POR UNA TERAPIA NEURAL CON SENTIDO

El pensamiento de la esperanzadora resistencia

Por Sandra Payan

 

 La autora: Es Médica y Cirujana colombiana.  Conferencista Internacional. Universidad del Cauca. Popayán  (Cauca – Colombia) 1996. Terapeuta Neural Fundación Universitaria  Luis  Amigó Fundación para la Comunicación Popular FUNCOP Cauca. Centro de Información e Investigación de Medicinas Alternativas  CIMA. Diplomado  en  Concepciones  y Prácticas Profesionales  Alternativas en Salud con énfasis en Terapia Neural. Popayán (Cauca – Colombia), 1998. Universidad del Valle.  Maestría en Sociología.  Cali, febrero de 1999. Hoy en día vive en Argentina, en la provincia de Formosa, donde practica e investiga pioneras formas de llevar la concepción de la Terapia Neural hacia ámbitos como la salud pública, la medicina comunitaria, la etnomedicina, etc.

 

Para provocar las dudas, la esperanza y la rebelión en los corazones de quienes nos hemos encontrado alguna vez frente a un ser humano enfermo con una aguja de Terapia Neural (TN) en las manos; para darle sentido a los encuentros, a los temores, a las indecisiones, a los aciertos, a las curaciones, a las enfermedades y a nuestra propia vida; para que el hacer de cada día sea fuente de una honesta felicidad; y para que el pensar nos permita volar impulsados por la coherencia de la locura y no empujados por la impaciente rigidez de la razón…

 

Pensar no ha sido una actividad suficientemente apreciada y difundida en nuestra sociedad; a pesar de haber sido exaltada por la tímida modestia del hombre del Renacimiento y supervalorada por los adelantados hombres de la Modernidad, mientras sólo unos pocos asumen el privilegio de ejercerla con libertad, la mayoría nos hemos limitado a repetir lo que otros piensan, a defender lo que otros defienden y a negar lo que otros niegan, lo más triste de todo, convencidos de que pensamos por nosotros mismos. No se trata de creernos autosuficientes, sino de construirnos libres, sentirnos íntegramente autónomos e interactuar por decisión propia, sólo así nuestros encuentros y nuestro vivir se hacen realmente felices.

 

Pensarnos por nosotros mismos implica preguntarnos por la manera como sentimos y actuamos cada día; hacer un esfuerzo por entender qué es lo que realmente estamos proponiendo con nuestras prácticas y discursos, qué es lo que facilitamos, a quiénes manipulamos, a quiénes favorecemos. Sin necesidad de volvernos paranoicos, es evidente que hoy es justo y necesario darnos el gusto, y tener el placer y el privilegio de ejercer el derecho de pensarnos por nosotros mismos, de decidir a conciencia y de caminar por convicción propia; para que así, las razones por las que nos comprometamos con la TN, con la sociedad, con la vida y con nosotros mismos, superen la ligereza y superficialidad de la moda, la legalidad, la obligación, la tradición, el afán o la rentabilidad, y trasciendan la razón; para aproximarnos a la honestidad y a la coherencia, y lograr vivir con intensidad cada consulta, cada curación, cada pinchazo y cada amanecer; para que cobre sentido la vida, y para que ojalá, algún día nos encontremos ante la dicha de poder obviar hasta la misma necesidad del pensamiento. Seremos libres, probablemente felices, en la medida en que seamos espiritualmente capaces de ejercer el derecho a la elección de nuestro propio camino para acercarnos a la salud y a la vida. Eso significa para mí estar aquí, la posibilidad de decidir con conocimiento y con sentimiento el cómo, el qué, el cuándo y el dónde pensar.

 

En gran medida eso es lo que ha ocurrido en Latinoamérica con la TN; inicialmente en la ciudad de Popayán – Colombia, esta forma de hacer medicina se ha ido constituyendo poco a poco en una forma de pensar la medicina, y más que eso, en una forma de pensar la salud, la sociedad, la vida. La TN ha sido más que una excusa, el mejor motivo para cuestionar, no sólo el modelo médico ortodoxo, sino la manera como hemos aprendido a pensar en occidente; junto con su historia, y gracias a ella y a su favor, se ha revolucionado la institución médica hasta tener, afortunadamente, que salirse de ella, ojalá no para construir otra, sino para inventarse nuevas maneras de pensar la salud.

 

En Latinoamérica la TN a volado entre la magia, el esoterismo, la mística, la irreverencia y la locura; de su mano seres maravillosos, delirantes por la diferencia y por la oposición, sorprendidos por los milagros de las curaciones, y desilusionados de la academia y las instituciones, han reconocido y vivido relaciones obvias, pero esquizofrénicas para el momento y para el lugar en el que se encontraban, relaciones entre sociedad y biocibernética, política y teoría de sistemas, medicina y física cuántica, comunidad y termodinámica, salud y sistemas de alta complejidad, Ciencias Sociales y TN, por ejemplo. La historia de la TN en Latinoamérica ha sido entonces creadora de una red de relaciones entre la medicina, los médicos y los pacientes con el pensamiento contemporáneo y con los llamados nuevos paradigmas. Es por eso que el Congreso Internacional de TN no se realiza hoy por primera vez en América y en México por azar, como todo, esto también tiene un sentido, un significado.

 

Esta historia de la TN ha surgido en un lugar en el que es fácil creer en lo mágico, en lo divino, en la brujería, en lo explicable, en lo milagroso; en el que con dificultad se planea, se asegura o se predice; en el que por obligación se crea, se inventa, se imagina, se sueña. No dudo que el dolor, las desgracias, la miseria, la intensidad de la incertidumbre y del absurdo, y hasta la violencia, han jugado un papel en este camino, lo han permitido, no como instrumentos indispensables ni mucho menos productores de la reflexión, sino como partes del entramado vital que ha posibilitado su emergencia. En este sentido, Popayán, así como otras ciudades de Latinoamérica, se ha convertido en un lugar común para todos, aunque no todos lo sepamos, ahí ha transcurrido parte de la historia de la TN, ahí se han pensado y soñado rupturas atrevidas y necesarias con el modelo médico ortodoxo y con el pensamiento occidental, ahí la TN ha corrido, jugado, llorado, reído, gritado, crecido, ha cobrado vida y niñez, y así como hace más de 20 años se difundió desde Europa, hoy el camino se recorre al contrario; por eso estos lugares forman parte de la historia de todos.

 

Hay una reflexión que nos ha hecho mucha falta cuando la violencia y la intolerancia han determinado nuestras conductas y pensamientos, y que hace parecer extremadamente absurdo el dogmatismo con el que ha crecido Occidente con todo y sus modelos y paradigmas: Lo que en nuestra cotidianidad nos resulta tan obvio y tan factible, pudiera no serlo si nuestra mirada y nuestras creencias fueran otras, es decir que no existe una sola realidad, sino múltiples realidades dependiendo de quién y cómo se relacione con ella. Siempre que pensamos, decimos o actuamos nos encontramos afortunada e irremediablemente en una posición determinada, es decir, que lo hacemos desde una concepción específica, parcial, incompleta y limitada; de ahí la necesidad de reconocerla para entender sus fronteras y sus posibilidades. Que no entendamos algo, no significa que no exista, significa simplemente eso que nuestra mirada no nos permite verlo.

 

Las Ciencias Sociales han ayudado a entender cómo toda práctica y discurso llevan en sí una perspectiva de sociedad, ciencia y ser humano determinada, incluyendo las prácticas y discursos de la medicina ortodoxa y de las medicinas alternativas. El pensamiento médico forma parte de la manera como el ser humano se relaciona consigo mismo y con su entorno, la cual se expresa entre otras cosas, en el desarrollo y en los planteamientos de otras disciplinas, como, por ejemplo las mismas Ciencias Sociales, en la forma de entender la política, la economía, en la cultura, en la cotidianidad, en las relaciones entre las personas, en nuestros sueños, planes, miedos e ilusiones; es decir que el pensamiento médico forma parte de la manera como vivimos, sentimos y pensamos. No es posible entender la medicina sin relacionarla con la estructura de pensamiento a la cual pertenece y a la cual pertenecemos, así como tampoco, el pensamiento humano en general, puede ser comprendido sin tener en cuenta las relaciones y contextos en los que se encuentra.

 

Todo sistema médico es producto de una historia y una sociedad que lo justifica y lo valida, y la ciencia y los modelos sanitarios se conforman y comportan de acuerdo con los paradigmas de la sociedad en la que se encuentran; por eso para reformularse lo médico o lo científico necesariamente debe llegarse a lo social y a lo político.

 

El problema surge cuando dentro de la medicina tanto ortodoxa como alternativa, no sabemos cómo pensamos, y peor aún, cuando ni siquiera sabemos qué pensamos. Como si se tratara de una simple técnica, sin sentido ni sentimiento; como si los conocimientos o el “intocable y poderoso” saber médico filera algo verdadero y válido por sí mismo; o como si el pensamiento no tuviera un origen, un desarrollo y algunas veces un final, ni fuera construido a partir de intereses, intenciones, contradicciones, revoluciones y hasta manipulaciones. En general, la medicina ha ignorado la forma como el pensamiento que la motiva y la avala se construye, se transforma, se fortalece y se resquebraja, por lo menos la medicina que yo he conocido en la Universidad, en los hospitales y en los centros de salud, y como estoy segura que la mayoría de nosotros la hemos conocido. El pensamiento médico y la institución médica tienen un camino inseparable de la historia del hombre, de sus luchas, de sus errores y de sus logros. Algo así como lo que Coelho le ha permitido decir a “El Alquimista”: “cualquier cosa en la faz de la tierra puede contar la historia de todas las cosas”.

 

Es el momento de reflexionar sobre la posición desde la que la TN se ha constituido como una propuesta de pensamiento. Se trata de una propuesta no sólo de la TN, sino compartida por otros espacios, unos más políticos que otros, unos más científicos que otros, unos menos académicos que otros, unos más estructurados que otros, pero todos, que son muchos, milagrosamente mirando hacia un mismo sentido, con la misma utopía, en contra, resistiéndose, atacando, cuestionando y revelándose frente a una misma manera hegemónica de pensar. Las llamadas medicinas alternativas no son sólo una técnica, sino que implican una propuesta filosófica que hacen valer, desde enfoques científicos alternativos, ideas que pueden modificar conceptos de salud y enfermedad, y transformar las prácticas médicas habituales, y sobre todo que tienen la posibilidad de cambiar y replantearse una forma de pensar.

 

Para entender esta propuesta filosófica es necesario aclarar en qué ha consistido la forma de pensamiento occidental que ha permitido el Modelo Médico Hegemónico frente al cual se han constituido las medicinas alternativas y específicamente la TN. El pensamiento occidental cuyos orígenes se remontan a la época del Renacimiento en Europa (siglos XV – XVII), se constituye como la principal base de nuestras ideas, reflexiones y sentimientos tanto en la cotidianidad como en el desarrollo de la ciencia; y como el orden y el abecedario a partir del cual construimos nuestros conocimientos tanto profanos como científicos, conocimientos que poco a poco fueron perdiendo cuestionabilidad y ganando obviedad. Se trata de una forma de pensar directamente vinculada a procesos económicos como el Capitalismo y la Revolución Industrial, políticos como la Revolución Francesa, y sociales y culturales como el desarrollo de la Modernidad. Sus pilares filosóficos son el Positivismo, corriente que motiva a aceptar sólo lo que se puede medir, cuantificar y percibir con nuestros cinco más evidentes sentidos, el Mecanicismo, que supone que todo en el Universo puede mirarse desde una sola racionalidad, puede fragmentarse como las piezas del reloj, y puede predecirse porque nada se sale de unas leyes generales que determinan tanto el cuerpo como la sociedad. Esta forma de pensar que sobrevalora lo racional, fue desestimando todo aquello que la lógica no logra explicar; urge la pregunta de Sábato: “¿acaso son explicables los grandes valores que hacen a la condición humana, como la belleza, la verdad, la solidaridad y el coraje?”. Esta historia fue protagonizada por pensadores como Descartes, Bacon, Copérnico, Newton y Laplace entre muchos otros, y surgió inicialmente como reacción al pensamiento medieval que subestimaba la razón humana para darle predilección al poder de lo divino.

 

Una de las expresiones de esta forma de pensar se encuentra en la historia y el desarrollo del Modelo Médico Hegemónico omnipotente hasta nuestros días, es decir, la medicina ortodoxa o facultativa. La medicina ha asumido su posición para mirar el problema de la salud y la enfermedad a partir del mecanicismo, la linealidad y el positivismo; ha construido sus discursos y prácticas desde el reduccionismo biológico del ser humano, aceptando sólo lo que la ciencia y la racionalidad pueden ver. ¿Qué ha excluido de su mirada?, ¿qué rasgos, posibilidades, valores y relaciones del ser humano ha dejado por fuera de sus observaciones y análisis?, ¿cuáles son sus limitaciones?, ¿hasta dónde llegan sus posibilidades?, ¿con qué derecho, y a cambio de qué, niega otras formas de conocimiento? Son algunas preguntas sin necesidad de extenderse en sus respuestas, transforman las rígidas e inservibles paredes del dogmatismo, y posibilitan una mirada más liberadora de la salud y de la vida.

 

El Modelo Médico Hegemónico, se entiende como “el conjunto de prácticas, saberes y teorías generadas por el desarrollo de lo que se conoce como medicina científica, el cual desde fines del siglo XVIII ha ido logrando dejar como subalternos al conjunto de prácticas, saberes e ideologías que dominaban en los conjuntos sociales, hasta lograr identificarse como la única forma de atender la enfermedad, legitimada tanto por criterios científicos como por el Estado”. Existe toda una organización social, ideológica, económica y política que fortalece dicha hegemonía, mediante la exclusión de posibilidades de ver y actuar diferentes, mediante la aceptación y construcción de ideas que avalan y justifican el mismo modelo médico. Probablemente por esa razón se acepta con tanta facilidad, en casi todas las disciplinas y en casi todos los ámbitos de nuestra vida, esta forma hegemónica de pensar y de actuar.

 

Los rasgos estructurales del Modelo Médico Hegemónico que Menéndez define, son los siguientes:

  1. a) biologismo
  2. b) concepción teórica evolucionista-positivista
  3. c) ahistoricidad
  4. d) asocialidad
  5. e) individualismo
  6. f) eficacia pragmática
  7. g) la salud-enfermedad como mercancía
  8. h) orientación básicamente curativa
  9. i) concepción de la enfermedad como ruptura, desviación y diferencia
  10. j) práctica curativa basada en la eliminación del síntoma
  11. k) relación médico-paciente asimétrica
  12. l) relación de subordinación social y técnica del paciente, que puede llegar a la sumisión
  13. m) concepción del paciente como ignorante, como portador de un saber equivocado

 

Los avances científicos del siglo XX también demuestran los límites de la racionalidad lineal, mecanicista, cuantificadora y cartesiana imperante hasta ahora, y la necesidad de cambiar la manera de pensar en todos los campos; sin embargo y como es de esperar no han sido incorporados totalmente a la ciencia, a la educación ni a la sociedad, la transformación es relativamente lenta; teniendo en cuenta que se trata de principios y paradigmas que han sostenido todo un modelo económico, político y social, los intereses y las resistencias al cambio no son pocos. La mecánica cuántica ha cuestionado muchas verdades que se creían inamovibles, demostrando que no eran absolutas, que el determinismo y la casualidad lineal son insuficientes para explicar lo vivo, y que es necesario incluir la probabilidad. Uno de los avances más grandes de este siglo fue descubrir que los sistemas biológicos no se ajustan a las leyes de causalidad lineal, son cambiantes, impredecibles, dinámicos y flexibles. Frente a la visión mecanicistas de partes aisladas que al juntarse forman un todo, se presenta la visión holística de sistemas, que permite entender que el observador actúa sobre lo observado, es decir que en lo vivo no existe la objetividad ni la separación entre quien observa y lo que se observa; en lugar de observar, los seres vivos nos relacionarnos, interactuamos, ya que el mundo no es externo a nosotros, sino que existen redes que nos comunican y nos unen. Somos y estamos inmersos en sistemas de alta complejidad que no se pueden dividir en partes y que no pueden ser detenidos, por lo tanto para aproximarse a ellos hay que interactuar con ellos; las propiedades y conductas del todo emergen de la relación de sus partes. Surgen conceptos como el principio de autoorganización del ser en consonancia con el Universo y con él mismo, en contra de la imposición de modelos institucionales de organización y sometimiento.

 

El enfoque cartesiano entonces se ve obligado a aceptar la duda, la complejidad y la incertidumbre, abandonar el dogmatismo, permitir el diálogo con otras racionalidades. La forma de pensamiento que surge se puede resumir a partir del siguiente conjunto de parejas de conceptos, no necesariamente opuestos, sino esencialmente diferentes porque justamente son expresión de mentalidades o formas de entender y relacionarse con el mundo diferentes: Frente a la especialidad – universalización; frente a las estructuras fundamentales –  manifestación de procesos subyacentes; frente a resultados – procesos, que el organismo gane experiencia, sabiduría que trascienda; frente a la idea de que el fin justifica los medios – los medios justifican el fin; frente a homogenizar, uniformar e igualar – otredad, singularidad; frente a imposición y hegemonía – solidaridad; frente a la competencia – cooperación; frente a la autoafirmación – integración; frente a la expansión – conservación; frente a la cantidad – calidad; frente al dominio – asociación; frente al pragmatismo – epistemología; frente al activismo – compasión; frente a los objetivos preestablecidos y el control – diálogo; y frente a la irracionalidad – racionalidades.

 

En esta lucha por romper y subvertir lo obvio, para construir seguramente nuevas obviedades, participan pensadores de muchos campos, dentro de los cuales se encuentran médicos, chamanes, teguas y brujos que de alguna manera han ayudado a la construcción de la TN como parte de este camino de la resistencia. Los llamados “nuevos paradigmas” no constituyen simplemente una alternativa o una opción a los planteamientos de “viejos paradigmas”, no son una propuesta para poner a discusión de científicos o académicos; son el camino que sigue, que urge, que se requiere, que poco a poco se vuelve obvio. Así como a pesar de nosotros el pensamiento se transforma, es de estos  “sentipensares” pequeños, individuales y compartidos que emerge la transformación; por eso no es lucha descomunada del bien contra el mal, de los héroes contra los villanos, ahora no, la historia y la vida son testimonios de la inminente realidad de la ruptura con el mecanicismo; tampoco se trata de esperar un mañana mejor que hoy, la posibilidad, la esperanza, y la felicidad están en el presente, con las luchas por la coherencia, los esfuerzos del pensamiento, y los asombros.

 

Este presente y la continuación de este camino en la medicina son facilitados por espacios como la TN. Desde esta mirada, la enfermedad tiene un sentido para la vida del sujeto y del universo entero, no se entiende como un fenómeno causado por algo, sino como parte independiente del proceso vital de los seres humanos, en relación con la sociedad, la cultura y el contexto entero en que cada uno se encuentra; forma parte de la capacidad de los individuos para encontrar su propio orden, y no responde a las leyes ni principios generales, sino a las necesidades y posibilidades de cada singularidad.

 

El organismo “hace la enfermedad” porque la necesita, y porque tiene conocimiento y poder sobre sí mismo; porque para su camino tiene un significado no necesariamente inteligible para la razón humana, mucho menos para la limitada lógica médica, por lo tanto la enfermedad no es un estado opuesto a la salud, es parte de ella; la enfermedad es una forma como un organismo soluciona sus conflictos en un momento dado (o los mantiene si así la vida lo requiere), por eso no se trata de acallarla, sino de entenderla, de solidarizarse con el fluir de ese ser, con sus sentidos y significados, respetar su propio orden así éste no coincida con nuestros modelos. Por lo tanto el tratamiento no es en contra de la enfermedad ni de la muerte, sino a favor de la vida y del ser humano para estimular su búsqueda de orden. Mirar la sociedad desde esta perspectiva permite entender sus aparentes desórdenes como la drogadicción o la violencia, como expresiones de sus conflictos, mas no como causa de ellos, vale la pena preguntamos qué es lo que quiere decirnos la sociedad, en lugar de buscar con desesperación causas para culpabilizar y limpiar conciencias. A cambio de la imposición de un poder vertical y uniformador, se trata de estimular procesos de autocuración y autoordenamiento.

 

A diferencia del mecanicismo, se entiende que las propiedades de las partes sólo pueden comprenderse en razón del conjunto, no hay partes sino red inseparable de relaciones, propiedades emergentes que no necesariamente reflejan el accionar individual, por eso el todo es más que las sumas de las partes, y no es arreglando las partes por separado que se componen las partes o el todo. Desde esta visión la fragmentación de causas no tiene sentido, ya que como parte de su propia vida el individuo unifica o sintetiza todos los posibles elementos relacionados. Por eso lo que es alternativo no es la herramienta o el método, sino la concepción misma, el creer con el corazón que el organismo tiene un poder y una sabiduría que emerge del universo entero; se necesita reconocimiento, humildad, amor, sentimiento, entender que la enfermedad y la curación son procesos de aprendizaje y de experiencia tanto del médico como del enfermo. A diferencia de la medicina ortodoxa en la que la terapéutica es construida para cada enfermedad, en las medicinas alternativas se trata de que sea para cada paciente. La relación del médico con el paciente se transforma en la medida en que aprendemos a pensar y sentir de una manera diferente; el paciente y el médico van unidos de la mano, recorriendo el camino de la incertidumbre, con solidaridad y esperanza, entrega a la vida y responsabilidad.

 

La medicina alternativa se define entonces como: “el pensamiento y práctica de tipo médico social sanitario, contestatario y propositivo a la vez, holístico en su concepción, no hegemónico, intuitivo y científico, dialéctico y dialógico, revolucionario, humanista, individual e irrepetible, que devuelve al ser humano sus potencialidades y capacidades de autocuración y ordenamiento propio en su todo, y le permite una relación más armónica en su intimidad, con su comunidad social y con el Universo”.

 

Para hacer una medicina realmente diferente hay que mirar al enfermo y a la vida de otra manera, con otros ojos y eso sólo es posible con el replanteamiento de la racionalidad, es por eso que lo alternativo implica cambios trascendentales en la relación con nosotros mismos, confrontaciones, construimos diariamente para no caer en dogmas ni en principios inamovibles. La apuesta es por el “depende” el “a veces” y el “esperar”, en contra del inmediatismo y el dogmatismo. Para hacerlo no hay pasos a seguir, no hay caminos predeterminados, no hay normas rígidas, se trata de pensar y sentir con libertad y responsabilidad. Podemos ser más felices si somos capaces de aprender a pensar por nosotros mismos, si somos más libres, más tolerantes, menos lineales, menos hegemónicos, menos soberbios, si somos capaces de ser nosotros mismos.

 

El problema que aquí se ha planteado no es exclusivo de la medicina, ni de la ciencia, le atañe directamente a la política, la sociedad y la cultura; es un compromiso con la vida. La medicina debe ser por lo tanto un espacio humanístico, y la medicina alternativa debe ser entendida como parte de nuestro hacer social y político. Este, en mi opinión y en la de muchos que con valor, sabiduría y sentimiento me anteceden y acompañan, es el sentido del esperanzador canino de la Terapia Neural, un camino compartido por otros espacios que nos permiten intuir que algo está pasando, que la manera de pensar se está transformando. Nuestra responsabilidad es no ser ajenos a este cambio, dejamos estremecer y afectar por él, para poder ser coherentes y sentirnos afortunados y felices por existir justo en este momento.