de Cartagena sobre Bioseguridad -debatido y finalmente adoptado el 29 de enero de 2001 en Montreal, Canadá- parece haber sido un satisfactorio y exitoso primer paso global hacia el logro de un efectivo gobierno del uso seguro de la biotecnología. Pero si tomamos en cuenta que los protagonistas de este acuerdo están ignorando cuán ridículo es intentar proteger la biodiversidad habiendo permitido que una tecnología -cuyos impactos ecológicos y sanitarios son irreversibles- infeste previamente el planeta entero y dañe dicha biodiversidad, la satisfacción y el éxito se tornan más que relativos.
Una ciencia «dura» y verdadera no se habría permitido tener tan poca representación en Cartagena 2000. Y si ésta realmente hubiese asistido al evento, habría esbozado -para terror de los asistentes- una lista de efectos adversos indirectos de la biotecnología, o sea, impactos sobre la salud humana producidos por impactos sobre la biodiversidad. Y para ello, habría comenzado por explicarles a los empresarios, autoridades, grupos ambientalistas y científicos presentes un concepto clave para comprender este punto: la «Transferencia Genética Horizontal» (TGH) (51) (ver Recuadro 6: «Transferencia Genética Horizontal»):
Se trata de la transferencia de genes a través de infección, entre especies que usualmente no se reproducen entre sí. Se sabe desde hace al menos 20 años que esto ocurre entre bacterias y virus. La TGH puede esparcir transgenes a través de toda la biosfera. Existen tres maneras diferentes de transferencia de genes:
- Conjugación: es el proceso de reproducción sexual; requiere contacto célula a célula.
- Transducción: es la transferencia con la ayuda de un virus.
- Transformación: es la absorción directa de ADN realizada por la bacteria.
Existen tres tipos de parásitos genéticos: virus, plásmidos y elementos genéticos móviles. Las recombinaciones en mosaico de estos tipos de parásitos -con el fin de multiplicar o transferir genes- son realizadas usualmente por los ingenieros genéticos. Los virus son probablemente los más infecciosos, ya que para infectar no requieren contacto célula a célula y pueden persistir indefinidamente en el medioambiente. Los plásmidos y los elementos genéticos móviles son intercambiados generalmente a través del contacto célula a célula durante la conjugación, o cuando una célula ingiere a otra (fagocitosis).
Es importante resaltar que la TGH ha sido mayormente documentada con plásmidos especialmente construidos en estudios realizados en microcosmos (Mazodier y Davies, 1991). Pero la expansión de marcadores de resistencia antibiótica en comunidades bacterianas muestra que puede ocurrir sin diseño intencional. La correlación observada entre la presencia de antibióticos y un aumento de hasta un 10.000% (100 veces más) en la actividad de transferencia genética, condujo a la especulación de que bajas concentraciones de antibióticos actúan como feromonas, mediando el incremento de transferencias genéticas (Davies, 1994). Esto tiene implicancias particulares para la movilidad secundaria de transgenes incorporados en conjunto con genes marcadores de resistencia antibiótica, si se permite que continúe el uso indiscriminado de antibióticos.
Al igual que las demás especies, las bacterias poseen diferentes «sistemas de restricción» para degradar o silenciar ADN foráneo. Aun así, condiciones estresantes parecen reducir la efectividad de estos sistemas y estimular la recombinación (Saunders y Saunders, 1993; Schafer et al., 1994). Las bacterias sometidas a inanición también aumentan su capacidad para incorporar ADN aislado (Atlas et al., 1992). Los plásmidos transgénicos son diseñados para superar estos sistemas de restricción, así como para atravesar barreras entre especies. Entonces son potencialmente mucho más efectivos en la TGH, aun a pesar de sus funciones «tullidas».
Durante mucho tiempo se supuso que las TGHs no involucraban a organismos superiores, y ciertamente tampoco a organismos como el nuestro, porque existen barreras genéticas entre especies y los parásitos genéticos son especie-específicos. Durante los últimos años, sin embargo, está percibiéndose lentamente una imagen más completa acerca de la TGH. Una búsqueda en la base de datos IRIS -después de haber ingresado el término “TGH”- arrojó 75 referencias en publicaciones científicas oficiales (entre 1993 y 1996). Todas ellas, salvo dos, brindan evidencias directas o indirectas de TGHs.
Las transferencias ocurren entre bacterias muy diferentes, entre hongos, entre bacterias y protozoos, entre bacterias, plantas y animales superiores, entre hongos y plantas y entre insectos. Ya existe evidencia directa o circunstancial sobre cómo un gen transferido a través de un vector a cualquier especie, eventualmente, puede llegar hasta todas las demás especies del planeta, proveyendo el pool microbiano/viral el principal medio de diseminación y reservorio genéticos.
Recientemente se constató que un elemento genético móvil, denominado «mariner» y descubierto por primera vez en la Drosophila, se ha introducido en el genoma de primates (e incluso en el de humanos), causando una enfermedad neurológica deteriorante (P. Cohen, 1996). Los genetistas sospechan que el gen de la Drosophila pudo haberse introducido en un virus que infectó a los primates.
A pesar de haber ocurrido durante nuestro pasado evolutivo, la TGH constituía un evento poco frecuente entre plantas pluricelulares y animales. Aun así, el espectro de TGHs posibles puede haber aumentado -o podrá hacerlo-, ya que los vectores construidos por la ingeniería genética son mosaicos quiméricos de numerosos vectores diferentes, diseñados para transgredir la integridad de especies y atravesar las barreras entre ellas, siendo -por lo tanto- capaces de infectar diversas especies. Durante el proceso, estos vectores se recombinarían con una gran variedad de patógenos naturales. El hecho de que hayan sido «tullidos» no debería sumirnos en una falsa sensación de seguridad. Porque es bien sabido en el ámbito de la tecnología transgénica (Kendrew, 1994), que estos vectores pueden ser ayudados por otros virus y elementos genéticos móviles a «saltar» hacia adentro o hacia fuera de los genomas.
Recuadro 6:
Transferencia Genética Horizontal
Se han constatado transferencias genéticas horizontales directas entre bacterias en el medioambiente marino (Frischer et al., 1994), en aguas no salinas (Ripp et al., 1994) y en el suelo (Neilson et al., 1994). Es significativo que en todos los experimentos, estas transferencias fueron mediadas por vectores plásmidos híbridos especiales, del tipo utilizado en la tecnología transgénica. La transferencia genética horizontal puede ocurrir inmediatamente a través de la absorción de ADN desnudo liberado hacia el medioambiente (revisado por Lorenz y Wackernagel, 1994). La concentración de ADN desnudo varía entre 0,2 y 25,6 microgramos por gramo en agua no salina y hasta 1 microgramo por gramo en sedimentos. Las vidas medias del ADN varían desde menos de una hora en aguas servidas hasta decenas y centenas de horas en suelo y sedimentos marinos. Las frecuencias de transformación en diferentes ambientes fueron estimadas entre 10-3 y 10-10 (Lorenz y Wackernagel, 1994). Una obvia ruta para los vectores que contienen transgenes en plantas y animales superiores transgénicos, así como también para que se diseminen los microorganismos, es a través de las poblaciones bacterianas sinérgicas presentes en el suelo donde se cultivan las plantas transgénicas, y en medioambientes acuáticos donde peces y mariscos transgénicos están siendo desarrollados para su comercialización. Se sabe que los ambientes acuáticos contienen alrededor de 108 o más partículas virales por mililitro (Hermannson y Linberg, 1994), todas capaces de transferir genes, de ayudar a que se muevan los vectores endógenos «tullidos» y de recombinarse con ellos para generar nuevos virus.
En todos los ambientes, poblaciones microbianas forman grandes resevorios que apoyan la multiplicación de vectores, capacitándolos para diseminarse entre todas las demás especies. También habrá oportunidad para que los elementos genéticos se recombinen con otros virus y bacterias, generando así nuevos elementos genéticos y cepas patógenas de bacterias y virus que serán resistentes a los antibióticos. Esta ruta no puede ignorarse, ya que dichas transferencias horizontales de transgenes y genes marcadores han sido experimentalmente demostradas en el laboratorio: desde una papa transgénica hasta una bacteria patógena (Schluter et al., 1995), y entre plantas transgénicas y hongos del suelo cultivados en conjunto (Hoffman et al., 1994). Schluter y sus colaboradores (1995) observaron una alta y «óptima» frecuencia de transferencia genética del orden de 6,2 x 10-2 en el laboratorio, a partir de la cual «calcularon» una frecuencia posible de 2,0 x 10-17 bajo «condiciones naturales ideales».
No conocemos la frecuencia precisa para tal TGH bajo condiciones naturales, ya que se llevaron a cabo muy pocos estudios al respecto. Similarmente, existen datos muy limitados publicados sobre el grado de estabilidad de vectores integrados que contengan transgenes y genes marcadores de resistencia antibiótica. Como ya mencionamos, los transgenes son a menudo inactivados o silenciados por mecanismos celulares que impiden la expresión de ADN foráneo (Finnegan y McElroy, 1994). La inestabilidad de transgenes es un factor problemático comprobado en ganado transgénico (Colman, 1996) y en plantas transgénicas (Lee et al., 1995), lo cual incluye la no expresión de genes integrados, como así también su pérdida. Esto compromete severamente la viabilidad comercial de la tecnología transgénica, pero plantea la importancia de determinar cómo los genes integrados se pierden. En vista de la ya documentada propensión para la TGH, una gran cautela debe ejercerse a fin de evitar liberar al medioambiente transgenes indeseables y genes marcadores.
Una cuestión todavía no contemplada en la legislación sobre bioseguridad es el grado en que un vector de ADN puede resistir su destrucción en el intestino e infectar las células de organismos más complejos. En un estudio cuyo fin fue determinar la capacidad de virus bacterianos y plásmidos para infectar células de mamíferos, se comprobó que plásmidos de Escherichia coli que contenían el virus de la poliomielitis completo pueden ser transferidos a células mamíferas cultivadas, y los virus de polio pueden recuperarse a partir de estas células, pese a no contener los plásmidos señales eucarióticas para la lectura de los genes (Heitman y Lopes-Pila, 1993). En el mismo trabajo, los autores repasan observaciones experimentales realizadas durante los años 70 que describen que el bacteriófago lambda y el báculovirus, supuestamente específicos para células de insectos, también son eficientemente incorporados por células mamíferas; y en el caso del báculovirus, es transportado al núcleo celular. Similarmente, plásmidos de Escherichia coli que contenían el genoma completo del virus de simios SV40 también fueron absorbidos mediante la simple exposición del cultivo de células a una suspensión bacteriana. Estas células mamíferas aceptan tan fácilmente el ADN foráneo porque fagocitan bacterias y partículas virales en forma directa. Hasta peces transgénicos (medaka y mummichog) han sido construidos inyectando a embriones de pez un vector bacteriófago fX174 que coniene un oncogen, el cual es integrado al cromosoma del pez (Winn et al., 1995).
IMPACTO INDIRECTO
De un análisis del significado del término «bioseguridad», tal como se lo concibió en Cartagena 2000, se desprende la duda acerca de cuán “segura” es la seguridad pretendida para la biodiversidad -y para nosotros, los humanos, humildes integrantes de ésta-. Las categorías de OGMs cubiertas por el tratado se restringen a OGMs para ser usados en agricultura. Como ya fue planteado al principio de este trabajo, y con el antecedente de 1986 -el caso del instituto de investigación norteamericano que probó una vacuna antirrábica transgénica en la Argentina sin el conocimiento del hecho por parte de nuestro gobierno (52)–, Cartagena 2000 pemite que los peligros potenciales del uso de productos derivados de organismos transgénicos, productos transgénicos farmacológicos e insumos agrícolas transgénicos sean enfrentados por un público que ni siquiera es consciente de su existencia.
Los efectos adversos indirectos -o sea, los impactos adversos sobre la salud humana causados por impactos adversos sobre la biodiversidad que plantea el uso de OGMs incluidos en el marco del protocolo- son deducibles con mayor facilidad a partir de los conceptos sobre TGH esbozados por Mae-Wan Ho, además de otros mecanismos señalados anteriormente (53) (Ver más impactos indirectos sobre la salud mediados por impactos directos sobre la agricultura, en el Recuadro 7):
- Efectos tóxicos o alérgicos debidos a la interacción humana con productos transgénicos derivados de la actividad agrícola.
- Diseminación de transgenes a especies de malezas relacionadas, creándose supermalezasresistentes a los herbicidas utilizados, con las siguientes consecuencias: aumento del uso de glifosato -hecho que, a su vez, promueve una mayor contaminación de los productos a la venta-, mayor frecuencia de reacciones por la exposición humana directa al glifosato en áreas rurales, etc.
- Aceleración de la evolución de la resistencia biopesticida en pestes por insectos, con el obvio impacto sobre la agricultura y, por lo tanto, sobre la provisión alimenticia humana.
- Reacciones inmunitarias adversas, causadas por vectores genéticamente transferidos al organismo humano.
- TGH mediada por vectores hacia especies no relacionadas vía bacterias y virus, con el potencial de generar muchas otras especies de malezas.
- Posibilidad de que la TGH mediada por vectores y recombinaciones genere bacterias y virus desconocidos y patogénicos.
- Recombinación de vectores, lo cual genera nuevas cepas purulentas de virus, especialmente en plantas transgénicas manipuladas mediante inserción de genes virales para obtener resistencia viral.
- Potencial de diseminación a bacterias del medioambiente, mediada por vectores de resistencia antibiótica, exacerbando así un problema sanitario ya existente.
- Diseminación de la resistencia antibiótica -mediada por vectores- hacia bacterias del intestino humano y hacia otros patógenos.
- Potencial de infección mediada por vectores transgénicos en células -posteriormente a la ingestión de alimentos transgénicos-, con el peligro de que se regeneren virus patológicos o se inserten los vectores en el genoma celular.
- Los vectores que transportan el transgén, a diferencia de lo que ocurre con la contaminación química, pueden -dadas las condiciones ambientales apropiadas- perpetuarse y amplificarse. Una vez liberados, son imposibles de controlar o recuperar.
La gravedad de los peligros debidos a este último punto es ilustrada por la enumeración establecida por Mae-Wan Ho de las rutas de los movimientos incontrolables de OGMs entre fronteras internacionales, vía TGH mediada por vectores (54):
- Ingestión por insectos -e infección vía insectos- de otras plantas y animales.
- Ingestión por pájaros y posterior dispersión de semillas y ADNs transgénicos a través de sus deposiciones.
- Liberación de OGMs al medioambiente a través de los efluentes de los laboratorios, y su sucesivo transporte a través del viento y el agua.
- Liberación de vectores que contienen transgenes y genes marcadores, a partir de OGMs muertos, deposiciones sólidas y células, y posterior transferencia a bacterias del suelo y hongos, donde forman un reservorio a largo plazo para la replicación, recombinación e infección de otros cultivos no transgénicos.
- Liberación de vectores que contienen transgenes y genes marcadores, a partir de OGMs muertos, deposiciones sólidas y células, y posterior absorción de éstos por microorganismos que conforman un reservorio acuático a largo plazo para la replicación y recombinación, además de un medio para la diseminación de larga distancia.
- Ingestión por seres humanos y animales, y posterior transporte de las heces infectadas hacia otros países -donde se van depositando-, a través de los sistemas de drenaje.
- Ingestión por seres humanos y animales, e infección de bacterias intestinales, con lo cual se crean reservorios entéricos a largo plazo para la replicación, recombinación y dispersión de vectores.
- Ingestión por seres humanos y animales, y potencial infección de células mucosas intestinales, las cuales pueden constituir depósitos adicionales para el almacenamiento de vectores.
- Ingestión por seres humanos y animales, y posterior pasaje hacia el torrente sanguíneo hasta otras células, las cuales pueden constituir depósitos adicionales para el almacenamiento de vectores.
Recuadro 7:
Impactos Agroecológicos
La salud humana está íntimamente relacionada con la salud de la tierra. De un profundo análisis de esta relación, podemos inferir obvios impactos indirectos sobre la salud humana debidos al siguiente listado adicional de posibles impactos directos de la tecnología transgénica sobre el medioambiente y la biodiversidad:
- Toxicidad del suelo
- Esterilidad y contaminación del suelo
- Extinción de variedades de semillas
- Creación de supermalezas
- Plagas por invasión de supermalezas
- Destrucción de la vida forestal
- Destrucción completa de la ecología forestal
- Aparición de superpestes de insectos
- Bio-invasiones animales
- Desaparición de especies de insectos beneficiosos
- Envenenamiento de mamíferos
- Abuso de animales
- Polución genética
- Declinación y destrucción de granjas familiares autosuficientes
- Daño económico general de pequeñas granjas familiares
- Pérdida de pureza en la agricultura orgánica
- Pérdida de pesticidas naturales
- Disminución de la diversidad, calidad y rentabilidad agrícolas
- Fragilidad de la agricultura futura
- Menores rindes y más pesticidas utilizados con semillas RR
- Monopolización de la producción alimenticia
- Impacto sobre el abastecimiento alimenticio a largo plazo
- Biocolonialismo
CONCLUSIONES Y ESPERANZAS
Cuando se trata de lidiar con los aspectos negativos del desarrollo científico y tecnológico, uno se ve sumido en una cierta desesperanza. ¿Cómo evitarla, en este caso, si contemplamos el enorme poder político y económico que respalda a la biotecnología aplicada a nuestros alimentos?
La manera de lograrlo reside en tomar conciencia de que un grupo cada vez mayor de científicos, políticos y empresarios se encuentran abocados a la tarea de crear nuevas instituciones a tales efectos. Instituciones vivas que le inyecten al impulso creador científico y tecnológico una generosa dosis de veracidad, ética, responsabilidad y lealtad para con la gente de este mundo.
Buena prueba de ello lo constituyen las facilidades que se nos fueron brindadas al compilar las fuentes necesarias para realizar este trabajo, gracias a las contribuciones por parte de científicos -e instituciones científicas- tales como PSRAST, la Prof. Mae-Wan Ho y el Dr. Jaan Suurküla, de instituciones independientes como la Alianza para la Biointegridad de Steven Drucker, Greenpeace y de infinidad de tantos otros proyectos -tanto grupales como individuales-, citados uno por uno en la sección de referencias, al final del presente trabajo. Reciban todos ellos, por lo tanto, nuestro más sincero agradecimiento.
A modo de conclusión, entonces, reproducimos a continuación fragmentos de tres trabajos realizados por el tipo de nuevas instituciones a las que acabamos de hacer alusión, que expresan una gama de actitudes a tomar frente al desafío transgénico, dignas de ser imitadas:
SÍNTESIS DE UN DOCUMENTO SOBRE EL PRINCIPIO PRECAUTORIO PUBLICADO EN EL SITIO WEB DE “HOOSIER ENVIRONMENTAL COUNCIL”, ELABORADO POR THE SCIENCE AND ENVIRONMENTAL HEALTH NETWORK, EN ENERO DE 2000.
Ya tenemos suficientes leyes medioambientales. Pero ¿estamos ejerciendo el principio de precaución? No, mientras las leyes…
* sigan reglamentando la emisión de sustancias tóxicas, en lugar de limitar su uso o su producción;
* sigan basándose en la presunción de que los seres humanos y el ecosistema pueden absorber una cierta cantidad de contaminantes sin ser afectados, en vez de apoyarse en la certeza brindada por el uso responsable y ético de la ciencia;
* sigan permitiendo el uso de sustancias o tecnologías potencialmente peligrosas, respaldándose, para autorizarlo, en la falta de certeza científica;
* sigan considerando correctas las “determinaciones de riesgos” basadas en márgenes de riesgo estrechos y limitados;
* sigan dictándose sin la participación de un público previamente informado y consultado;
* sigan dictándose como resultado de una evaluación que continúe priorizando costos en lugar de beneficios;
* y que, en materia de costos, priorice los de la legislación a corto plazo, en vez de los del largo plazo en función de los posibles daños al medioambiente y a la población;
* sigan considerando “inocentes hasta que se pruebe su culpabilidad” a las empresas, los proyectos, las tecnologías y las sustancias pertinentes, mientras la gente y el medioambiente asumen los riesgos y -a menudo- se convierten en las víctimas.
SÍNTESIS DEL DESAFÍO PLANTEADO POR STEVEN M. DRUCKER A LOS ASISTENTES A LA CONFERENCIA SOBRE ASPECTOS CIENTÍFICOS Y SANITARIOS DE ALIMENTOS MODIFICADOS POR INGENIERÍA GENÉTICA, ORGANIZADA POR LA OECD EN EDINBURGO, ESCOCIA, EN MARZO DE 2000:
A la luz de los hechos arriba mencionados y de las metas expresadas por la OECD de adherir a un enfoque que esté basado en la ciencia, que sea objetivo, analíticamente sensato, verdadero y creíble, resulta bastante razonable y apropiado solicitar a dichas autoridades y organizaciones que respondan correcta y completamente a la siguiente lista de requerimientos y preguntas:
* Si ustedes poseen información que demuestra que algún alimento producido mediante ingeniería genética es seguro para ser consumido por animales y humanos, identifiquen cuáles son los productos particulares así calificados y provean referencias sobre las revistas científicas en las cuales han sido publicados los estudios relevantes. Si el estudio no fue publicado, provean una copia de su original. Noten que la definición de inocuidad empleada por la ley estadounidense para tales casos es que la evidencia debería establecer que existe una certeza razonable de que el alimento no será dañino bajo condiciones normales de uso. Esto significa que la inocuidad no puede imputarse a través del sopesar supuestos beneficios contra riesgos. Es más, sólo puede establecerse confirmando que el alimento no plantea un riesgo mayor que en el caso ordinario de un alimento producido a través de cruzamiento convencional.
* Como punto informativo, de acuerdo con la ley estadounidense, cada alimento transgénico debe ser comprobado inocuo antes de comercializarse, independientemente de cuántos científicos asuman que es inocuo. Y si los estándares estadounidenses fueran considerados como apropiados por el resto del mundo, entonces todos los alimentos transgénicos que no hayan sido calificados como inocuos deberían ser retirados del mercado.
* Si los estándares estadounidenses fuesen contemplados como inapropiadamente estrictos, los estándares del principio precautorio -el cual ha sido adoptado por las naciones participantes del Protocolo de Bioseguridad de Montreal- serían la norma. De acuerdo con este principio, si existe una base científica para la duda razonable respecto de la seguridad no comprobada de cualquier alimento transgénico, éste debe ser retirado, a menos -y hasta- que se demuestre su inocuidad.
* Por lo tanto, para poder justificar la comercialización de cualquier alimento modificado por ingeniería genética cuya inocuidad no esté demostrada según este marco de referencia, se debería demostrar que carecen de fundamento razonable tanto las objeciones al concepto de equivalencia sustancial como las dudas respecto de la seguridad de los alimentos transgénicos expresadas por los propios científicos de la FDA, los peritos en el juicio a esta institución y cientos de otros expertos de todo el mundo.
* Por lo tanto, es importante que ustedes sean desafiados a realizar tal demostración o a reconocer la razonabilidad de las dudas. Si ustedes optan por la primera opción, por favor respondan a cada tema discutido en forma específica e individual. Todo planteamiento refutatorio debe ser detallado. Deben lograr demostrar que los alimentos modificados por ingeniería genética son tan seguros como los producidos mediante cruzamiento tradicional. Recuerden que las consideraciones acerca de los beneficios potenciales no deberían tomarse en cuenta como fundamento de sus conclusiones. El enfoque sólo contemplará el grado de existencia o de inexistencia de bases razonables para la imputación de riesgos.
* En aras de la transparencia, resulta apropiado requerir que todos los participantes revelen cualquier tipo de relación financiera que pudieran tener con la industria biotecnológica. Por lo tanto, exijo que a cada delegado se le solicite especificar si él o ella:
(a) se halla directamente contratado por una entidad u organización (comercial o sin fines de lucro) que practique la biotecnología o la promueva activamente; o
(b) recibe apoyo financiero de tal entidad u organización bajo la forma de (1) honorarios por consultoría (u otro tipo de pagos), o (2) becas para investigación (u otros subsidios similares). Solicito que sea provista una lista detallada conteniendo estos ítems.
FRAGMENTO DE LA DECLARACIÓN LATINOAMERICANA SOBRE ORGANISMOS TRANSGÉNICOS, EXTRAÍDO DEL SITIO WEB DE LA RED POR UNA AMERICA LATINA LIBRE DE TRANSGÉNICOS (Declaración Latinoamericana sobre Organismos Transgénicos.htm)
Las organizaciones campesinas, indígenas, ambientalistas y otras de la sociedad civil latinoamericana, reunidas en Quito, Ecuador, en enero de 1999, rechazamos la agresiva invasión de organismos transgénicos en América Latina, que es la zona de mayor biodiversidad agrícola del planeta -y que actualmente es la segunda región del mundo en superficie de áreas cultivadas con organismos transgénicos-, y declaramos:
(…) 5. La ciencia no es capaz de predecir los riesgos y los impactos que puede producir la liberación al ambiente de los OVGMs sobre la biodiversidad, la salud humana y animal, el medioambiente, ni sobre los sistemas productivos y la seguridad alimentaria.
(…) Ante esto, exigimos:
Que se declare una moratoria a la liberación y el comercio de organismos transgénicos y sus productos derivados, hasta que exista una completa evidencia de su seguridad y de la ausencia de riesgos, y que nuestras sociedades hayan tenido la oportunidad de conocer y debatir informadamente sobre estas tecnologías, sus riesgos e impactos, así como de ejercer su derecho a decidir sobre su utilización.
(…) Anexo sobre el Protocolo de Bioseguridad
Rechazamos en forma terminante la manipulación genética y la liberación de organismos transgénicos.
Constatamos, asimismo, que esto ya ha sucedido en forma ilegítima -legalizada o no-, con graves riesgos para las sociedades y el ecosistema en las áreas geográficas expuestas a ello.
Considerando estos hechos consumados, y que en el ámbito del Convenio sobre Diversidad Biológica se está discutiendo un Protocolo vinculante sobre Bioseguridad, planteamos las siguientes demandas a tener en cuenta en dicho protocolo:
- El eje central de cualquier política relacionada con bioseguridad, incluido el Protocolo, debe ser el principio de precaución.
- Que su ámbito incluya la investigación, manipulación, uso, transporte, liberación al medioambiente, movimientos transfronterizos y etiquetado.
- Que incluya a todos los organismos genéticamente modificados vivos, muertos, sus partes (por ejemplo, trazos de ADN, plásmidos, virus atenuados, insertos, etc.) y sus productos derivados.
- En la evaluación y el manejo de los riesgos, se deben considerar de forma integral e interdependiente todos los aspectos de la bioseguridad, incluyendo las interacciones en el ambiente, la biodiversidad, los aspectos socioeconómicos y culturales, la salud humana y la seguridad alimentaria.
- Debe garantizar la protección eficaz de los sistemas agrícolas locales y tradicionales, la seguridad alimentaria y asegurar los derechos humanos y colectivos.
- Que los acuerdos y consideraciones de bioseguridad y los acuerdos multilaterales sobre medioambiente primen sobre los acuerdos y políticas comerciales.
- Asegurar mecanismos de transparencia de la información relevante respecto de los intereses ciudadanos, especialmente con relación a la evaluación y manejo de riesgos, planteos de contingencia y medidas de mitigación.
- Que se respete el derecho de los países a decidir sobre la investigación, manipulación, uso, transporte, liberación al medioambiente y movimientos transfronterizos, de manera soberana y con la participación previamente informada de los sectores de la sociedad que pueden ser afectados negativamente -y que no tengan intereses de lucro en estas transacciones-.
- Que determinen mecanismos eficientes de identificación y asignación de responsabilidades y sanciones -inclusive responsabilidad económica- para los países y empresas exportadoras y generadoras de estas tecnologías, y que se establezcan mecanismos de resolución de controversias que protejan efectivamente los derechos de las partes potencialmente afectadas. Esos mecanismos deben cubrir responsabilidad por daños ambientales, socioeconómicos y culturales. (…).
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(14) Excerpt from Assessing the safety and nutritional quality of genetically engineered foods, by John Fagan, PSRAST.
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(29) Excerpt from Assessing the safety and nutritional quality of genetically engineered foods, by John Fagan.
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(39) New Scientist, 4/5/96
(40) 50 Harmful Effects of Genetically Modified Foods, Nathan Batalion, published by Americans for Safe Food, Oneonta, N.Y., e-mail: at@earthling.net.
(41) «Transgenic Transgression of Species Integrity and Species Boundaries – Implications for Biosafety», Mae-Wan Ho, Open University Milton Keynes, United Kingdom, and Beatrix Tappeser, Institute of Applied Ecology, Freiburg, Germany, 1997.
(42) 50 Harmful Effects of Genetically Modified Foods, Nathan Batalion, published by Americans for Safe Food, Oneonta, N.Y., e-mail: at@earthling.net.
(43) Extractado de «Fatal Flaws in Food Safety Assessment», Prof. Mae-Wan Ho,1997.
(44) «El desastre por triptófano de Showa Denko: Ingeniería genética, causa más probable», PSRAST.
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(46) «The Problem with the Safety of Roundup Ready Soybeans», Dr. Judy Carman, PhD, MPH, Epidemiologist and Senior Lecturer, at the Research Centre for Injury Studies, Flinders University, in Southern Australia, e-mail: judy.carman@nisu.flinders.edu.au, PSRAST.
(47) «La adivinanza de Farmaggedon; ¿Acaso Monsanto simplemente quiso mayores ganancias, o salvar el mundo?”, por Michael Specter, The New Yorker del 10 de abril de 2000.
(48) Extraído de «Esto no dolerá ni un poco», por Tinker Ready, Utne Reader, septiembre/octubre de 2000.
(49) Fragmentos del artículo «La adivinanza de Farmaggedon; ¿Acaso Monsanto simplemente quiso mayores ganancias, o salvar el mundo?”, por Michael Specter, The New Yorker del 10 de abril de 2000.
(50) Fragmentos de una conferencia dictada por la Profesora Mae-Wan Ho, miembro del Instituto de Ciencia en la Sociedad, profesora adjunta de Biología en la Universidad Abierta del Reino Unido y miembro de la Fundación National Genetics, de Estados Unidos, publicada por la Revista «Sur» nº 105/106, julio-agosto de 2000, difunda en Internet por Red Alerta Sobre Transgénicos, www.redast.org.
(51) Fragmentos traducidos textualmente de «Transgenic Transgression of Species Integrity and Species Boundaries – Implications for Biosafety», Mae-Wan Ho, Open University Milton Keynes, United Kingdom, and Beatrix Tappeser, Institute of Applied Ecology, Freiburg, Germany, 1997.
(52) «Gobernando el comercio de organismos genéticamente modificados», por Aarti Gupta, en Environment de mayo de 2000.
(53) «Transgenic Transgression of Species Integrity and Species Boundaries – Implications for Biosafety», Mae-Wan Ho, Open University Milton Keynes, United Kingdom, and Beatrix Tappeser, Institute of Applied Ecology, Freiburg, Germany, 1997.
(54) «Transgenic Transgression of Species Integrity and Species Boundaries – Implications for Biosafety», Mae-Wan Ho, Open University Milton Keynes, United Kingdom, and Beatrix Tappeser, Institute of Applied Ecology, Freiburg, Germany, 1997.
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GLOSARIO DE SIGLAS
ADN: Ácido desoxirribonucleico.
ARN: Ácido ribonucleico.
BT: Toxina proveniente de la bacteria Bacilus thuringiensis.
CETOS: Centro de Ética y Tóxicos.
CFR: Registro Federal de la FDA.
CMV: Centro de Medicina Veterinaria.
CONABIA: Comisión Asesora de Biotecnología Agropecuaria.
CONICET: Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.
CPC: Cancer Prevention Coalition.
DDT: Dicloro-difenil-tricloroetano (insecticida persistente que actúa por ingestión o contacto).
ENDS: Environment Daily Environmental Data Services.
EPA: Agencia de Protección Medioambiental estadounidense.
EPSPS: Enol-piruvil-shikimato-fosfato-sintetasa.
EXTOXNET: Extension Toxicology Network.
FAO: Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación.
FDA: Food and Drug Administration.
GRAS: Sustancias “generalmente reconocidas como seguras”.
IGF-1: Factor de Crecimiento Símil Insulina 1.
INTA: Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria.
IRIS:
IRRI: Instituto Internacional de Investigación del Arroz.
LES: Lupus Eritematoso Sistémico.
LNH: Linfoma No Hodgkin.
MAPO: Movimiento Argentino para la Producción Orgánica.
NGIN: Norfolk Genetic Information Network.
OECD:
OGM: Organismo Genéticamente Modificado.
OMC: Organización Mundial de Comercio.
ONG: Organización No Gubernamental.
OVGM: Organismo Vivo Genéticamente Modificado.
POEA: Poli-oxi-etil-ene-amino.
PSRAST: Médicos y Científicos por una Aplicación Responsable de la Ciencia y la Tecnología (Suecia).
rBGH: recombinant Bovine Growth Hormone.
RR: Roundup Ready.
SAGPyA: Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentación.
SD: Showa Denko.
TGH: Transferencia Genética Horizontal.
UBA: Universidad de Buenos Aires.
UNICEF: United Nations Children’s Fund.